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¿Cese al fuego con las FARC?

Escrito por Carlo Nasi
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Carlo_Nasi_RazonPublicaUna explicación rigurosa de por qué por ahora no se debe acordar un cese al fuego o una tregua bilateral entre las FARC y las Fuerzas Armadas. No funcionaría y además acabaría destruyendo el proceso de paz.

Carlo Nasi

 

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En 1984, durante la presidencia de Belisario Betancur, el gobierno y las FARC acordaron una tregua, que fue violada sistemáticamente por falta de una verificación adecuada.   Foto: Anncol.

Argumentos a favor

Poco después de concluir la etapa exploratoria o de pre-negociaciones de paz con el gobierno, los delegados de las FARC anunciaron que propondrían como primer tema de discusión el cese al fuego. Con el paso de los días se han ido sumando voces de distintos sectores que expresan su acuerdo y recomiendan que se llegue a un acuerdo a este respecto.

Los argumentos a favor de esta idea parecen simples y contundentes:

  • Desde una perspectiva humanitaria muchos se preguntan: ¿por qué no pactar desde ya con un cese al fuego y así ahorrarnos tanta muerte y destrucción?
  • La propuesta también cuenta con el aval de algunos estudiosos de los procesos de paz, ya que el impacto negativo de la violencia sobre las negociaciones es evidente. La falta del cese al fuego fue un factor decisivo para el fracaso del Caguán; en dos de las tres ocasiones cuando las FARC suspendieron las negociaciones, lo hicieron a raíz de ataques violentos de los grupos paramilitares.
  • Más importante aún: los continuos ataques de las FARC, así como su aprovechamiento de la zona de distensión para cometer toda clase de delitos causó malestar y una enorme desconfianza entre los ciudadanos. Si entonces se hubiera pactado un cese al fuego, la opinión habría percibido un dividendo inmediato y tangible del proceso de paz, y probablemente se habría mantenido el apoyo político a las negociaciones.

¿Pero son estas razones suficientes para promover un cese al fuego en este nuevo intento de negociar la paz? Lamentablemente no. Bajo las actuales circunstancias esta medida sería muy inconveniente para el proceso de paz. Veamos los argumentos.

Los antecedentes

Un primer punto para destacar: en lo que atañe a las FARC y al ELN, los intentos de negociación han fracasado tanto por la falta de un cese al fuego, comopor las dificultades de concretar — o de respetar — un cese al fuego.

Carlo_Nasi_tregua_M19Barco lanzó su Iniciativa para la Paz, que llevaría a la conclusión de negociaciones exitosas con el M-19 y otras guerrillas.
Foto: El País de Cali.

En 1984, durante la presidencia de Belisario Betancur, el gobierno y las FARC acordaron una tregua, que fue violada sistemáticamente por falta de una verificación adecuada.

En 1987, el presidente Barco dio por terminada la tregua ante las continuas violaciones de parte y parte y en particular, debido a la muerte de 27 soldados del Batallón Cazadores por un ataque de las FARC.

Es impensable que el presidente Santos acepte una simple declaratoria de cese al fuego de las FARC, a menos que ésta venga acompañada de mecanismos eficaces de verificación.

Posteriormente Barco lanzó su Iniciativa para la Paz, que llevaría a la conclusión de negociaciones exitosas con el M-19 y otras guerrillas. El gobierno había exigido como precondición para negociar que se diera un gesto de paz significativo de parte de los distintos grupos armados irregulares. Las FARC se comprometieron a un cese al fuego unilateral, pero en el curso de un solo año — entre 1989 y 1990 —el gobierno registró más de cien violaciones al mismo. De ahí que Barco concluyera que las FARC no tenían voluntad de negociar, y por eso no hubo proceso de paz con ellos.

La verificación

Dados estos antecedentes, es impensable que el presidente Santos acepte una simple declaratoria de cese al fuego de las FARC, a menos que ésta venga acompañada de mecanismos eficaces de verificación. ¿Cómo monitorear las violaciones al cese al fuego?

