Las elecciones de 2023: no sabremos cómo les fue a los partidos
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Las elecciones de 2023: no sabremos cómo les fue a los partidos

Escrito por Yann Basset

Las próximas elecciones dependerán de factores locales de cada ciudad o región, pero tanto el Pacto Histórico como el Centro Democrático sufrirán las consecuencias del caos en el sistema de partidos.

Yann Basset*

Una reforma inconclusa

La reforma política de 2003 dio comienzo a un proceso de racionalización del sistema de partidos, impulsado por una serie de normas que a partir de mediados de la década pasada nos llevaron a un multipartidismo relativamente bien definido sobre las cenizas del viejo bipartidismo liberal-conservador.

Las reformas políticas de 2003 y 2009, así como las leyes 974 de 2005 y 1475 de 2011 cimentaron un sistema de incentivos para formalizar la política en los partidos. Se trataba de agrupar a los representantes en un número limitado de organizaciones identificables por los electores para facilitar el control político, asegurar una acción colectiva entre los representantes en los cuerpos de elección popular, y castigar el transfuguismo.

La contrarreforma no obedece a un proyecto político específico, sino a una vuelta al atavismo y la inercia de un juego donde prima la informalidad. En este contexto, los políticos han encontrado múltiples maneras de saltar los umbrales y las reglas que pretendían obligarlos a concertarse en organizaciones que superaran los proyectos personales o los encaminaran hacia lógicas colectivas.

Una consecuencia interesante de este ciclo de reformas fue la reconstrucción del nexo entre la política local y la nacional, que se habían desconectado en el contexto anterior. El escenario local podía acoplarse a la política nacional o, al contrario, servir de contrapeso en el panorama de fuerzas políticas, como ocurrió con Bogotá durante la época de hegemonía del uribismo.

La contrarreforma en marcha

Pero a partir de 2015 se ha producido una contrarreforma marcada por la introducción de las coaliciones para organismos de elección popular. Las nuevas normas han permitido el reconocimiento de personerías jurídicas a un número creciente de organizaciones y han impedido varias tentativas de reformas para continuar el proceso de racionalización del sistema de partidos.

La contrarreforma no obedece a un proyecto político específico, sino a una vuelta al atavismo y la inercia de un juego donde prima la informalidad. En este contexto, los políticos han encontrado múltiples maneras de saltar los umbrales y las reglas que pretendían obligarlos a concertarse en organizaciones que superaran los proyectos personales o los encaminaran hacia lógicas colectivas.

Se debilitaron las consultas para elegir candidatos, los movimientos “por firmas” aumentaron aceleradamente, y las coaliciones más exóticas y cambiantes debilitaron la articulación política entre lo nacional y lo local, reapareciendo en una gran cantidad de micro-partidos que no son mucho más que proyectos personales.

Hay que decir que la propuesta de reforma política del gobierno Petro no incluye disposiciones para avanzar en la urgente reglamentación de la figura de la coalición, ni en el sistema de adquisición progresiva de derechos que permitiría frenar la proliferación de partidos.

El caos en aumento

El ámbito local es, sin duda, el que más se ve afectado por esta re-informalización. Por tanto, lo que está en juego en las elecciones locales de 2023 no es si gana tal o cual partido, sino si se podrá tener alguna lectura coherente de los resultados o si estamos condenados a analizar 1133 escenarios locales incomparables, porque se trata de meros candidatos individuales y no de representación de fuerzas políticas.

Hoy tenemos 28 partidos reconocidos por el Consejo Nacional Electoral para competir en las elecciones locales, de los cuales 12 no existían hace cuatro años. Y eso es apenas una cifra provisional ya que otras varias personerías jurídicas están en trámite. Bajo estas circunstancias los candidatos pueden ser avalados por cualquiera de las 28 organizaciones, o cualquier combinación de ellas, si se da una coalición.

Además, existe la posibilidad de que ser avalado por firmas, que es una forma muy útil de anticipar campaña. Y quienes lo hagan tendrán la posibilidad de recibir avales partidarios posteriores. Pero este aval parece ir en contravía de la norma, porque la candidatura por firmas surge, supuestamente, de la necesidad de permitir candidaturas ciudadanas alejadas de la figura de los partidos.

Este punto de partida es un pasaporte para el caos. En las pasadas elecciones locales, desde el observatorio DEMOS, logramos mostrar que, a pesar de las coaliciones y la proliferación de etiquetas de todo tipo, tanto la oferta política como las declaraciones políticas de oficialismo, independencia u oposición a los gobiernos locales mantuvieron cierta lógica política.

Los partidos aliados en el plano nacional tendían a aliarse más frecuentemente en el plano local, y las declaraciones de oficialismo, independencia u oposición con respecto al gobierno local tendían a conservar cierta correspondencia con las que asumían los partidos a nivel nacional. Es decir que detrás del aparente desorden de las etiquetas, el acervo de racionalización del sistema de partidos no se perdió del todo.

Ahora, con la proliferación de nuevas organizaciones y con una coalición nacional de gobierno de una heterogeneidad inédita, que asocia una coalición electoral de izquierda, otra de centro izquierda y partidos tradicionales, las situaciones locales se verán a todas luces muy confusas, y las lecturas nacionales atrevidas.

Todos los partidos se declararán vencedores y cada uno tendrá alguna razón medianamente creíble para decirlo.

Descifrando el caos

Con todas estas advertencias, trataré al menos de evaluar la apuesta de cada sector político:

-La izquierda, que llegó por primera vez al gobierno nacional, aspira a capitalizar este éxito en las elecciones locales.  Pero este no es un buen escenario porque que carece de figuras con arraigo local; desde luego, si el gobierno en general y el presidente, en particular, logran mantener un buen nivel de popularidad en octubre, podrán tratar de endosarlo a candidatos de su cuerda. Aunque la informalidad no facilita el proceso.

No es obvio que la coalición del Pacto Histórico se pueda reeditar en todos los municipios o departamentos. En las grandes ciudades, donde la izquierda tuvo un buen respaldo en las elecciones nacionales, la ausencia de líderes naturales puede dividir las fuerzas progresistas. Fuera de las ciudades, en regiones donde el Pacto tuvo buenos resultados, tendrá que enfrentarse probablemente a candidatos de los partidos tradicionales que son sus aliados en la coalición nacional, o tomar el riesgo de apoyarlos y perder visibilidad.

Foto: Facebook: Pacto Histórico - El escenario para la izquierda en las próximas elecciones no parecer ser favorable porque no tiene figuras con arraigo local; probablemente se enfrentará con candidatos de los partidos tradicionales.

El ámbito local es, sin duda, el que más se ve afectado por esta re-informalización. Por tanto, lo que está en juego en las elecciones locales de 2023 no es si gana tal o cual partido, sino si se podrá tener alguna lectura coherente de los resultados o si estamos condenados a analizar 1133 escenarios locales incomparables, porque se trata de meros candidatos individuales y no de representación de fuerzas políticas.

Todo eso puede diluir las esperanzas de la izquierda de hacer irrupción en los escenarios locales con la misma fuerza que en lo nacional.

-Para la derecha de Centro Democrático el escenario tampoco es fácil. Se trata ahí de volver al ruedo después de las derrotas del año pasado, presentándose como la fuerza aglutinadora de la oposición; es de hecho el único partido grande que se haya declarado como tal.

Pero el ámbito local tampoco es favorable para el Centro Democrático. Nunca ha sido tan fuerte en las grandes ciudades como para ganar alcaldías por sí solo y, si tiene arraigo local en varias regiones del centro del país, encontrará también un obstáculo en la informalidad que puede diluir las fuerzas de derecha o dividirlas.

Aunque puede tratar de aprovechar el escenario para romper la impresión de aislamiento que dio la formación de la coalición entre los partidos tradicionales y la izquierda a nivel nacional.

En este contexto, el “centro” tiene muchas posibilidades de ganar en las capitales, pero recubre un espectro tan amplio que no designa un sector muy fácil de delimitar.

Finalmente, fuera de las grandes ciudades, los partidos tradicionales pueden aspirar a sacar réditos, ya que siempre supieron acomodarse a la informalidad con políticas de avales y coaliciones amplias y pragmáticas.

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