Un balance decepcionante para el gobierno | Razón Pública 2023
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Un balance decepcionante para el gobierno

Escrito por Yann Basset

El primer año del Congreso termina mal para el gobierno: sin mayoría y con las reformas estancadas. La ruptura de la coalición deja maniatado al presidente; ¿qué pasará en los años restantes del gobierno?

Yann Basset*

Un comienzo exitoso

Aunque Gustavo Petro no tuvo éxito en la búsqueda de apoyo de los partidos tradicionales durante la campaña —en particular la del partido Liberal—, no tuvo mayores dificultades para organizar una amplia coalición legislativa después de la victoria.

Sorprendentemente, el partido Conservador, el Liberal y el de la U se sumaron para formar una coalición con el Pacto Histórico y la Alianza Verde que podía ostentar amplias mayorías en las dos cámaras. Esto permitió que el gobierno arrancara rápidamente con la presentación de su agenda.

Petro tenía el impulso de la opinión pública en favor del nuevo presidente y organizó un equipo que balanceaba figuras nuevas y veteranas, gente de izquierda y moderadas, representantes de los partidos y activistas, hombres y mujeres.

El Pacto Histórico trató de asegurar su posición en el Congreso, quiso obtener de sus aliados las presidencias de ambas cámaras —y la del Senado fue para el experimentado Roy Barreras—.

La alianza de los reformistas de izquierda y de los tradicionales se montó a la carrera sobre muchas ambigüedades más que sobre un acuerdo de fondo

De esta manera, todos los astros parecían alineados para encarrilar la ambiciosa agenda reformista del gobierno. Los primeros resultados no tardaron: la adopción de una reforma tributaria que debía darle el apalancamiento financiero para su programa, la ley de paz total con herramientas para negociar con grupos armados, y el Plan Nacional de Desarrollo (PND) que, a pesar de ser un proceso laborioso de concertación con la sociedad civil en el que insistió mucho el presidente, no encontró mayores obstáculos en el Congreso hasta la aprobación final en mayo.

Foto: Facebook: Ministerio de Salud - La reforma a la salud reveló la fragilidad de la coalición de gobierno; nunca fue una “aplanadora” como se quería hacer ver.

Se rompe la coalición

Alentado por este contexto favorable, el presidente puso en el centro de la agenda las tres grandes reformas sociales que presentó como el corazón de la propuesta de cambio: la laboral, la pensional y la de la salud.

Se decidió a tramitar primero la reforma de la salud considerando que ella despertaba las mayores resistencias, y tratando de aprovechar el impulso inicial que la coalición tenía en el Congreso. Pero esta apuesta arriesgada acabó siendo la manzana de discordia que reveló la fragilidad e inconsistencia de la coalición constituida por Petro.

La reforma de la salud se radicó en febrero de este año pero desde mucho antes había suscitado controversias en el seno de la coalición y del propio gobierno.

Los partidos Conservador, Liberal y de la U expresaron reiteradamente reparos y amenazas de no votar el texto. La ministra Carolina Corcho fue confrontada por los colegas liberales del gobierno, encabezados por el ministro de educación Alejandro Gaviria. Las críticas que recibió el proyecto desde organizaciones del sector frenaron su radicación durante semanas.

Finalmente, el conflicto se saldó con la salida de Gaviria al final de febrero y, dos meses después, por un cambio drástico de la composición del gobierno que marcó el quiebre de la coalición. Salieron tanto los ministros “moderados” Alfonso Prada, José Antonio Ocampo y Cecilia López como Carolina Corcho, pero también los representantes de los partidos de la coalición Guillermo Reyes y Sandra Urrutia.

Consecuentemente, el partido Conservador y el partido de la U cambiaron oficialmente su posición de oficialistas a independientes, mientras que Cambio Radical pasó de independiente a opositor.

Con estos movimientos, el gobierno perdió oficialmente la coalición mayoritaria en el Congreso, quedando solamente con el Pacto Histórico y la Alianza Verde. El partido Liberal quedó dividido, en medio de presiones encontradas y sin poder constituir un apoyo seguro para el gobierno.

Una coalición muy frágil

De este modo, la reforma de la salud reveló el carácter frágil e instrumental de la coalición que acompañó a Gustavo Petro en sus primeros meses de gobierno, que nunca fue la “aplanadora” que algunos querían ver.

