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¿Tuiteros y youtubers al Congreso?

Escrito por Yann Basset
Yann Basset

Algunos influencers quieren llegar al Congreso, pero sus críticos dicen que este trabajo no se puede improvisar. ¿Qué es lo que hace en realidad un congresista y qué se necesita para hacer bien ese oficio?

Yann Basset*

“Influencers” al Congreso

Desde hace un tiempo se viene discutiendo la posibilidad de incluir influencers en las listas del Pacto Histórico y se especula sobre las aspiraciones del tuitero Miguel Polo al Congreso por el Centro Democrático. Ahora, la youtuber Epa Colombia anunció que quiere llegar al Senado, lo cual provocó una ola de comentarios y chistes en las redes.

Por caricaturesco que parezca, la verdad es que muchos partidos andan detrás de personas famosas en redes sociales para llegar al público más joven, que cada vez está más desconectado de la política.

Esta es una meta loable, pero muchos dudan de que tales influencers tengan la formación suficiente para trabajar correctamente como congresistas. Otros señalan—apelando al siempre vigoroso discurso anti-políticos—que no podrían hacerlo peor que los congresistas que ya tenemos. ¿Qué tanto cuenta la formación y qué tipo de preparación se necesita para ser un buen congresista?

No hacen falta los diplomas

La literatura académica es enfática en señalar la importancia de la preparación para ser un buen congresista: ser congresista es un oficio que no se puede improvisar.

Pero esa formación no depende solo ni de manera principal de los estudios formales. De hecho, la Constitución no exige estudios para ser congresista. Apenas existe un requisito de edad—30 años para el Senado y 25 para la Cámara de Representantes—e incluso algunos congresistas han propuesto reducir estos límites de edad.

Es, sin duda, deseable que los congresistas ‘primíparos’ lleguen con algún conocimiento sobre el proceso legislativo y, por supuesto, del sector que pretenden representar. Sin embargo, un congresista dispone de un grupo de asesores, la UTL (Unidad de Trabajo Legislativo), constituida por entre seis y diez personas que le ayudan. La UTL se encarga de tramitar sus propuestas o enmiendas, preparar sus intervenciones en debates y analizar los proyectos para aconsejar al congresista sobre cómo debería votar.

La calidad del trabajo legislativo depende mucho menos de la formación académica del congresista que de la idoneidad de su UTL, en la cual debería incluir asesores bien formados en derecho, ciencia política y otras disciplinas afines a la comisión en la cual trabaja. Lamentablemente, sabemos que este no siempre es el caso y es común que las UTL sirvan más para pagar favores políticos que para conformar un equipo óptimo de asesores.

Con todo, algunos congresistas supieron rodearse de excelentes equipos y son, en general, quienes se han destacado por su trabajo. A lo mejor, un congresista ‘primíparo’ poco familiarizado con el trabajo legislativo, pero genuinamente interesado en hacerlo bien, estará dispuesto a conformar un buen grupo de asesores.

Foto: Radio Nacional de Colombia - Las calidades que se esperan de un buen congresista no son muy distintas de lo que se espera de un buen ciudadano.

Se necesita experiencia

En cambio la experiencia no se puede improvisar ni es fácil de reemplazar. Los estudios muestran que un congresista logra un mejor trabajo después de su primera reelección.  La capacidad de un legislador para mover sus proyectos entre comisiones y plenarias hacia la aprobación final está directamente relacionada con su antigüedad en el cargo.

Esto se logra, fundamentalmente, a través de una labor de relaciones públicas: convenciendo a los presidentes de comisión y a las mesas directivas de la cámara respectiva para que inscriban el proyecto en el orden del día, logrando el apoyo—o por lo menos la neutralidad benévola—del ministerio relacionado con la propuesta, convenciendo a los colegas para que la apoyen, a veces, a cambio de otros apoyos, y así sucesivamente.

Para ejercer bien esta tarea se necesita manejar un buen directorio de contactos telefónicos y conocer las artimañas o procedimientos para mover las cosas en el Congreso. Esto se aprende con la práctica y después de muchos fracasos y frustraciones, más que en las universidades.

En este sentido vale la pena, de paso, mencionar la ambivalencia de las propuestas para limitar la reelección de los congresistas (este era uno de los puntos de la consulta anticorrupción de 2018). Si bien la percepción sobre la falta de renovación en el Congreso contribuye a su impopularidad, la reelección de los congresistas permite tener unos representantes mejor preparados.

Cómo llegar al Congreso

Negar el acceso de ‘primíparos’ al Congreso argumentando su falta de experiencia es tan antipático como lo sería en cualquier otra profesión. Si la experiencia viene con la práctica, uno tiene que empezar por algo.

Los influencers entonces deberían tal vez comenzar por cargos más “bajos” y recorrer el camino tradicional que iba de ser edil, ascender a concejal o diputado a la asamblea departamental antes de acceder a la Cámara y finalmente al Senado.

Pero, claro, este camino ya no es necesariamente el recorrido obligado, como lo era hace unas décadas. Hoy la situación es más complicada porque los partidos no son los únicos canales para acceder a la representación. Uno puede “saltar etapas” si ha adquirido visibilidad en la administración pública, el sector privado o la sociedad civil. Este es, precisamente, el caso de los influencers.

Por lo demás, ellos no necesariamente están interesados en los temas urbanos que se tratan en los Concejos y que pueden llegar a ser más técnicos que los que se tratan en el Congreso.

Representar, más que hacer leyes

A fin de cuentas, lo único que se necesita es el apoyo de la ciudadanía. Y esto precisamente es los que su supone (a veces un poco rápido) que tienen estos inflyuencers, youtubers, y tuiteros.

Creer que la tarea de un congresista es “hacer leyes” es una visión muy limitada. Además, es una idea que no cuadra con los justos lamentos que se oyen a menudo sobre la excesiva cantidad de leyes prescindibles que se aprueban cada año.

La función más importante de los congresistas es transmitir las demandas e inquietudes de distintos sectores sociales para tramitarlas en el sistema político. Esta tarea no desemboca necesariamente en nuevas normas; puede traducirse en debates de control político, en dar prioridad a ciertos sectores en el presupuesto nacional, o simplemente en discursos que dan visibilidad a alguna cuestión de interés público.

El congresista es portavoz de regiones, gremios, sectores socio-profesionales, movimientos sociales y organizaciones diversas. En una palabra, el trabajo del congresista es representar. De este trabajo como representantes dependen la legitimidad de todo el sistema político y el que la población sienta que sus preocupaciones son tomadas en cuenta; que el gobierno no es un grupo de tecnócratas que toma decisiones sin rendir cuentas a nadie.

Por eso el trabajo del congresista no se hace apenas en el Capitolio sino en reuniones con la gente, algo que no se valora cuando se critica el que los congresistas pasen poco tiempo en los edificios del Congreso en comparación con la jornada laboral típica de los colombianos.

Representantes de la juventud

Visto así, las calidades que se esperan de un buen congresista no son muy distintas de lo que se espera de un buen ciudadano: una inclinación hacia la “cosa pública”, un interés por informarse sobre los problemas del país y por aportar a sus soluciones. ¿Tienen estas disposiciones los influencers?

La idea sería que fueran ellos quienes llevaran al Congreso las preocupaciones de una juventud cada vez más insatisfecha con la política, como aquellos jóvenes que llevaron su insatisfacción a las calles, a veces recurriendo a la violencia. Es innegable que estos influencers se benefician de la atención y, a veces, de un verdadero aprecio entre sus seguidores, lo cual es un requisito para una buena representación.

 

Ahora bien, la representación necesita además de calidades como la empatía y la capacidad de oír, lo cual no es tan compatible con el enfoque egocéntrico que a menudo conlleva la fama de redes sociales.

Pero, finalmente, antes de averiguar si esta alquimia entre redes y política podría funcionar, habrá que transformar esos “likes” en votos, una hazaña que pocos han conseguido.

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