Ante niveles muy bajos de educación y la posibilidad de percibir buenos ingresos y subsidios, resulta sensato prestar servicios informales con alta demanda. La solución pasa por elevar masivamente las competencias de los trabajadores.
Jaime Tenjo G.
Visible e invisible
Cualquiera que camine por las calles de una ciudad importante en Colombia nota la gran cantidad de personas que tratan de obtener su sustento mediante actividades en el espacio público: vendedores ambulantes, lustrabotas, maromeros, vendedores de minutos… Todas estas actividades —que en general reconocemos como informales— ya son parte del paisaje urbano.
![]() Las diferencias por género, en cuanto a informalidad, no son tan grandes. Foto: ambulantesenbogota.blogspot.com |
Lo característico de aquellas personas es trabajar en lo que llamaríamos los sectores del comercio y de los servicios. Algunos gobiernos municipales han tratado de erradicarlas, en general con un éxito muy limitado y siempre temporal.
Sin embargo, la informalidad no termina aquí. Estos son los informales visibles. Hay otros menos evidentes y más vulnerables aún, en mi opinión: aquellos que trabajan en actividades de producción, de manera independiente o mediante acuerdos laborales muy informales, como contratos verbales.
Quiénes son los informales
Las estimaciones que se presentan a continuación [1] indican que en el año 2010 aproximadamente el 66 por ciento de la población ocupada en las áreas urbanas era informal, porque no hacían contribuciones a seguridad social (salud y pensiones) [2].
La informalidad no afecta a toda la población de la misma manera:
- Como se puede ver en el cuadro anterior, la informalidad es especialmente alta entre las personas con bajos niveles educativos (trabajadores no calificados), pero no tan predominante entre quienes tienen educación superior.
- También hay una relación entre la informalidad y el ciclo de vida: como lo ha señalado Hugo López, los jóvenes tienen una alta tasa de informalidad, pero a medida que envejecen, muchos de ellos ingresan al sector formal. Finalmente, después de cierta edad salen del sector formal para iniciar sus propios negocios informales, ya con el conocimiento que les ha dado la experiencia de trabajar en sectores formales.
- En promedio, los hombres registran una tasa de informalidad ligeramente menor que las mujeres, pero hay grupos de población donde la situación es la contraria. Por ejemplo, entre las personas con educación superior o en edades superiores a los 30 años. Las diferencias por género, en cuanto a informalidad, no son tan grandes.
Dos teorías
¿Por qué hay tanta informalidad? No es fácil contestar esta pregunta, porque son muchas las razones. En la literatura sobre el tema hay muchas explicaciones que en general pueden clasificarse en dos grandes tendencias:
El 66 por ciento de la población ocupada en las áreas urbanas era informal, porque no hacían contribuciones a seguridad social (salud y pensiones).
- Un grupo de analistas concibe la informalidad como resultado de la incapacidad del sector formal para crear un suficiente número de empleos. Algunos aspirantes consiguen empleo formal, con los beneficios que estos puestos conllevan (acceso a seguridad social, protección de la legislación laboral, etc.) pero quienes no lo logran deben ir a la informalidad, en donde las fuerzas de los mercados determinan las condiciones de trabajo y el ingreso de las personas. En este planteamiento los informales se ven como víctimas de las circunstancias. La implicación para efectos de política es la necesidad de aumentar la capacidad del sector formal para crear empleos. Esto a su vez implica, entre otras muchas cosas, disminuir los costos laborales en el sector formal: mantener bajo el salario mínimo, abolir las contribuciones parafiscales…
- El segundo grupo de explicaciones presenta la informalidad como una decisión deliberada de los trabajadores mismos, a partir de su propia estimación de costos y beneficios. Los trabajadores serían agentes racionales (no víctimas), que escogen la mejor opción entre las alternativas disponibles. Quienes optan por la informalidad lo hacen porque encuentran que los beneficios netos de dicha alternativa son mayores que los de la formalidad [3]. Por ejemplo, para estas personas los ingresos que reciben (que en general están libres de impuestos) más los subsidios como el SISBEN, probablemente superan los costos de la informalidad. Las medidas de política que sugiere este enfoque están simultáneamente dirigidas a disminuir los beneficios de la informalidad y los costos de la formalidad. Por ejemplo, a disminuir los subsidios del SISBEN para los trabajadores informales, o a mantenérselos por un tiempo a los trabajadores que pasen a la formalidad.
Posiblemente la erradicación de la informalidad requiere de políticas de ambos tipos: por un lado, se necesitan medidas que mejoren sustancialmente la capacidad del sector formal de generar empleo y por otro lado de medidas que disminuyan los costos de ser formal y remuevan los incentivos a la informalidad.
