Holmes Trujillo: ¿renunciará o llegará a la presidencia? - Razón Pública
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Holmes Trujillo: ¿renunciará o llegará a la presidencia?

Escrito por Andrés Dávila
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Aunque ha tenido que enfrentar varias crisis, Holmes Trujillo parece decidido a llegar a la presidencia en 2022. ¿Cómo entender su figura?

Andrés Dávila Ladrón de Guevara*

En modo 2022

En las próximas semanas, el ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, seguirá en el centro de las discusiones nacionales: en una situación inusual, el ministro deberá enfrentar dos citaciones de moción de censura que podrían obligarlo a abandonar su cargo:

  • En la Cámara de Representantes, Holmes Trujillo tendrá que responder por los abusos de la Fuerza Pública y por la forma como se cumplieron —o no— las órdenes de la Corte Suprema de Justicia;
  • En el Senado, el ministro deberá dar su versión sobre la presencia de tropas estadounidenses en el país, sin autorización del legislativo.

A pesar de estas controversias, el ministro se sigue comportando más como un candidato presidencial que como un funcionario del gobierno.

Entonces, ¿está el ministro de defensa en campaña política? ¿Será que Holmes pasó de ser el cacique clientelista que fue durante veinte años para convertirse en un halcón capaz de hacerlo todo por la presidencia? ¿Qué tipo de figura política es Holmes Trujillo?

Para responder estas preguntas, dividiré este artículo en dos temas: el significado del ministro de Defensa en el sistema político colombiano y Carlos Holmes Trujillo como figura política.

Un recuento histórico

Antes del Frente Nacional, el entonces Ministerio de Guerra fue ocupado por militares tanto como por civiles.

Este ministerio se encargó de atender las guerras civiles del siglo XIX y, posteriormente, la guerra del Perú. La mala suerte de asumir esta guerra les tocó a Carlos Arango Vélez, Alfonso Araujo Gaviria y Carlos Uribe Gaviria, quienes no tenían ningún conocimiento de estrategia y táctica militar.

Durante el siglo XX, los ministros fueron miembros de las élites bipartidistas y, en un entorno más bien proclive a evitar las guerras civiles, siguieron los mandatos de sus presidentes, sus gobiernos y sus partidos.

Esta tendencia de contar con ministros civiles se sostuvo, con algunas excepciones, hasta la llegada de Lucio Pabón Núñez, uno de los responsables del golpe del general Gustavo Rojas Pinilla.

De allí en adelante y hasta 1991, este ministerio estuvo en manos de militares y, para ser más precisos, en manos del oficial de Ejército de más alto rango y antigüedad. Así se acostumbró hasta la Constitución de 1991, cuando se volvió a nombrar un civil en esta cartera.

En todo ese período, las fuerzas militares y la Policía se modernizaron, se profesionalizaron, se destetaron de las influencias bipartidistas y, en general, mantuvieron la subordinación al poder civil y la defensa de las instituciones democráticas.

De hecho, en los momentos de crisis, los ministros militares y los comandantes de la fuerza pública fueron quienes tuvieron que abandonar sus cargos y quienes dejaron de tener influencia política. Ese fue el caso de:

  • El general Alberto Ruiz Novoa, en su tensión con el presidente Guillermo León Valencia –el abuelo de Paloma Valencia–;
  • El general Gabriel Revéiz Pizarro, bajo el gobierno de Carlos Lleras Restrepo;
  • Los generales Álvaro Valencia Tovar y Gabriel Puyana, en el gobierno de Alfonso López Michelsen;
  • El general Fernando Landazábal, en el gobierno de Belisario Betancur, y
  • El general Harold Bedoya, durante el gobierno de Ernesto Samper.

Los civiles y el ministerio

El primer ministro de Defensa civil después de 1991 fue Rafael Pardo, quien asumió su cargo ese año y culminó su período, pese a un infarto grave.

Desde entonces, el nombramiento del ministro de Defensa forma parte de la parafernalia política. Por eso es tan común nombrar figuras que no conocen el sector, no saben del tema y llegan a su cargo a aprender, a veces exitosamente, a veces no tanto.

Además, algunos han señalado que el tener a un civil en cabeza del ministerio de Defensa no ha hecho ninguna diferencia. En su tesis doctoral, Joaquín Romero muestra, por ejemplo, que los militares y policías aún conservan las palancas fundamentales del poder en su sector.

