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Recontramano negra

Escrito por Mauricio Puello
mauricio puello

mauricio puelloNo es un fantasma, existe de verdad. La ‘mano negra’ ha sido evocada en las más altas esferas del poder. Ahora falta saber quién se esconde tras ella… y, sobre todo, para quién cada uno de nosotros viene a ser una ‘contramano negra’. 

Mauricio Puello Bedoya*

Confesiones de columnistas

Las opiniones de los columnistas nacionales acerca de la presencia endémica de una ‘mano negra’ en la historia política de Colombia, en su mayoría se han enfocado en rememorar a quiénes regularmente han esgrimido el asustador fetiche, siempre con el fin de infamar y estigmatizar a sus contendores.

Reflexiones de las que han resultado interesantes conclusiones, como la que recientemente nos ofreció el ex-congresista Rodrigo Lara Restrepo, quien a partir de un laborioso inventario ha deducido la presencia subrepticia del narcotráfico entre los oscuros dedos de la mano, interesado en cuidar su negocio y las tierras robadas que contra toda evidencia se resiste a devolver. Una caracterización justa del fenómeno, aunque limitada en sus elementos interpretativos, tal como intentaremos exponerlo en el trascurso de la presente reflexión de corte simbólico.

Antesala: ¿negra o peluda?

El barullo alrededor de la ‘mano negra’ reinará unas semanas más, hasta que la ola languidezca y el hibernante bicho, como el dinosaurio de Monterroso, cuando despertemos todavía siga allí, impasible y mirándonos fijamente desde el borde de la cama.

Y como una introducción a las originales y diversas miradas que puede suscitar la pregunta por la deshonrada extremidad superior (izquierda o derecha, una diferencia menor para el caso), quisiera señalar la coincidencia denominativa que tuvo lugar entre una cercana amiga mía, y la actual Alcaldesa (e) de Bogotá, Clara López Obregón:

Separadas por varios kilómetros de distancia (y sensibilidad), por un lado mi amiga, en medio de una plácida conversación campestre, con los codos sobre la mesita de comedor y mientras el sol de la sabana ilumina el portal; y por otro lado la enjuta Alcaldesa, vociferante entre altoparlantes y aplausos, concentrando la atención de una abarrotada y lluviosa Plaza Bolívar.

Ambas, sin conocerse y en días y geografías distintas, han coincidido en bautizar como ‘mano peluda’, a la misma cosa que hace más de un siglo todo el país, con insistencia y de manera inequívoca, ha acordado en calificar como una ‘mano negra’.

Una curiosa variante femenina del fenómeno, que, estoy seguro, muchas mujeres comparten con vivacidad; y cuyas jugosas interpretaciones psicoanalíticas tal vez nos animemos a abordar próximamente con hondura, con el fin de desentrañar públicamente lo que esconden las damas, en esa contenta y espontánea capacidad de equiparar ‘lo negro’ con ‘lo peludo’.

Distinción que los hombres, valga decirlo, hace milenios tenemos categóricamente identificada. Nada personal, querida Florence (por lo menos hasta que logremos exponer los resultados de nuestra pesquisa).

Entre idiotas y arrepentidos

En su reciente columna de El Tiempo, Plinio Apuleyo Mendoza nos decía que se arrepentía de haber señalado a don Hernán Echavarría Olózaga de ser integrante y gestor de la ‘mano negra’ en Colombia. Remordimiento que hoy nos confiesa, sólo porque ha sentido en carne propia y por interminables décadas, el rigor del estigma que despiadadamente él también aplicó al ya fallecido empresario antioqueño.

No sin antes aclararnos, como no, el motivo del crimen: la culpa la tienen aquellos infelices, lampiños e ‘impulsivos’ años, en que ejerció de estúpido dirigente de las Juventudes del Movimiento Revolucionario Liberal [1]. Una tardía solidaridad de género que nos deja el sinsabor de haberse expresado a destiempo, y que sin embargo agradecemos.

Y aprovechaba el columnista el espacio para expresarnos, otra vez de manera franca y taxativa, que con el tiempo no sólo llegó a ser amigo y defensor de las ideas del patriarca y otrora antagonista político, sino que adicionalmente ha seguido compartiendo con Jean-François Revel, Octavio Paz, José María Aznar, Carlo Alberto Montaner, Enrique Krauze y los dos Vargas Llosa, la imagen de una América Latina muy semejante a la actual Chile y sus apacibles paisajes mar-andinos. Proyecto cuyos principios han declarado en las páginas del Manual del perfecto idiota latinoamericano. Un libro que lograron escribir a seis manos, todas ellas en apariencia blanquísimas.

