Los dos candidatos que lideran las encuestas aseguran un cambio respecto del actual gobierno, pero proponen caminos muy distintos.
Nicolás Liendo*
Un cambio de rumbo
El próximo domingo se define el modelo de país que tendremos durante los próximos cuatro años.
Si las encuestas tienen razón, el cambio de rumbo está asegurado. En caso de que Iván Duque o Gustavo Petro lleguen a la presidencia y cumplan con sus promesas de campaña, varios aspectos de las políticas vigentes sufrirán profundas modificaciones.
Dos visiones opuestas
![]() Presidentes en Cumbre de las Américas ¿Latinoamérica a la derecha? Foto: Cancillería Foto César Carrión |
Las más recientes encuestas dan por ganador de la primera vuelta al ex senador del Centro Democrático Iván Duque.
En ninguna encuesta Duque está por debajo del 35 por ciento y en cinco de las seis principales (Invamer, Cifras y Conceptos, Yanhaas, Guarumo y Centro Nacional de Consultoría) la diferencia con el resto supera el 9 por ciento. Solo en la encuesta de Datexco la diferencia se reduce a un 6 por ciento. Lo anterior le asegura a Duque un puesto en la segunda vuelta.
Por su parte Gustavo Petro aparece segundo en todas las encuestas, sin excepción, y viene creciendo consistentemente en los últimos dos meses. En la mayoría de las encuestas ya mencionadas, Petro aventaja por 10 puntos al tercero. De manera que es casi seguro que el próximo presidente será uno de ellos dos.
Petro y Duque representan los extremos de la oferta ideológica en estas elecciones:
Duque aglomera al conservatismo tradicional y la derecha uribista, mientras que Petro representa a la izquierda.
Duque apuesta por un modelo que aspira a un Estado pequeño y eficiente en materias económico-sociales, pero grande y omnipresente en temas de seguridad. Por su parte, Petro defiende un Estado omnipresente en la resolución de conflictos sociales y redistribución de la riqueza y también un Estado con sólida presencia en el territorio, aunque está en duda cómo serían sus relaciones con las fuerzas de seguridad.
Estos dos candidatos se diferencian radicalmente en sus posturas respecto de la implementación de los acuerdos con las FARC, ya que Duque pretende revisarlos de manera sustantiva, aunque no es claro si se renegociarían o si esto se haría de manera unilateral. Petro, por su parte, garantiza respetar lo pactado por Santos y la guerrilla.
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En temas morales, Duque propone una visión tradicional de la familia, anclada en una visión religiosa. Esto ha sido reforzado por el reciente apoyo de la ex fiscal Vivianne Morales y la mayoría de los partidos (MIRA, Colombia Justa y Libres) e iglesias cristianas. En la práctica esto significa, por ejemplo, que el candidato del Centro Democrático estaría de acuerdo en reconocer igualdad de derechos “patrimoniales y civiles” a las parejas del mismo sexo, pero no necesariamente en la posibilidad de contraer matrimonio. Petro, por su parte, tiene una concepción más amplia de la familia y acepta el matrimonio homosexual.
Los detractores de cada candidato tienen la peor concepción del otro. Los votantes de Petro sostienen que con Duque se volvería al pasado uribista y a la guerra, mientras que los seguidores de Duque afirman que Petro encarna el riesgo de una Colombia castro-chavista. Ambos extremos acusan al otro de ser populistas, personalistas, de buscar revanchas y de amenazar las instituciones democráticas. Tanto las afirmaciones de Duque de buscar reducir las altas cortes a una sola, así como el llamado de Petro a ocupar las plazas ante un, según él seguro, fraude electoral y dejar abierto el camino de vías de hecho, no hace más que legitimar las sospechas de sus detractores.
Este repaso pequeño y necesariamente incompleto quiere mostrar las diferencias en los caminos que el país puede tomar en las próximas elecciones. La “polarización” en la segunda vuelta está asegurada.
¿Se sumará Colombia a la ola de derecha?
Al mismo tiempo que nuestras elecciones, Latinoamérica está a mitad de camino de otras maratones electorales, con seis elecciones presidenciales, otras legislativas y otras subnacionales de vital importancia.
