Pronto llegará el 21 de diciembre, fecha que coincide con el final de ciclo de 5125 años en el preciso calendario maya. La perspectiva antropológica suministra argumentos para interpretar el fenómeno mismo y el sentido del fin, una necesidad humana.
Elías Sevilla Casas*
¿Fecha fatídica o nuevo comienzo?
Durante 2012 han sido múltiples las referencias al “fin del mundo predicho por los mayas” o, en términos algo más neutros, al “fenómeno 2012”. Esas referencias se adornan -con mucho más dramatismo del que se dio en vísperas del “fenómeno 2YK” o cambio de milenio- de alusiones a catástrofes, colisiones con agujeros negros, alineamientos únicos de los astros (malignos o benignos), tormentas de rayos cósmicos, modificación del equilibrio magnético y visitas de alienígenas.
a![]() Los mayas antiguos fueron excelentes astrónomos y avezados astrólogos. |
Se está hablando también de cambios súbitos en la conciencia humana, de aumento de la telepatía y de comprobación del beneficio derivado de “los vuelos” psicodélicos y místicos, lo mismo que de la eficacia de la astrología.
Esas menciones tenderán a aumentar a medida que se acerque el 21 de diciembre, porque se espera que ocurra para entonces la batalla final Armagedón, según el Apocalipsis, términos judeo-cristianos asociados con la escatología (“el evento último”) que nos espera.
Según otros, alineados con la Nueva Era (New Age) o con movimientos parecidos, no habrá angustia creciente, sino esperanza porque el mundo cambiará finalmente para bien de todos y de todo, de espíritu y materia: habrá “convergencia armónica”, no sólo de los astros, sino de los otros agentes humanos y no humanos. La Nueva Era tiene fuerte influencia astrológica — aparte de la psicodélica — y ambas se han conectado activamente con el “fenómeno 2012”.
Otro de los motivos de esta conexión es, sin duda, que al parecer los mayas antiguos fueron excelentes astrónomos y avezados astrólogos: no sólo estudiaron con éxito el movimiento de los astros, sino que tuvieron creencias y practicaron rituales que relacionaban ese movimiento astral con los fenómenos humanos puramente terrenales. También practicaron el uso ritual y social, culturalmente controlado, de algunos psicotrópicos, como otros pueblos indígenas de América.
El 13-Baktún
Lo que conocemos con seguridad científica en relación con el evento 2012 hace parte de lo poquísimo — el 1 por ciento del 1 por ciento, dice un especialista — que los arqueólogos han logrado recuperar de los vastos conocimientos que los mayas antiguos, cuya civilización floreció entre el 320 y el 987 d.C., pudieron haber plasmado en documentos y monumentos que se perdieron en la humedad de las selvas centroamericanas.
Tan sólo son tres los códices que se recuperaron, algo así como nuestros almanaques: entre ellos el código de Dresden. A partir de estas y de otras fuentes escasas, se ha logrado descifrar la información que permitió reconstruir la Cuenta Larga: un modo de contar el tiempo en forma cuasi–lineal, a partir de un evento inicial.
Como se sabe, muchos pueblos de la Tierra han inventado calendarios, o modos de registrar el decurso del tiempo, sea en forma lineal (como nuestra “flecha del tiempo” a partir del Big-Bang), sea en forma circular, o en forma mixta.
En Wikipedia cualquier interesado puede identificar más de cincuenta de estos calendarios todavía en uso y unos quince arcaicos, lo mismo que mirar muchos detalles actualizados sobre La Cuenta Larga y el 2012.
Parece que la Cuenta Larga, a la que pertenece la unidad de tiempo llamada B’ak’tun, era mixta: iba hacia adelante a partir de un punto cero y tenía ciclos. Nos interesa aquí el de 13º de esos ciclos, que se inició en un momento preciso que se ha podido armonizar con el calendario gregoriano. Los mayas lo llamaron “4 Ajaw, 8 Kumk'u” y corresponde exactamente a la fecha del 11 de agosto del 3114 antes de Cristo.
Baktún, como lo llaman hoy en Guatemala, es una de las medidas de ese complejo y preciso calendario llamado Cuenta Larga, usado por los mayas prehispánicos, pero que posiblemente es de origen olmeca, una civilización que los antecedió en la región.
