Tumaco y la incertidumbre de la paz - Razón Pública
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Tumaco y la incertidumbre de la paz

Escrito por Fernando Guerra

Puerto de Tumaco.

Fernando GuerraUno de los municipios con las condiciones más precarias de Colombia es la mejor prueba de que la paz no puede construirse en medio de la pobreza y el abandono de la población que abre el espacio al narcotráfico y a la prolongación de la violencia.  

  Fernando Guerra Rincón*     

Paradójica pobreza

La lacerante realidad socioeconómica de Tumaco, una ciudad ubicada en el extremo sur de la región pacifica –la más pobre de Colombia–, es una muestra de la indolencia e ineptitud de la dirigencia nacional y de las élites regionales, así como del fracaso de la descentralización y del atraso del país. La situación del lugar contrasta con sus inmensas riquezas naturales y su extraordinaria localización que, en teoría, le dan un gran potencial de desarrollo.

Sucede igual con los pueblos cercanos a los ríos Magdalena y Cauca, que deberían ser los más prósperos de Colombia, pero donde se encuentra un paisaje de abandono y de pobreza. Esto es resultado de haber concentrado la industria nacional en lo más alto de las montañas andinas en vez de hacerlo en los litorales Pacífico y Atlántico, de haber arrasado los ferrocarriles y la navegación a vapor, y de haber desechado el desarrollo interno de la nación por favorecer fuentes externas del crecimiento.

Como resultado de este comportamiento absurdo, en el Pacífico hay solo dos carreteras que llevan al litoral: Pasto-Tumaco y Cali-Buenaventura. Esta última se está construyendo por pedazos, y cuando llueve la montaña se derrite y obstruye durante días, incluso durante   meses, la vía por donde circula el 60 por ciento de la carga de exportación e importación del país. Esta situación ratifica que Colombia es el menos competitivo de los países miembros de la Alianza Pacífico, donde estaría la gran apuesta del siglo XXI.

Sobre el Litoral no existe una sola carretera que comunique sus poblados. Solo hay agua. Y adentrados en la región, ni se diga. Solo esteros, selva y más agua. En consecuencia, Nariño, y por ende Tumaco, tienen más relaciones con Ecuador que con Cauca y Valle.

fernando guerra

Fuente: Dirección de infraestructura, DNP, 2015.

Tumaco

Como consecuencia de ese cúmulo de circunstancias adversas, el Pacífico colombiano rumia pobreza, desigualdad y violencia. Y Tumaco es su fruto más amargo. En sus 3.778 kilómetros cuadrados de extensión viven 203.971 personas. La población es mayoritariamente negra y el 56 por ciento, es decir, 114.224 personas, están ubicadas sobre el 1 por ciento del territorio, mientras que las otras 89.747 personas están distribuidas en el 99 por ciento restante. Esta densidad tan baja en la zona rural se explica por el éxodo hacia el casco urbano para escapar de la inseguridad producida por el narcotráfico, la violencia y el terror, así como por la necesidad de encontrar oportunidades de trabajo, salud y educación.

Tumaco, entre la paradójica pobreza y la incertidumbre de paz
Puerto de Tumaco. 
Foto: Wikimedia Commons 

Tumaco está dividida en cinco zonas desarticuladas por la ausencia de infraestructura para la conectividad y el transporte. El eje del entramado urbano es la vía Pasto-Tumaco, que posee una longitud de 92 kilómetros y comunica centros poblados como Llorente, La guayacana, Tangareal y Buchely. El resto se articula por un sistema de ríos (Mira, Patía y otros), esteros, trochas y senderos en pésimo estado. El transporte por los ríos y el mar es muy caro, dificulta las transacciones y agrava la pobreza.

El Pacífico colombiano rumia pobreza, desigualdad y violencia.

El índice de pobreza multidimensional de Tumaco es del 84,55 por ciento. La cobertura de acueducto es del 49,5 por ciento, del cual el 85 por ciento corresponde a la zona urbana y solo el 6 por ciento a la rural. Y a esto se suma la alta vulnerabilidad de la infraestructura ante fenómenos naturales y eventos antrópicos. La poca agua que llega es de baja calidad, principalmente por problemas de contaminación en las redes, lo que contribuye a que el índice de mortalidad infantil sea de 29,99 por cada 1.000 habitantes. Tampoco hay servicio de alcantarillado y el manejo de las aguas residuales es un asunto individual que normalmente se soluciona arrojándolas a las ensenadas o al campo abierto.

El sistema educativo de la ciudad produce 2.000 bachilleres al año, de los cuales el 60 por ciento no logra hacer estudios superiores, pero tampoco consigue empleo. Un informe del Observatorio Departamental del Delito afirma que más del 90 por ciento de las víctimas de Tumaco son hombres entre los 15 y 34 años de edad, y el 66 por ciento de esos crímenes ocurren en la zona urbana.

La tasa de desocupación es superior al 70 por ciento. Entre 2014 y 2015 desaparecieron de la ciudad 800 empresas. El conflicto por la erradicación de cultivos ilícitos está poniendo en grave riesgo actividades económicas como la pesca artesanal, la camaricultura, el turismo y los cultivos como el cacao y la palma de aceite. En Tumaco existen 17.000 hectáreas de palma de aceite que no pueden ser atendidas por los bloqueos a la vía, y de ello depende el empleo de 4.000 trabajadores. Las pérdidas son multimillonarias.

