Por cuenta del millonario Donald Trump, la inmigración y el derecho a la ciudadanía se han convertido en temas álgidos de la campaña. ¿Cuál es el estatus de los hijos de los inmigrantes?, ¿Por qué estas propuestas radicales despiertan entusiasmo y controversia?
Luis Mejía*
Donald Trump y la agenda republicana
El Partido Republicano tiene 17 precandidatos, y el Partido Demócrata tiene otros 5, para las elecciones presidenciales de Estados Unidos de noviembre de 2016.
Todos estos aspirantes ya están compitiendo por espacios en los medios, por dinero de donantes, por el reconocimiento de sus nombres y por definir la agenda de la campaña es decir, las coordenadas del debate nacional.
El precandidato Donald Trump, hotelero y urbanizador, ha combinado la estrategia conocida como “sureña” (que apela al racismo latente de parte de la población blanca) con afirmaciones no argumentadas, generalizaciones sin soporte estadístico, pronunciamientos incoherentes y manipulación de su imagen de “self-made man” para ponerse al frente de los republicanos.
Trump lanzó su candidatura en julio y, jugando la carta xenofóbica, dijo que “cuando México envía su gente no envía a los mejores. Ellos [sic] envían gente que tiene muchos problemas y esos problemas nos los traen a nosotros. Ellos [sic] traen drogas. Ellos traen crimen. Ellos son violadores. Y estoy seguro de que algunos son buena gente”.
Estos comentarios entusiasmaron a algunos sectores del electorado y, para cultivarlos, Trump ha hecho de la inmigración el leitmotiv de su campaña.
En publicaciones, entrevistas y discursos Trump ha delineado una estrategia para controlar la inmigración indocumentada que consta de tres puntos:
- Construir una muralla en la frontera sur (una propuesta que despierta el frenesí de su público),
- Deportar los inmigrantes indocumentados (lo que hará, según ha dicho, “humanamente, pues él tiene corazón”), y
- Eliminar el derecho de ciudadanía de los hijos de padres indocumentados que hayan nacido en territorio estadounidense.
El derecho de nacionalidad
![]() Una de las páginas de la 14a reforma constitucional americana. Foto: Wikimedia Commons |
En todo el mundo, hay una diferencia entre ser ciudadano y ser nativo de un lugar. Usualmente, la ciudadanía implica nacionalidad, aunque no siempre. Pero en Estados Unidos los dos términos son comúnmente sinónimos.
En los sistemas jurídicos del mundo se reconocen dos fuentes de nacionalidad:
- El lugar de nacimiento (“jus soli”) : son nacionales los nacidos en el territorio de un país, y
- La descendencia de alguien ya reconocido como nacional (“jus sanguinis”): los hijos de nacionales de un país son nacionales de ese país aunque sean nacidos en territorio extranjero.
El legislador puede crear muchas combinaciones entre estas dos fuentes de nacionalidad y ampliar la noción de territorio y de herencia. Por ejemplo en la Constitución colombiana de 1991 la nacionalidad se extiende a los latinoamericanos y caribeños.
En algunos países la nacionalidad se hereda sin que los padres hayan sido nacionales. En Israel, por ejemplo, el hijo de padres judíos tiene derecho a la nacionalidad, y desde 2014 se confiere la nacionalidad rusa a quien tuviere un antepasado que en los tiempos de la Unión Soviética o del Imperio ruso hubiera vivido en el actual territorio de la Federación Rusa.
Trump ha hecho de la inmigración el leitmotiv de su campaña.
Solo Estados Unidos consagra una versión incondicional del derecho de nacionalidad por el mero hecho de nacer dentro de su territorio.
En sus comienzos Estados Unidos aplicó el derecho consuetudinario anglosajón para reconocer como nacionales a todos los nacidos en su territorio, con algunas excepciones. Pero en una sentencia de 1857 la Corte Suprema declaró que los negros nacidos en Estados Unidos no podían ser ciudadanos.
La Ley de derechos civiles de 1866 reconoció el derecho de ciudadanía a los habitantes de Estados Unidos independientemente de su raza, color o condición previa de esclavitud, y derogó los llamados Códigos Negros que habían sido expedidos después de la Guerra Civil por algunos estados para mantener a los negros en estado de sumisión política, social y económica.
Como una ley del Congreso podía ser revocada, el sector político que después conformaría el Partido Republicano impulsó la 14ª Reforma Constitucional, ratificada en 1868, para definir el derecho a la nacionalidad, la igualdad ante la ley y otros temas.
La cláusula de nacionalidad en este Reforma dice textualmente: “Son ciudadanos de los Estados Unidos y del estado en que residen todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados Unidos y sujetas en consecuencia a su jurisdicción. Ningún estado aprobará o ejecutará ley alguna que afecte los privilegios e inmunidades de los ciudadanos de los Estados Unidos, tampoco privará a ninguna persona de su vida, libertad o propiedad sin seguir los procedimientos establecidos por la ley y no negará a ninguna persona dentro de su jurisdicción la protección igualitaria de las leyes”.
