Fútbol, nación, violencia, balcón | Razón Pública 2023
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Fútbol, nación, violencia, balcón

Escrito por Andrés Dávila

La política y el fútbol tienen una relación muy estrecha. A continuación tres episodios futboleros que reflejan la realidad de la sociedad colombiana.

Andrés Dávila L.*

La Sub 20

El pasado domingo 12 de febrero culminó, con triunfo de Brasil, el Sudamericano Sub 20 del fútbol masculino que clasificaba cuatro seleccionados al mundial Sub 20 que se realizará en mayo en Indonesia y tres a los Panamericanos en Chile, clasificatorios para los Olímpicos de Paris en 2024.

El seleccionado colombiano, pese a comenzar con algunas dudas en un grupo muy difícil por la presencia de Brasil y Argentina, consiguió obtener el tercer lugar con un buen desempeño, 10 de 15 puntos en el hexagonal final, y no perdió ante el campeón.

El seleccionado patrio ganó sin ganar y consiguió que el público colombiano apoyara masivamente al equipo, tanto en Cali como en Bogotá.

Valga decir que, en la categoría Sub 20 masculina, se han ganado tres suramericanos y que se logró la mejor posición en el plano mundial con un tercer puesto en 2003 en Emiratos Árabes Unidos.

Al igual que sucedió en 1985 en Paraguay, los juveniles colombianos lograron encender una pasión apagada por la eliminación de Qatar. A su manera, aportaron a nuestros imaginarios de nación y referentes de identidad. Ellos tuvieron tres rasgos llamativos.

El primero: un equipo compuesto por una mezcla de jugadores afro y lo que, para el vulgo futbolero, serían jugadores blancos. Provenientes de diversas regiones, incluido Bogotá, y con la novedad de varios jugadores que, si bien tienen la nacionalidad colombiana, han vivido y se han desarrollado futbolísticamente por fuera del país.

El segundo: un equipo que parece responder a condiciones del fútbol moderno. Es decir, velocidad, despliegue físico y sacrificio de los onces jugadores en cancha, con independencia de su posición y sus características. Aunque en esto hay debate pues periodistas deportivos piensan que, por el contrario, el técnico no ha llegado al siglo XXI.

Al igual que sucedió en 1985 en Paraguay, los juveniles colombianos lograron encender una pasión apagada por la eliminación de Qatar. A su manera, aportaron a nuestros imaginarios de nación y referentes de identidad. Ellos tuvieron tres rasgos llamativos.

El tercero: la personalidad, convicción y capacidad para jugar de igual a igual con cualquier rival, respetándolo, pero mostrando entereza, sacrificio y capacidad de lucha. Un hecho novedoso para el seleccionado colombiano.

Esto, incluso, en circunstancias adversas como la que tuvieron contra Brasil, después de desperdiciar un penal y, a los dos minutos, quedar con un hombre menos; ante un Brasil cargado de malas maneras se notó este rasgo.

En síntesis: tenemos un equipo que nos hará madrugar para seguirlo en lo que ojalá sean exitosas participaciones que profundicen imaginarios y referentes.

Foto: Twitter: Club Deportes Tolima - El Deportes Tolima fue sancionado con cuatro fechas sin público y una multa de más de 12 millones de pesos.

Tarjeta roja

Mientras terminábamos de regocijarnos con lo nacional, en un partido entre Tolima y Millonarios, ese mismo domingo, se nos apareció la violencia. Un fanático del Tolima saltó a la cancha desde una tribuna para insultar y agredir a Daniel Cataño de Millonarios. Después de golpearlo, intentó correr de regreso a la tribuna, pero fue alcanzado por el jugador. En ese momento lo retuvo algún miembro de la policía.

Este tipo de situaciones son un buen reflejo de la sociedad, de lo que puede llegar a producir el fútbol. Hay que observar cuidadosamente  esos paradójicos y llamativos cruces entre una realidad, la de nuestra cotidianidad, y la paralela, sujeta a otro tiempo y otro espacio y otras reglas: la del fútbol.

Mientras jugadores y árbitro se dirigían hacia el lugar de acceso al campo de juego, el árbitro central, en pleno uso de su “autoridad”, mostró la tarjeta roja a Cataño por la reacción violenta ante su agresor. Este fue sacado del estadio por tres policías que lo detuvieron, mientras varios sectores de la tribuna reían con regocijo y le manifestaban masivamente su apoyo.

La razón, el jugador agredido desperdició, jugando para el Tolima, un penal hace 8 meses en la final contra Nacional y luego se hizo expulsar. Ante el ambiente enrarecido en Ibagué, se hizo un canje entre los dos equipos y Cataño vino a Millonarios.