![]() Quienes optan por la informalidad lo hacen porque encuentran que los beneficios netos de dicha alternativa son mayores que los de la formalidad. Foto: porqueellossonlosolvidados .blogspot.com |
Sin embargo, en el corto plazo no parece viable acabar con una parte importante de la informalidad. Por ejemplo, como puede observarse en el cuadro de arriba, más del 90 por ciento de los trabajadores sin educación, o con muy baja educación (hasta noveno grado) son informales. Muchos de ellos probablemente no tienen las calificaciones técnicas necesarias para ocupar los empleos potenciales que generaría el sector formal. Para que pudieran hacerlo sería preciso adelantar programas masivos de recalificación, que tomarían tiempo y recursos considerables: no solo el costo de recalificar a estas personas, sino el subsidio para su sobrevivencia durante el tiempo de recalificación, que puede ser relativamente largo.
Dos casos de moda
Las ventas de minutos y el mototaxismo son ejemplos típicos de informalidad. En ambos casos la inversión en capital es mínima (aunque no es nula). Además de las características arriba mencionadas, su ejercicio tiene efectos sobre la calidad de vida urbana que algunos consideran perjudiciales (estas son las llamadas “externalidades negativas”).
![]() Ventas de minutos: la inversión en capital es mínima y su ejercicio tiene efectos sobre la calidad de vida urbana. Foto: renovacionsindical.blogspot.com |
En el caso de las ventas de minutos y similares actividades de comercio, el efecto negativo consiste en el uso del espacio público. En el caso del mototaxismo, es la dificultad de garantizar la seguridad de los pasajeros que lo usan.
De lo anterior se sigue que la informalidad y otros aspectos de la calidad de vida urbana son dos fenómenos que se entremezclen, pero que deben separarse para efectos de análisis. Por ejemplo, lo vendedores informales siempre van a afectar el espacio público justamente en las zonas donde más congestión se produce. Pero esto resulta apenas lógico: esas son las zonas donde están los compradores. El no entender algo tan obvio ha llevado a formular “soluciones” que no funcionan, como la de relocalizar a los vendedores en áreas donde no “hagan estorbo”. Sin embargo, si no hay a quien estorbar, tampoco hay a quien venderle productos.
En general, las personas que practican este tipo de actividades son de bajísimo nivel educativo. No hay datos empíricos para saber con seguridad, pero conversando con una señora que vende minutos de celular en la carrera séptima de Bogotá, me indicó que su negocio era una red familiar: la incluía a ella, a su compañero y a su hija de 16 años. Tenían tres puestos en la ciudad con dos teléfonos cada uno. Ninguno de ellos había terminado primaria, vivían en un sector de estrato II y estaban afiliados al SISBEN. Su experiencia laboral siempre había sido en el sector informal, pero eso sí entre los tres obtenían ingresos familiares relativamente altos: entre 2,5 y 3 salarios mínimos.
El fenómeno del mototaxismo es reciente y predomina especialmente en la Costa Atlántica. Según un estudio de la situación de Sincelejo elaborado por la Corporación Universitaria del Caribe, quienes desempeñan esta actividad tienen características muy parecidas a la de otros trabajadores informales. Por ejemplo, el 90 por ciento proviene de estratos I y II y en general tienen niveles educativos bajos: más del 50 por ciento no completó secundaria.
La informalidad es especialmente alta entre las personas con bajos niveles educativos, pero no tan predominante entre quienes tienen educación superior.
Sin embargo, el mototaxismo tiene algunas características especiales: es una actividad eminentemente masculina (99 por ciento hombres) y en general de personas jóvenes (la mitad tiene menos de 30 años de edad).
Un aspecto interesante del estudio mencionado es presentar la estimación de los ingresos obtenidos por los mototaxistas. Según el documento, en el año 2006, aproximadamente 20 por ciento de los mototaxistas ganaba menos de 20.000 pesos diarios, pero el 80 por ciento estaba por encima de ese promedio. Si se tiene en cuenta que en ese año el salario mínimo diario era de 13.600 pesos, se concluye que para la mayoría de los mototaxistas los ingresos no eran malos.
Mejorar las competencias laborales
El análisis anterior indica que la informalidad es un fenómeno muy extendido, que cubre alrededor del 65 por ciento del empleo urbano en Colombia. Los informales son personas con bajos niveles de calificación que no tienen las competencias técnicas (ni las competencia generales, probablemente) para ocupar los empleos que genera el mercado formal.
![]() El mototaxismo: es difícil garantizar la seguridad de los pasajeros. Foto: buslatina.blogspot.com |
Sin embargo una parte importante de los trabajadores informales probablemente prefieren este tipo de trabajo, porque dadas sus opciones laborales y los subsidios que reciben del gobierno (especialmente SISBEN), tienen ingresos y condiciones de vida mejores que los que ofrece el mercado formal.
En consecuencia, una política de combate a la informalidad debería empezar por un gran esfuerzo para elevar los niveles educativos de la población y para que esta adquiera las competencias técnicas que el sector formal requiere. Este esfuerzo puede tomar muchos años, probablemente una generación entera.
Se pueden adoptar otras medidas, como las de promover la capacidad de generación de empleo formal disminuyendo sus costos y aumentando sus beneficios — como el caso de la ley 1429 de 2010 — o ejecutando directamente proyectos de creación de empleo formal: el éxito de dichas iniciativas siempre estará limitado por la oferta de trabajadores suficientemente calificados.
* Director del Programa de Economía de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
@jtenjo