La nueva izquierda latinoamericana llega al poder en Chile. A qué se debe esta transición, qué significa, cuáles son sus posibilidades y cuáles sus desafíos.
Óscar Murillo Ramírez*
El discurso de posesión
Entre la multitud que se agolpó para presenciar el cambio de gobierno en la Plaza de la Moneda en Santiago de Chile, visiblemente nervioso, Gabriel Boric caminó por el tapete rojo, recibió los honores del Regimiento de Escolta Presidencial y se acercó a la estatua de Salvador Allende, antes de su primer discurso como mandatario para el periodo 2022-2026.
En su primera intervención como presidente trazó el horizonte político, la agenda inmediata y la tradición histórica en la que se inscribe el nuevo gobierno. La democratización, la movilización social por los derechos sociales y la apuesta por gobernar “en terreno” y promover el trabajo gobierno – ciudadanía son los ejes políticos de este nuevo mandato.
La agenda inmediata estará definida por la búsqueda de armonía entre el crecimiento y la redistribución de la riqueza, la seguridad –que incluirá una reforma de la policía–, los retos de la migración al norte y la violencia en la Araucanía. El reto más importante, sin duda, será acompañar el proceso constituyente para que sea exitoso.
La tradición republicana de Boric
Aunque el 19 de diciembre de 2021 Gabriel Boric alcanzó el 55% de la votación en segunda vuelta con las banderas de Apruebo Dignidad, una coalición de izquierda y centro izquierda, este ha buscado inscribirse en la tradición democrática y republicana de Chile.
Frente al balcón del Palacio de la Moneda citó como sus referentes desde los primeros pasos para hacer un estado de corte liberal con Balmaceda (1886-1891), la variante conservadora que dio origen al Partido Demócrata Cristiano con Eduardo Frei Montalva (1964-1979), hasta el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende (1979-1973), el retorno a la democracia con Patricio Aylwin (1990-1994) y los dos gobiernos de Michelle Bachellet (2006-2010 / 2014-2018).
El suyo es un liderazgo de izquierda que busca escuchar, reflexionar, convocar y generar el diálogo. Esto ha sido suficiente para ganarse el calificativo de “amarillo”, una expresión que los sectores más radicales de la izquierda chilena le han impuesto ante sus ponderadas posiciones, como la del 15 de noviembre de 2019, momento en que firmó el acuerdo que instó al gobierno de Sebastián Piñera para buscar una salida constitucional ante el estallido social, su discurso ante el empresariado, o la distancia tomada de los regímenes que lideran Nicolás Maduro y Daniel Ortega.
La nueva izquierda
Con sus 36 años y asumiendo el mando sin corbata, Gabriel Boric es el producto del acumulado entre la renovación de la izquierda y el ciclo ascendente de la movilización social en Chile.
En 2017 la victoria de Sebastián Piñera fue contundente: obtuvo la mayoría de los votos en 13 de las 15 regiones. Por su parte, la candidata de la izquierda, Beatriz Sánchez, del Frente Amplio, obtuvo el tercer lugar en primera vuelta, con el 20,7 % de los votos. Por eso, la unidad de la izquierda y la centro izquierda era necesaria, pero insuficiente, para llegar al gobierno.
Para que la izquierda chilena pudiera ser gobierno tuvieron que concurrir al menos tres factores: la superación de la matriz política que surgió de la Concertación –los partidos políticos que se agruparon para el retorno a la democracia en 1990–; el ascenso de una generación que desbordó los marcos establecidos incluso de sus propios partidos; y mayor sensibilidad para conectarse con nuevas agendas políticas: medio ambiente, diversidad sexual, feminismo, y superación del neoliberalismo.
De la rabia a la esperanza
La movilización social en Chile se ha extendido y masificado rápidamente. La exigencia de transformaciones política y estructurales, por ejemplo, pasó de ser el 19 % entre las demandas de las movilizaciones en 2009 y 2010, al 45 % en 2011 y 2012.
La movilización por la educación pública fue parte importante de la presión social que llevó a Boric al gobierno. Los hitos más importantes de estas movilizaciones fueron los siguientes:
- “Mochilazo”. Estudiantes de secundaria marchan por la educación pública y contra el modelo neoliberal.
- “Pingüinazo”. Estudiantes de secundaria, reconocidos así por sus uniformes, se movilizan por la educación pública, gratuita, y de calidad. De la “Revolución de los Pingüinos” surgen Gabriel Boric, Camila Vallejo –hoy ministra de Gobierno– y Giorgio Jackson –hoy secretario de la Presidencia.
- Movimiento estudiantil universitario. Los estudiantes salen a protestar contra el sistema educativo y logran las movilizaciones más importantes desde el retorno a la democracia.
- Asambleas Ciudadanas Territoriales. Aunque surgió en Magallanes, la región que elegiría a Boric como diputado, esta fue una movilización nacional de tipo urbano, territorial y por mayor descentralización.
- Movimiento feminista. Las chilenas salen a las calles para exigir protocolos en las instituciones educativas contra el acoso y educación no sexista. También buscaron, entre otras reivindicaciones, hacer del acoso y la violencia de género un asunto público, o aprobar el aborto libre y gratuito.