Ramillete en el que Plinio ha olvidado incluir a la pispa Claudia Gurisatti, con quien se hubiese integrado un óptimo grupo de perfectos arrepentidos. Tendencia a la retractación que se ha podido comprobar, en el caso de la periodista, en su repentino deslizamiento del torso gimnástico de Antonio Morales, a los timoratos y misántropos regazos de uribistas y diplomáticos ibéricos.

Una voltereta sin precedente en la historia político-amorosa nacional, al mismo tiempo que una prueba decisiva del irreversible arribo a la adultez por parte de ella, y del insensato empeño de Morales en aplazar, a sus más de cincuenta años, el desdichado momento del destete de la rumba.

De ingratos a hijos pródigos

Resulta por lo menos interesante (es un decir), observar que aquellos que un día denunciaron con vehemencia la existencia de una ‘mano negra’ entre el estamento militar y la clase política y empresarial colombiana, hayan logrado brusca y exitosamente superar la malquerencia, hasta la hazaña de identificarse plenamente con las posturas personales de quienes alguna vez llegaron a implicar, incluso, en delitos de lesa humanidad. Con lo cual se comprobaría la cercanía pasmosa que existe entre la ‘mano negra’ y el ‘síndrome de Estocolmo’.

Y mucho más interesante resulta, rayando en lo extraordinario, que sean precisamente ellos quienes acusen hoy a sus antiguos copartidarios comunistas, de integrar la misma ‘mano negra’ que juntos endilgaron a sus ahora ‘nuevos mejores amigos’. Asegurándonos que la cuadrilla izquierdosa ha logrado organizarse en dos vertientes gastronómicas, una ‘vegetaría’ y otra ‘carnívora’, con el fin de urdir una ‘conjura’ contra el establecimiento [2]. Vivir para ver.

Así las cosas, sólo nos queda esperar que llegando a la centena nos vuelvan a sorprender con otra acrobacia: la de retornar a las edades ‘impulsivas’, para desde allí acusar otras vez de ‘manonegrudos’ a sus primeros enemigos y actuales colegas. Total, para ellos es fácil: la ‘mano negra’ siempre serán los otros, no importa su procedencia. Y punto.

Y así, dando tumbos y encadenados a la ley del péndulo, seguirán buscando, con las mejores intenciones, un lugar lo suficientemente ordenado y seguro para descansar de sí mismos. Pero malas noticias: más allá de sus cabecitas, ese lugar no existe. Y a continuación me explico:

Manual para ordenar el mundo

El movimiento pro-chileno asume en el rechazo a un Estado paternalista y controlador, la precondición para impulsar la educación, la seguridad jurídica, las inversiones, la apertura económica, las privatizaciones, y un impecable manejo fiscal. Algo así como ‘los tres huevitos’ del ex-Presidente Uribe (si duda un prodigio de la naturaleza), pero sin política social, sin ‘chuzadas’, y sin la numerosa corte de microscópicos, nerviosos y falderos pincher.

  Lo único que me inquieta de la oferta de prosperidad y compañerismo de Plinio y sus nórdicos, es que en su ideal de plena felicidad no hay gente, no hay cultura, no hay otros… ¿debería sorprendernos?

Aunque soy consciente de que resulta una ausencia despreciable en el romántico mundo de los ‘Carimagua’, donde se trata de generar liderazgo y propiedades personales entre los elegidos, con calculados beneficios indirectos para la prole; me atrevo a preguntar: ¿No será importante incluir en el listado de lucidos principios, la construcción de ciudadanía, la participación, la movilidad social, el desarrollo humano, las garantías de alternancia política… en fin, todas esas cositas intrascendentes, hoy distintivas de terroristas y apátridas?.

El ideal maquínico de la ‘mano negra’

La idea de una sociedad superorganizada, privatizada y sostenida desde arriba por una rígida jerarquía social y una escrupulosa seguridad, en su expresión moderna pertenece a la vieja y superada epistemología newtoniana, donde el universo se comporta como un mecanismo perfectamente predecible y con tendencia a la inmovilidad.

Ideario maquínico que comparten el fascismo y todas los dictaduras [3], en las que se expresa la tradicional inhabilidad de la modernidad para comprender el movimiento, la mutación, el intercambio, y por tanto la vida, la naturaleza, hasta la completa negación de los procesos culturales y la diversidad humana. Premisas cinemáticas con las que la mentalidad y la ciencia occidental, han fracasado en sus intentos de modelar los componentes dinámicos de lo real.

Y cuando (como era de esperarse) el olímpico ideal desconozca su lugar en los parámetros, los absolutistas jamás pondrán en duda la eficacia del modelo (ni por un momento consideran un harakiri), sino la imperfección del mundo en su totalidad, y de la prosapia ciudadana que lo conforma, siempre maleducada y predispuesta a la perfecta idiotez.

