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Elecciones en Perú: la tercera no fue la vencida

Escrito por Óscar Murillo
Oscar-Murillo

Los resultados de las elecciones presidenciales en Perú podrían acentuar la crisis política que comenzó en 2018. ¿Qué pasó y qué sigue?

Óscar Murillo Ramírez*

La inestabilidad no superada

Con la totalidad de las actas procesadas, la autoridad electoral del Perú informó que Pedro Castillo obtuvo el 50,17 % de los votos para la Presidencia y Keiko Fujimori el 49,82 %.

Aunque, en principio, esto significa que Castillo es el vencedor de los comicios, la impugnación de al menos 200 mil votos siembra un manto de duda sobre el futuro inmediato del país. El estrecho margen que separa a Castillo de Fujimori –de apenas el 0,35 %– no es inédito en Perú:

  • En 2011, Ollanta Humala obtuvo la presidencia con el 51,44 % de los votos, mientras que Keiko Fujimori obtuvo el 48,21 %; y
  • En 2016, Pedro Pablo Kucynski venció con el 50,12 % de los votos frente al 49,88 % de Keiko Fujimori.

Lejos de lo que se esperaba, las elecciones presidenciales de 2021 no lograron poner fin al ciclo de inestabilidad política que comenzó con la renuncia de Kucynski en marzo de 2018.

La inestabilidad en Perú continuará por cuenta de lo que Juan Linz denominó la “oposición desleal” contra el régimen democrático. La democracia depende de un conjunto de reglas institucionales formales e informales. Estas últimas son muy importantes porque permiten la “tolerancia mutua, o el acuerdo de los partidos rivales a aceptarse como adversarios legítimos”.

La crispación política seguirá aumentando por cuenta de la intervención de 17 expresidentes latinoamericanos, entre quienes se cuentan Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, para que no se declare un ganador hasta que se resuelvan las impugnaciones; la prisión preventiva solicitada por el fiscal José Domingo Pérez en el proceso por lavado de activos vigente contra Keiko Fujimori; y las movilizaciones sociales a favor de una y otra candidatura.

En búsqueda de símbolos de unidad nacional

La política es cada vez más performativa. Importan los contenidos de los mensajes, así como la forma de transmitirse, los rituales con los que se asocia, los códigos no verbales a los que apela.

En la campaña presidencial del Perú se pudo apreciar esta característica con claridad: ante un escenario tan fragmentado por la inestabilidad política que lo antecedió, y la dispersión de candidaturas en disputa durante la primera vuelta realizada el 11 de abril, era necesario que los candidatos transmitieran un mensaje de aparente unidad nacional.

El estrecho margen que separa a Castillo de Fujimori –de apenas el 0,35 %– no es inédito en Perú

Keiko Fujimori, por su parte, usó de manera recurrente la camiseta de la selección peruana de fútbol, a lo cual se sumó el vídeo en el que jugadores de la selección peruana como Luis Advíncula, Pedro Gallese, Miguel Trauco, entre otros, invitaron a votar por un país “libre y en democracia”, y “contra el comunismo” en una clara apuesta que se identificaba con la narrativa que pretendió instalarse sin éxito contra Pedro Castillo.

Además del habitual uso del lápiz que lo identifica como maestro rural y el sombrero característico del campesinado de Cajamarca, Pedro Castillo vistió de manera recurrente el símbolo de la marca Perú, creada en 2011, y en donde la grafía está representada por las líneas de Nasca. Un símbolo que además de apelar a un código nacional, promueve el turismo, las inversiones y el comercio.

El fantasma del pasado

Pasada la primera vuelta, ante los medios de comunicación Keiko Fujimori señaló: “yo no voy a terruquear a nadie, esto va a ser un debate de ideas”. Lejos de eso, la segunda vuelta de las elecciones en el Perú estuvo marcada por la narrativa alrededor del pasado, y en particular de los hechos derivados del conflicto armado interno que vivió el Perú entre 1980 y 2000.

“Terruquear” es el verbo que se usa en la política peruana para asociar determinadas ideas con Sendero Luminoso. Durante las décadas de los ochenta y los noventa, quienes integraron el Sendero Luminoso fueron procesados por terrorismo, y la gente del común bautizó como “terrucos” a quienes hacían parte de aquella guerrilla.

El fantasma del pasado estuvo, de una parte, en la pretendida vinculación del candidato de Perú Libre con el Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales (MOVADEF), la organización que surgió para exigir la amnistía de quienes combatieron en la guerra interna.

De otra parte, el fantasma del Sendero Luminoso volvió el 23 de mayo de 2021, cuando remanentes de esta organización asesinaron a 16 personas y dejaron panfletos que calificaban de “traidor” a quien votara por Fujimori.

No hay duda de que estos hechos y la narrativa que se instaló en el marco de la campaña presidencial permitió a la candidatura de Fujimori reducir la brecha en las encuestas que inicialmente favorecían por amplio margen a Castillo.

Foto: Facebook Keiko Fujimori - Keiko no acepta la derrota, pero le queda poco por hacer

Los medios toman partido

Parte de la narrativa que se instaló contra Pedro Castillo como “amenaza” estuvo impulsada por la parcialidad de algunos medios de comunicación.

