Historia de las posesiones presidenciales: significados y simbolismos del pasado siete de agosto - Razón Pública
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Historia de las posesiones presidenciales: significados y simbolismos del pasado siete de agosto

Escrito por Andrés Dávila
Iván Duque en la posesión a la presidencia.

Andres DavilaEntre divertido y elocuente, este repaso de las ceremonias de posesión de los últimos presidentes nos ayuda a poner en perspectiva lo que estos rituales dicen en su forma y en su fondo.

Andrés Dávila*

Pan y circo

Esta semana los medios se dedicaron a discutir hasta el cansancio si el discurso del senador Macías fue desafortunado o “estratégico”, si el presidente Duque lo conocía o no lo conocía de antemano, por qué se le aguó el ojo saludando al Mesías, y si su emocionada alocución fue un gran triunfo o una estruendosa derrota auto infligida.

Por eso este artículo propone una mirada distinta y más allá de los discursos. Una mirada donde el montaje de la posesión de un presidente recoge imaginarios, traduce mensajes, indica cosas y, en fin, añade los elementos que quedan para la memoria y para la historia.

Entonces, para empezar, cabe insistir en que la posesión se llevó a cabo en plena Plaza de Bolívar, el escenario de no pocos hechos históricos, con una disposición prevista para que se pudiera llegar a todos los presentes, pero, sobre todo, a los millones de televidentes.

De entrada, fueron tres los detalles que más maravillaron:

  • El decorado azul de las tarimas, muros y alfombras, donde el tradicional rojo brillaba por ausencia;
  • Los murales con variedades de flores que recogían discreta y pomposamente el orgullo colombiano, y
  • Las sombrillas blancas que insinuaban un mensaje subterráneo de paz en medio de la borrasca o para protegerse de ella.

La alusión a las regiones de Colombia se había hecho en ceremonias anteriores y la interpretación del himno nacional en cada caso ha procurado subrayar alguno de los puntos claves del gobierno entrante. Pero las formas cambian y logran reflejar los valores, la etiqueta y el énfasis del nuevo presidente.

En un clima hostil, donde la lluvia y las ventiscas se imponían, muchos de los 4. 000 invitados tuvieron la oportunidad de celebrar, ofenderse, reírse, oponerse y, en algunos casos, retirarse.

En esta edición de RP: Un arranque inesperado para la era Duque.

El protocolo de estos tiempos

Iván Duque y Marta Lucía Ramírez.
Iván Duque y Marta Lucía Ramírez.
Foto: Twitter- Iván Duque

Las posesiones presidenciales no tenían ese tono multitudinario, masivo y de demostración que seguramente implicó costos tan altos como innecesarios. Pero, de hecho, si se hace algo de memoria, cada relevo presidencial recoge lo que se acostumbra, como también lo que está de moda.

Los movimientos son rituales y muy elaborados: la familia presidencial desciende desde el palacio de San Carlos hacia el Capitolio, la plaza de Armas y la Plaza de Bolívar, lugar de la posesión. Se dan los respectivos discursos y luego se dirigen al Palacio de Nariño, donde son recibidos por el presidente saliente y su familia, quienes los saludan protocolariamente y, de forma muy simbólica y real, abandonan la casa. Así, la familia presidencial entrante se posesiona del lugar y comienza a vivir allí.

El montaje de la posesión de un presidente recoge imaginarios, traduce mensajes, indica cosas y, en fin, añade los elementos que quedan para la memoria y para la historia.

Pero esta vez llamó mucho la atención que, en un gesto poco protocolario, la familia entrante no adoptara ¨su lugar¨ sino que saludara a las personas que se encargarán de atenderlos durante los próximos cuatro años, con gestos que hasta hace poco habrían sido mal vistos: las abrazan, las besan y les presentan a los niños. Y ya después de este gesto posmoderno procedieron a saludar a los presentes.

Cabe acotar que la reelección inmediata introdujo una variante: la familia presidencial simplemente salía y regresaba a la Casa de Nariño.

Tres estilos

El lugar habitual de la posesión del presidente es el recinto del Senado, y por eso esta vez hubo tantos comentarios sobre el hecho de que la ceremonia tuviese lugar por fuera del Capitolio y con tantos invitados.

Esto ya había sucedido, por ejemplo, con Andrés Pastrana, pero si vamos más atrás es interesante constatar cierta austeridad compartida entre los presidentes elegidos al menos desde el comienzo del Frente Nacional: lo común era seguir el protocolo y, debido a las restricciones de espacio, proceder directamente a los discursos.

De hecho, nadie hubiese pensado en una posesión fuera del tradicional recinto, sobre todo si, por ejemplo, recordamos las circunstancias de la de Álvaro Uribe. Aquella tarde también fue gris y lluviosa, y mientras se llevaba a cabo la ceremonia, un cilindro bomba supuestamente lanzado por las FARC cayó en una ventana de la Casa de Nariño. Creo que el discurso de Macías hubiese caído bien entonces por su correspondencia entre lo que dijo y lo que se vivía.

En 2006 ya no existía el riesgo de un hecho semejante debido a la combinación entre la Seguridad Democrática y la negociación con los paramilitares. Por eso lo más recordado de la segunda posesión de Uribe no fue su discurso (en el que por cierto auguró un paso importante hacia las negociaciones de paz con las FARC), sino la equivocación de la presidenta del Congreso que, sin querer, le puso la banda presidencial al revés. Nadie recuerda lo que dijo la senadora, como tampoco lo que dijo el senador Ramos en 2002.

El estilo de Santos en estas materias se haría muy visible en el 2010: una ceremonia de mucha elegancia bogotana en la Plaza de Bolívar y en el Patio de Armas entre la Casa de Nariño y el Capitolio. Una gama muy destacada de invitados internacionales, entre ellos el hoy rey de España que fue avasallado por algunas ilustres invitadas que rompieron todo protocolo. El entonces “nuevo mejor amigo” Hugo Chávez no asistió.

RP le recomienda leer: Juan Manuel Santos: ¿historia de una traición de clase?

Y aunque también hubo algo de lloviznas, se recuerda que una tarde soleada recibió al nuevo presidente. Como lo hizo durante sus dos gobiernos, Santos leyó un discurso bien escrito, relativamente breve y en el cual retomó el simbólico mensaje de los mamos de la Sierra Nevada, ante quienes se posesionó ese mismo día en horas de la mañana y anunció tener las llaves de la paz en su bolsillo. Del primer discurso de Santos como presidente se recuerda su emotivo homenaje a su antecesor Álvaro Uribe y a las Fuerzas Armadas su valiente desempeño en la guerra.

Armando Benedetti dio el discurso del presidente del senado, y creo que tampoco nadie recuerda una palabra. Tal vez fueron noticia los vicepresidentes: el saliente, por ser el primo rival del presidente entrante, y el entrante por haberse acogido a las toldas de las oligarquías de cachacos contras las cuales luchó como sindicalista.

Un poco de memoria habría bastado para que lo del 2018 no sorprendiera a nadie.

Debe resaltarse que el presidente saliente fue invitado y asistió a la ceremonia. De forma simbólica cambió su silla luego del juramento para dejársela al presidente entrante: primaron, y por esa única vez, las buenas maneras entre Uribe y Santos.

En 2014 se hizo notoria la marca del segundo mandato de Santos: la conclusión del Acuerdo con las FARC. Quedaron en la memoria los simbolismos de la paz que acompañaron el evento, entre ellos, el desfile por el Patio de Armas flanqueado por niños vestidos de blanco en lugar de los tradicionales soldados del Batallón de la Guardia Presidencial.

La posesión se adelantó en el Patio Núñez del Congreso y al discurso que nadie recuerda de José David Name como presidente del Congreso, lo acompañó el retiro de la bancada del Centro Democrático luego de responder el llamado a lista. Además de un claro mensaje de oposición, el gesto estuvo acompañado de la búsqueda de los periodistas para manifestar las razones de no asistir a la posesión.

Un poco de memoria habría bastado para que lo del 2018 no sorprendiera a nadie.

La posesión de Duque

Iván Duque en la posesión haciendo juramento.
Iván Duque en la posesión haciendo juramento.
Foto: Twitter- Iván Duque

Tal vez falta insistir en simbolismos y señales que acompañaron a esta última jornada:

  • Los tres expresidentes en una especie de tarima observando lo que sucedía, como matronas que cuidan la fiesta. De allí que circulara con éxito el meme donde Tola y Maruja protestan por haber sido suplantadas por los expresidentes Gaviria y Samper.
  • En cambio, el expresidente Uribe con su bancada y mostrándose ingenuamente sorprendido del homenaje del pre-bachiller que funge como presidente del Senado.
  • Las caras de sorpresa y estupor de los visitantes internacionales ante el rabioso discurso de bienvenida.
  • El desconsuelo de los magistrados, tratados casi peor que las víctimas y los defensores de derechos humanos, ignorados, marginados, maltratados.
  • La cúpula militar injuriada pero civilista e institucional acompasando su paso con el del presidente entrante.
  • Y el posterior aquelarre donde, claramente, la bancada-casi-secta del Centro Democrático, fiel a su desprecio por las formas bogotanas y las élites centralistas, celebraba todavía con la bilis alboratada las palabras de Macías (ventrílocuo del Mesías, eso quedó claro).

Fiel a su desprecio a la diplomacia y a cualquier comprensión cosmopolita del mundo, se regodeaban burlándose del presidente de Bolivia y de algotros visitantes y personalidades que asistieron.

  • Sorprendió también cómo el expresidente Pastrana celebró el discurso de Macías.

En fin, posesión y posesiones. Inevitablemente quedan hechos y frases para la historia y para la memoria. Macías supo entrar en la historia y quedará en la memoria (como el diplomático aquel que murió por no ir al baño durante el discurso de seis horas de Mariano Ospina Pérez). La cuestión, algún día a reflexionar, es el cómo.

* Politólogo de la Universidad de los Andes, maestro y doctor en Ciencias Sociales de la FLACSO, México, profesor asociado y director del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana.

 

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