Quiénes la forman y en que quedó la izquierda tras la agitada campaña electoral? ¿Qué debe hacer, qué puede hacer, y cómo podría crecer bajo el nuevo gobierno? Mirada lúcida sobre el paisaje variopinto y confuso de las fuerzas de izquierda.
El espectro político en Colombia
Los resultados electorales de 2014 reafirmaron varios rasgos del sistema político colombiano.
– Usando la metáfora espacial tan trillada al hablar de ideologías, podría decirse que en Colombia se consolidó un orden cargado al centro-derecha o, para tranquilidad de los espíritus, concentrado en el centro-centro-derecha. En este punto del espectro se encuentra la gran coalición de gobierno, denominada sin mucha originalidad la “Unidad Nacional”, y dentro de ella predominan el Partido de la U, el Partido Liberal y -con mucho menor aporte pero con buena cuota burocrática-, Cambio Radical.
– Un poco más a la derecha de ese centro-centro que hace mayorías leves se encuentra el Partido Conservador, hoy en una incómoda (o muy cómoda) posición donde gana como miembro de la coalición y gana como miembro de la oposición por la derecha a la gran coalición.
El Partido Verde no es verde; el Centro Democrático no es ni centro, ni es democrático, y el Partido de la U no es ni de Uribe ni de Unidad, sino de Santos).
– Levitando entre la mermelada y las posiciones programático-pragmáticas de centro, derecha e izquierda moderada, están los congresistas que llegaron gracias a la alianza por el umbral entre el Partido Verde y los Progresistas.
– Y bien a la derecha del espectro político está el Centro Democrático.
(Vaya si los términos confunden en la política colombiana: el Partido Verde no es verde; el Centro Democrático no es ni centro, ni es democrático, porque funciona como una pequeña pero incómoda célula de militantes detrás de su caudillo-profeta; y el Partido de la U no es ni de Uribe ni de Unidad, sino de Santos).
– Y en el espacio de la izquierda (¿amplio?, ¿reducido?) están el Polo Democrático (PDA), la Unión Patriótica (UP), Marcha Patriótica y algunos atisbos de lo que pueden llegar a ser las guerrillas desmovilizadas. Si se quiere, también los Progresistas, o mejor algunos progresistas: los que no están verdes, los que hicieron marcadamente explícito que su voto por Santos no los comprometía con lo que este representa como político de las élites más tradicionales y excluyentes de la Colombia republicana.
Todos los grupos o corrientes de izquierda son minorías que copan -con relativa comodidad, pero sin muchos logros ni una tendencia clara al crecimiento ni a conquistar lealtades profundas entre los ciudadanos – ese amplio (¿o reducido?) espectro de la izquierda.
![]() El Alcalde Mayor, Gustavo Petro, junto con el Presidente Juan Manuel Santos. Foto: Gustavo Petro Urrego |
Las tres contradicciones
La izquierda procesa de manera simultánea tres enormes tensiones y desafíos, en una ya muy tradicional dinámica de faccionalismo, divisiones, enemistades y canibalismo. Para ponerlo en el lenguaje adecuado: la izquierda enfrenta tres contradicciones más o menos dialécticas:
– En primer lugar, la contradicción entre sus manifestaciones legales y las que desde la ilegalidad apuntan a ocupar, con réditos electorales y burocráticos, los espacios que consideran suyos después de tantos años de luchas y sacrificios.
– En segundo lugar, la contradicción entre una historia larga de pocas opciones para acceder y ejercer el poder, y una breve historia reciente donde el acceso al gobierno se ha desperdiciado entre graves hechos de corrupción (y me refiero al carrusel de la contratación) y dificultades en la gestión de lo público que son aprovechadas sin clemencia por los partidos de centro y de derecha, por las élites tradicionales y por los muchos sectores que ven con temor y desconfianza, cuando no con odio y rabia, a los candidatos o gobernantes de extracción izquierdista.
– Y en tercer lugar, la contradicción entre facciones y posiciones de vieja data que se hicieron patéticamente visibles en los estertores de la campaña electoral y que produjeron dos fenómenos que hacía rato no se veían en la escena política colombiana:
- De una parte, una izquierda que apoyó abierta y explícitamente al candidato ganador y que de hecho aportó alguna parte del caudal que logró la ventaja de casi un millón de votos sobre su contendor; es decir, una izquierda que ganó y ayudó a ganar.
- Y de otra parte, sectores y líderes (políticos, de opinión) que de manera cerrera y hasta contra-intuitiva pero, eso sí, muy coherente (es decir, nada contradictoria y poco dialéctica), se mantuvieron en la tónica de aprovechar la coyuntura para agudizar las contradicciones de la clase dominante.
