Menos de lo que unos temen pero menos también de lo que esperan otros, el próximo domingo sin duda traerá cambios, clarificaciones y ratificaciones de lo que está pasando. Una mirada al conjunto.
Andrés Dávila*
Pese a todo, se mantiene el sistema político
La primera vuelta de las elecciones presidenciales presenta algunos rasgos novedosos, otros de paradójica continuidad y algunos más que vale la pena revisar porque han sido objeto de serias confusiones.
Para comenzar por lo puramente descriptivo, están en competencia cinco pares de candidatos a la presidencia y la vicepresidencia que llenan el espectro del centro izquierda a la extrema derecha, dentro de un sistema político y de partidos históricamente cargado hacia el centro derecha.
Aunque algunos se presentaron por firmas y otros se confirmaron por consultas interpartidistas o de coalición, cuatro de las cinco opciones cuentan con el aval oficial de uno o varios partidos políticos. Los cinco sin embargo han tratado de sumar nuevos apoyos de partidos y congresistas que resultaron elegidos el pasado 11 de marzo, lo cual confirma la vigencia del sistema multipartidista
Pero ese multipartidismo no ha resuelto los problemas tantas veces denunciados del sistema político en Colombia:
- Pérdida de importancia y descrédito de los partidos,
- Predominio de prácticas clientelistas y a menudo corruptas;
- Dificultades para fijar posiciones de bancada ante la falta de ideologías diferenciadas;
- Problemas de acción colectiva y de interrelación con la ciudadanía, los seguidores, los militantes y los propios cuadros, que suelen verse tentados por la traición o el transfuguismo;
- Grandes dificultades para ensamblar lo nacional con lo regional y lo local.
Y sin embargo hoy se vuelve a constatar que el sistema de partidos en Colombia sigue funcionando, sin que nadie sepa bien cómo ni cuándo (al menos para tantos estudiosos que se supone hoy examinan el tema).
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Lo novedoso
![]() Candidatas mujeres a la Vicepresidencia. Foto: Twitter de las candidatas-Elaboración propia |
Cuatro de cinco aspirantes a la Vicepresidencia son mujeres, lo cual casi asegura que por primera vez en Colombia una mujer ascienda a la segunda posición del Estado. Y sin embargo, simultáneamente, ninguna de las precandidaturas femeninas logró llegar al 27 de mayo.
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También por primera vez un candidato de izquierda parece tener posibilidades ciertas de pasar a segunda vuelta. Esta es otra novedad importante porque Colombia es el único país de América Latina donde hasta ahora no se había registrado este fenómeno.
Hoy se vuelve a constatar que el sistema de partidos en Colombia sigue funcionando, sin que nadie sepa bien cómo ni cuándo.
Como ya no es posible la reelección de Santos ni de Uribe, candidatos de edades muy distintas y con perfiles o trayectorias diversas han tratado de atraer a los votantes.
En una campaña larga y extenuante, han asistido a innumerables debates con diversos formatos y escenarios, algunos exitosos y otros desastrosos, y con ausencias y silencios que han sido resaltados por los medios (medios cuyos periodistas han mostrado demasiados sesgos y desequilibrios – aunque esto no es nuevo en Colombia).
Pronósticos y tergiversaciones
A juzgar por las encuestas, los más opcionados para pasar a segunda vuelta son los candidatos ubicados en los extremos del espectro político: Duque y Petro. Pero aquí son importantes dos notas de cautela:
- Por una parte la lealtad partidista, maquinaria o como se le quiera llamar, tiene algún peso que, eventualmente, no resulta fielmente recogido en las encuestas;
- Por otra parte los millones de votantes al Congreso que se abstuvieron de participar en las consultas de derecha e izquierda podrían optar ahora por los candidatos del centro -una conducta que por demás ha sido característica del voto en Colombia-.
El predominio de los extremos ha hecho que las pasiones y los miedos abunden en la publicidad, los comentarios de prensa y las redes sociales. Desde los extremos – o en efecto, desde todas partes- han pululado las acusaciones, algunas basadas en hechos reales, otras en ficciones burdas, aun otras que parecen tener el aval de la academia.
De aquí que dos de los conceptos que han venido circulado necesitan de especial examen crítico: la “polarización” y el “populismo”.
Parece obvio que la opinión colombiana está profundamente dividida, como mostró la escasa diferencia entre los votos del “sí” y los del “no” en el plebiscito de 2016. Pero no es claro en qué consiste o cuál es el eje de esa “polarización”: en el mejor de los casos sería una polarización entre tres opciones -“derecha”, “izquierda”, “centro”- lo cual en realidad sería una fragmentación. Y claro, el asunto es cómo se reordenarán las cosas para la segunda vuelta, obviamente dependiendo de quienes son los dos que pasan.
