Duque gastó más de año y medio para comprobar que su teoría de gobernar sin los partidos no funciona. ¿Podrá reencarrilar su mandato?
Yann Basset*
El presidente se resiste
Desde el comienzo de su gobierno, Duque ha insistido en reformular su relación con los partidos; ha procurado limitarse a un apoyo exclusivamente programático sin esperar nada a cambio, ni puestos ni contratos.
Inicialmente el presidente formó una coalición que, aparte de su partido, el Centro Democrático, incluía a los partidos cristianos -Colombia Justa y Libre y MIRA-, al Conservador y al Partido de la U. Sin embargo, solo algunos miembros de su propio partido fueron integrados al gabinete, compuesto en su mayoría por perfiles tecnócratas o cercanos al ámbito gremial.
En el transcurso del primer semestre de gobierno, era notorio que la apuesta de Duque no iba por buen camino; las reformas política y de la justicia se hundieron a falta de mayoría, al igual que los proyectos anticorrupción.
Durante el año pasado, al menos un par de episodios confirmaron que la relación entre el gobierno y el Congreso era problemática: las objeciones de la JEP y la salida del ministro Guillermo Botero bajo amenaza de una moción de censura. Los partidos manifestaron su inconformidad en múltiples ocasiones; incluso algunos sectores del Centro Democrático criticaron al presidente por gobernar con un exclusivo círculo cercano a él y no con el partido entero.
A pesar del panorama, el presidente resistió todo lo que pudo la presión de los partidos para tener representación dentro de su gobierno. Esta insistencia ha de ser justificada por la importancia de la “no mermelada” dentro de la representación que se hacía Iván Duque de su propio gobierno.
Dicha estrategia se desprende de las fuertes críticas que el Centro Democrático hizo a la “mermelada” del gobierno Santos cuando estaba en la oposición. El término comenzó por designar la entrega de cupos a congresistas a cambio de sus apoyos, pero acabó siendo aplicado a cualquier cosa que se pudiera interpretar como cooptación de congresistas, incluyendo nombramientos de miembros de los partidos en el gabinete.
Además de ser un lema de campaña y un rezago de los tiempos de oposición de su partido, la “no mermelada” obedece a unas convicciones profundas de Duque.

Foto: Wikipedia
¿Con Fernando Ruiz Gómez entró Cambio Radical al gobierno?.
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Disfrazar la “mermelada”
El presidente presentó los nombramientos de ministros de esta semana de una manera cautelosa, cuidándose de que fueran percibidos como una capitulación ante los partidos, e insistiendo en la competencia “técnica” de los elegidos.
Los medios no asumieron la misma posición y no tardaron en relacionar a Rodolfo Zea, el nuevo ministro de Agricultura, con el Partido Conservador; a Fernando Ruiz Gómez, de Salud, con Cambio Radical, y a Ángel Custodio Cabrera, de Trabajo, con el Partido de la U.
Con estos nombramientos, el presidente les da representación política a dos partidos que ya hacían parte de su coalición y a Cambio Radical, que se había declarado como independiente.
Al respecto, cabe señalar que el nombramiento de Ruiz Gómez no implicó un cambio de posición oficial de su partido, pero fue recibido con satisfacción por la organización y especialmente por el sector cercano a Germán Vargas Lleras.
Este acercamiento está enmarcado en las negociaciones que acompañaron la reforma tributaria. No sería de extrañar que Cambio Radical acabe oficializando su ingreso a la coalición y cambie así de manera decisiva la relación de fuerza en el Congreso, dándole al oficialismo la mayoría confortable en ambas cámaras que no tenía hasta el momento.
A estos tres nombramientos, hay que añadir el paso de Alicia Arango del Ministerio de Trabajo al de Interior, donde tendrá en sus manos la difícil tarea de pilotear las negociaciones con los partidos.
Al ser una ficha clave del Centro Democrático, la presencia de Arango tranquiliza al partido de gobierno con respecto a los demás nombramientos. La nueva ministra se ha ganado una reputación conciliadora en su paso por Trabajo y como mano derecha de Uribe durante sus gobiernos, perfil poco común en el partido oficialista.
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Fin del falso dilema
En esta ocasión, el presidente trató de combinar la lógica de la representación política y la de las competencias técnicas al buscar gente conocedora de su sector y, al mismo tiempo, cercana a un partido de su coalición. Los nombramientos, en su mayoría, fueron acogidos favorablemente por los sectores respectivos.
Esto demuestra que la dicotomía técnica-política es un falso dilema. Muchos políticos se han especializado a través de su trayectoria en algunos temas que llegan a conocer tan bien como los expertos “técnicos”.
Duque pudo haberse evitado la pérdida de un tiempo valioso si hubiese dado prioridad a la experiencia laboral de sus elegidos en lugar del partido político al que representaban, ya que estos dos aspectos no tienen por qué ser incompatibles.

Foto: Ministerio de Salud
Al parecer Duque está perdiendo sus prevenciones, pero para que funcione deberá tener una nueva relación con los partidos.
La nueva configuración del gobierno indica que el presidente está empezando a superar sus prevenciones. Sin embargo, para que esto funcione, tiene que traducirse en una nueva relación con los partidos y no quedarse en un cambio obligado por las circunstancias. Al presidente Duque le quedan apenas dos años y medio de gobierno en medio de una precoz campaña que se anuncia y que va limitando, poco a poco, su capacidad de decidir.
Tras los resultados de las elecciones locales y antes de que empiece la campaña presidencial para 2022, es clave hacer funcionar el nuevo sistema y sacar adelante las reformas que el presidente quiere presentar, pero que debe discutir y negociar previamente con los líderes de los partidos que lo apoyan.
*Director del Grupo de Estudios de la Democracia (DEMOSUR) de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.