No cabe duda de que algunas unidades o “frentes” de la guerrilla van a negarse a deponer las armas. ¿Pero qué tantos serán los disidentes y qué tan justificados son los temores que han expresado los críticos del proceso de La Habana?
Carlo Nasi*
Las FARC: una guerrilla cohesionada
El anuncio reciente del Frente Primero de las FARC en el sentido de que no abandonarán las armas ha despertado una ola de especulaciones, estimuladas además por un comunicado del Procurador Ordoñez donde afirma que tampoco se va a desmovilizar el Frente Séptimo, “con unos 300 integrantes, entre guerrilleros y milicianos”.
Algunas de las especulaciones en cuestión son malintencionadas y buscan alimentar el miedo y la desconfianza en el proceso de paz, otras son la expresión de preocupaciones más genuinas, aunque no siempre justificadas. ¿Qué se puede decir entonces acerca de la disidencia confirmada de las FARC?
Para empezar, se trata de un evento atípico. En casi cuatro años del proceso de paz ningún frente se atrevió a discutir públicamente el acto de negociar, la legitimidad de los voceros de las FARC en La Habana, o el contenido de los acuerdos. Esto demuestra el acatamiento del mando guerrillero por parte de sus tropas.
A la par de las negociaciones de La Habana, las FARC tuvieron su propia negociación interna.
El hecho de que durante estos años no se produjeran actos de desobediencia o sabotaje a las negociaciones da cuenta de la sólida organización de las FARC. Si el descontento con la negociación hubiese calado hondo, incluso en unos pocos frentes guerrilleros, el cese unilateral al fuego indefinido que declaró esta guerrilla en diciembre de 2014 no hubiese aguantado una semana.
Disidencias inevitables
![]() Guerrilleros de las Farc. Foto: Facebook Delegación de Paz Farc |
Pero la cohesión demostrada por las FARC no debe confundirse con la ausencia de debates internos frente al proceso de paz. Seguramente los hubo desde el comienzo. La demora en las negociaciones, que tanto exasperó a los colombianos, no solamente se explica por los desacuerdos y bloqueos típicos de toda negociación de paz: dentro de la propia guerrilla probablemente se dio un proceso gradual y complejo de construcción de consenso a favor de la paz negociada.
También los viajes a La Habana de varios mandos altos y medios de la guerrilla (distintos del equipo negociador) que registró la prensa quizás tuvieron el propósito de persuadir a algunos comandantes claves de dejar atrás la resistencia y subirse al tren de la salida pacífica al conflicto.
En síntesis, a la par de las negociaciones de La Habana, las FARC tuvieron su propia negociación interna, en la que se trataba de persuadir a los guerrilleros radicales e indecisos sobre la inconveniencia de proseguir la lucha armada (luego de que los propios jefes de la guerrilla la habían justificado por más de cincuenta años) y sobre la importancia de aprovechar esta oportunidad histórica de firmar un acuerdo de paz definitivo.
El éxito de toda negociación de paz depende en buena medida del resultado de esas negociaciones internas. Si no hubieran introducido realismo en las expectativas de los guerrilleros y un entendimiento nuevo sobre la situación del país, los jefes de las FARC habrían sido criticados, acusados de traicionar los ideales de la guerrilla y a sus propios “mártires”, y habrían podido acabar aislados y sin respaldo, incapaces de firmar un acuerdo de paz.
No obstante, la recta final de los procesos de paz, cuando la firma del acuerdo definitivo y el desarme están a la vista, es un momento crítico que se presta para las disidencias. En este momento los integrantes de las guerrillas pueden hacer un balance general de los logros de las negociaciones frente a las aspiraciones iniciales, a la vez que cristalizan los temores de todo lo que implica hacer un tránsito a la vida civil.
Por supuesto, ninguna paz pactada deja a todo el mundo contento, porque toda negociación implica ceder. Aceptar una negociación de paz implica para las FARC renunciar a la idea de una revolución. Para esta guerrilla también debió quedar muy claro que lo que se ha negociado en La Habana incluye reformas importantes, pero dista mucho de ser una “revolución por contrato”. De ahí que sean esperables las inconformidades y disidencias.
Las consecuencias
¿Qué se desprende de la reciente disidencia del Frente Primero y qué implicaciones tiene?
En primer lugar, no fue todo el Frente Primero el que se declaró en disidencia, sino apenas un sector del mismo. Con una celeridad inusitada, los jefes de las FARC controlaron el daño al expulsar a los disidentes y nombrar a una persona de su confianza como nuevo jefe del Frente Primero.
Los dirigentes de las FARC también notificaron a los expulsados que no podrían seguir utilizando el nombre y los recursos de la organización para seguir en la guerra, lo cual constituye una maniobra hábil: aislaron y deslegitimaron a los renegados, a la vez que retuvieron como parte de las FARC a un sector importante del Frente Primero. Quién sabe si esta estrategia se pueda replicar exitosamente con otras disidencias- comenzando por la rebeldía aparente del Frente Séptimo.
