¿Qué hubo o hay detrás del cambio de un Angelino desleal por un desprestigiado Vargas que sale a deslindarse del gobierno, y ahora por un Naranjo con buena imagen pero con poco margen de maniobra? ¿Qué podemos esperar para estos meses?
Andrés Dávila*
El adiós
Finalmente llegó la despedida del vicepresidente Germán Vargas Lleras.
Con un evento de rendición de cuentas en las instalaciones de Corferias en Bogotá al cual asistieron obligadamente los funcionarios del Ministerio de Transporte y, seguramente, los de Presidencia y Vicepresidencia, este martes 14 de marzo Vargas Lleras anunció, por fin, su dejación del cargo.
Tras un informe detallado sobre su gestión en materia de infraestructura y entrega de viviendas, el sobrio evento culminó con la presentación artística de su hija, bailarina profesional.
Pero esa despedida multitudinaria quedó relativamente oculta entre el ruido de los escándalos de corrupción en las campañas electorales de 2010 y 2014, la visita del papa y los problemas en los campamentos o zonas transitorias de las FARC. Y a pesar de las reseñas llenas de adjetivos elogiosos sobre la labor del funcionario y también de los informes de prensa “independientes” (que más parecen publicidad política pagada en la voz de periodistas como María Isabel Rueda), los gestos descorteses y reprobables de Vargas Lleras predominaron en las redes sociales.
En medio de todo esto se echa de menos, eso sí, un balance crítico e informado sobre los más de dos años y medio de su ejercicio del cargo.
También se anunció la entrega oficial de su solicitud de renuncia al Congreso de la República, instancia encargada de avalar el proceso y de seleccionar a su sucesor, el general en retiro Óscar Naranjo. Así las cosas, comienzan oficialmente tanto la campaña presidencial como el último tramo de gobierno del presidente Santos.
En ese estilo legalista que caracteriza cualquier asunto en la sociedad colombiana, la renuncia de Vargas Lleras no ha tenido el trámite previsto. Podría ocurrir que a su paso por el Congreso el vicepresidente-candidato se encuentre con muy duras expresiones en su contra por parte de las figuras más reconocidas de la coalición del propio gobierno, con lo cual le amargarían un poco la vida al sucesor in pectore, o hasta podrían plantearle una inhabilidad para aspirar a la Presidencia a partir del año entrante.
Comienzan oficialmente tanto la campaña presidencial como el último tramo de gobierno del presidente Santos.
Por eso mismo la llegada de su reemplazo en el cargo también está supeditada a que el Congreso acepte la renuncia de Vargas y a que se hagan efectivos el nombramiento y la posesión de Óscar Naranjo. Solo entonces el general de la Policía podrá fungir como vicepresidente. Pero esto no ha impedido que partidos de la coalición, como la U, hayan querido apropiarse de la Vicepresidencia y del nuevo vicepresidente como su coto de caza.
De la infraestructura a la paz
Angelino Garzón, ex Vicepresidente Santos I. |
Por esta época en 2014 el presidente Santos oficializó la escogencia de su ministro de Interior y luego de Vivienda como compañero de fórmula en las elecciones de mayo y junio de aquel año. Como una señal del agudo distanciamiento con su anterior vicepresidente, Angelino Garzón, Santos no solo anunció las tareas que le serían encomendadas al nuevo “vice” (viviendas gratis e infraestructura), sino que aprovechó para decir que ahora sí la Vicepresidencia haría una labor significativa, valiosa, importante.
Con esta declaración el presidente descalificó a su anterior compañero de viaje y – de rebote- a todos los políticos que habían ocupado el cargo desde que fue creado en 1991. Pero sin darse mucha cuenta, con ese perentorio “ahora sí” Santos estaba censurando su primer gobierno y admitiendo que en efecto había actuado de la mano de un personaje mediocre, oportunista y politiquero.
Y al mismo tiempo Santos y los no pocos analistas que resaltaron el acierto de cambiar a Angelino por Germán decidieron -sin pensarlo muy bien- que la infraestructura y las viviendas sí eran “significativas…, valiosas…, importantes” y que en cambio los derechos humanos no lo son. Más todavía: con tales decisiones el tema de la lucha contra la corrupción salió definitivamente de la cartera de la Vicepresidencia.
Por eso la decisión de ahora resulta cuando menos intrigante. Una de dos:
- O no era de verdad tan importante dedicar la Vicepresidencia a los asuntos de infraestructura y vivienda (pasaron cuatro años sin que así fuera) y la oferta del cargo a Vargas Lleras era la forma politiquera de pagar favores y pre-lanzarlo a la Presidencia,
- O la firma del Acuerdo y el Nobel de Paz han cambiado las prioridades de Santos y en este tramo final ya no son importantes las obras públicas que no se han entregado, que cuestan millonadas y donde podría estar el riego principal de corrupción (como si el presidente no hubiera oído hablar de Odebrecht).
En cualquier caso -y de paso, quitándole prestigio a la presunta plataforma del sucesor designado por Santos- él y sus compañeros de viaje desgastaron la Vicepresidencia y cargaron con ese desprestigio al nuevo titular del cargo.
