Quedan pocos meses para las presidenciales, se mueven las alianzas y el tablero político nunca había sido tan incierto. El ganador necesitará de apoyos muy diversos, lo cual ya de por sí nos lleva a una elección atípica. ¿Qué sigue?
Andrés Dávila*
Sálvese quien pueda
Aunque no es novedoso decirlo, la única manera de caracterizar el actual escenario electoral es la incertidumbre.
Este, en principio, es un rasgo sano de la democracia, cuya clave consiste en que las reglas del juego sean ciertas pero los resultados sean inciertos (mientras que en las dictaduras los resultados son ciertos y las reglas son inciertas).
Pero hoy por hoy en Colombia el panorama es particularmente incierto. No solo no se sabe quién va a ganar: incluso es muy difícil saber quiénes tienen posibilidades reales de ganar.
Y aunque quedan menos de dos meses para las elecciones parlamentarias y cuatro meses para la primera vuelta presidencial, cabe pensar que la incertidumbre se mantenga hasta el momento mismo de la segunda vuelta.
Esta gran incertidumbre surge ante todo de que dejaron de funcionar las reglas que antes regían los procesos partidistas. Los candidatos por firmas, las consultas populares, las coaliciones y otras alternativas dan cuenta de cómo el diseño institucional para la contienda electoral está lejos de decantarse.
No solo no se sabe quién va a ganar: incluso es muy difícil saber quiénes tienen posibilidades reales de ganar.
En vez de reglas claras, el proceso tiende a hacerse más informal y más confuso, de manera que todos los actores están buscando cómo sacarle el mayor jugo. De esto no se salva nadie, ni siquiera aquellos con los discursos sonoros sobre ética y respeto por las instituciones. Con las reglas de juego en entredicho, está en boga la estrategia del sálvese-quien-pueda.
Del lado de los analistas y opinadores, esa incertidumbre que copa todo el espectro se traduce en una gran ansiedad y en pérdida de perspectiva. Casi todos analizan u opinan desde sus deseos, necesidades o temores. Nadie sabe -ni puede saber- cuál será el efecto individual de las “innovaciones” que mencioné antes (firmas, consultas, coaliciones) ni mucho cuál pueda ser su impacto combinado.
Incluso los aspirantes a la presidencia contemplan expectantes el escenario y no parecen ver cuál sería su estrategia ganadora.
Firmas, partidos, adhesiones, coaliciones
![]() Elecciones presidenciales del 2018. Foto: Alcaldía Mayor de Bogotá |
Durante esta misma semana los colombianos asistimos a dos hechos que reflejan y confirman esta gran incertidumbre:
- La Registraduría entregó los resultados de su examen sobre la recolección de firmas. Si bien en algo se redujo el número de aspirantes, muchos consiguieron superar la prueba, así un alto porcentaje de las firmas entregadas fueran inválidas.
- Viviane Morales, haciendo gala de sus artes constitucionales, encontró un partido revivido gracias al Consejo de Estado (“Somos”, el antiguo -y oscuro- Alternativa Liberal de Avanzada Social, ALAS) para respaldar su candidatura, previa renuncia a su curul del Congreso y a su militancia en el Partido Liberal.
Todo dentro de la ley, pero con el mismo tono y con el mismo sabor que dejó la inesperada adhesión de Cambio Radical a la candidatura independiente de Germán Vargas Lleras. En el caso de Morales es de esperar que en las próximas semanas los militantes de su partido alcancen a conocer a sus candidatos y a sus miembros principales.
Hoy lunes 22 de enero se cumple el plazo para oficializar las coaliciones que quieran participar en la consulta popular del 11 de marzo. Hasta el momento parecen sobrevivir dos de ellas:
- La Coalición Colombia, que ya definió su candidato y no irá a consulta
- La coalición de izquierda, Petro, Clara López y Caicedo, en la que declinó participar Humberto de la Calle.