En segundo lugar, lo del Frente Primero no parece ser tan grave: es dudoso que sea el principio de una “cascada de disidencias”. Hasta el momento, el principal (y casi único) líder de las FARC que de manera pública se ha declarado en disidencia es Iván Mordiscos, totalmente desconocido por la opinión pública y una figura secundaria dentro de las FARC.
Eso da cuenta de dónde están los inconformes. De hecho, en vez de obtener respaldo, Iván Mordiscos ha sido repudiado por otros comandantes guerrilleros de mayor importancia y trayectoria, de modo que es de esperar que las disidencias no adquirirán dimensiones importantes.
No todo por la plata
![]() Timoleón Jiménez junto a Iván Márquez en La Habana, Cuba. Foto: FARC-EPaz |
Con el episodio del Frente Primero empezaron a circular especulaciones sobre otros frentes que seguirían en la ilegalidad y sobre el porcentaje de guerrilleros que no se acogería a la paz. Además del comunicado del Procurador sobre el Frente Séptimo, en los medios se aventuraron hipótesis de que los frentes 16, 44 y 57 tampoco se desmovilizarían por estar profundamente involucrados en el narcotráfico y las economías ilegales.
Aceptar una negociación de paz implica para las FARC renunciar a la idea de una revolución.
Estas especulaciones no me parecen fundadas porque no solamente esos frentes, sino las FARC en su conjunto han dependido de las rentas ilegales. Puede que un sector de las FARC, con guerrilleros de todos los frentes, decida mantenerse en guerra por cuenta de los negocios ilegales, pero es incorrecto deducir mecánicamente las futuras disidencias a partir de la ubicación geográfica de los frentes y de la “economía política” de las regiones donde operan.
Nada impide que cualquier guerrillero de cualquier frente decida seguir en las mismas para aprovechar las rentas ilegales no solo del narcotráfico, sino de la minería ilegal, la extorsión o similares.
Por otra parte el proceso de paz será la forma de comprobar algunas hipótesis sobre la relación entre las FARC y el narcotráfico. En algunos sectores de la opinión pública ha circulado desde hace tiempo la versión de que las FARC simplemente se ha convertido en “el más grande y lucrativo cartel del narcotráfico del país” y que, dadas las jugosas rentas que recibe, nunca va a renunciar al negocio. La guerrilla siempre ha negado esa versión, reivindicando su ideología revolucionaria. ¿Cuál de las dos versiones corresponde a la realidad? ¡Por fin lo sabremos!
La firma de la paz implica para las FARC disociarse completamente del narcotráfico. La guerrilla no solamente deberá cortar todo vínculo con la producción y tráfico de drogas, sino ayudar al gobierno a identificar cultivos y pistas ilegales en lo que han sido sus zonas de influencia. Y una vez desarmada, la guerrilla no podrá vender ningún servicio de protección a los narcos y a los cultivadores de coca, ni lucrarse del negocio, so pena de acabar en la cárcel.
Celebro que el proceso de paz nos permita por fin salir de dudas. Si las FARC firman la paz y cumplen con lo pactado en materia de tráfico de drogas, probarán con hechos que los dineros del narcotráfico eran tan solo un medio para su proyecto revolucionario y no un fin en sí mismo. Callarán a los escépticos y a todos quienes han considerado el discurso del grupo rebelde como una farsa para encubrir sus verdaderos intereses.
Si, por lo contrario, siguen en la guerra o si las disidencias adquieren proporciones mayores, las FARC darán la razón al procurador y a sectores guerreristas del Centro Democrático, que han atacado la negociación con el argumento de que nunca se llegaría a nada con una guerrilla narcotraficante, interesada solamente en el enriquecimiento ilícito.
La hora de la verdad
Que no quepa la menor duda: en cualquier caso habrá disidencias en las FARC. Sospecho que serán pequeñas, pero seguro las habrá. Y no todas por la codicia y el narcotráfico.
Habrá disidencias ideológicas de personas aferradas a la utopía comunista, e incapaces de entender (o aceptar) que demasiados supuestos “redentores revolucionarios” han llevado a sus propios países al infierno. El radicalismo ideológico sigue siendo uno de los mayores males contemporáneos, y uno que jalona a mucha gente poco (o semi) educada, como se observa tanto en el populismo autoritario de Venezuela o en el ISIS de hoy, como en los anarquistas, comunistas y fascistas de ayer.
En todo caso, a casi todas las disidencias guerrilleras que han aparecido durante los procesos de paz las han derrotado en pocos años. Las que han sobrevivido lo han hecho como grupúsculos de poca monta, criminalizados, sin un proyecto político creíble ni base social (el Real IRA en Irlanda, por ejemplo).
Ojalá que los potenciales disidentes de las FARC tomen nota de la experiencia histórica y desistan de la tentación de seguir en la guerra, por el bien de ellos mismos y del país.
* Profesor asociado del departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Las opiniones expresadas son responsabilidad exclusiva del autor.