- Estallido social. El 18 de octubre, Santiago de Chile fue escenario de la que sería la más grande rebelión social después de la dictadura. Lo que nació como un rechazo al alza de los pasajes en el trasporte público, se convirtió en una extensa protesta nacional que incluyó 10 de las 16 regiones. Se produjeron violaciones de los derechos humanos, que incluyen 461 víctimas de laceraciones en los ojos, y esto provocó una crisis en el gobierno de Piñera que resultó en un cambio de gabinete y después en una convocatoria a una nueva constituyente gracias a la presión parlamentaria de la oposición.
La primera transición a la democracia
A partir del plebiscito de octubre de 1988, Chile empezó una transición a la democracia, que es considerada como un caso exitoso.
Entre 1990 y 2019 se llevaron a cabo elecciones periódicas, se permitieron libertades públicas, entre ellas el derecho a la movilización social, la libertad de prensa, y se introdujo un sistema parlamentario. Podría decirse, en síntesis, que fue esta una transición política a la democracia con crecimiento económico.
Según el Banco Mundial, Chile fue una de las economías con mayor crecimiento y redujo la pobreza del 26 % en 2000 al 7,9 % en 2015. La industria agrícola, pesquera y de cobre hicieron del país austral un caso positivo de transición a la democracia.
El gobierno de Boric tiene el desafío de gestionar la indignación social, materializar la esperanza surgida con su gobierno, y propiciar el diálogo constante entre toda la sociedad chilena.
Bajo este manto de exitosa transición a la democracia se agudizó la desigualdad social y se hicieron visibles los limites institucionales de la transición. Chile es el país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con las universidades públicas más caras. El 50 % de los pensionados reciben 200 euros al mes. Además, desde el punto de vista institucional, la transición se rigió por la Constitución de 1980, creada bajo la dictadura.
La segunda transición: un nuevo contrato social
El estallido social de octubre de 2019 marcó el punto de inflexión que mostró un contrato social resquebrajado. Todo indicaba que era hora de un nuevo pacto colectivo. En efecto, el crecimiento económico había sido incapaz de mejorar las condiciones de vida de la población, y las protestas mostraron que el gobierno no dudaba en violar los derechos humanos para mantener el orden.
En Chile existen tres condiciones que hacen posible una segunda transición que, con el gobierno de Boric, inicia:
- El cambio generacional. La de Boric es una generación que nació a finales de la década de los ochenta, que no vivió de manera directa la dictadura, pero sufrió los estragos de las bases económicas neoliberales que dejó.
- La existencia de serias desigualdades que el mercado no resolvió y que desencadenaron el ciclo de movilización que llegó a su punto máximo con el estallido de 2019.
- La conformación de un bloque político y ciudadano que impulsó, en el parlamento y las calles, el derrumbe del último rezago que quedaba de la dictadura: la Constitución de 1980.

Los retos del nuevo gobierno
El gobierno de Boric tiene el desafío de gestionar la indignación social, materializar la esperanza surgida con su gobierno, y propiciar el diálogo constante entre toda la sociedad chilena. Los retos del nuevo gobierno pueden agruparse en los siguientes temas:
- La nueva Constitución. El gobierno de Boric deberá lograr consensos para aprobar la nueva Constitución en el Plebiscito de Salida el próximo 12 de junio. Establecer un nuevo horizonte político exige garantizar derechos universales, poner fin al neoliberalismo, proteger la democracia y descentralización.
- Los privilegios de las Fuerzas Armadas. Boric debe impulsar medidas para superar el autoritarismo en la nueva Constitución: garantizar mayor control civil, tanto para prevenir casos de corrupción como para evitar violaciones de los derechos humanos; y adelantar los procesos judiciales por violaciones a estos derechos con una nueva cúpula militar que asumió en los días finales del gobierno de Piñera.
- No desatender a la ciudadanía de derecha. José Antonio Kast, marginal en los comienzos, mostró que puede representar con efectividad a un sector de la sociedad que se opone a los cambios, y que, aunque no apoya la dictadura de Pinochet, quiere la continuidad de su Constitución.
- Estabilidad de la coalición de gobierno. La coalición de Boric es diversa e incluye mujeres, personas provenientes de movimientos sociales y diferentes generaciones. La oposición al gobierno al nuevo presiente puede provenir de la misma izquierda, ante el incumplimiento eventual de los cambios exigidos.
- Responder a la agenda feminista, verdad y justicia ante la violación de los derechos humanos. Además, deberá responder a las víctimas de la violencia ejercida por la fuerza pública y a los empresarios y comerciantes que fueron afectados por el estallido social, lo cual no será fácil.
- El equilibrio entre el orden y el diálogo en el conflicto violento de la Araucanía. En su discurso de posesión, Boric hizo visible el lugar histórico de los Mapuches, la necesidad de reconocer su despojo histórico y de reconstruir la confianza mediante diálogos que conduzcan a la paz.
- Configurar un nuevo bloque progresista en América Latina: la presencia de Gustavo Petro, Álvaro García Linera y Gioconda Belli en la posesión de Boric muestra las nuevas alianzas regionales que tratará de construir el nuevo gobierno chileno.