Un baktún se compone de 20 katunes, cada uno de éstos de 20 tunes, y a su vez un tun equivale a 18 uinales. El uinal tiene 20 kins o días, es decir equivale al mes en nuestro sistema de milenios, siglos, años, meses y días.
La era a que se refiere “la profecía maya”, cuando se cumple el ciclo “13-Baktún” (escrito 13.0.0.0.0, es decir 13 baktunes, 0 katunes, 0 tunes, 0 uinales, 0 días) tiene una duración de 5.125 años. Como se inició en el punto cero llamado “4 Ajaw 8 Kumk’u”, el ciclo entero termina el próximo solsticio de invierno en el hemisferio norte, es decir, el 21 de diciembre de 2012. Tal punto cero en el tiempo equivale en cierta forma al adoptado por nuestro sistema gregoriano de conteo del tiempo: se asocia con la presunta fecha del nacimiento de Jesús de Nazareth.
Cuenta Larga, contracultura y academia
En 1897, Joseph Goodman — a partir del análisis de códices maya— publicó por primera vez detalles de un sistema de conteo lineal del tiempo, o calendario, llamado Cuenta Larga, usado por este pueblo junto con otros calendarios, de naturaleza más corta o circular.
![]() La interpretación apocalíptica popular de la fecha decembrina cobró fuerza a partir de la lectura imaginativa de una frase del renombrado mayanista Michael Coe. |
El conteo largo tenía entre sus unidades temporales mayores el baktún, equivalente a 144.000 días o 394,3 años solares. Desde muy antiguo se habían hecho especulaciones sobre el apocalipsismo maya, pero sólo a comienzos del siglo XX algunos autores atribuyeron rasgos escatológicos al código maya de Dresden, uno de los tres que actualmente se han recuperado y estudiado.
En 1951, la astrónoma Maud Makemson llamó la atención sobre el posible gran interés que suscitaría el término del ciclo maya llamado “13 – Baktún”. Al correlacionar ese conteo con el del calendario gregoriano, descubrió que termina en diciembre de 2012.
La interpretación apocalíptica popular de la fecha decembrina cobró fuerza a partir de la lectura imaginativa de una frase del renombrado mayanista Michael Coe, de la Universidad de Yale, quien en su conocido libro Los Mayas, de 1966, escribió: “en el día final del decimotercer b'ak'tun, el Armagedón podría sorprender a la degenerada gente de este mundo y a toda creación”. Pudo ser que el doctor Coe escribiera la frase bajo efectos del temor suscitado por el precario equilibrio de la Guerra Fría, puesto en evidencia en 1962 con la crisis de los misiles en Cuba.
El tema alimentó la imaginación de autores como Erich von Däniken, que hizo interpretaciones fantásticas, algunas alienígenas, en obras muy difundidas como el video Los carros de los dioses (1968).
Durante los 1970, se propagó una fuerte onda de experimentación y de misticismo psicodélico, no muy bien diferenciados de la investigación científica convencional, particularmente en el campo de la arqueología, que interpretaba códigos y huellas del pasado, y de la antropología que exploraba, por vivencia directa, la condición chamánica, inducida por drogas naturales o sintéticas.
Un caso célebre fue el de Carlos Castañeda, cuyos famosos libros en torno a don Juan, un chaman tolteca, inundaron la imaginación de la juventud de la época (aunque también fueron considerados un fraude por no pocos).
En esta onda entraron, según una revisión crítica reciente del antropólogo John W. Hoopes de la Universidad de Kansas, autores directamente interesados en el “fenómeno 2012”, que a esas alturas ya tenía conexiones con documentos de cultura diferentes de los mayas, como el clásico chino I Ching.
Entre los autores con credenciales académicas que generaron directamente lo que Hoopes llama “la mitología del 2012” están “los psiconautas” Terence y Dennis Makenna, José Argüelles y Frank Waters.
Posteriormente entraron al círculo de académicos que especulaban con el fenómeno y su vínculo astrológico autores como Linda Schele, David Freidel, John Major Jenkins, Carl Callahan y David Pinchbeck, éste clasificado por la Revista Rolling Stones como “de la élite psicodélica”.
