Este domingo pasaron muchas cosas, se aclararon algunas y otras se volvieron todavía más inciertas. ¿Cuáles fueron esas cosas?
Andrés Dávila L*
Una jornada histórica
Acabamos de asistir a una jornada electoral llena de hechos poco esperados dentro de la larga tradición electoral colombiana.
Es un momento de cambio con pocos antecedentes, comprable tal vez con lo ocurrido en 1962, en 1970, en diciembre de 1990 para la Constituyente y en 2002, cuando Uribe derrotó al bipartidismo al saltar del liberalismo a la ultraderecha.
Es histórico que por primera vez pasen a segunda vuelta dos candidatos que no pertenecen al “establecimiento”. Y este no es un hecho menor para un sistema político que siempre estuvo cargado al centro derecha y donde el bipartidismo monopolizó la escena durante mucho tiempo.
Ese bipartidismo cayó primero ante Uribe, el tránsfuga que se decantó por la derecha y otro tránsfuga, Santos, que se corrió al centro e hizo ademanes de vanguardia pretendidamente liberal (en su acepción ideológica, no partidista).
Pero el resultado imprevisto de este domingo indica la presencia de algo que muchos exigen y esperan: el cambio. Pero las características de los dos candidatos plantean preguntas inevitables: ¿cuál cambio?, y ¿cómo tramitar ese cambio?
La democracia es incertidumbre
El caso colombiano de hoy cabe perfectamente dentro de lo que Adam Przeworski señaló hace muchos años: la principal característica de un régimen democrático es la incertidumbre electoral. Es lo que sin ninguna duda acabamos de vivir.
Hace una semana nadie o casi nadie pensaba que acabaríamos entre Petro y Rodolfo. Los analistas y los medios estaban aferrados al escenario que pareció desprenderse de la consulta del 13 de marzo: una pelea cerrada entre Petro y Federico Gutiérrez. Pero no fue así.
¿Qué estará pensando eso que hemos llamado el establecimiento? ¿Se arriesgarán como el impetuoso Fico a regalarse a un personaje sin proyecto, sin partido, sin respaldos para gobernar? ¿Tendrán cómo controlarlo? ¿Bastarán sus investigaciones y respuestas pendientes para llamarlo al orden?
Y la premisa se mantiene para la segunda vuelta: un resultado incierto. Con Petro en 40% y Rodolfo un 28%, el resultado del 19 de junio es incierto. Además de una dura competencia, hay lugar al temor de que un resultado muy cerrado implique que el perdedor lo desconozca, dadas las dudas ya sembradas sobre la credibilidad del escrutinio.
Confieso que también fui víctima de aquella ilusión óptica: dije que en la segunda vuelta se medirían Petro y Fico, y que probablemente ganaría el anti-petrismo. Pero resulta que otra vez la campaña se definió en la última semana, cuando se habló en los debates de cosas tan dispares como fraude en gran escala, suspensión de las elecciones, golpe de Estado…y acuerdos para bajar la pugnacidad. Solo que precisamente Hernández no asistió a los debates.
Mal de muchos
El entorno latinoamericano y mundial es de retos, riesgos y amenazas para las democracias.
Con enorme simpleza y despiste, algunos anunciaban que Colombia iba a seguir el camino de Perú y de Chile. Se imaginaban que la amenaza era Petro —quien es bastante de centro y lleva años jugando con las reglas del establecimiento —, pero nunca imaginaron el escenario que hoy estamos viviendo.
Más exacto sería decir que Colombia en efecto se suma a los procesos sorpresivos que se han dado en la región y en otros muchos países, pero su respuesta vuelve a ser entre anómala, particular y excepcional. Una respuesta por ahora difícil de dimensionar o decantar, pero que en todo caso necesita de al menos Alkaseltzer para ser digerida.
Datos obvios pero importantes
Hubo elecciones.
El país no se acabó.
Los resultados fueron aceptados por todos los competidores, aunque hubo muchos ruidos entre el jueves y el viernes (¿la Embajada de los Estados Unidos llamó al orden, inclusive al ingeniero? (bueno, y a Duque y a Pastrana y a Petro).
