Un repaso analítico de la campaña que ganó Chávez y que extiende su revolución hasta 2019. La larga y polémica gestión del comandante al frente de la República Bolivariana tiene luces y sombras que se mantendrán vigentes más allá de la celebración.[1].
Óscar Murillo Ramírez *
Foto: www.chavez.org.ve
Respetarán las reglas
“La democracia es un sistema en el cual algunos partidos pierden las elecciones”.[2] Si aceptamos esta definición, fácilmente acordaríamos que en Venezuela existe una democracia.
Sin embargo, más allá de la trampa de la polarización que reduce todo al chavismo–antichavismo, la realidad resulta más compleja, dadas las condiciones históricas en las cuales se ha desarrollado el proyecto bolivariano y las características de esta especie de “experimento político” que combina la democracia representativa y la participativa, junto a nuevos modelos de participación de la sociedad civil como los Consejos Comunales.
Un aspecto sobre el que poco se repara es la aceptación de reglas institucionales por parte de los actores políticos. Aunque el reflector mediático se ha posado sobre la eventual “guerra civil” que desencadenaría Chávez de llegar a perder, en realidad éste ha señalado que reconocerá los resultados… hasta ahora. Así lo afirmó en la Asamblea Nacional, mensaje que fue reiterado el pasado 1º de julio, cuando se dio inicio formal a la campaña presidencial.
El término “guerra civil” fue presentado en los medios como una amenaza lanzada por Chávez, algo que descontextualizó las afirmaciones del mandatario. Éste se refería a la posibilidad de una gran convulsión social en caso de que Henrique Capriles Radonski aplicara el “paquetazo neoliberal”, afirmación que tiene fundamento en la historia venezolana, particularmente en los acontecimientos de febrero de 1989 cuando el recién posesionado Carlos Andrés Pérez intentó aplicar las primeras reformas de ajuste que desencadenarían el denominado Caracazo.
Por su parte Henrique Capriles también ha señalado que aceptará los resultados del domingo[3], pese a que los medios y el propio oficialismo han puesto énfasis en la presunta acusación de fraude que lanzará la oposición este 7 de octubre, algo poco probable dada la reconocida efectividad del voto electrónico, que de aplicarse en Colombia impediría la realización de fraudes conocidos.
Medios polarizados
Aunque es saludable que en una democracia los actores acepten los resultados de la competencia electoral, ésta resulta ser una condición necesaria, pero no suficiente para su plena realización.
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En la contienda venezolana se ha observado de nuevo el papel predominante de los medios de comunicación que apelan a una retórica polarizante, con descalificaciones mutuas poco sanas para el debate público: de una parte, la inclinación sin tapujos a favor de la campaña de Capriles de periódicos como El Universal y la cadena privada Globovisión.
De otra parte, el desbalance evidente ante el abuso de los medios estatales en favor de la campaña de Chávez, tal como se registró durante el cierre de campaña en el cubrimiento de VTV y a lo largo de la campaña a través del Sistema Nacional de Medios Públicos[4].
Incertidumbre
Tras obtener un 54,85 por ciento a favor de la reelección indefinida en el referéndum de 2009, el camino para la candidatura de Hugo Chávez parecía despejado. Sin embargo, en un proceso político “los resultados dependen de la actuación de los participantes, pero ninguna fuerza concreta controla el desarrollo de los hechos”[5] . Así parece ser en el caso venezolano: el despejado panorama de 2009 dio paso a una etapa de incertidumbre, tras el anuncio de la enfermedad que aqueja a Chávez el 11 de junio de 2011.
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Justo un año después — cuando inscribió la que él mismo denomina “candidatura de la patria” — la incertidumbre en torno a la continuidad, la baraja de nuevos candidatos del oficialismo y tres intervenciones quirúrgicas — la última de las cuales fue el pasado febrero — son factores que marcaron no sólo el desarrollo de la campaña electoral, sino que permitieron un escenario hasta entonces imposible: un nuevo tablero político sin Chávez y la posibilidad de inclinar la balanza a favor de la oposición.
Es evidente que los oficialistas no contaban con la enfermedad del mandatario: lo prueban la reserva con la cual aún se mantiene el estado de salud de Chávez, los cambios en el discurso durante la etapa de intervenciones contra el cáncer y los mensajes que el candidato ha trasmitido durante la contienda.
Así, el pasado 1º de julio en el inicio legal de la campaña electoral en Maracay, entonando ¡Gloria al bravo pueblo!, Chávez prometió “pulverizar” al candidato de la oposición, reafirmó su liderazgo carismático y mesiánico mediante una figura retórica populista, ya utilizada por Gaitán en Colombia: “Chávez no soy yo, Chávez es un pueblo”[6].
Se trataba de despejar las dudas sobre una posible reconfiguración política de Venezuela. Un discurso político centrado en la “consolidación” fue reemplazando el tema de su enfermedad, minimizándolo hasta terminar en un “ni me acuerdo”[7].
Agenda electoral
Con un potencial de 18,9 millones de votantes, pero con una alta abstención que alcanzó el 25,31 por ciento en las últimas elecciones presidenciales, la agenda electoral para la presidencia 2013-2019 ha estado signada por dos grandes temas: superar las deficiencias del gobierno de Chávez, y atraer al votante joven, que emergió durante sus 14 años de gestión.