Las demás coaliciones siguen en el aire. Es el caso -sobre todo- de la coalición entre los expresidentes Pastrana y Uribe, de cuyos intríngulis se ocupó Nicolás Liendo en la pasada edición de esta revista. A juzgar por las cartas que se han enviado – y las que no se han enviado- parecería que la coalición del “no” no será capaz de resistir ni esta primera prueba (la segunda sería con Germán).
Pero todo lo que he dicho hasta ahora podría cambiar en cuestión de horas. Si bien los intentos de coalición en curso se acomodan a las categorías de “izquierda”, “centro” y “derecha”, se trata de coaliciones tremendamente frágiles, donde es muy fácil anticipar deslealtades e infidelidades. De la misma manera que se han visto exclusiones (como la de Morales y otros aspirantes de la consulta liberal) y no aceptaciones (como la de Fajardo a De la Calle o la de Humberto a Petro y Clara) que han llenado las noticias.
Sobre las coaliciones cabe decir lo mismo que sobre las encuestas: es temprano para tener resultados confiables o predicciones razonables sobre las elecciones que se avecinan.
Lo que viene
![]() Coalición entre Clara López, Gustavo Petro y Carlos Caicedo. Foto: Facebook Clara López |
Para acabar de sembrar incertidumbre, esta vez no serán definitivas las elecciones que siempre antes acotaron la baraja de los presidenciables: las elecciones de Congreso.
Si en 2014 la contienda presidencial apenas tomó forma definitiva bien entrado el mes de mayo -cuando el rival de Santos fue Oscar Iván Zuluaga y no Enrique Peñalosa-, esta vez la cuestión podría moverse hasta unos días antes de la segunda vuelta.
Claro que ya estarán definidas las duplas presidente-vicepresidente y ya estarán impresos los tarjetones. Pero las coaliciones posibles serán múltiples, cambiantes y muy seguramente inesperadas, con el afán de unos de quedar en el gobierno y el gran afán del otro de sumar los votos que le den la presidencia.
En vez de reglas claras, el proceso tiende a hacerse más informal y más confuso, de manera que todos los actores están buscando cómo sacarle el mayor jugo
La fragmentación obligará a buscar los votos de otros candidatos, y esto se extiende a los que hasta hoy se han mostrado decididos a ir solos (Fajardo o Vargas). Pero una vez se sepa quiénes pasan a la segunda vuelta -que es lo más parecido a una certeza en el incierto panorama que tenemos- nada impedirá nuevas movidas en términos de coaliciones y reagrupamientos.
De lo anterior se sigue que – así sea deseable- las coaliciones a la hora del té no serán programáticas sino más bien pragmáticas. El pegamento entre partidos, movimientos, candidatos y sectores va a ser la más cruda sumatoria de votos y de bajezas, y una deplorable utilización de los medios y las redes sociales para tratar de obtener ventajas electorales. Basta recordar cómo fueron las campañas en 2010 y 2014, advirtiendo que aquí también el juego sucio está democráticamente repartido.
Hoy lunes puede cambiar completamente el panorama. Tanta incertidumbre y tantos personajes o sectores incapaces de acción colectiva, tantos sentimientos y tantos cálculos hacen prever que hay una sola cosa previsible: habrá mucha sorpresas de aquí a mayo y a junio.
Así las cosas, algo que también parece evidente es que cualquiera que sea finalmente el triunfador, no llegará con el respaldo de un partido o de una coalición como las que hemos visto en los últimos 20 años. Esa coalición de gobierno en cualquier caso implicará sumar varios sectores y actores políticos para tratar de dar fortaleza y gobernabilidad. Pero es claro también que, luego de 16 años de coaliciones de gobierno mayoritarias y perdurables, el escenario de 2018 a 2022 seguramente tendrá otras características.
Para analistas y opinadores parece necesario gestionar la ansiedad y la incertidumbre. Seguramente se valorará la estabilidad perdida, pero sería muy importante aprender a leer el mundo político y electoral bajo las condiciones descritas.
* Politólogo de la Universidad de los Andes, maestro y doctor en Ciencias Sociales de la FLACSO, México, profesor asociado y director del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana.