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Colombia y la OECD: tareas pendientes

Escrito por Jaime Acosta
Jaime Acosta

La aspiración de pertenecer al “club de los mejores” tiene que corresponderse con una política efectiva en materia de desarrollo e innovación, y en ninguna de las dos áreas salimos bien librados.

Jaime Acosta Puertas*

No es el club de los mejores

El proceso de inclusión de Colombia en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) no será fácil, pero tampoco será imposible, porque si bien en este grupo están algunos de los países “más importantes”, también están otros que no lo son tanto: en el grupo hay de todo.

De hecho hasta podría decirse que la OCDE no es más que un grupo de países que comparten ciertos principios sobre el crecimiento de sociedades de mercado.

Por tanto, ser parte de la OCDE no “es ingresar a ese grupo de los mejores y competir en ese grupo de los mejores”, como dice el presidente Santos. Si lo fuera, no se entendería qué hacen allí países como Grecia, o incluso México, que no es ningún modelo de economía emergente, sino un país maquilador, con escasa inversión en innovación, y que no ha podido desarrollar una base productiva nacional que complemente las transnacionales de alta tecnología.

Candidatos como Colombia tampoco son un paradigma de sociedad porque su modelo de crecimiento no les permite dar un salto de calidad como economía, como sociedad y como Estado.

Sin embargo, los mínimos que exige la OCDE pueden ser útiles para que Colombia mejore un poco, aunque eso mismo se haya dicho sobre la modernización del Estado cuando se hizo la apertura económica de los años 90.

Los hechos nos indican que ahora se tiene una Nación más quebrada, institucionalmente debilitada, y donde los factores principales de desarrollo, como la educación, la investigación y la innovación, el desarrollo productivo y las autonomías regionales, muestran rezagos muy severos.

Pronunciamiento Santos
Foto: Presidencia de la República Conversatorio
entre el presidente Santos, 
el secretario general de
la OCDE, 
Ángel Gurria y medios especializados.

Rezagos de Colombia

No obstante el estilo diplomático propio de los organismos internacionales,  el informe  de la OCDE recientemente presentado al gobierno colombiano hace un buen diagnóstico y formula una batería de propuestas bien concebidas. Estas recomendaciones son tantas y de tan profundo calado, que parecería que Colombia no hubiera hecho casi nada durante  los pasados 50 años.  

Para nadie es un secreto que existe un círculo virtuoso entre elevadas y sostenidas inversiones en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i en adelante), calidad y pertinencia de la educación, transformación productiva (cambio estructural), y crecimiento del PIB.

Pero en Colombia las políticas de investigación muestran magros resultados, y por tanto los desafíos son monumentales. La inversión de Colombia en ciencia, tecnología e innovación (CTeI en adelante) es de las más bajas que pueda registrar una incipiente economía emergente: a duras penas alcanza el 0,2 por ciento del PIB, y en el supuesto de alcanzar el 0,4 o el 0,5 con las regalías, seguiría siendo reducida, y por tanto con escasa incidencia sobre el crecimiento de la economía y sobre la transformación de la sociedad, la cultura y el Estado.

Durante los últimos 50 años, Colombia ha tenido un crecimiento promedio anual del 3,5 por ciento, y algunos periodos más cortos con promedios entre el 3,8 y el 4,0 por ciento (como el que se registra en los últimos años), a punta de una política macroeconómica que ha sabido preservar los equilibrios fundamentales.

Pero al mismo tiempo, Colombia ha sido un modelo de política macroeconómica ortodoxa que no tiene ni la capacidad, ni la comprensión, ni la orientación, para que la economía emprenda un desarrollo heterodoxo con altos crecimientos, que facilite y se complemente con una política industrial y de innovación.

Es decir, Colombia ha tenido un ramal de políticas incompletas para sostener un crecimiento mediano sin sobresaltos, pero no para lograr un proceso acelerado de desarrollo.

OCDE conversatorio
Foto: Presidencia de la República
Discurso del presidente Santos ante la llegada del
secretario general de la OCDE.

Sin política industrial ni de innovación

La famosa frase de los inicios de la apertura, según la cual “la mejor política industrial es una buena política macroeconómica”, llevó a un conjunto de medidas que se llevaron por delante la ciencia y la tecnología y descuidaron una educación acorde con las necesidades de transformación productiva, surgimiento del espíritu emprendedor, avance gradual de autonomías territoriales a partir de una política nacional de desarrollo regional, y creación de instituciones incluyentes.