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La candidatura de Capriles ha señalado insistentemente que “no es creíble que un gobierno que lleva 14 años sin resultados, vaya a tener resultados en los próximos 6”[8] . Pero paradójicamente, ha centrado sus propuestas en torno a cómo mantener los programas sociales. En particular, ha prometido legalizar y ampliar las misiones mediante un gasto público sostenido. También espera reducir el déficit de 16 por ciento del PIB, mejorando la recaudación y elevando la eficiencia en la distribución de recursos[9].
Capriles ha subrayado temas que efectivamente resultan problemáticos para el chavismo, como vivienda, seguridad, empleo formal y descentralización,[10] y que permiten al candidato de la oposición competir en el terreno duro del chavismo: las políticas sociales.
Ha intentado escapar a la polarización excesiva de las elecciones pasadas y se presenta como una opción que no retornará ni a la época ni a las instituciones de Punto Fijo (1958-1998), que tanto rechazo provocan hoy en el elector medio de Venezuela.
Por su parte, el oficialismo ha presentado un plan con el objetivo de consolidar la “ruta de transición al socialismo” que centra sus ejes en la independencia, el socialismo del siglo XXI, hacer de Venezuela una potencia social y económica, construir un mundo pluripolar y preservar la vida del planeta[11].
Cada uno de estos ejes cuenta con objetivos y programas que pretenden mantener el control y soberanía de los recursos producidos por la renta petrolera, preservar las 34 misiones sociales existentes, mejorar en producción agrícola y en otros programas sociales como vivienda, donde la meta es construir 2,6 millones de soluciones de vivienda dentro de lo que se denominan “ciudades socialistas”.
Avances y saldos en rojo
Resulta útil revisar los principales indicadores económicos y sociales de la gestión del gobierno que inició en 1999 con una nueva constitución, vivió el tránsito de una oposición golpista y abstencionista hacia una más institucional, mantiene un sistema de partidos débil, que están en curso de reorganizarse, y donde el peso hegemónico del liderazgo carismático eclipsa las posibilidades de renovación en las propias filas del oficialismo.
La economía venezolana, aunque dinámica, ha tendido a ser poco estable y en los últimos años ha registrado importantes descensos, según cifras de la CEPAL. Sin embargo, el aumento del gasto público social ha tenido como consecuencias una importante reducción de la línea de pobreza e indigencia, aunque también con tendencia a estancarse a la par con un descenso en el crecimiento a partir de 2008.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la CEPAL
Un aspecto sobresaliente del actual gobierno es el papel asignado al gasto público social, una tarea que había dejado pendiente el periodo bipartidista y que, en gran medida, explica el descontento que llevaría a Chávez al triunfo en las elecciones de 1998 y que ha otorgado, más allá de las opiniones político-ideológicas que se tengan del gobierno, una amplia ciudadanía política a los sectores que se encontraban excluidos del anterior modelo rentista.
El punto más débil de la inversión social, que constituye un tema de la agenda electoral, es la inversión y los resultados en materia de vivienda que, aunque con importantes inversiones en 2005, ha tendido a disminuir a partir de 2008.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos CEPAL, División de Desarrollo Social. Base de datos sobre gasto social.
La inversión social ha redundado en mejorar la posición del país en cuando al Índice de Desarrollo Humano, donde Venezuela ocupa el puesto 73, por delante de países como Colombia (87) y de economías en crecimiento como Brasil (84) y Perú (80), lo cual confirma el esfuerzo por reducir las desigualdades, particularmente en el ciclo 2000-2011.
Fuente: Elaboración propia a partir de PNUD. Informe sobre desarrollo humano 2011. Sostenibilidad y equidad: un mejor futuro para todos. Nueva York, PNUD, 2011.
Pese a que los indicadores sociales registran un descenso de la desigualdad, el gobierno deja un saldo en rojo en materias de seguridad, vivienda y un modelo rentista que poco tiende a diversificarse.
-Pese a la aplicación de veinte programas de seguridad, incluido uno de desarme, la conformación de la policía bolivariana y una atención mayor en la lucha contra las drogas, los resultados son poco alentadores.
Desde 1999 Venezuela registra 155.788 homicidios, para un promedio de uno cada media hora y una tasa de 48 homicidios por cada 100.000 habitantes. Gran número de los asesinatos son perpetrados por jóvenes, y aunque son diversas las causas, muchas coinciden con acontecimientos políticos importantes, como el inicio de la campaña presidencial — mes en cual se registraron 511 muertes violentas (el mes de más homicidios del año en curso).
-En materia de vivienda, el saldo también es negativo. Para 1999, el gobierno tenía como meta 60.000 casas anuales, meta que se ubicó en 120.000 unidades anuales para 2004 a través de la Misión Hábitat, con resultados de 50.000 anuales para 2007.
Ante los resultados se decidió crear ese mismo año la Misión Villanueva con la cual se pretendía alcanzar una meta de 110.000 unidades anuales, con resultados de 50.000 para 2011. El año pasado se creó la Misión Vivienda con la meta de 150.000 unidades anuales y el año cerró con 140.000, lo que muestra una tendencia a mejorar los resultados con esta nueva misión social.
El complejo balance de avances en participación y reducción de la desigualdad, junto con aspectos negativos, como una cultura política polarizada en la lógica amigo-enemigo, altas tasas de homicidio y un liderazgo hegemónico que permite y a la vez limita los avances, sirve como telón de fondo a las elecciones de este 7 de octubre, en un escenario donde las contingencias, aunque parezcan superadas, podrían haber incubado eventos inesperados.
* Historiador de la Universidad Nacional de Colombia y maestrante en Ciencias Políticas de la Facultad Latinoamericana en Ciencias Sociales, Quito.
@oscarmur