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Las razones del desencanto: teoría de la elección racional

Escrito por Diana González

El pensador

Diana Gonzalez, mujer con gafas oscuras y pelo ondulado recogido en una moña Un tema capital para las ciencias sociales: ¿en qué consiste la racionalidad para tomar decisiones, hasta donde se puede ser de veras “racional”, y cómo no caer en la defensa de irracionalismo?

Diana Beatriz González*

La Razón Desencantada: un acercamiento a la teoría de la elección racional
Elisabetta Di Castro Stringher
Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM
Primera edición, 2002

Ilusión y desencanto

La razón tiene la capacidad de transformar al mundo y a la humanidad: solo hay que tener la valentía de usarla.

Mediante la razón, el ser humano produce el mundo en el que vive. Por eso el problema del conocimiento no es el de la coincidencia entre un orden externo ya establecido y la idea que nos hacemos de él, sino de autoconocimiento de las capacidades de la razón y de la legitimidad de sus pretensiones.

Pero tras siglos de reflexión sobre el tema, la razón sigue siendo un concepto polémico y las esperanzas puestas en ella por mucho tiempo han sido intensamente controvertidas. La idea de que las luces del pensamiento nos llevarían por la senda del progreso constante fue puesta en duda, en tanto que la fuerza de los hechos habría mostrado que la razón puede usarse para crear empresas eficientes de exterminio, y que la historia no necesariamente avanza en la dirección del “progreso humano”.

“El sueño de la razón produce monstruos” (1798) grabado de la serie “Los Caprichos” del artista español Francisco de Goya.
“El sueño de la razón produce monstruos” (1798)
grabado de la serie “Los Caprichos” del artista
español Francisco de Goya.
Foto: Wikimedia Commons

Hiper-racionalismo

A juicio de Elisabetta Di Castro es entonces necesario revisar las pretensiones y límites de esa racionalidad omnipotente (hiper-racionalismo) que pretendió liberar a las personas de los mitos y fantasmas de la religión, pero que en el camino acabó por convertirse en   el nuevo mito. Por eso en su libro “la razón desencantada” explora las posibilidades de redefinición de este concepto, después de la caída de los que considera como los grandes proyectos hiper-racionalistas de la Ilustración.

El problema es entonces el del concepto “razón”. La autora considera que ante el optimismo excesivo del racionalismo y la evidencia de su equivocación, es preciso  redefinirlo de manera que se eviten las esperanzas desmedidas, sin que eso implique abogar por el extremo opuesto, es decir, por el irracionalismo.

Di Castro parte de suponer que la contraposición entre racional e irracional resulta cada vez menos clara y que desconocer los vínculos e influencias que van de un extremo al otro no solo es incorrecto, sino además peligroso.

Elección racional

La autora analiza una de las teorías contemporáneas más importantes que- sin obstar  las críticas anteriores- defiende una versión fuerte del concepto “razón”: la teoría de la elección racional (TER). Di Castro constata las continuidades entre el optimismo de la Ilustración y la confianza de la TER en las capacidades de la razón, para entonces criticar los excesos de este nuevo proyecto hiper-racionalista.

En el camino acabó por convertirse en   el nuevo mito.

La TER está metodológicamente vinculada con una forma de proceder muy anterior a ella, según la cual la explicación de los fenómenos sociales debe  hacerse a partir de los individuos que integran esa sociedad (individualismo metodológico). Estos individuos, sin importar dónde vivan, su género o sus condiciones económicas, comparten tres rasgos esenciales: todos tienen determinadas creencias, un conjunto de deseos o preferencias y cuentan con una gama de estrategias de acción. Un sujeto racional es aquél que escoge la estrategia que mejor satisface sus preferencias, dadas sus creencias. En ese sentido, un agente racional es quien busca obtener los mejores resultados (maximizar) en relación con los deseos y creencias que tiene.

Para la TER entonces la racionalidad es de carácter instrumental y su objetivo es señalar cuál es la acción que el agente debe adelantar si quiere obtener la máxima satisfacción de sus deseos o preferencias.

Joven visitante contempla el busto de Antínoo en el Museo del Louvre.
Joven visitante contempla el busto de Antínoo en el Museo del Louvre.
Foto: Nathan Rupert

Teoría limitada

Después de exponer las características centrarles de la TER y los fundamentos de su confianza en los poderes de la razón, Di Castro señala los que a su juicio son los límites y fracasos de esta teoría:

  • En primer lugar, al partir del supuesto de un individuo que toma decisiones de manera aislada, la TER no tiene en cuenta que una gran parte de las acciones humanas se producen en contextos sociales y dependen en mucho de lo que hacen los otros miembros de la sociedad.
  • En segundo lugar, las situaciones que enfrentan los individuos al tomar decisiones son sumamente complejas porque incluyen gran cantidad de variables y consideraciones. En estos casos difíciles la teoría tal vez no sea capaz de identificar la acción más racional para un individuo o una sociedad.
  • En tercer lugar, dado que la TER pretende señalar lo que un agente “racional” debe hacer, fracasa si el agente se comporta de manera distinta de la que indica la teoría.
  • Otro problema fundamental de la TER es no incorporar de manera  adecuada las consideraciones de tiempo, azar e incertidumbre que afectan y con frecuencia son esenciales para determinar la racionalidad de una acción.

Para Di Castro, una teoría de la racionalidad amplia o desencantada, tendría que incorporar consideraciones cualitativas ausentes dentro de la TER. Esto implicaría alejarse de las pretensiones universalistas y unívocas de los proyectos como éste. No importan solamente los deseos del agente, también importa cómo se formaron y cuál es su relación con otras normas o valores que tenga la persona, de suerte que una “elección racional” no necesariamente maximiza su satisfacción.

La contraposición entre racional e irracional resulta cada vez menos clara

La razón desencantada es capaz, entonces, de ver sus propios límites y renunciar en ciertos casos a la pretensión de dar razones cuando ese ejercicio se vuelve irracional.

“La razón desencantada” expone de manera clara y fluida un tema que otros textos hacen innecesariamente complejo u oscuro. A partir de los ejemplos y las gráficas, Di Castro presenta un valioso panorama sobre el estado de la discusión en cuanto al tema de la razón en general, y de la TER en particular.

No obstante lo anterior, el libro de Di Castro me deja la impresión de que sus críticas son válidas en cuanto se refieren a las tesis instrumentalistas, pero no a las que incorporan otros tipos de información importante, como decir los compromisos, obligaciones y derechos de la persona o sociedad que toma las decisiones.

Quiero decir: parece que la razón desencantada da cuenta de por qué el criterio de maximizar los beneficios solo se aplica a un rango reducido de sucesos y decide, muy racionalmente, dejar de buscar razones para los casos que están más allá de sus dictados puramente instrumentales.

Tal vez los casos más interesantes en relación con los límites del razonamiento humano son aquellos donde los conflictos prácticos implican una incompatibilidad entre bienes, principios o derechos que no obedecen solamente a un razonamiento instrumental.

En suma, y retomando la idea de Amartya Sen, un tonto racional no es solo aquel que sigue estrictamente los dictados de la TER, sino también el que desencantado de la razón, abandona la deliberación de asuntos humanos fundamentales que no operan con la lógica de la maximización de satisfacción individual.

 

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