Pero eso no significa que los civiles no hayan tenido ningún papel en este ministerio. Paulatinamente, los viceministerios, la secretaría general y la oficina de planeación del ministerio han ido quedando en manos de civiles. Paradójicamente, durante los dos períodos de Álvaro Uribe, el ministerio se fortaleció en sus funcionarios civiles.

Pero ojo: más civiles en el ministerio de Defensa no necesariamente significa más democracia y defensa de los derechos humanos. A veces, los civiles defienden posiciones de fuerza más que los mismos militares. Y en todo caso, no me atrevería a decir que el control de las decisiones ha dejado de estar en cabeza de los militares y policías.

Botero: una gestión perversa

La muestra de que el Ministerio de Defensa sigue siendo el mismo, aunque esté dirigido por un civil, es la gestión del exministro Guillermo Botero.

Al igual que Holmes Trujillo, Botero no sabía nada sobre este sector. Por eso, para asegurar que el ministerio siguiera funcionando como lo hacía antes, Botero mantuvo a una de las viceministras del gobierno Santos: Mariana Martínez.

Esta fue, tal vez, la única decisión sensata del ministro. En lo demás, la gestión de Botero no fue mala, sino perversa:

  • pretendió regular la protesta social para anularla;
  • apoyó el uso del glifosato;
  • afirmó que el aumento de hurtos en Vichada se debía a que la gente dejaba “la ropa interior extendida”, y
  • dirigió la operación en la que, a sabiendas, el Ejército asesinó a varios menores de edad para mostrarle resultados al presidente.
Foto: Presidencia de la República Guillermo Botero, primer ministro de este gobierno que salió luego de la revelación de la muerte de niños en un bombardeo de las fuerza aérea.

Holmes: el inquisidor clientelista

La figura de Holmes Trujillo es más compleja que la de Botero y para entenderla es necesario ir a su historia política.

El hoy ministro de Defensa es hijo de un cacique liberal del Valle del Cauca, también llamado Carlos Holmes Trujillo. El hijo no solo conservó el nombre de su padre, sino que quiso reproducir su carrera e incluir en ella a su hermano, José Renán Trujillo.

Carlos Holmes hijo fue exitoso desde pronto: fue cónsul, líder gremial, alcalde, constituyente, congresista, comisionado de paz, ministro, embajador y ocupó otros cargos en el ámbito internacional.

En la práctica y, pese a sus movidas burocráticas, él y su hermano no pudieron mantener el legado clientelista y político de su padre. Por eso, para sobrevivir políticamente, abandonaron el Partido Liberal y trataron de reinventarse.

Holmes empezó a acercarse cada vez más a la nube de partidos uribistas que se crearon y se desintegraron. Con el tiempo, perseveró en el uribismo y se potenció como ficha necesaria del gobierno Duque. Amparados en todos los cargos que desempeñó en el ámbito internacional, le dieron la Cancillería.

Pero, ante la renuncia obligada del ministro Botero, Holmes se postuló y, desde que llegó a esta cartera, ha tratado de introducir cambios para recuperar el caudal clientelista que tenía su padre.

Holmes sacó a los funcionarios que venían de antes y se aseguró de poner a los suyos. Y, desde muy temprano, anunció su intención de llegar a la presidencia de la República. Entonces, sin conocer su sector, sin entender de qué se trataba su cargo, un tradicional cacique clientelista del Valle del Cauca –mucho menos trabajador que un paisa, pero sin alcoholizarse como lo hacía Botero–, acabó de ministro presidenciable.
Es significativo que Holmes Trujillo hubiera llegado al Ministerio de Defensa el 12 de noviembre de 2019, apenas unos días antes de las protestas que comenzaron en 2019. Es decir, se trató de un ministro nombrado para manejar la crisis.

Foto: Facebook Carlos Holmes Trujillo Carlos Holmes Trujillo reunido con altos mandos de la Fuerza Pública.

Y Holmes lo ha hecho, a su manera, pero ahora con una carga que le resulta inmanejable: su candidatura presidencial en 2022. Sobre este asunto hay muchas más preguntas que respuestas.

Por lo pronto, sus reacciones y respuestas ante la crisis muestran que Holmes Trujillo es un inquisidor clientelista, interesado en mantener cerca a los suyos y en perseguir a sus “enemigos”.

De ser cierta su ambición presidencial, el ministro tendría que renunciar en mayo de 2021. ¿Aguantará en el cargo hasta entonces? ¿Qué pasará si debe abandonar el ministerio prematuramente? ¿Será su destino la presidencia?

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