Encrucijada

Como resultado de estas circunstancias Tumaco se ha convertido en la nueva capital de la cocaína, con un área sembrada de 16.690 hectáreas (que por problemas de sub-registro en realidad podrían ser 29.000) que producen 315 toneladas de cocaína al año, equivalentes al 80 por ciento de toda la cocaína nacional. Esta producción ocurre en medio de la violencia, el terror y la pobreza, y nos puede costar la posibilidad de la paz.

De hecho, el puerto de Tumaco vive hoy una terrible violencia, y allí caen defensores de derechos humanos, guerrilleros indultados, grandes narcos, paramilitares y policías. Todos ellos bajo el agujereado paraguas de la guerra contra las drogas, que en estos territorios adopta la forma de erradicación forzosa y que arrasa por igual con los cultivos de los más humildes campesinos que no tienen otro sustento y con las grandes plantaciones de los empresarios del negocio.

Luis Enrique Becerra, un campesino presidente de la junta de acción comunal de La Espriella, una de las zonas donde más se siembra hoja de coca en Tumaco, dice: “La fuerza pública ve los cultivos desde un helicóptero pero no sabe de quién son. Nos acogimos al plan que firmó el mismo gobierno en La Habana con las FARC. Pero no habíamos terminado de hacer los arreglos para empezar a hacer la sustitución voluntaria y ya estaban los erradicadores metiéndose en las fincas. Ese es el problema. Pero sustituir de manera voluntaria no es tan sencillo. Se necesita tiempo. No es arrancar las matas de coca y sembrar, por decir plátano. ¿Quién compra ese plátano? ¿Por dónde lo van a transportar si en Tumaco no hay vías terciarias? ¿A qué precio lo van a vender? Para sustituir el gobierno debe garantizar primero mercado para los nuevos productos”.

Cultivos de Coca.
Cultivos de Coca.  
Foto: Policía Nacional de los Colombianos

Y el gobierno está en desventaja. A un campesino en Tumaco las empresas palmicultoras le pagan 35.000 pesos al día. Un buen recolector de hoja de coca se puede ganar hasta 70.000 pesos. Además, el cultivo de coca también es inteligente. Se muda si lo acosan. Y así puede llegar a causar hasta 200.000 muertes más, hasta que el último analista, el último país y la última organización multilateral decidan imponernos ser el paraíso moral de un mundo sin drogas mientras aquí nos destrozamos entre nosotros.

El índice de pobreza multidimensional de Tumaco es del 84,55 por ciento.

Como Jeff Sessions, ministro de justicia del gobierno Trump, para quien es impensable que los estados norteamericanos sean flexibles al legislar sobre el uso legal de la marihuana y pretende tumbarlo. O como la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), quien advirtió que la decisión del gobierno de Colombia de autorizar el cultivo privado de marihuana para uso personal “no cumple con los requisitos mínimos de control establecidos por la Convención de Nueva York debido al elevado riesgo de desviación que representa” y que, por lo tanto, Colombia debe adoptar medidas para prohibir esa forma de cultivo.

De este modo, tendríamos que echar para atrás los avances legales y prácticos que hemos tenido en el uso del cannabis medicinal, que son los mismos que se deben lograr con la coca. Así le ahorraríamos a Tumaco y al país miles de muertos.

En Miraflores, sur del Guaviare, que en los años ochenta y noventa fue conocida como la capital mundial de la coca, opera el frente Armando Ríos de las FARC. Se trata de un frente disidente que está extendiendo sus tentáculos hacia Vaupés, Guainía, Vichada y el sur del Meta. Los campesinos afirman que si vienen por la fuerza y sin alternativas viables a acabar con los cultivos de coca esa disidencia tendrá cuatro mil guerrilleros dentro de cinco años. A los campesinos no les quedaría alternativa distinta de apoyar la insurgencia.

En Tumaco la violencia es persistente. Según Medicina Legal, en 2011 hubo 229 homicidios; en 2012 hubo 251; en 2013, 220; en 2014, 144 y en 2015, 128. Según el Ministerio de Defensa, la tasa de homicidios en el puerto es de 70 por cada 100.000 habitantes, mientras que en el país es de 25.

Paradójicamente, el Acuerdo de paz de La Habana le ha traído al puerto zozobra e incertidumbre. Los paros cocaleros son una muestra de ello y se han convertido en verdaderas batallas campales que se desarrollan en Llorente, a menos de un kilómetro de donde están ubicadas las zonas de concentración de Vaquero y Guacamayas.

No es para nada seguro que la erradicación forzosa acabe con los cultivos de coca. Tumaco es un laboratorio donde se juega el futuro del proceso de paz. “La actual situación de Tumaco nos desborda”, musita impotente el gobernador de Nariño.

 

* Economista, Magister en Estudios políticos y Económicos de la Universidad del Norte de Barranquilla. Autor del libro, La geopolítica del petróleo y el cambio climático, Universidad de Antioquia, 2010. Profesor universitario.  

 

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