A comienzos de los años noventa, en lo que atañe al M-19, EPL y otros grupos armados irregulares, se acordó concentrar a sus miembros en espacios relativamente pequeños — las Zonas Desmilitarizadas — alrededor de los cuales las fuerzas armadas conformaron un “perímetro de seguridad.” Sólo así se pudo comprobar que las guerrillas cumplían su palabra.

Este modelo, que funcionó bien en el pasado, tiene un gran inconveniente: de entrada, supone una desventaja militar para las guerrillas. Entre más se concentren en un espacio pequeño, más fácil es no sólo monitorearlas, sino atacarlas y destruirlas si fuera el caso. Y eso lo saben las guerrillas.

El modelo funcionó en los años noventa porque se aplicó sólo con aquellas guerrillas que habían llegado a la firme conclusión de dejar las armas e incorporarse a la democracia, desde antes de sentarse a negociar.

¿Qué evidencia hay de que, hoy en día, las FARC y el ELN están en una situación análoga a la del M-19 en los años noventa? Poca:

– Durante los acercamientos del gobierno de Uribe con el ELN, esta guerrilla se resistió a copiar el modelo de la administración Barco, porque, según ellos, equivaldría a perder su “retaguardia estratégica.” – Las FARC, con su largo historial de repudio a la idea misma de entregar las armas, seguramente rechazarían la propuesta de concentrarse en un lugar pequeño para ser vigiladas.

Aunque las guerrillas han manifestado su voluntad de negociar, todavía no parecen haber renunciado a la posibilidad de seguir en guerra. Puede que en el futuro las negociaciones de paz fortalezcan la apuesta de las FARC y el ELN por la lucha política desarmada, pero ese momento no ha llegado.

En síntesis, desde un punto de vista operativo, el cese al fuego sería inviable porque el gobierno de Santos no lo aceptaría sin un adecuado monitoreo, al tiempo que las FARC no han dado la primera señal clara de que aceptarían una supervisión del cumplimiento (incluso si la vigilancia estuviera a cargo de un tercero imparcial, como los cascos azules de Naciones Unidas). Meterse en esa discusión en este momento daría pie a enredos interminables.

Incentivos perversos

Más allá de eso, existen muchos incentivos perversos en el contexto actual. Llama mucho la atención el momento en que las FARC han sacado a la luz pública la propuesta de un cese al fuego. Y lo es, porque todavía no se ha negociado nada sustancial.

Obsérvese que el uso de la violencia constituye el principal — o único — instrumento de presión de las FARC para obtener concesiones del gobierno. Un cese al fuego en este momento significaría para las FARC renunciar a su principal medio de presión sin haber obtenido todavía nada a cambio, más allá de una interlocución privada con el gobierno y unos cuantos salvoconductos para los miembros del equipo negociador. Pero ¿por qué lo harían?

Incluso si la guerrilla se comprometiera en este momento con un cese al fuego, es fácil anticipar muchas violaciones: con un cese al fuego prematuro (es decir, antes de que haya acuerdos sustanciales y concesiones de parte del gobierno), se mantienen todos los incentivos para usar la violencia.

Cuando aparezca el primer obstáculo en la mesa de negociaciones (y obstáculos habrá por montones), las FARC estarán demasiado tentadas a usar la fuerza para obtener lo que quieren.

Finalmente, las guerrillas operan bajo la lógica de que existe una correlación directa entre su capacidad de hacer daño y su capacidad de extraer concesiones en la mesa de negociación.

Algunos ilusos han sugerido que, más que un cese al fuego, las FARC deberían renunciar a la violencia declarando unilateralmente un “cese de hostilidades.” Eso lo podrían hacer de inmediato y no requeriría ninguna negociación: bastaría con una orden directa de alias Timochenko para que todos los frentes guerrilleros suspendan de inmediato sus actos violentos.