Posición pragmática de los mayas de hoy
Para algunos indígenas guatemaltecos de hoy la terminología de la Cuenta Larga no resulta extraña. Por ejemplo, un analista político escribe — con referencia a la candidatura presidencial de Rigoberta Menchú que se presentó y fracasó en 2007 — que el movimiento indígena de base la tenía pensada para 2011, a fin de hacerla coincidir “con el cambio de katún que se daría en el 2012”.
Si anticipar en qué fecha termina un ciclo dentro de un sistema riguroso de conteo es hacer “profecía”, cualquiera que sepa contar resulta ser profeta. Los mayas antiguos sabían contar a la perfección y, por tanto, su “profecía”, sin visos apocalípticos, podría ser un simple anuncio de cambio de ciclo: la “profecía” diría trivialmente “en tal punto de tal secuencia temporal termina un ciclo y comienza otro”.
Ocurre como cuando nosotros –algunos sin mucho aspaviento escatológico, aunque sí con cierta emoción y de pronto con algo de celebración excepcional—vimos que el 31 de diciembre de 1999 terminaron el siglo XX y el segundo milenio, y comenzaron el siglo XXI y el tercer milenio.
Pues bien, esta interpretación del cambio de ciclo largo en el calendario maya –con un buen sentido de sabiduría y llamado al renacimiento moral—es la que nos da el líder espiritual de los actuales mayas, quien es a la vez el presidente del Consejo Continental de los Pueblos Indígenas de América.
Transcribo literalmente lo que dijo Alejandro Pérez Oxlaj, o Wakatel Utiw (Lobo Andante) como se llama en lengua quiché, en una entrevista reciente realizada por un conocido investigador del “fenómeno 2012” ya mencionado, Carl Callaway, de la Universidad La Trobe, en Australia:
“A todos los hermanos donde llegue este mensaje que estoy hablando con ustedes. Estas palabras no son míos. Es de los abuelos. La profecía de los mayas está… en el tiempo 12 baktúm, 13 ajaw, el regreso de los abuelos, el retorno de los hombres sabios. Que amanezca, que llegue la aurora. Para que los pueblos tengan paz. Sean felices.
Les dejo este mensaje: que no se tomen gran miedo al mundo. Al llegar ese tiempo es como el cambio de año nuevo. Hoy es 31 de diciembre mañana primero de enero. Feliz Año Nuevo.
Y así va a ser cuando llegue ese día. Porque no es la primera vez que pasa. Cuántas veces ha pasado cuando nuestros abuelos prepararon sus calendarios para todo un período de sol. Pasó otro período de sol. Se están dando cuenta de que cada cinco mil doscientos años que llega. Hoy estamos hablando del cuarto período de sol. No es la creación del mundo. Es el momento cuando perfeccionaron todos sus calendarios. Entonces entró en acción como si fuera una nueva constitución. Así que hace miles y miles de años atrás. No es cosa nueva sino que esperamos la voluntad del padre y no tengan miedo mis hermanos. No crean todo lo que dicen esos hombres mentirosos que no son mayas. Vienen a atemorizar al mundo.”
Estos mayas son descendientes de los antiguos usuarios de La Cuenta Larga, quienes sufrieron una catástrofe demográfica notable antes de la llegada de Colón a América. Ese desastre, cuyas causas no se han precisado bien, dejó abandonada su maravillosa red de ciudades en medio de la selva.
Tras la Conquista, la Colonia y las repúblicas discriminadoras y racistas profundizaron el desastre y el sufrimiento de los sobrevivientes. Sólo a fines del siglo XX, iniciaron un proceso de recuperación demográfica, social, política, económica y cultural junto con los otros pueblos indígenas de América.
Estos pueblos reviven y actualizan hoy sus milenarias cosmologías y, en tal proceso, vuelven a celebrar los ciclos anuales y supra-anuales de sus calendarios, muchos de ellos asociados al decurso anual del padre sol.