A pocas semanas de la segunda vuelta, la periodista Clara Elvira Ospina fue despedida de la dirección de América TV y Canal N, presuntamente por negarse a llevar una línea editorial de apoyo a Keiko Fujimori.

Además del despido impulsado por el grupo El Comercio, trascendió que, una vez llegado a la dirección, Gilberto Hume Hurtado ordenó a los periodistas favorecer a la candidata de Fuerza Popular.

El sesgo de los medios se hizo patente en el cubrimiento de la visita del opositor venezolano Leopoldo López. Aunque en la entrevista realizada por Perú 21 no se menciona a Castillo, se le pregunta a López por las implicaciones de la ideología marxista-leninista en el poder, la supresión de las libertades públicas, la presencia de grupos civiles armados y todo lo que se consideran los efectos negativos del “Socialismo del siglo XXI”.

Movimiento hacia el centro

Una vez cumplida la primera vuelta, es natural que los candidatos busquen un electorado menos radical e intenten establecer alianzas amplias. Tanto Fujimori como Castillo tuvieron que recurrir a esta estrategia, la una por su pasado autoritario y el otro por su marcado acento “antiestablecimiento”.

Castillo tuvo que deslindarse de la Venezuela de Maduro, lo cual incluso lo llevó al extremo xenofóbico de asociar migración con delincuencia. Al final de su campaña anunció que les daría 72 horas para dejar el país a los migrantes que rompan la ley.

El fantasma del Sendero Luminoso volvió el 23 de mayo de 2021, cuando remanentes de esta organización asesinaron a 16 personas y dejaron panfletos que calificaban de “traidor” a quien votara por Fujimori

Por su parte, el 31 de mayo la candidata Fujimori pidió perdón por su desempeño y el de su partido, juró que dejaría su mandato como lo establece la Constitución y que respetaría las libertades públicas. Además, si en primera vuelta había afirmado que indultaría a su padre, en segunda vuelta dijo que respetaría la eventual negativa del poder judicial ante un indulto impulsado por el ejecutivo.

En la perspectiva de presentarse como democráticos, ambos candidatos suscribieron la “Proclama Ciudadana” impulsada por la iglesia católica y grupos evangélicos, para comprometerse a respetar los derechos humanos y a no reelegirse o quedarse en el poder en 2026.

El electorado y sus inclinaciones

El resultado también se explica por la alta votación en las zonas rurales. Una vez más, la mayoría de estas zonas votaron por el candidato que ofreció una agenda de cambio y se enfrentó al centralismo de Lima.

En las zonas del oriente, donde Fujimori alcanzó la mayor votación, la brecha no fue muy grande: por ejemplo, en Loreto, Fujimori obtuvo el 51,7 % y Castillo el 48,2 %. En cambio, en las zonas andinas, donde triunfó Castillo, la diferencia fue más amplia: en Cusco, Castillo obtuvo el 83,19 % de los votos y Fujimori el 16,80 %.

Según la encuesta realizada por el Instituto de Estudios Peruanos el 30 de mayo, quienes simpatizan con Pedro Castillo tienen mayoritariamente las siguientes características:

  • viven en zonas rurales (51,1%) del centro, sur y oriente del país;
  • son hombres (49,7%);
  • son jóvenes (45,8%); y
  • pertenecen a los niveles socioeconómicos C, D y E, que representan las clases medias y bajas del Perú, las más afectadas por la crisis económica derivada de la pandemia.

Por su parte, quienes votaron por Fujimori tienen las siguientes características:

  • viven en zonas urbanas de Lima Metropolitana y los departamentos ubicados en el norte;
  • tienden a ser mujeres (44,5%);
  • tienden a ser mayores de 40 años (40,4%); y
  • pertenecen a los niveles socioeconómicos A y B, que representan a la élite blanca y limeña.

Los retos del próximo gobierno

Aunque las impugnaciones pueden prolongar aún más la incertidumbre, varios serán los retos que debe afrontar el próximo gobernante del Perú:

  • Alcanzar un margen de gobernabilidad, algo que parece difícil en el futuro inmediato, pues Fujimori ha llamado a defender la “voluntad popular”, lo que puede resultar en un desconocimiento de los resultados.
  • Lograr esa gobernabilidad implicará negociar las coaliciones hasta alcanzar una mayoría calificada en el Congreso.
  • Adelantar un plan de vacunación contra la COVID-19 que deje atrás los escándalos de corrupción del denominado “Vacunagate”, pero, ante todo, adoptar las medidas necesarias para disminuir el elevado número de muertes que tienen al Perú en el tercer lugar de América Latina.
  • Materializar la agenda de cambio que se expresó en las urnas. Para mayo de este año, 3.300.000 personas se habían sumado a la población en condiciones de pobreza, para llegar a un total de 10 millones de personas entre los 32,5 habitantes del Perú. En las áreas rurales, fuente importante del voto por Castillo, la pobreza alcanzó el 45,7 % y en la sierra rural el 50 %, aunque el mayor perjuicio lo sufrió Lima Metropolitana, en donde la pobreza se elevó en un 11 %.

Constituir un equipo técnico que recupere la economía del país y alivie la situación de millones de personas, algo que no resultó del todo claro durante la campaña electoral que concluye.

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