Estas debilidades reflejan también unas políticas de CTeI que tienen buenas intenciones y están bien formuladas, pero no logran resultados. No por faltas de diseño sino porque los recursos han sido escasos e intermitentes, lo cual hace imposible contar con un sistema de innovación sólido y en articulación permanente entre los actores. Esto se debe a que no existen una visión y unas políticas de desarrollo de largo plazo, entre ellas, la de innovación.  

La innovación implica establecer una relación virtuosa con una política industrial de nuevo tipo, pero también implica renovar las políticas sociales, y un rediseño del Estado para que sea más que un simple agente regulador.

La innovación es transversal y a menudo consiste en procesos sencillos, pero también y ante todo con los procesos de alta complejidad y sofisticación que permiten dar saltos en calidad y en cantidad a las sociedades que los llevan a cabo.

La diferencia entre los países asiáticos y Colombia estriba en que aquellos han crecido más y durante periodos más largos, simplemente porque han vivido un proceso sostenido -de más de sesenta años- de transformación de su aparato productivo, desarrollando capacidades en investigación y en innovación, y en la construcción de instituciones incluyente.

Mantener una tasa tan baja en CTeI como lade Colombia hace que la brecha con los países avanzados y con los nuevos emergentes sea cada vez más amplia.

Esos países -y también otros como Israel- han pasado de la producción primaria a las industrias livianas, y luego a las de consumo de mayor complejidad, al tiempo que desarrollaron los sectores de bienes de capital y de bienes intermedios.

Cuando no lo hicieron en estos últimos, optaron por dar un salto a actividades de nuevas tecnologías y a formar sistemas densos de producción y de innovación, lo cual explica por qué su tasa de inversión en I+D+i es incluso más alta que la de los países avanzados, pues buscan cerrar las brechas tecnológica y de productividad.

También así lo ha entendido Brasil, y por esos su inversión en investigación supera el 1 por ciento del PIB, y en el estado de Sao Paulo está cerca del 2 por ciento.

Mientras tanto, mantener una tasa tan baja en CTeI como la de Colombia hace que la brecha con los países avanzados y con los nuevos emergentes sea cada vez más amplia. Peor todavía: el Estado colombiano no hace nada para evitar que ese rezago aumente de manera exponencial.

El informe de la OCDE deja clarar las carencias de la política de Colombia en este respecto:

– No hay una estrategia en sectores productivos de alta tecnología;

– Tampoco la hay para desarrollar una industria y la innovación en sus inmensos recursos biológicos;

– No existe una política de CTeI en áreas tecnológicas estratégicas relacionadas con los sectores productivos;

– No existe política nacional de emprendimiento dentro de la cual se inscriban INNpulsa (la unidad del gobierno nacional creada para promover la innovación empresarial) y el Fondo Emprender  para ex alumnos del SENA.

– No hay una potente institucionalidad de CTeI en las regiones, con excepción de Medellín y ahora de Antioquia;

– El sistema educativo no tiene una orientación definida hacia el fomento de la creatividad, de la innovación y del emprendimiento para que el recurso humano ligado a las universidades, además de adelantar funciones académicas, pueda emprender proyectos productivos innovadores, conocidos unos como spin off (proyectos innovadores para el desarrollo en las empresas) y otros como start ups (nueva generación de empresas innovadoras de alto valor agregado en sectores de media alta y de alta tecnología).

Las comparaciones nos dejan mal parados

Haciendo un símil entre las economías asiáticas y la colombiana, lo que esta última ha hecho en sesenta años, aquellas lo hicieron en veinte, entre 1950 y 1970. Y lo que han hecho Brasil y Chile en los últimos treinta años es lo que Colombia no ha logrado en sesenta.

Chile, con un PIB menor que el de Colombia, invierte el doble en CTeI, y Brasil, con una economía seis veces más grande y con una población cuatro veces mayor, invierte enCTeI, treinta veces más que nosotros.

Chile, con un PIB menor que el de Colombia, invierte el doble en CTeI, y Brasil, con una economía seis veces más grande y con una población cuatro veces mayor, invierte en CTeI, treinta veces más que nosotros.

Como resalta el informe de la OCDE, durante los últimos sesenta años, salvo bajo el gobierno de Carlos Lleras (1966-1970), nunca se le ha dado prioridad al conocimiento y a la creatividad para formar una sociedad productiva, innovadora e incluyente.

Este panorama desacompasado entre políticas de desarrollo y políticas de investigación para la innovación no permite vislumbrar un futuro de éxitos para el posconflicto, pues solo nuevas políticas para el desarrollo permitirían a Colombia dar un salto de calidad en su senda de crecimiento.

* Consultor e investigador independiente C&I.

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