Desilusionados, ya no les bastará aspirar a un Estado pequeño, viéndose obligados a refundarlo o hacerlo desaparecer por completo. Una labor infeliz y detestable que están dispuestos a asumir, con dedicación y en la sombra, siempre en beneficio de la mayúscula Patria y de sus coterráneos, a quienes no dudarán en aplicarles el principio rousseano de “obligarles a ser libre”, aunque se resistan.

Democracia personal

Para la ‘mano negra’ la gente es el principal obstáculo de la democracia, un lastre, una incómoda prótesis, cuyos inoportunos ojos habría que encapuchar definitivamente, evitándoles así comparecer a engorrosas veedurías ciudadanas, o reclamar alguna rendición de cuentas. Ni más faltaba que nos molestáramos por nimiedades que ellos pueden solucionar a la perfección.

En un ambiente de perfecta democracia, la dignidad máxima de la gente se concreta en consumar su condición de pura fuerza de trabajo, llegando a conformar una impecable fila de androides. Y otro punto.

Y como las maquinas no piensan, a la gente no sólo hay que cuidarla de sí misma, conservarla lubricada y subsidiarla en todo lo posible, sino esculcarle sus más intimas conversaciones y pertenencias. Porque la gente, nos aseguran, es pública propiedad del Estado; y el Estado son ellos.

Con la inminente posibilidad de tener que borrar de la faz de la tierra a los desadaptados, cuando así lo requiera la consecución de la paz y el orden. Es el argumento que ha ofrecido el ultraderechista noruego Anders Behring Breivik, como justificación para hacer explotar un carro bomba, en pleno centro de Oslo, y matar a tiros a un ciento de personas: “atroz, pero necesario”.

Entonces seremos como dioses

Es por eso que la congregación de iluminados de la ‘mano negra’, jamás reconocerá en la presencia activa de la gente, y ojalá de más gente cada día empoderada y calificada, la garantía para alcanzar superiores índices de democracia, mayor transparencia sobre los asuntos públicos, y, por tanto, mayor desarrollo y riqueza colectiva. Con el problemita de que tendrían que repartir el plus valor con muchos, y ese pedacito no les gusta.

De lo que no se han percatado, amancebados y emperezados en su clandestino y confortable para-Estado, es que en la cálida compañía de la gente no sólo serían mucho, muchísimo más acaudalados de lo que son, sino que vivirían más tranquilos, sin la zozobra del hurto y el secuestro.

Pero ese negocio tampoco les suena, por dos razones: en primer lugar, porque en su costumbre a la penumbra han consumado en las cavernas su hábitat natural, definitivamente enamorados del sigilo y sus terrores. Y en segundo lugar porque les encanta estar solos, sentir el aire exclusivo de los titiriteros, experimentar el magistral control que ejerce Dios sobre el suburbio humano. Una codicia que al final y con paciencia, los enloquecerá.

Por propia mano

Sin embargo nuestro trabajo no termina en el señalamiento de la reincidencia histórica de una ‘mano negra’ entre nosotros, aunque tengamos pruebas y podamos soportarlo con cifras. Tampoco organizando un safari para su cacería, y la espectacular exhibición de su cadáver en bolsas de basura.

Nuestro trabajo es preguntarnos por qué la ‘mano negra’ es y ha sido el estándar humano, la forma definitiva que en su devenir toma el poder. Preguntarnos por qué somos capaces de acometer con ímpetu la atrocidad, hasta que alguna palmaria ‘mano negra’ nos concede la vista cenital del mundo desde su bóveda celeste, infinitud que nos dejará narcotizados y prendados, agitándose en nosotros una pasión desconocida, por la que estaremos dispuestos a arrepentirnos de todo lo vivido y lo creído, hasta quedar lo suficientemente vaciados para merecer un refugio en las entrañas del titiritero.

Preguntarnos, en éste momento de nuestra personal humanidad, y mientras culpamos del sofoco a una mano encubierta allá afuera, para quién somos nosotros esa inclemente mano; quién nos padece como un yugo, soportando el amargo azote del egotismo que exhalamos; a quién le está doliendo ahora, nuestra disposición fratricida al predominio y la censura; contra quién estamos ejerciendo el prehistórico y feroz despotismo humano, que resistiendo la luz aún nos mantiene, claudicantes y extranjeros de la promesa unitiva del amor.

* Arquitecto con estudios doctorales en urbanismo, énfasis en simbólica del habitar. Blog: www.mauronarval.blogspot.com

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