La contrarreforma
![]() El empresario y candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump. Foto: Gage Skidmore |
La propuesta de Trump puede dividir al Partido Republicano, pero no es extraña a la mentalidad de una parte del mismo.
La convención republicana de 1996 aprobó una plataforma de gobierno que prometía revocar la 14ª Reforma Constitucional. Y en 2010 el senador Lindsey Graham, con el apoyo del líder de los republicanos en el Senado, propuso la revisión de la enmienda (o reforma) 14.
Miembros republicanos de la Cámara de Representantes han propuesto en varias ocasiones leyes que condicionarían la nacionalidad del recién nacido a que al menos uno de los padres sea ciudadano o residente legal. Y el estado de Texas no permite el registro de nacimiento de neonatos cuyos padres no tengan documentos de identificación estadounidenses, lo cual deja sin nacionalidad a muchos niños.
Algunos republicanos proponen una contrarreforma constitucional para derogar la Reforma 14ª, pero su aprobación en el Congreso o ratificación por los estados sería casi imposible.
Otros prefieren reinterpretar la Constitución. Para unos, los hijos de los inmigrantes indocumentados no han nacido bajo la jurisdicción de Estados Unidos sino bajo la jurisdicción de origen de sus padres, como sucede con el personal diplomático. Esto es una falacia, pues los diplomáticos están amparados por la ficción legal de extraterritorialidad, mientras que los inmigrantes indocumentados están sujetos en todo a la jurisdicción de Estados Unidos.
A veces, indagar la intención original del legislador ayuda a interpretar leyes confusas. En este caso se dice que el constituyente norteamericano tuvo la intención de garantizar la ciudadanía a los negros nacidos en Estados Unidos y que, habiéndose cumplido este objetivo, la cláusula de nacionalidad ha perdido vigencia por substracción de materia.
Donald Trump resume: “creo que todo mundo ha interpretado mal la 14ª Reforma Constitucional, que fue aprobada para que los esclavos pudieran ser ciudadanos de este país, no para los inmigrantes ilegales”.
Pero el texto de la cláusula es claro y la intención del legislador quedó documentada en este diálogo entre dos senadores de la época. Senador Cowan: “Me pregunto si [esta medida] no tendrá el efecto de darle la nacionalidad a los hijos de chinos o de gitanos que nazcan en este país”. Senador Trumbull: “Sin lugar a dudas”.
Superioridad blanca y sueño americano
Varios comentaristas consideran que los ataques a la 14ª Reforma Constitucional están inspirados por los temores de algunos sectores blancos de que el crecimiento demográfico de los grupos minoritarios reducirá su influencia.
La cláusula de nacionalidad no se discutía cuando nadie amenazaba el predominio blanco
La cláusula de nacionalidad no se discutía cuando nadie amenazaba el predominio blanco. La metáfora del crisol de los pueblos se usaba para decir que en Estados Unidos convivían en paz los nacionales de distintos países europeos.
Por mucho tiempo la mentalidad del país se identificó con los anglosajones protestantes y blancos (WASP, por sus siglas en inglés). Pero durante el siglo XX anglosajones y protestantes dejaron de ser mayoría.
Para algunos todavía queda la ilusión de la superioridad blanca aunque esta esté amenazada por la presencia de inmigrantes de primera generación que se demoran en asimilar la cultura dominante, pues el transporte y la comunicación modernos les permiten mantener vínculos con sus países de origen.
Los latinos, numerosos, visibles y representados por organizaciones vigorosas, parecen representar un reto inmediato al predominio blanco, mientras los inmigrantes asiáticos y africanos pasan relativamente desapercibidos.
Otros sectores se niegan a aceptar las consecuencias del imperio en que se ha convertido Estados Unidos. Ellos preferirían que el país se limite a guerras opcionales, a ser policía global en circunstancias escogidas y a tener acceso privilegiado a los recursos naturales del mundo. Pero les disgusta que Estados Unidos se vuelva un país multicultural y multilingüe por su expansión territorial y por las guerras de invasión. Estos sectores no aceptan que la presencia empresarial, industrial, comercial, política y militar de otros estadounidenses en tierras ajenas despierta en las poblaciones locales las ambiciones y expectativas de vivir como ellos, lo que se convierte en el imán que atrae a los inmigrantes cuando no pueden realizar ese sueño en su propia tierra.
Con el tiempo los descendientes de los inmigrantes se desapegan de los orígenes de sus padres, conservan algunas tradiciones propias que enriquecen la cultura dominante y se integran a ella de manera permanente. Pero este lento proceso de aculturación no va a aliviar los temores y prevenciones de los blancos. El imperio que han creado los mantendrá desvelados. Y Trump, el Partido Republicano y sus sucesores tendrán en ellos una audiencia cautiva para su retórica paranoica.
* Abogado, economista e investigador social, residente en Nueva York.