No sobra agregar que entre estas dos izquierdas se dieron fuertes tensiones y encontrones, con cartas y declaraciones públicas de calificación y descalificación. Y hoy no se sabe el alcance de las diferencias y las posibilidades de restañar heridas y recomponer caminos.
– Del nutrido panorama que vengo describiendo, solo falta mencionar a los garzones, ese dueto exsindicalista de antaño, que se mueve en el ying y el yang de la cooptación y la exclusión, con enormes enseñanzas sobre el oportunismo.
![]() El Senador por el Polo Democrático Alternativo, Jorge Enrique Robledo. Foto: Congreso de la República de Colombia |
La izquierda y Santos II
Ahora bien, todo lo anterior sirve para marcar un contexto y tratar de responder a una cuestión clave y crítica: ¿qué debe, qué tiene y qué puede hacer la izquierda en el segundo gobierno de Santos?
– En el terreno del deber hacer, es fácil mencionar las tres tareas, pero difícil decir cómo las podría cumplir sin fraccionarse todavía más y sin volverse del todo irrelevante. La izquierda legal debería convertirse en un gran mediador ante las tres contradicciones señaladas:
· Debe reconvertir su espacio como oposición de izquierda, lo cual posiblemente significa criticar los acomodos fáciles del gobierno y el sistema con las salidas de centro derecha, pero apoyar y defender a ultranza las negociaciones de paz y esa compleja fórmula de paz sin total impunidad.
· Lo anterior implica, necesariamente, crear espacios de convergencia con los movimientos o partidos que resulten del fin del conflicto: Frente Amplio, Frente Unido, o alguna otra fórmula que encaje en el hiper-regulado sistema de partidos de hoy. Además, como lo viene haciendo el senador Cepeda, no debe dejar en paz al expresidente Uribe y al Centro Democrático.
· Y con miras a las elecciones locales de 2015, debe hacer la autocrítica por los errores cometidos y tratar de encontrar un nicho para contener una muy probable debacle electoral.
– En el terreno del poder hacer, la izquierda enfrenta un panorama con muchos nubarrones, desafíos y hasta quizás sin salidas, pero también con algunas ventanas de oportunidad.
La cuestión de fondo para el Polo, la UP, Marcha Patriótica, Progresistas y Verdes (los que no se sientan agredidos por decirles que son de izquierda) está en fijar una agenda mínima de oposición, pero también de respaldo al gobierno en aquellos aspectos donde la izquierda tiene que jugársela sin olvidar el carácter de centro-centro-derecha del sistema y los amarres del gobierno con la coalición que le impiden cualquier apertura real hacia la izquierda.
Es cierto que casi por primera vez en la historia política el presidente tiene deudas con figuras relevantes de la izquierda como Clara López y Gustavo Petro, que, en su momento, asumieron los costos de apoyar abierta y explícitamente al candidato-presidente.
Pero es claro también que para unos y para otros ese apoyo se concreta en el respaldo y la convergencia de intereses en torno al éxito de las negociaciones de paz. Ni burocracia, ni consideraciones particulares en ámbitos del nuevo plan de gobierno, asuntos que ya quedaron claramente remarcados con el discurso de posesión y la conformación del nuevo gabinete.
La izquierda procesa de manera simultánea tres enormes tensiones y desafíos, en una ya muy tradicional dinámica de faccionalismo, divisiones, enemistades y canibalismo.
Tanto que ni el Ministerio del Trabajo para Lucho Garzón resulta aquí significativo. No obstante, en este panorama resultan siempre amenazantes las tendencias a la fragmentación, división y canibalismo entre los distintos sectores de izquierda.
Y ello parece aún más difícil de resolver dada la prevalencia del senador Robledo y el hecho innegable de que en su reducido espacio político se beneficia de sus posiciones ajenas a la dialéctica y a cualquier concesión.
– Por último, en el terreno del avanzar hacia el poder, en términos del mayor realismo y pragmatismo político, la izquierda tiene algunas escasas alternativas de reposicionamiento y configuración como contrapeso a un sistema político tan cargado a la derecha.
No obstante, esas escasas y casi excepcionales alternativas, que muy seguramente pueden reducirse ante las perspectivas de desmovilización y reinserción de las FARC y el ELN, pasan necesariamente por seguir en el proceso de aprendizaje para la sobrevivencia política (que en el caso colombiano es también de sobrevivencia física) y por un complicado ejercicio de autocrítica por la fallida experiencia como gobierno.
La izquierda ha logrado ya experiencias exitosas en peores circunstancias: sobrevivió a campañas de eliminación física y se ha mantenido teniendo como un principio constitutivo la división y el faccionalismo. Es, en cualquier caso, una minoritaria oposición altamente expuesta.
* Politólogo de la Universidad de los Andes, maestro y doctor en Ciencias Sociales de la FLACSO (México), profesor asociado y director del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana.