
La iniciativa de una Superliga de fútbol europea demuestra que este deporte está en cambio constante. ¿Fracasará definitivamente la propuesta?
Andrés Dávila*
La Superliga
Doce de los principales clubes de fútbol europeos están en guerra contra la Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol (UEFA) y otras ligas nacionales por su intención de crear una Superliga de fútbol en Europa.
Los equipos fundadores de esta Superliga fueron Milán, Arsenal, Atlético de Madrid, Chelsea, Barcelona, Inter de Milán, Juventus, Liverpool, Manchester City, Manchester United, Real Madrid y Tottenham Hotspur.
Los organismos que regulan el fútbol europeo y algunas ligas nacionales rechazaron esta iniciativa y la calificaron como “competencia disidente”. Sus promotores han guardado silencio, aunque esto les implicó renunciar a grandes sumas de dinero que el banco JPMorgan de Estados Unidos informó que les iba a entregar.
La UEFA, que es la encargada de gobernar el fútbol en Europa, devolvió de un puntapié la iniciativa de los “doce apóstoles” y amenazó con sanciones, exclusión y ostracismo en caso de que se atrevan a seguir. Pero esto no tendría consecuencias solo sobre los clubes y sus ambiciosos y “solidarios” dueños y directivos, sino sobre los jugadores. Las sanciones dejarían a los jugadores migrantes sin balón, sin ingresos y extraditados de sus selecciones nacionales. Algo así como los ricos más parias del mundo.
Los hinchas, especialmente los de los clubes ingleses, reaccionaron con indignación y protestas. Esto, sumado a las amenazas de las autoridades del fútbol, hizo que la iniciativa se diluyera en pocas horas y no quedaran sino unos cuantos de los “doce apóstoles”.
Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid informó y recibió de pecho y muslo las reacciones, pues fue quien puso la cara en las ruedas de prensa y entrevistas. Por su parte, la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) ha reaccionado de forma tímida, lo cual puede leerse como un respeto por sus propias reglas, como parte de las tensiones entre Gianni Infantino y Aleksander Ceferín o incluso como una estrategia para “no quemar todos los cartuchos”.
La UEFA, que es la encargada de gobernar el fútbol en Europa, devolvió de un puntapié la iniciativa de los “doce apóstoles” y amenazó con sanciones
Hoy, la creación de la Superliga parece tener menos fuerza que al principio. Mientras tanto, el mundo del fútbol sigue pendiente de la Champions y la Europa League y, en cada región y país, de sus propios torneos.
El fútbol es histórico
Sin extenderse a las prácticas remotas de culturas milenarias, se dice que el fútbol nació en Inglaterra a mediados del siglo XIX. Actualmente existen dos relatos en tensión sobre esta historia.
Para algunos, su origen está en las clases altas y nobles de Gran Bretaña. En los colegios y universidades, el rugby se escindió y surgieron las reglas que hoy conocemos. Después se volvió popular y rápidamente se profesionalizó.
Para otros, si bien es cierto que el fútbol pasó por las clases altas, siempre fue un deporte popular y pluriclasista. No obstante, las clases altas determinaron las reglas, con pocas leyes, pero muy sofisticadas, como la del fuera de lugar. Estas reglas habrían quedado en manos de la International Board, que salvaguardó fielmente la tradición.
Después fue necesario crear instancias de gobierno y gestión. Rápidamente aparecieron las asociaciones nacionales, la FIFA y las competencias locales, nacionales e internacionales.
Popular y violento
El fútbol es el único deporte principalmente jugado con los pies, que mezcla elementos de competencia, azar, representación y vértigo. Rápidamente empezó a expandirse, a la par del capitalismo inglés. Saltó de Gran Bretaña a Europa y a América Latina, aunque fracasó en sus primeros intentos por llegar a Estados Unidos.
De la mano de Joao Havelange, un visionario, negociante, futbolero y corrupto, se extendió por África. Para entonces, en Asia y Oceanía apenas era un deporte conocido, pero esto cambió en parte gracias al sucesor de Havelange, Joseph Blatter.
El fútbol se caracterizó por la violencia, primero en las canchas, después en las tribunas, en los alrededores de los estadios y finalmente en los barrios, comunas y vecindades de las ciudades donde se llevaban a cabo los partidos. Hoy ha disminuido la violencia que caracterizaba a los partidos de fútbol, pero no ha desaparecido del todo: el fútbol y la violencia están íntimamente ligados, en forma de mímesis y catarsis.
Sin vallas, los estadios son cada vez menos violentos, pero la violencia simbólica ha aumentado en forma de cánticos, insultos y groserías. Con esta violencia simbólica ha surgido un nuevo enemigo contra el cual combatir: el racismo. Juego limpio y causas incluyentes pueden leerse en una perspectiva civilizatoria.
Pero el fútbol es también un negocio. Evidentemente, esto es más notorio en el ámbito del espectáculo. La política también lo ha rondado, pero nunca ha sido reducido a una simple herramienta de los poderosos.

El fútbol está cambiando
El fútbol vive en cambio permanente, aunque es uno de los deportes más conservadores. Los ajustes a la regla del fuera de lugar, la definición de las áreas, la inclusión del círculo central y de los semicírculos en las áreas fueron prácticas que se instauraron paulatinamente, especialmente al salir del período de entreguerras.
El sistema de juego ha tenido cambios que se han extendido al resto del mundo futbolero, como la formación 2-3-5, la WM, el 4-2-4, el 4-3-3 o el 4-4-2. Después llegaron dos importantes transformaciones: los cambios de jugadores y el uso de tarjetas por los árbitros para amonestar y expulsar. Esto ocurrió a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta, cuando se fue haciendo común la transmisión en directo de los partidos.
En la década de los noventa se dieron cambios decisivos: el arquero tuvo que aprender a jugar con los pies, salir de casa y recorrer el campo; los árbitros dejaron el simbólico color negro; y se cambió el puntaje por partido ganado, pero se mantuvo la posibilidad del empate.
El fútbol es también un negocio. Evidentemente, esto es más notorio en el ámbito del espectáculo
Finalmente, se quiso adoptar el gol de oro y hubo intentos de solucionar los reiterados errores de los árbitros. Pasarían casi 20 años entre el primer envión y el árbitro asistente de video (VAR, por sus cifras en inglés).
Otra revolución silenciosa tomó fuerza con la irrupción del fútbol femenino y la paulatina aceptación del fútbol en Estados Unidos. Hoy, el fútbol femenino es cada vez más común y se está expandiendo a otros lugares del mundo. Irrumpe en un nicho del patriarcado.
Después llegó la burbuja económica del fútbol, propiciada por las grandes contrataciones por parte de jeques árabes y millonarios rusos. Mientras que la FIFA enriquecía a sus dirigentes en todas las confederaciones, los cambios en las reglas tomaron una velocidad inusitada.
Hoy las reglas del fútbol cambian año a año, sin que ni expertos, ni árbitros, ni hinchas logren entenderlas, aplicarlas ni ponerse de acuerdo. El tradicional conservadurismo está siendo reemplazado por otra lógica que parece imparable: cambiemos y después corregimos, al final los actores acaban por adaptarse.
¿Morirá la Superliga?
La última década ha sido la de cambios mayores, más rápidos y profundos. Uno de ellos viene de hace rato en la tensión entre los clubes más ricos, la UEFA y la FIFA. Antes, la pelea era más difícil, porque la UEFA y la FIFA no cargaban con el peso de tener funcionarios investigados, en la cárcel y negociando las penas por delaciones.
Tal vez es optimista pensar que la Superliga fracasó y que no habrá más intentos de divisiones. La pandemia pudo haber traído una fisura profunda que, en el futuro, podría suscitar grandes cambios.
No hay que olvidar que la FIFA ha pensado en hacer un mundial de 48 equipos, o cada dos años, o una Liga Mundial de Clubes. Y las tensiones, claramente, no han desaparecido.
Como muchos, agradezco el fracaso de la Superliga y estoy feliz viendo las semifinales de la Champions. Pero me temo que no es bueno pensar que no habrá más cambios ni tensiones en los próximos años.
Añorar, como el periodista Carlos Antonio Vélez, que no haya VAR porque no le gusta y prefiere el fútbol como era hace 20 años, no sirve para entender en qué estamos y hacia dónde vamos. Por eso dejo esta pregunta: ¿morirá la Superliga así no más?