Llega entonces el general Naranjo con un nombramiento que todavía no se ha dado, con unas funciones que cambian al vaivén de las circunstancias, con una institución que ha sido manoseada y con un plazo muy corto para llevar a cabo alguna tarea significativa, valiosa, importante.
Aun entonces, el vicepresidente entrante goza de un prestigio que resultará muy útil en varios sentidos – e inclusive para proyectarlo como presidenciable para el 2022-.
Un general en el laberinto
Naranjo puede convertirse en un punto de convergencia para orientar y coordinar las tareas diversas que conllevan el cumplimiento de los acuerdos de paz y el llamado “posconflicto”, tareas que Juan Carlos Ruiz analiza con detalle en esta misma edición de Razón Pública.
Para mencionar apenas tres desafíos evidentes: el aumento sustancial del número de hectáreas dedicadas a la coca, el asesinato de líderes sociales y la creciente inseguridad en las ciudades. En estas materias el nuevo vicepresidente podría actuar como interlocutor calificado de las varias agencias del gobierno que tienen los encargos respectivos, elevando el nivel del diálogo y ayudando a concertar la ejecución de los programas.
El general Naranjo también podrá servir como una instancia para ampliar el necesario debate ciudadano sobre los cambios en una Fuerza Pública que está pasando de la guerra a la paz. Es un asunto de la mayor pertinencia e importancia, que hasta ahora se ha venido procesando internamente en el gobierno: verdad que el tema no fue parte de las negociaciones de La Habana, pero los cambios son inevitables.
Pero cualesquiera sean los asuntos en su agenda, es conveniente recordar que la institución de la Vicepresidencia no es más que un cargo adscrito para efectos funcionales al Departamento Administrativo de la Presidencia de la República.
Hasta la llegada de Angelino Garzón este funcionario contaba con una planta reducida y un gran número de contratistas, especialmente en los programas presidenciales de derechos humanos y de acción integral contra las minas. En el proceso de formalizar estos programas fueron creándose los respectivos puestos dentro de la planta de la Presidencia que sin embargo atendían los encargos del vicepresidente.
La llegada de Vargas Lleras significó la escogencia de nuevos responsables y la reubicación administrativa de aquellos cargos. Pero conociendo al vicepresidente en trance de candidato a presidente no es de extrañar que haya crecido la nómina -que, por demás, implica la tarea de orquestar los grandes proyectos de infraestructura y vivienda. Digo esto como una adivinanza razonada porque no es fácil acceder a las cifras sobre el particular: más bien se trata de que la información no sea muy informativa.
En cualquier caso, la pregunta es si el vicepresidente Naranjo contará con el equipo necesario para asumir las tareas delegadas por el presidente. No sobra recordar que esta no fue la situación cuando Naranjo fue designado como “alto consejero para el Posconflicto”: y esto quedó confirmado con su muy pronta renuncia al cargo.
¿Y ahora qué?
![]() El que será el Vicepresidente, General Óscar Naranjo. Foto: Ministerio de Cultura |
Una vez se consumen la renuncia y el nuevo nombramiento despegará la campaña Vargas 2018. Entonces el ungido comenzará el proceso delicado de deslindarse del gobierno del cual ha sido coprotagonista. Y en este punto hay que decir que Vargas ya hizo algunas señales al respecto con el velado (¿o abierto?) apoyo a Néstor Humberto Martínez para que la Corte Suprema de Justicia lo escogiera como Fiscal General de la Nación, que este compensó ya con alguna de las denuncias vía rueda de prensa.
Pero después de tantos y tan largos preparativos es de veras sorprendente que las encuestas de opinión no lo favorezcan, o por lo menos que no le sean tan favorables como correspondería al patrocinio sostenido del Presidente y a las sumas faraónicas que durante sus tres años en el cargo (y antes desde el Ministerio) se destinaron a contratar e inaugurar obras o a hacer entregas de vivienda a miles de familias.
El vicepresidente entrante goza de un prestigio que resultará muy útil en varios sentidos.
Y mientras tanto el general Naranjo tendrá que maniobrar en el proceso de cambiarle el rumbo, el tono y el perfil a la Vicepresidencia. Los asuntos de la paz, el panorama cambiante de la inseguridad ciudadana y los retos incontables que ahora se avizoran van a pasar a ser su pan de cada día.
La llegada del general al cargo le dará algún espacio y algún tiempo. Pero tendrá en su contra el degaste del gobierno Santos, agravado por los escándalos de corrupción que hoy están en el centro de la agenda. Paradójicamente, estos factores pueden jugar a favor del cumplimiento riguroso del Acuerdo de Paz, y tanto la experiencia como el tacto del nuevo vicepresidente pueden ayudar mucho en esta fase terminal del gobierno. En cualquier caso el panorama no es nada fácil.
* Politólogo de la Universidad de los Andes, maestro y doctor en Ciencias Sociales de la FLACSO, México, profesor asociado y director del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana.