Para sacar adelante sus proyectos legislativos, el presidente Duque tendría que lograr alianzas con otros partidos. ¿Qué estrategias puede utilizar y cuáles son sus posibilidades de éxito?
Juan Albarracín Dierolf*
Un gobierno sin aliados
Las relaciones entre el gobierno y el Congreso fueron bastante tensas durante el año pasado, y por eso hay muchas dudas sobre su capacidad para hacer aprobar proyectos de ley importantes durante el resto de su mandato.
Si bien Duque ha intentado acercarse a Cambio Radical, al Partido Liberal y al Partido de la U, es poco probable que logre concretar una coalición suficiente para asegurar el concurso del Congreso.
El primer obstáculo para el gobierno resulta de que Duque no sea el líder de su propio partido, pues el jefe indiscutible del Centro Democrático es el expresidente Uribe, quien a veces está de acuerdo con las prioridades del gobierno y a veces no lo está.
En ocasiones —recordemos las objeciones a la Ley Estatutaria de la JEP— el gobierno ha optado por acercarse a las posiciones del Centro Democrático para apaciguar a sus miembros, lo cual no solo ocasiona problemas dentro del ejecutivo, sino que afecta su relación con otros partidos.
Es más: el Centro Democrático no tiene mayorías legislativas, pero el gobierno aspira a formular políticas como si las tuviera. Para infortunio del presidente, muchas de las preferencias de los miembros de su partido distan de las posiciones de otros partidos; al insistir en mantener esas posturas, el Centro Democrático dificulta las relaciones de Duque con otros partidos.
Mermelada y coaliciones
El segundo obstáculo consiste en que Duque comenzó su gobierno con la intención —o al menos con la promesa— de no hacer uso de la “mermelada”. Este discurso es muy popular, pero en efecto confunde la corrupción con la distribución de poder entre fuerzas políticas para crear una coalición.

Foto: Alcaldía Barranquilla
Duque debería buscar alianzas con políticos que muevan grandes bancadas, como Alejandro Char.
En sistemas presidencialistas donde el gobierno no tiene la mayoría en el Congreso, se necesitan las alianzas para avanzar en la agenda. La “compra de votos” —literalmente pagarle una mesada a un congresista como ocurrió con el escándalo del mensalão en Brasil —es una forma ilegal de lograr este objetivo.
Mermelada, es decir, gestionar el apoyo de legisladores a cambio de proyectos y recursos para sus regiones
Otra forma de conseguir este apoyo es lo que aquí se conoce como mermelada, es decir, gestionar el apoyo de legisladores a cambio de proyectos y recursos para sus regiones. Aunque el uso de los recursos en las regiones pueda propiciar la corrupción, la mermelada en sí misma no es corrupción.
Una forma diferente de lograr apoyo es crear una coalición distribuyendo ministerios y otros organismos del Estado entre representantes de los varios partidos. Aunque esto puede limitarse a la distribución de puestos, también es una oportunidad para que otras fuerzas ingresen al gobierno y promuevan políticas que consideran importantes.
En otras palabras, dividir los cargos entre varios partidos no necesariamente es sinónimo de “comprar conciencias”. Lamentablemente, muchas veces se confunde la negociación y la distribución del poder con corrupción y, con ello, se dificulta enormemente la gobernabilidad.
El año pasado el gobierno tenía muy pocas probabilidades de obtener éxito legislativo porque no les dio espacio a otras fuerzas políticas. Este año parece haber entendido que necesita una base de apoyo más amplia, pero se encuentra en un momento de debilidad que resulta evidente al revisar los últimos índices de aprobación. Como consecuencia, el precio que deberá pagar para conseguir apoyo es mucho más alto, lo cual implica que tendrá que repartir puestos de mucha importancia o, en su defecto, recurrir al uso de la mermelada y apechar con el costo político que esto implicaría.

Foto: Presidencia de la República
Las probabilidades de Duque y sus ministros eran pocas ante la soledad política en la que se encuentran.
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De embajadas y ministerios
En las últimas semanas han cobrado fuerza los rumores sobre la llegada de importantes figuras de la política regional a ministerios y cargos importantes. Dilian Francisca Toro, exgobernadora del Valle del Cauca y Alejandro Char, exalcalde de Barranquilla, suenan insistentemente para ocupar ministerios. La vacante en la Embajada en Washington parece ser la oportunidad para que el gobierno se acerque a César Gaviria mediante el nombramiento de su hijo. Noticias de encuentros entre el gobierno y figuras destacadas del Partido Liberal, Cambio Radical y Partido de la U también circulan en los medios.
El jefe indiscutible del Centro Democrático es el expresidente Uribe, quien a veces está de acuerdo con las prioridades del gobierno y a veces no.
El gobierno tiene mucho que ganar al tener políticos de más peso en el gabinete y, en el caso de Dilian Toro, con experiencia legislativa. Tendrá algunos problemas para conseguir que su partido les abra espacio a las fuerzas que aún se relacionan con el expresidente Santos y deberá remover algunos de los ministros que no cuentan con apoyo partidario.
Sin embargo, la verdadera pregunta es: ¿qué tanto pueden beneficiarse estos políticos regionales de formar parte de un gobierno con tan poca aprobación? Sus aspiraciones presidenciales pueden ganar algo de exposición nacional al ocupar un ministerio, pero al mismo tiempo estancarse en la impopularidad del actual gobierno. En ese sentido, el riesgo para ellos es bastante alto.
En efecto, estos partidos pueden ganar más ocupando cargos con personas de menos reconocimiento y ofreciendo apoyo puntual a ciertos proyectos del ejecutivo en los que tienen pocas objeciones como lo hicieron algunos con la reforma tributaria. Si pueden influir desde lejos, no hay razón para acercarse mucho a un gobierno que ha demostrado poca astucia para manejar la política, especialmente durante las protestas que se presentaron recientemente.
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¿Y las calles?
Aunque las movilizaciones que comenzaron en noviembre perdieron fuerza con las vacaciones de fin de año, es importante no subestimarlas, pues, aunque lo más probable es que las protestas de este año no tengan la misma fuerza, es evidente que gran parte de la ciudadanía siente un profundo descontento frente al gobierno.

Foto: Presidencia de la República
Este fue año difícil para Iván Duque, pues su poca gobernabilidad impidió que sus proyectos salieran adelante.
En ese sentido, es muy probable que algunos temas que estaban en la agenda del gobierno, como la reforma de las pensiones, no solo encuentren resistencia por parte de legisladores, sino también en las calles. Seguramente, los congresistas serán más cuidadosos al discutir temas que puedan reavivar la ira de los manifestantes. En definitiva, lo que ocurra en las calles afectará la gobernabilidad de la administración actual y también sus relaciones con el Congreso.
*Doctor en Ciencia Política de la University of Notre Dame y director del Programa de Ciencia Política de la Universidad Icesi de Cali.