Si en 2009, 13 de los 18 gobiernos latinoamericanos tenían presidentes de izquierda, en los últimos años esta tendencia se ha revertido y actualmente más de la mitad son de derecha. Para dar solo tres ejemplos:
- El año pasado la derecha volvió al poder en Chile con Sebastián Piñera;
- En Honduras, Juan Orlando Hernández repitió mandato;
- En Paraguay también se reeligió el partido en el gobierno, que derrotó a una alianza de izquierda.
Otros países también están ad portas de elegir nuevos gobiernos:
- En México, Andrés Manuel López Obrador lidera las encuestas en representación de un movimiento de izquierda;
- En Brasil, las elecciones están atadas a la suerte de Lula, que aún desde la cárcel podría competir en las presidenciales y retornar al poder con facilidad.
Pero aunque la ola de derecha en América Latina toma cada vez más fuerza, no ha logrado tener el mismo predominio que la ola de izquierda del siglo XX. De hecho, países como Bolivia, Ecuador y Nicaragua han reelegido a gobernantes de izquierda.
Pero las elecciones en Colombia se diferencian de las de sus vecinos porque aseguran (en cualquier escenario) un cambio de rumbo y no la reelección de los partidos en el gobierno.
Un futuro todavía incierto
![]() Congreso de la República: Coaliciones y gobernabilidad Foto: Razón Pública |
Con seguridad, Colombia repetirá una constante de la política latinoamericana: la necesidad de una segunda vuelta para elegir presidente. Eso muestra la creciente incapacidad de los líderes y los partidos para presentar propuestas convincentes y recibir respaldos mayoritarios, así como la fragmentación y volatilidad de las preferencias de los votantes.
También se ha vuelto cada vez más común en América Latina que el candidato que queda de segundo en primera vuelta, acaba por triunfar en la segunda:
- Esto ocurrió en Perú con Pedro Pablo Kuczynski;
- En Argentina, con Mauricio Macri;
- En Costa Rica, con Carlos Alvarado,
- Y sin ir más lejos, en Colombia: recordemos que en las elecciones de 2014, Juan Manuel Santos perdió en primera vuelta contra Oscar Iván Zuluaga y remontó en la segunda.
Una consecuencia inmediata de lo anterior es que el ganador no logra consensos políticos amplios, de manera que entra a gobernar con coaliciones inestables y en un país polarizado. Esto tiende a desencadenar un círculo vicioso, donde el clientelismo y la corrupción se usan para tratar de asegurar la “gobernabilidad”, y esto a su vez agrava el desprestigio del sistema político y las dificultades para ejercer el gobierno.
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Colombia no es la excepción, y por eso una de las tareas primordiales del próximo presidente será ordenar los incentivos y las reglas de la competencia política. Una reforma político-electoral es imperiosa, tanto para garantizar que todos los que compitan confíen en los árbitros y organizadores de la elección, cómo para combatir la corrupción y el clientelismo.
Aun así, la comparación con los vecinos latinoamericanos muestra la fortaleza de las instituciones de Colombia, pues éstas han puesto coto a los intentos de eternización en el poder, así como a las arbitrariedades de los gobiernos de turno nacionales y regionales.
Dados los resultados de las pasadas elecciones legislativas y la consecuente composición fragmentada del Congreso, Colombia mantendrá su tradición de presidencias “coalicionales”. El próximo presidente deberá negociar con las demás bancadas y conciliar sus proyectos.
La agenda del próximo gobierno será extensa. La misma ciudadanía reconoce que la mayor parte de este cuatrienio estuvo dedicada casi con exclusividad a la agenda de la firma y a la fatiga de la implementación de los acuerdos, posponiendo reformas y avances en otras materias.
Por primera vez en mucho tiempo, el tema de la paz parece haber cedido un poco de protagonismo frente a otros asuntos, como la desigualdad, el emprendimiento, la educación, el medio ambiente, la salud, la corrupción y la infraestructura. En las próximas elecciones están en juego dos visiones que proponen remedios distintos a estos asuntos y que enfrenta dos modelos diferentes de país.
*Vicedecano de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Sergio Arboleda y candidato a Doctor de la Universidad de Arizona.