No hay informes de afectación por orden público, sí por invierno.
Igual, hay que esperar.
Votaron más de 21 millones de colombianos y salvo el Plebiscito de 1957, este domingo pudo batirse el récord de participación electoral en Colombia (entre el 54 y el 56%).
La Registraduría cumplió y el resultado del preconteo estaba ya definido para las seis de la tarde.
Y todo lo que se preparó para movilizaciones, marchas, protestas, fue tiempo perdido. Igual que para las celebraciones.
Los resultados hablan de cosas muy novedosas: Petro 41%, Rodolfo 28% y Fico apenas 23%. Y de otras esperadas: Fajardo 4% y apenas para la reposición. Voto en blanco bajo, como suele suceder, aunque las encuestas digan previamente lo contrario.
Y supongo que casi 400 observadores electorales extranjeros descrestados por lo bien que funciona la democracia, maestro.

Hacia la segunda vuelta
Petro ganó, pero… Rodolfo perdió, pero ganó…
Fico perdió, por malo, y se entregó como un segundo Zuluaga…
Fajardo, en su autoconsideración ya exasperante, y su coro de áulicos en los medios con columnas patéticas para demostrar que por Petro ni con camisa de fuerza, tampoco se inmolaron decentemente. Si Fajardo fuera fiel a los principios de los que tanto habla se habría despedido y habría pedido perdón por matar el centro. Y como Antanas, iría al Parque Nacional a bañarse con agua fría para pagar sus penas.
Vienen tres semanas interesantes, asustadoras, emocionantes (según Ariel Ávila), de contienda inesperada entres dos candidatos, en principio anti-establecimiento, cuyas campañas se enfrentarán y nos darán un nuevo presidente para el período 2022-2026.
Lo interesante y, a la vez, angustioso es que nada cierra por un lado lógico o esperado. Si bien Fico se decantó hacia Rodolfo, no se sabe si esto sea suficiente o pertinente, pues hace de Rodolfo el candidato del régimen, de la ultraderecha (que ya salió a apoderarse de su campaña). Queda la duda de cómo manejarán esta adhesión los asesores del ingeniero y el propio ingeniero, experto en redes y en dar la sensación de que es un campesino con suerte.
Tampoco es claro cómo va a mantener imagen y discurso (cercano a cero, aunque tal vez un poco más amplio que las maquinarias de Ingrid), para no perder el apoyo espontáneo y ferviente de quienes quieren el cambio por el cambio, sin importar ni cual ni el cómo.
Para la campaña del Pacto Histórico los retos son igualmente desafiantes. Tenían todo preparado para desbaratar a Fico y, un poco al estilo del fútbol colombiano, celebraron el triunfo antes de tiempo. Ahora les toca redefinir estrategia, discurso y búsqueda de un 11% de electores que pueden estar por ahí, pero que no es claro cómo podrán conseguir. Sobre todo, ante un competidor básico y de discurso, acciones, propuestas de un simplismo desconcertante que, perdonen la redundancia, los tiene desconcertados.
No sería de extrañar que Fajardo acabe del lado del ingeniero, porque recoge y representa ese temor visceral y ancestral a algo que parezca de izquierda. Su aporte no es muy relevante, pero pueden ser unos cientos de miles de votos útiles al final. Será interesante conocer el algebra argumental del profesor de matemáticas…
¿Qué estará pensando eso que hemos llamado el establecimiento? ¿Se arriesgarán como el impetuoso Fico a regalarse a un personaje sin proyecto, sin partido, sin respaldos para gobernar? ¿Tendrán cómo controlarlo? ¿Bastarán sus investigaciones y respuestas pendientes para llamarlo al orden?
¿O, de manera paradójica, considerarán que Petro es una amenaza, pero al final es un animal político conocido? ¿Un poco más de “los nuestros” aunque toque aguantarle su ego y su arrogancia? ¿Un tiro al aire, menos al aire, que lo que significa el ingeniero?
Al final, el gran asunto es sí, además de competitiva, la definición resulta ser reñida y, entonces, el registrador será el fiel de la balanza. ¿Será que los dos candidatos aceptarán los resultados de la segunda vuelta? Veremos…