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La economía enferma y los doctores ciegos

Escrito por Angelica Zambrano
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¿Estará llegando a su fin la bonanza de materias primas? La economía requiere atención de urgencias, pero la reforma tributaria se reduce a subsidiar al capital, asfixiando las rentas del trabajo. Ni empleo ni equidad.

Hace algunos meses describí en una columna la situación económica nacional, que lejos de mostrar el crecimiento económico sostenible terminaba caracterizándose por sufrir una tremenda enfermedad holandesa en plena crisis económica mundial, la actual propuesta de reforma tributaria termina agravando la situación: una burbuja alrededor de los recursos naturales que comienza a desinflarse.

La economía colombiana comienza a sufrir coletazos más fuertes de la crisis mundial; a su vez, víctima del radicalismo neoliberal que termina generando profundos desequilibrios financieros. Sobre todo, la crisis en los sectores productivos que dinamizan la economía real y que por ende son generadores mayores de empleo.

¿Será una casualidad que Interbolsa termine quebrándose por apalancar el precio de las acciones de Coltejer y Fabricato? No, la recesión en los renglones industriales del país, en especial en el sector textil, vienen de registrar balances negativos hace más de cuatro meses. El país viene desindustrializándose paulatinamente a partir de un crónico déficit del sector privado, en especial de lo poco que queda en industria nacional que solo está marcando pérdidas.

Pero la situación no para allí, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) repitió en el Foro de Competitividad lo que muchos preveníamos, el fin del ciclo de la economía de los commodities (materias primas) en especial del petróleo y la minería, situación que se ve claramente en la cotización en la Bolsa de Valores de las empresas petrolera en el 2012: Petrominerales ha disminuido alrededor del 40% y Pacific Rubiales el 30%. Escenario que empeora con la tendencia a la baja del barril.

La solución a los riesgos que implican esta situación para el Gobierno de Santos hace parte de la misma receta neoliberal; desmontar impuestos a las rentas de capital, así como disminuir salarios y garantías laborales con la excusa de generar empleo.

Así, por ejemplo la actual reforma tributaria elimina los impuestos parafiscales y disminuye el impuesto de renta del 33% al 25%, a pesar de que este impuesto cuenta con más de 50 exenciones según informes del Banco Mundial.

Razonamiento fuera de toda lógica, en primera medida porque la mayor rentabilidad no está relacionada con el empleo. La generación de nuevos empleos está vinculada con la capacidad de aumentar la productividad, y solo se aumenta la productividad cuando hay mayor consumo, situación que en algún momento se generó a partir de la flexibilización del crédito financiero y que el Banco de la Republica tuvo que intervenir subiendo las tasas de interés por el temor concreto de una posible crisis hipotecaria a partir de la saturación del endeudamiento familiar.

Por otra parte, si el salario mínimo fuera lo más bajo posible ¿Será que aporta al pleno empleo de la sociedad colombiana? Probablemente habría más empleos, pero con consecuencias sociales nefastas que rayan en la esclavitud. Incluso, la historia ha demostrado que esta medida es económicamente inviable, porque produce un exceso de mercancías que no están al alcance de los consumidores, como ocurrió en la Gran Depresión.

Gravar a las clases media e incluso media–alta con el impuesto de renta, así como seguir ampliando la base tributaria de las clases pobre y media a partir del establecimiento del IVA aumentarán los precios de la canasta familiar; un ejemplo tácito de esta reforma son los reclamos de FENAVI al Gobierno Nacional por la propuesta de gravar el pollo y todos sus derivados, constituyen una medida que alimenta la desigualdad social en el país.

En resumidas cuentas y como bien lo plantea Eduardo Sarmiento: “Subsidiar las rentas del capital para disminuir las rentas del trabajo”. El déficit fiscal lo terminan pagando los derechos fundamentales del pueblo colombiano, mientras que los monopolios les siguen adicionando más gabelas.

Gabelas cuya justificación es la confianza inversionista como motor de desarrollo del país, argumento pobre teniendo en cuenta la relación de lo que sale y entra. En un estudio realizado por el profesor de la Universidad Nacional Martin Moreno Rivas se demuestra que “entre 2000 y 2011, la extracción de rentas fue en aumento, pues pasó de 28 dólares por cada 100 dólares de inversión extranjera en 2002 a 107 dólares en 2011: un balance nítidamente negativo para la economía nacional”.

Lo dicho: la economía enferma y los doctores ciegos, y no hay peor ciego que el que no quiere ver. Así que será tarea ciudadana corregir el rumbo y tumbar esta iniciativa de reforma tributaria.

* Proyecto Gramalote.

 

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Juan Felipe Harman Ortiz*
 

 

 

 

 

 

 

 

 

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