Por ejemplo, en 2005, con motivo de la rogativa del equinoccio de otoño (Argentina, 2005) el mismo don Alejandro participó con sus consejos al lado de don Valentín Mejillones, anciano líder de los aymaras. Este sabio anciano hizo entonces un pronunciamiento semejante:
“Hemos venido con un mensaje de paz de nuestros antepasados. La naturaleza está enferma y el hombre está enfermo… El volver a los orígenes, el renacer, es necesario. ¿Cuándo ocurrirá esto? Cuando todos volvamos a ser iguales, cuando no existan ni ricos ni pobres, ni naciones poderosas ni débiles.
En la cosmovisión aymara, pueblo al que pertenezco, no existe la palabra raza. Todos somos uno y uno es todo. Esto quiere explicar el equilibrio con el medio y con el cosmos y, a la vez, señalar que el hombre no puede vivir aislado de lo que lo rodea, y lo que lo rodea también vive en él”.
En el panorama sociopolítico de Latinoamérica hay signos de cambio asociados con esta revitalización indígena que, como dije, está reconocida por la letra de las nuevas constituciones nacionales. Más aún, algunas de ellas como las de Bolivia y Ecuador, han introducido la frase “Vivir Bien” en su articulado (“suma qamaña” en aymara, “sumaj kawsay” en quechua) como síntesis de sus programas de renovación ética y política.
La necesidad humana de ciclos, inicios y finales
El apocalipsismo es la manifestación dramática de una tendencia, por no decir necesidad, muy humana y muy antigua. Es una práctica inserta en la más amplia de establecer complejos culturales bajo el formato inicio–acción–final, creación–desarrollo–cierre: la obra literaria, en particular la novela, es un buen ejemplo.
Así lo muestra un bello librito escrito sobre el tema por el crítico literario Frank Kermode con el nombre de “The sense of an ending” (El sentido de un final): los humanos necesitamos crear “ficciones”, visiones del mundo, que impongan “orden” en el caos de la existencia.
Las de Borges, por ejemplo, han sido memorables como lo es la búsqueda que de ellas hizo el poeta filósofo Wallace Stevens. Si se endurecen y se niegan a cambiar, estas ficciones degeneran en mitos; si se mantienen conscientes de su provisionalidad y “como si”, son admirables y muy fértiles.
El cierre de un ciclo para iniciar uno nuevo es parte de este juego universal del sentido que damos a los procesos, sean ellos cósmicos o sublunares. En el caso presente estamos ante el aprovechamiento, por parte de los agentes humanos, bien conectados hoy por internet y la comunicación global, de la circunstancia del final del ciclo “13-Baktún” de los mayas.
La podemos usar para anticipar un cierre y, con el cierre (en el caso de la versión positiva), avizorar y procurar un nuevo amanecer, el de un ciclo que nace. En la larga historia del apocalipsismo que nos cuenta Kermode ha habido exageraciones, unas más ridículas que otras, pero no se puede negar que “el sentido de un fin” es parte de nuestras “ficciones”, aquellas que nos ayudan a pensar y “vivir bien” el mundo en que nos encontramos.
Cada año y cada ciclo traen sus angustias y motivos de esperanza. Así, en el orden global y durante 2012, nos hemos conmovido por fenómenos no sólo de naturaleza planetaria física (como el calentamiento global), sino económica, política y moral (como la indiferencia de los poderosos ante tal calentamiento, “la primavera árabe”, la crisis financiera europea, o el movimiento de “los indignados”).
Sí, algo podemos hacer, por lo menos en la línea modesta y realista que aconsejan los nada apocalípticos maestros indígenas cuyos mensajes cité más arriba. El 13-Baktún se convierte en un motivo más para revisar cómo vamos y hacia dónde. Las constituciones nacionales hablan de igualdad, pero poco se ha avanzado en llevar sus mandatos al plano de las ejecuciones.
Por ejemplo, hace poco los colombianos celebramos los 20 años de la Constitución de 1991 que habla de igualdad en el disfrute de los derechos básicos individuales y colectivos. En la celebración no pudimos menos que contrastar este anhelo generalizado frente a la cruda realidad: Colombia sobresale entre los países del mundo por sus escandalosos índices de desigualdad socioeconómica.
Si en algo ayudara el cambio de ciclo de los mayas para reducir esta vergüenza, bienvenido el “fenómeno del 2012” y su consiguiente nuevo amanecer.
* Ph.D., Universidad del Valle, Cali.