Pero el “cese de hostilidades” no parece estar en el repertorio actual de la guerrilla. La propia declaración de las FARC de que llevarían el tema del cese al fuego a la mesa de negociaciones, indica que ellos aspiran a lograr una reciprocidad del Estado. Es decir, que ellos reducirían (o suspenderían) los actos violentos, solamente si la fuerza pública se compromete a no atacarlos. Eso equivaldría a una tregua bilateral

El doble riesgo

Ahora bien, incluso si se llegara a acordarse una tregua bilateral, entrarían a jugar otros incentivos perversos que pueden ser extremadamente nocivos para el proceso de paz. Entre algunos sectores de opinión existe un temor fundado de que la guerrilla negocie tácticamente es decir, que las FARC busquen una tregua simplemente para tomar un respiro, reagruparse y seguir en la guerra.

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¿Cómo monitorear las violaciones al cese al fuego?
Foto: surimages.com

Por eso importa advertir que, si Santos aceptara desde ahora una tregua bilateral con la FARC, correría un doble riesgo: el de permitir que se fortalezca la guerrilla, y el de aumentar al apoyo a los sectores de derecha que son enemigos de la paz negociada. Una tregua bilateral podría llevar a que prospere el discurso de que el actual gobierno “traicionó la Seguridad Democrática,” que Santos “regaló el país a los terroristas” y similares. Y eso traería muchos problemas.

Por eso es preciso entender que, al no querer acordar una tregua temprana, Santos no está simplemente apaciguando a la derecha enemiga de la paz negociada: está protegiendo el propio proceso de paz frente a dos grandes riesgos:

¿Qué evidencia hay de que, hoy en día, las FARC y el ELN están en una situación análoga a la del M-19 en los años noventa?  Poca.
  • La negociación corre el riesgo de naufragar si el expresidente Uribe gana apoyo a costa de Santos, mediante un discurso militarista y reacio a hacer cualquier concesión a “los terroristas”.
  • Santos no puede darse el lujo de acabar liderando un gobierno minoritario, porque eso significaría no poner en marcha ninguna reforma pactada por cuenta de una fuerte oposición política, así llegue a un acuerdo con las FARC.

El desgaste

Se podría agregar que, si bien es cierto que la violencia desgasta las negociaciones de paz, también lo es que las condiciones actuales son muy distintas de las del Caguán:

  • Las FARC están menguadas y replegadas, con lo que uno anticiparía que su violencia será menos perturbadora que en tiempos de Pastrana.
  • La amenaza paramilitar también está relativamente controlada por cuenta del desmonte parcial de las AUC durante el gobierno de Uribe y la extradición de sus principales cabecillas a Estados Unidos. Aunque los rezagos del paramilitarismo todavía pueden causar mucho daño, probablemente sería en proporciones menores a los de las AUC en los tiempos del Caguán.

Por paradójico que parezca, una tregua prematura representaría un desgaste mayor para las negociaciones que la sola violencia. En efecto, sólo daría municiones a los enemigos agazapados de la paz un cese al fuego que fortalezca a las FARC, o que no tenga mecanismos idóneos de verificación, o que sea violado por las FARC en sus intentos por extraer concesiones.

Con cada acto violento de las FARC — y muy probablemente los habrá — los partidarios de una solución militar al conflicto ganarían puntos denunciando no solo la atrocidad en sí, sino el engaño: el incumplimiento del cese al fuego por parte de las FARC.

En fin, el cese al fuego es un problema que va más allá de inventar procedimientos adecuados: los tiempos y las circunstancias son claves. Si se lograse concluir al menos una negociación sobre dos temas de la agenda (como el tema agrario y la participación política de la guerrilla), y las propias FARC dieran señales de satisfacción con lo logrado y una disposición a dejar las armas ahora sí de veras, el panorama sería distinto y favorable para un desescalamiento.

Pero un cese al fuego ahora equivale a jugar con pólvora, no obstante el anhelo humanitario colectivo.
 

* Profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes.

 

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