Pero, por lo visto, el cambio no borró de la memoria lo sucedido y desde las toldas tolimenses no se ha dejado de considerar que Cataño ha sido soberbio, no ha pedido perdón y, muy en el lenguaje machista de los futboleros, no lo han bajado de “maricón”. Además, tuvo el descaro de agredir simbólicamente a unos cuantos seguidores del Tolima que lo recibieron con insultos a su llegada al hotel en Ibagué.

Volviendo al partido, el cruce entre las dos realidades continuó. Los jugadores de Millonarios dijeron que no se debería jugar el partido, que no había garantías y que era fundamental sentar un precedente. Sin embargo, el árbitro Roldán le mostró tarjeta roja a Cataño, antes incluso de que se comentara la situación y llegara a la zona técnica: un esmadárbitro eficiente.

Adicionalmente, en un afán por realizar el juego a como diera lugar, tuvo a bien recoger la opinión del coronel de la policía a cargo de la situación y señalar, equívocamente, que el agresor no tenía armas blancas en su poder. Eso sí, aclaró que el agredido, al reaccionar, no podía volver al partido.

En una línea semejante, el técnico Alberto Gamero buscó una solución intermedia: jugar el partido, pero que Cataño pudiera volver a la cancha. Fue una mala propuesta de negociación y peor ante la terquedad arbitral que deseaba aplicar el reglamento sin importar si el mundo se estuviera acabando.

En ambos casos quedó claro que, pese a sus reconocidas trayectorias, un hecho como el sucedido los superó y no tuvieron la perspectiva adecuada para adoptar las posiciones y decisiones pertinentes.

Los jugadores del Tolima, en cambio, mostraron empatía, solidaridad y resiliencia. Se sumaron a la decisión de Millonarios de no llevar a cabo el juego por la gravedad de lo sucedido y entendieron que, así como el domingo fue Cataño el agredido, en cualquier otro partido y estadio, ellos podían ser las víctimas.

Por el contrario, el presidente del Tolima sostuvo una deplorable posición. Insistió en que, si bien condenaba la acción del hincha tolimense, era necesario castigar al jugador agredido por sus reacciones previas cuando fue insultado y por reaccionar, perseguir y tumbar al agresor. Además, mencionó que debería haber sanción para Millonarios por abandonar el terreno de juego e impedir el desarrollo del partido. En su favor, contó lo difícil que fue recibir y evacuar a miles de hinchas de Millonarios y sacarlos sin violencia de la ciudad.

Lugar de apelación

A la fecha en que esto se escribe, la situación no deja de ser paradójica e interesante. El partido fue reprogramado para finales de marzo y, por tanto, el mundo del fútbol sigue.

El Tolima fue sancionado con 4 fechas sin público y más de 12 millones de pesos de sanción. El agredido, expulsado de inmediato, fue sancionado con tres fechas y algo más de 600 mil pesos de multa. Aunque el reglamento lo indica, no deja de sonar raro, por lo cual la Asociación de Futbolistas Profesionales (ACOLFUTPRO) manifestó su rechazo a la decisión. Estas sanciones seguramente serán apeladas ante la instancia correspondiente, mientras al agredido todavía le queda asistir al requerimiento de la Alcaldía de Ibagué.

Mientras lo contado sucedía en el mundo del fútbol, en la política colombiana asistíamos a una semana particularmente movida, de la cual cabe destacar el balconazo. Ese balcón no se usaba con tanto simbolismo desde cuando al presidente Barco le impusieron portar la camiseta de Lucho Herrera ganador de la vuelta a España en 1987, evento inmortalizado por la pintora Beatriz González

El agresor tiene una multa de 20 millones de pesos y no podrá entrar a ningún estadio por tres años.

En fin, la cuestión sigue en juego, aunque es inevitable sentir que se pasa por encima de códigos del sentido común en el raro entrelazamiento entre las justicias del mundo real y del mundo del fútbol. Y más en un país de energúmenos y leguleyos.

Desde el balcón

Mientras lo contado sucedía en el mundo del fútbol, en la política colombiana asistíamos a una semana particularmente movida, de la cual cabe destacar el balconazo. Ese balcón no se usaba con tanto simbolismo desde cuando al presidente Barco le impusieron portar la camiseta de Lucho Herrera ganador de la vuelta a España en 1987, evento inmortalizado por la pintora Beatriz González

En esta ocasión, vistieron la camiseta roja de la selección Colombia, la esposa y la hija del presidente Petro, mientras este hablaba por más de una hora y veinte minutos. La puesta en escena: una especie de “santísima trinidad” que ojalá algún pincel emérito retrate.

Un hito para una izquierda que, así como no ha dejado atrás la retórica del imperialismo yanqui, le cuesta apropiarse del fútbol, el sucedáneo de la religión como el opio del pueblo.

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