Su obra más recordada e interpretada es Danzas cubanas para piano (1878-1895).
Por David Jiménez*
Un viajero bogotano, Nicolás Tanco Armero, que llegó de paso a La Habana en 1851 y se quedó allí cuatro años, escribe en sus notas de viaje: “La danza es, pues, el baile nacional y una cosa muy sencilla, es una especie de cuadrilla, con su media cadena, y un valsecito constante. A veces una danza suele durar horas enteras. Los cubanos tienen aversión a los demás bailes, y cuando en una reunión o soirée se toca un vals o polka, no hay muchos que la sepan bailar”. Dice también Tanco, en su curioso libro, que el baile era la pasión dominante en La Habana y que las mismas danzas se bailaban en palacio y en el bohío de un negro: todo el mundo bailaba, sin distinción de edad, clase o condición, y todo el día se oían las danzas en las casas y en las calles. Efectivamente, la danza era la música nacional cubana en el siglo XIX e Ignacio Cervantes el compositor e intérprete más notable del género, si bien el iniciador de la tendencia nacionalista en la música cubana fue Manuel Saumell. Fue éste quien, según Alejo Carpentier, fijó los ritmos que habrían de desarrollarse en el futuro bajo nombres nuevos: la habanera, el danzón, la guajira, géneros todos nacidos de la contradanza francesa, originada a su vez en la country dance inglesa. Las formas musicales europeas se modificaron gracias a los ritmos africanos y a las maneras de interpretación de los músicos negros. Pero fueron las danzas de Ignacio Cervantes, “el músico más importante del siglo XIX cubano”, según el mismo Carpentier, las que llevaron la música nacional cubana a su más lograda expresión. Nacido en La Habana en 1847, compositor y pianista, tomó lecciones de piano con Louis M. Gottschalk y luego, a los dieciocho años, en el Conservatorio de París, con Marmontel y Alkan. Se dice que Liszt lo tuvo en gran estima como pianista y que recibió elogios de Paderewski. Regresó a La Habana en 1869 o 1870 y colaboró con los intentos independentistas de esos años en la isla. Exiliado en 1875, vivió en México y realizó aplaudidas giras de conciertos por Estados Unidos. Su obra más recordada e interpretada es Danzas cubanas para piano (1878-1895), de las cuales ha dicho Carpentier que “se tocan más a menudo ahora que cuando el compositor vivía. Además, y por encima de todo, esas páginas conmovidas, irónicas, melancólicas, jubilosas, siempre diversas entre sí, son pequeñas maravillas de buen gusto, de gracia, de donaire. Nada en ellas suena falso o engolado”. Compuso además tres óperas, una sinfonía y numerosas obras para piano. Murió en 1905.
Tres danzas cubanas: Ilusiones Perdidas, Homenaje, Adiós a Cuba. Pianista: Frank Fernández
Danzas cubanas. Pianista: Jorge Luis Prats
Serenata cubana. Pianista: Ulises Hernández
*Cofundador de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic aquí.