¿Qué tan grave es la situación de la violencia en el fútbol colombiano?
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¿Qué tan grave es la situación de la violencia en el fútbol colombiano?

Escrito por Andrés Dávila

Este es un decálogo tentativo sobre el barrismo social en Colombia, a propósito de unas consideraciones futboleras, humanitarias y democráticas.

Andrés Dávila L.*

Primero: la violencia en el fútbol

Hay una tendencia a relacionar el fútbol, y el deporte en general, con prácticas de convivencia, de cooperación y de educación: física, mental y emocional. No obstante, como lo plantea Norbert Elías en Deporte y Ocio en el Proceso de la Civilización, la violencia es consustancial al surgimiento y desarrollo de los deportes, y el fútbol no es una excepción. Más bien es un lugar privilegiado para ver cómo se procesa y transforma esta interacción.

Por tanto y con el perdón de tantas voces que exigen eliminar la violencia del fútbol, tenemos que entender que esto no es posible, por lo cual lo sensato es encontrar formas de administrarla y, como se ha logrado en muchos casos, canalizarla, contenerla y transformarla.

Más interesante es ver cómo hay una tensión permanente entre tendencias civilizatorias y violentas en el desarrollo del fenómeno y discernir en qué estamos ahora.

Segundo: el espectáculo

En su ya más que centenario desarrollo, hay procesos complicados que muestran paradójicas relaciones. El fútbol es cada vez más un espectáculo de masas y, hoy, un espectáculo de video, casi un video juego.

Por tanto y con el perdón de tantas voces que exigen eliminar la violencia del fútbol, tenemos que entender que esto no es posible, por lo cual lo sensato es encontrar formas de administrarla y, como se ha logrado en muchos casos, canalizarla, contenerla y transformarla.

Este apunta a promover valores humanitarios y democráticos: juego limpio, eliminar el racismo, la revolución del fútbol femenino y, en la práctica, la condena y creciente eliminación de la violencia en los campos de juego (aunque siempre queden expresiones de esta).

La violencia, por su parte, tendencialmente, se manifiesta primero en la cancha de juego, se traslada después a las tribunas y más adelante a otros territorios que detallaremos más adelante.

Tercero: competencia de truhanes

El deporte de caballeros, jugado por truhanes, salta también muy rápidamente de las “schools” británicas a las industrias en auge: se populariza, se profesionaliza y es seguido por multitudes que se apasionan de manera incontrolable.

Tempranamente, en la Inglaterra de mediados del siglo XX y en otros países europeos aparecen los Hooligans, grupos de hinchas organizados que apasionadamente siguen a sus clubes y en ello añaden el uso de la violencia, de los cánticos, y de un conjunto de prácticas que se mueven entre la identidad, la pertenencia, el reconocimiento e, inevitablemente, la violencia: simbólica y material, y una que otra vez con causas políticas o ideológicas.

El fenómeno se da también en los países más futboleros de Suramérica, especialmente Argentina, en donde se les va a conocer como “barras bravas”, y en Brasil.

La violencia de las barras se va a manifestar en las tribunas, pero también en las afueras de los estadios, en las estaciones de metro o de buses y en los barrios de las ciudades a las que pertenecen los clubes.

Cuarto: el barrismo en Colombia

El barrismo toma fuerza en Colombia especialmente en la segunda mitad de la década de los años noventa. Algo parecido sucede en otros países de la región. Las antenas parabólicas, la televisión por cable y la posibilidad de ver el fútbol de Argentina parece tener un papel fundamental.

El barrismo colombiano tiene, por tanto, mucho de emulación y unas condiciones sociales que lo caracterizan: era, en sus orígenes, pluriclasista, de jóvenes, era la confluencia de múltiples fenómenos urbanos y tenía presencia minoritaria de mujeres.

Quinto: el barrismo en las grandes ciudades

El barrismo colombiano está presente principalmente en Bogotá, Medellín y Cali, con barras de los principales equipos que, rápidamente, crean facciones, disidencias y franquicias.

Este al principio fue muy violento en las tribunas. En aquella época, y pese a lo sucedido en Inglaterra, las tribunas estaban cerradas con mallas que las separaban del terreno de juego.

Después, la violencia y las tensiones se trasladaron a las afueras de los estadios, en los lugares donde las barras se reunían antes y después de los partidos. Paulatinamente, se trasladaron a los barrios en donde residían los parches originarios de las barras, especialmente en los sectores más populares.

Posteriormente, los lugares de violencias entre las barras pasaron a ser los comederos o los peajes en las carreteras, donde los buses que transportan a unos y otros se encuentran.

Sexto: ante la violencia, represión

Al principio, la reacción de la Dimayor, los clubes, la Policía y las alcaldías, fue acudir a la represión, solución desde entonces exaltada por los medios de comunicación. Ahora, como es común en Colombia, esta represión es dura por lo violenta y exagerada; pero blanda por lo poco estudiada, por la ausencia de estrategia, seguimiento y continuidad, y por la ausencia de resultados útiles y sostenibles.