Y sobre el “populismo”, un palabra que aquí se ha usado a la ligera -tal vez como sinónimo de demagogia o en todo caso como un peyorativo- me remito simplemente a la aclaración que en esta misma revista hace poco formuló Medófilo Medina, si es que no a la hoy abundante literatura académica sobre el tema.
El contexto
![]() Un sistema de partidos en crisis, pero que sigue funcionando Foto: Angélica Zambrano @Anyelik |
Las campañas no se dan en el vacío, y en este caso hay cuando menos tres rasgos del contexto nacional que merecen destacarse:
1. La economía.
La situación económica sigue estando marcada por la caída de los precios del petróleo y el carbón, sobre los cuáles se montó el “modelo extractivo” de corta vida en Colombia. La caída consiguiente de los ingresos fiscales condujo a la adopción de medidas de ajuste, lo cual a su vez se ha traducido en la bajísima favorabilidad del presidente Santos.
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El próximo gobierno tendrá entonces un margen de maniobra bastante estrecho para intentar políticas sociales más agresivas y, en particular, para lograr las metas ambiciosas que se esbozaron en el Acuerdo de la Habana. De esta manera, las promesas de campaña tendrán que pasar el filtro de realidad y quedarán reducidas a variaciones marginales- mucho más cuando tendrá que atender las costosas vigencias futuras que ya están comprometidas.
Pero la situación de estrechez no es tan severa como la del 2002 y parecen exagerados los temores de decisiones estatistas o “populistas” que en efecto produzcan la salida masiva de capitales. Los equipos económicos y el orden de prioridad de las políticas dependerán, por supuesto, de quién gane, pero difícilmente se saldrían del marco señalado.
2. La transición política.
En relación con el régimen político y el entorno institucional, hay muchas razones para insistir en que el país entró hace rato en una fase de transición. Esto significa, principalmente, que las reglas de juego, las instituciones, son cada vez más inciertas- sobre todo a partir de adoptarse la reelección inmediata en 2004, que descompensó el sistema de pesos y contrapesos de la Constitución de 1991-.
El predominio de los extremos ha hecho que las pasiones y los miedos abunden en la publicidad, los comentarios de prensa y las redes sociales.
Diría entonces que estamos ante una especie de superposición de transiciones, la última de las cuáles proviene de lo acordado en La Habana -y que es de cumplimiento obligatorio para los tres presidentes que sucedan a Santos-.
-Paradójicamente – y no sin contradicciones, tensiones y desafíos- las reglas básicas acerca de la cantidad y tipo de actores que pueden acceder al poder siguen siendo ciertas pero están sujetas a serios cuestionamientos desde todos los ámbitos de la llamada polarización.
Cuestionan la derecha y la izquierda, especialmente al sembrar dudas sobre la transparencia del órgano electoral. Pero también cuestiona el extremo centro, sobre todo al subrayar la incidencia de la corrupción en la escogencia de las personas que acceden al poder.
Aun así, bajo los parámetros establecidos por esas reglas y con prácticas que han dado credibilidad y eficacia al sistema, se llevarán a cabo los comicios en primera y segunda vuelta.
-En cambio muchas de las reglas para ejercitar el poder o tomar las decisiones públicas están en proceso de creación, de reemplazo, o de puesta en funcionamiento.
Más allá de los voluntarismos, es aquí donde aparece la necesidad de una instancia donde se acuerden nuevas reglas de ejercicio del poder, y esta sería una tarea del presidente que entra. Tanto la izquierda como la derecha han hablado por eso de una Constituyente. Y sin embargo no existen proyectos ni consensos. Ahí estamos.
2. La paz
Gracias a las negociaciones y a lo que va del desarme y desmovilización, las cifras de violencia han vuelto a estar en el nivel de hace casi cuarenta años.
Pero este hecho incontestable no alcanza para contener la polarización que resulta de las complejas transiciones en curso -marcadas además por lo inciertas y por el desprestigio de sus protagonistas-.
Alrededor del Acuerdo de La Habana en todo caso se juega una de las polarizaciones de la sociedad en su inmediato futuro. Solo que, como se ha sentido en la campaña, no es una polarización que defina la contienda, o al menos no de una manera clara y coherente. Parece que no es viable “hacer trizas” el Acuerdo, pero también parece que no es posible cumplirlo en toda su extensión.
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A partir del domingo que viene vendrán tres semanas de negociación y coaliciones, que en todo caso, se darán dentro de los marcos señalados.
* Politólogo de la Universidad de los Andes, maestro y doctor en Ciencias Sociales de la FLACSO, México, profesor asociado y director del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana.