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Implicaciones, efectos y perspectivas del 21N

Escrito por Andrés Dávila
Un cacerolazo entrada la noche resumió el descontento de la gente.

Andres_DavilaUn recuento de lo sucedido en el paro nacional que comenzó el 21 de noviembre y preguntas sobre lo que puede pasar en los próximos días.

Andrés Dávila*

Antes del paro

La expectativa y la incertidumbre sobre el Paro Nacional que comenzó el 21 de noviembre venían en aumento desde hace ya varias semanas.

Algunas universidades suspendieron actividades ese día, tanto para proteger a sus estudiantes y profesores como para darles la posibilidad de asistir o no a las marchas. Mientras tanto, varias voces se sumaron a la movilización, incluidas algunas figuras del espectáculo, como Carlos Vives y la reina de belleza de Colombia.

Por su parte el gobierno militarizó las calles y llevó a cabo allanamientos preventivos, muchos de ellos desacertados. Todo eso dejó un mensaje en la ciudadanía.

El 21N

La jornada del 21 transcurrió según lo previsto: hubo múltiples movilizaciones de sectores muy diversos, que se encontraron y comenzaron a marchar en las principales ciudades del país.

Sectores extremos del Centro Democrático descalificaron a los marchantes y afirmaron que el paro estaba orquestado por el Foro de Sao Paulo y el castrochavismo. A pesar de lo anterior, el Gobierno reconoció el legítimo derecho a la protesta y, por ende, a la movilización ciudadana.

Durante muchas horas ese día, las noticias se centraron en las marchas multitudinarias en las ciudades y, en particular, en Bogotá. Desde un principio hubo vandalismo y desmanes, pero estuvieron focalizados y “bajo control”. Por eso, la percepción generalizada, inclusive entre los detractores, era la de una movilización pacífica, que daba lugar a gratas manifestaciones culturales, políticas e ideológicas.

Durante un tiempo, los detractores tuvieron que aceptar que el “inepto vulgo” había “evolucionado” en algo, aún si insistían en que debían prevalecer sus derechos a trabajar y a transportarse.

Después vino la violencia, aparentemente imposible de evitar, al menos en un futuro cercano. No más de veinte encapuchados, que no fueron identificados por el helicóptero de última generación que usó el Gobierno, arrancaron las polisombras de la Alcaldía, les prendieron fuego e intentaron ingresar al Palacio Liévano, al Palacio de Justicia y, luego, al Capitolio. Después, hechos similares ocurrieron en otros puntos de la ciudad.

La reacción no se hizo esperar. La idílica primera versión del paro cambió radicalmente, y los medios volvieron a la versión oficial de siempre: las marchas eran violentas y, por lo tanto, las autoridades no tenían más opción que reaccionar con fuerza.

Y entonces, sin ser novedosa, pero siéndolo, apareció la manifestación espontánea, sonora y contundente del cacerolazo. Sin saber cómo y sin querer, Bogotá y otras ciudades empezaron a sonar, y no entre los marchantes organizados y movilizados, sino entre la ciudadanía de todos los estratos.

La noche culminó con dos caras de la misma moneda:

  • La alocución presidencial, que se mantuvo en el mismo tono de desconexión e incapacidad de lectura de lo sucedido, y que se limitó a un balance de orden público propio del director de la Policía;
  • Y el toque de queda en Cali, que fue el preludio de lo que después se viviría en Bogotá: el miedo producto de los rumores, como detonante de un fácil recurso a autodefenderse y a celebrar la tardía presencia de la fuerza pública.
El suceso que causó la herida de gravedad a un joven de 18 años desactivó la estrategia de control y represión policial.

Foto: Cortesía: Miyer. Mahecha El suceso que causó la herida de gravedad a un joven de 18 años desactivó la estrategia de control y represión policial. Puede leer: Perdedores, ganadores y enseñanzas del 21N y del 22N

Puede leer: Perdedores, ganadores y enseñanzas del 21N y del 22N

Los días siguientes

Es probable que la falta de empatía de Iván Duque exaltara aún más los ánimos. Como era de esperarse, el paro, los cacerolazos y también el vandalismo continuaron el viernes. Pero, a diferencia del jueves, la fuerza pública reaccionó con mayor velocidad y con más violencia.

El vandalismo se agravó en algunos puntos particulares de Bogotá. En la Plaza de Bolívar, un pacífico plantón fue rápidamente disuelto a punta de gases lacrimógenos. Después, se decretó un toque de queda parcial y posteriormente un toque de queda en toda Bogotá.

De nuevo, el día se cerró con las mismas dos caras de la noche anterior:

  • La alocución presidencial, en la que Duque anunció, por lo menos, un diálogo nacional con algunos de los sectores que promovieron el paro. Sin embargo, no se mencionó un posible diálogo con los partidos independientes y de oposición;
  • Y un nuevo escenario de miedo, ahora en Bogotá. En varios barrios, la gente salió con cacerolas a desafiar el toque de queda impuesto por el alcalde. En otros, las personas denunciaron que los vándalos trataron de entrar en los conjuntos residenciales de las clases medias y bajas en varias zonas de la ciudad. Pero el alcalde de Bogotá desmintió que eso hubiera sucedido.

A la hora de escribir esta crónica, están convocadas varias marchas y cacerolazos en diversas ciudades del país, incluida Bogotá. Ha sido difícil reactivar los servicios de transporte en la capital y un retorno a la normalidad no es todavía claro. También es incierto hasta cuándo llegará el paro nacional.

Paradójicamente, los excesos del Esmad en el centro de Bogotá y en el Parque Nacional y la aleve agresión contra un joven de 18 años que se debate entre la vida y la muerte frenaron la estrategia de represión. En la tarde y la noche marchas, cacerolazos y velatones fueron acompañadas por la fuerza pública en varias partes de Bogotá y en muchas ciudades del país y, por fortuna, los desmanes de los vándalos desaparecieron.

¿Qué esperar?

Después del anterior recuento, quedan algunas líneas de interpretación de lo que puede seguir.

En cuanto al inconformismo, el malestar y el cansancio de la ciudadanía, la gran pregunta es cómo se le dará una conducción política. Pese al esfuerzo por construir un conjunto de demandas creíbles en torno al supuesto “paquetazo neoliberal” del gobierno Duque, es evidente que no son los partidos independientes y de oposición, y mucho menos líderes como Petro o Fajardo, los que pueden canalizar lo sucedido.

La gran pregunta es: si no son ellos, ¿quién? En el sindicalismo, en el movimiento estudiantil y en las organizaciones indígenas tampoco hay quién tenga la capacidad, la experiencia y el alcance para hacerlo. Esta podría ser la oportunidad para que el diverso conjunto de organizaciones sociales se abra en sus repertorios, demandas y agendas. Pero, en cualquier caso, no es algo que se vea venir en el corto plazo.

En cuanto a lo sucedido en materia de seguridad en Bogotá y en Cali, la situación no es menos incierta. Pese a anunciar la apertura a un diálogo, el Gobierno Nacional mostró claras señales de debilidad, aislamiento, baja gobernabilidad e, incluso, divisiones internas, como quedó en evidencia con la filtración del diálogo entre Francisco Santos y la nueva Canciller, Claudia Blum.

Lea en Razón Pública: El costo de mantener a Francisco Santos como embajador

El “tic autoritario” está demasiado a la mano. La lectura de la realidad que ha hecho Duque hace recordar la época de Julio César Turbay, y cabe preguntarse qué tan feliz está la cúpula militar y policial con el “rol callejero” que tan rápido se les ha asignado.

El gobierno de Duque no solo está desconectado de la ciudadanía, sino también de los asuntos críticos de seguridad, orden público y convivencia en las principales ciudades. El gobierno se ha victimizado, ha acusado a ciertos sectores y liderazgos políticos, y ha insistido en una supuesta conspiración política internacional. Pero esa interpretación no se corresponde con la realidad y cierra, innecesariamente, el margen de maniobra.

La primera alocución de Duque se redujo a un resumen sobre el orden público, como si fuese el comandante de policía

Foto: Presidencia de la República
La primera alocución de Duque se redujo a un resumen sobre el orden público, como si fuese el comandante de policía

En este momento sería muy aventurado pensar en desenlaces posibles. Falta ver qué sigue la próxima semana y si el “efecto navidad” disuade y enfría las movilizaciones. Llama la atención, en todo caso, que a pesar del uso desmedido de la fuerza no ha habido muertos hasta este momento (aunque bien puede haberlos), y las situaciones más difíciles han sido controladas. Esto sería un quiebre si no se configura en una represión selectiva en lo que sigue.

Es también difícil decir si la reacción defensiva, basada en el miedo y en el rumor, aleja el apoyo y aumenta las posibilidades de violencia cruda entre ciudadanos. Habrá que seguir atentos.

* Politólogo, maestro y doctor en Ciencias Sociales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, México. Actualmente, profesor asociado y director del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana.

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