Cuando el tema saltó al Gobierno Nacional, en 2005, la primera pulsión seguía solo en modo represivo. Se necesitó de la participación de los barristas y de otros sectores para llegar a un Plan Decenal de Seguridad, Comodidad y Convivencia y a decisiones en torno a una gestión del fenómeno con muchos más elementos que la burda represión, o aquellos propósitos, que señalan periodistas y figuras políticas, de eliminar las barras, acabar con la violencia y depurar al fútbol.

Séptimo: la lógica de la concertación

Al final, y sin suficiente coherencia y variada capacidad de gestión, muy dependiente de alcaldes, secretarios de gobierno y seguridad, presidentes de los clubes o sus delegados, comandantes locales de la Policía y líderes de las barras, se impuso una lógica basada en la concertación.

Paradójicamente, este proceso se enfrentó a dos fenómenos que lo ponían contra la pared: una legislación autoritaria y una decisión de la FIFA que hizo quitar las mallas que separaban las tribunas de las canchas.

Y, desde entonces, durante ya 12 años y en contra de los desastres que anunciaron varios de los principales periodistas deportivos del país, los hechos que lamentar han sido pocos. Se han jugado muchos torneos, muchas finales, muchos descensos, y si bien hay desmanes, son pocos respecto de la cantidad de partidos que se han jugado desde entonces.

Octavo: la política en las barras

Este y el año pasado, después de la pandemia, se han dado más hechos protagonizados por las barras. Hay que señalar que los barristas ganaron algún protagonismo en pandemia y el Paro Nacional, con acciones de índole política, que algunos señalaron como asociados con las Primeras Líneas.

Lo cierto, los barristas se unieron, pese a diferencias, para luchar por propósitos comunes. Uno de ellos fue impedir que se realizara en Colombia la Copa América, mientras el país se incendiaba.

Del año pasado a este, eventos en Santa Marta, Tuluá, Ibagué, Medellín y Manizales, vuelven a encender las alarmas y a disparar los tics autoritarios y represivos, desde un cómodo, sesgado e ignorante (o a veces claramente amañado y mentiroso) diagnóstico. En este concurren muchos de los múltiples sectores señalados.

Una primera consideración tiene que ver con que los hechos citados obedecen a situaciones y razones distintas, aunque sería importante precisar los puntos que comparten. Sobre todo, si pretendemos encontrar soluciones oportunas, pertinentes y viables.

La preocupación hoy, al menos por el ruido mediático, es encontrar soluciones definitivas que, inevitablemente, apuntan a prohibir, eliminar o cerrar. Solo que, como cualquier fenómeno social, hacerlo no es sencillo, no hay fórmulas mágicas, ni con carnetización ni con biometría, y los clubes, envalentonados en el comunicado reciente, rápidamente echarán de menos los dos mil, cinco mil, once mil o quince mil hinchas que los barristas ponen partido a partido.

Noveno: la vuelta del autoritarismo

Estamos, por tanto, ante una potencial deriva autoritaria en el manejo del tema. Deriva en la que, con seguridad, coinciden varios sectores y potencian los medios de comunicación. En esta, seguramente saldrán iniciativas como las de volver a las mallas y eliminar las barras.

Si el fenómeno fuera nuevo, sería aceptable tal reacción. Pero, además de que este tiene más de 25 años, hay que señalar que sin mallas y a punta de negociación y con pocos, aunque lamentables, hechos de violencia, se ha funcionado desde 2011.

Entonces, algo habría que aprender de lo vivido. Así como indican en otros campos: construir sobre lo construido. Por cierto, los barristas ya no son principalmente jóvenes, hay incluso abuelos y cada vez más mujeres.

Décimo: el valor de la democracia

La situación de Nacional y los del Sur tiene tintes particulares. Recoge, de formas que necesitan dilucidarse, las tensiones políticas entre la actual alcaldía y sectores tradicionales de la dirigencia antioqueña.

Foto: Alcaldía de Medellín - La situación de Nacional y Los del Sur refleja tensiones políticas entre la alcaldía de Medellín y los sectores tradicionales de la dirigencia antioqueña.

Estamos, por tanto, ante una potencial deriva autoritaria en el manejo del tema. Deriva en la que, con seguridad, coinciden varios sectores y potencian los medios de comunicación. En esta, seguramente saldrán iniciativas como las de volver a las mallas y eliminar las barras.

Esto implica que lo sucedido tiene un transfondo algo más profundo y mensajes e información poco creíble, por no decir sustancialmente falsa, de todos los involucrados y afectados.

Por ello, es muy grave que, dentro del periodismo deportivo y político, sean tan pocas las voces con capacidad de salirse del relato simplista que reitera, desde hace 25 años, que son unos pocos desadaptados, vándalos, enemigos del fútbol y que la preclara solución es eliminarlos. No sobra reiterar, aunque les disguste, que la solución es mejor si no viola ni los límites de la democracia, ni de las mínimas consideraciones humanitarias.

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