La alianza de los reformistas de izquierda y de los tradicionales se montó a la carrera sobre muchas ambigüedades más que sobre un acuerdo de fondo:

  • Para el gobierno, se trató de obtener apoyos al programa del presidente a cambio de participación en carteras “técnicas”.
  • Para los partidos tradicionales, se trató de mantener las cuotas de participación burocrática sin mayores compromisos con la agenda de reforma.

Este tipo de pacto que solía funcionar —a su manera— con los gobiernos pasados era en extremo difícil de operar con un presidente decidido a promover cambios drásticos que no coincidían con los intereses de los partidos o sectores cercanos a ellos.

Los límites de la coalición se vieron claramente con el hundimiento de la reforma política que tocaba el corazón de los intereses de los políticos. Si las diferencias de criterios podían vislumbrarse en un tema como este, que el presidente no consideraba como prioritario, iba a ser inaceptable cuando llegaran las tres reformas que el gobierno puso en el corazón de la agenda.

La segunda etapa

El gabinete fue reconfigurado sorbre la base de sectores de izquierda más cercanos al proyecto de Gustavo Petro —varios de los nuevos ministros lo acompañaron en la alcaldía en Bogotá—. La nueva composición resultó más coherente, con un espectro político mucho más reducido.

Además, la imagen del presidente empezó a deteriorarse por distintos escándalos y por su estilo confrontativo. El nuevo ministro del interior, el liberal disidente Luis Fernando Velasco, no logró ofrecer una solución de recambio a la falta de coalición mayoritaria, aunque trató de negociar con sectores disidentes del liberalismo o de la U y de convencer a congresistas caso por caso para apoyar los proyectos.

El resultado previsible fue un estancamiento de la agenda del gobierno, que contrasta con los buenos resultados que se auguraban al final de la sesión pasada: la reforma laboral se hundió sin haber sido votada a tiempo, y las reformas pensional y de la salud pasaron in extremis y muy laboriosamente los primeros debates, con pronósticos poco alentadores para la próxima legislatura.

Las experiencias de gobiernos que trataron de funcionar sin los partidos o contra ellos no han sido exitosas, empezando con la más reciente de Iván Duque al principio de su mandato.

Para completar el panorama, Roy Barreras tuvo que dar un paso al costado después de la inhabilitación por doble militancia, lo que dejó al Pacto Histórico en manos menos experimentadas.

Un panorama poco promisorio

¿Cuáles son las posibilidades del gobierno de volver a encontrar gobernabilidad sin coalición? En principio, pocas.

Las experiencias de gobiernos que trataron de funcionar sin los partidos o contra ellos no han sido exitosas, empezando con la más reciente de Iván Duque al principio de su mandato. Y esto es aún más difícil si tomamos en cuenta las ambiciones reformistas del gobierno.

También es un método costoso frente a la opinión pública, que siempre mira con sospecha los apoyos oportunistas de congresistas individuales a los proyectos del gobierno.

Sobre todo, los partidos parecen decididos a resistir las tentativas del gobierno de romper las bancadas, lo cual constituye un cambio de actitud notorio. Las estadísticas muestran que los partidos tradicionales se acomodan con facilidad y dejan márgenes de autonomía a los grandes congresistas. Pero en esta oportunidad, esos partidos empiezan a dar la señal de aplicar la ley de bancadas para sancionar a los disidentes. Por ejemplo,

  • El partido Liberal amenazó con sanciones a la representante María Eugenia Lopera por votar positivamente la reforma de la salud en comisión
  • El partido Conservador suspendió por tres meses al representante Jorge Quevedo por firmar la reforma laboral. También retiró los avales de los candidatos en el departamento del Guaviare, mostrando que la apuesta por la disciplina de partido iba en serio.
  • Mientras los tradicionales tratan de cohesionarse contra de los proyectos del gobierno, los aliados verdes muestran divisiones cada vez más visibles, con varios congresistas que empiezan a oponerse públicamente a la reforma de la salud.

Con todo eso, las cuentas del gobierno parecen imposibles de cuadrar.

En este contexto, las elecciones locales van a ser un momento intenso de pulso político. Aunque los ámbitos locales conservan lógicas propias que no pueden leerse tan fácilmente en términos nacionales.

Por otro lado, los que quieren ver en las elecciones de octubre un plebiscito a favor o en contra de Petro se equivocan de escenario. En cambio, la campaña muestra desde ya, a través del proceso de designación de los candidatos, una pelea entre partidarios y adversarios del gobierno dentro de los partidos tradicionales. Ahora es claro que el gobierno tiene todas las de perder.

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