La acentuada división entre la derecha y la izquierda ha llevado a muchos en Colombia a declararse “tibios”, como una opción válida y necesaria. Pero, ¿es realmente tan mala la polarización? ¿Tiene el centro propuestas claras para el país?
Nicolás Liendo*
¿La hora de los tibios?
La contienda electoral de 2018 dejó uno de los ambientes políticos más polarizados y crispados que se recuerden en Colombia. Pero el hito que dio vida a esta polarización fue el plebiscito del dos de octubre de 2016 para ratificar del Acuerdo de paz con las FARC.
Algunos expertos consideran que la polarización puede tener efectos positivos sobre la política, mientras que otros advierten sobre las peligrosas consecuencias que puede traer para la democracia. Este desacuerdo explica el debate reciente sobre el espacio que queda para los “tibios” en medio del espectro político de Colombia.
Varios personajes han alzado su voz para no quedar atrapados en la polarización derecha-izquierda. El excandidato Sergio Fajardo y el columnista Daniel Samper son algunos de quienes consideran que sus posiciones no están bien representadas por el uribismo ni por el petrismo, y se autodenominan “tibios” para diferenciarse.
Pero más allá de ciertas declaraciones generales, no es para nada claro qué tipo de sociedad proponen como alternativa.
¿Dónde está el centro?
La división entre derecha e izquierda viene de la Revolución Francesa, donde quienes se sentaban del lado derecho en el recinto de la Asamblea defendían los intereses de la iglesia católica, la Corona y la aristocracia, mientras que quienes se sentaban a la izquierda defendían el interés de los comunes.
Esta terminología se incorporó a la teoría política a partir de la obra de Anthony Downs, quien estudio el comportamiento electoral de los ciudadanos en las democracias. Downs aplicó a la política las herramientas que usan los economistas para entender por qué unos clientes compraban en unos supermercados y no en otros. Así llegó a la conclusión de que la ideología de derecha o izquierda hacía posible subsumir las múltiples posiciones de los votantes en un único espacio, simplificando la toma de decisiones para escoger según la cercanía relativa de sus posiciones a cierta oferta partidaria.
La “teoría del votante mediano” de Downs supone que los partidos tienden a correrse hacia el centro. Este efecto se ve frecuentemente en épocas electorales. Dos ejemplos en Colombia lo demuestran: el partido de Uribe se llama “Centro” Democrático, y Petro quiso mostrarse como “moderado” cuando se desmarcó del régimen de Maduro, pese a haber apoyado primero sus políticas.
En un contexto de posconflicto, los altos niveles de polarización pueden ser contraproducentes para la estabilidad democrática.
Por esto muchos candidatos añoran representar al verdadero “centro político”, donde se encontraría la mayoría de los votantes. Sin embargo, en sistemas multipartidistas los votantes encuentran ofertas en distintos puntos del eje izquierda-derecha, y el “centro” depende de la cultura política de cada sociedad. En Colombia, esta cultura está bastante corrida a la derecha —como demuestra Juan Carlos Rodríguez Raga—, aunque en los últimos años se ha notado un corrimiento hacia el centro. Esto mostraría un escenario favorable para los tibios.
Otros opinan que existe más de una dimensión o razón a partir de la cual deciden los votantes. Algunos estudios en América Latina dicen que el eje izquierda-derecha puede explicarse exclusivamente a partir de los temas económicos y del papel del gobierno en la reducción de las desigualdades. En esta clasificación, para la derecha el mercado es quien debe liderar la economía, mientras que para la izquierda es el Estado.
Aunque históricamente en América Latina la derecha ha estado alineada con el conservadurismo moral y la izquierda con el liberalismo moral, en los últimos tiempos nuevos temas (los llamados posmateriales) han entrado a ser parte del debate y han hecho más compleja la dicotomía izquierda-derecha. Entre estos temas figuran los del medio ambiente, los derechos humanos y la libertad de decisión individual.
Por lo tanto, aun cuando existe una atracción magnética de los partidos hacia el “centro”, se corre el riesgo de hacer indistinguibles las diferencias en la oferta de los partidos (desideologización) y esto puede llevar al consecuente rechazo de estos partidos. Este fenómeno ocurrió en la Europa de posguerra con el acuerdo básico entre conservadores y socialdemócratas sobre las políticas del Estado de bienestar. En América Latina esto se ha visto en las últimas décadas con la crisis de los partidos tradicionales —como experimentan hoy en Colombia los liberales y los conservadores—.
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En lugar de la división tradicional, han surgido nuevas expresiones que proponen políticas más definidas y que, buscando reafirmar su identidad, tienden más hacia los extremos para desmarcarse de lo ya existente. En este ir y venir de la ideología y la oferta política hay un factor que ha minado el papel del centrismo: la creciente polarización.
Política extrema
![]() Elecciones en Colombia ¿no hay oportunidad para el centro? Foto: Personería de Medellín |
La política democrática, y especialmente el presidencialismo, consiste en el gobierno de las mayorías, pero respetando los derechos de las minorías. Pero este balance es difícil de alcanzar cuando se gobierna.
Hay quienes defienden la polarización política. Estos sostienen que es una parte normal del juego democrático porque permite a los votantes diferenciar con claridad las propuestas de los candidatos y partidos. Porque si las organizaciones políticas no establecen con claridad sus posiciones son calificadas de tibias y crean además la sensación de que da lo mismo votar por cualquier partido o candidato.
En muchos lugares, cuando los dos partidos tradicionales fueron indiferenciables para el público, estos tendieron a desaparecer y surgieron opciones extremas, como Chávez en la Venezuela de la crisis de Acción Democrática y COPEI, o Evo Morales en Bolivia con la crisis del Movimiento Nacional Revolucionario, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria y Acción Democrática Nacionalista.
Quienes están en contra de la polarización afirman que ante estos escenarios la mayoría de las personas acaban siendo atraídas por uno de los polos y adoptan posiciones extremas. Esto lleva a que las discusiones sean en “blanco o negro” y se afecte el principio democrático de respeto de las minorías y la búsqueda de consensos. También conlleva a que las decisiones sean más “en contra de alguien” (un ismo) que a favor de una propuesta. Ante esta situación son más los votantes que deciden en base al anti-petrismo o anti-uribismo. Pero el centro no puede fundarse únicamente en rechazar a otros.
La tibieza no puede ser un estado, debe ser una propuesta.
Por lo general, altos niveles de polarización llevan a la radicalización, a prescindir del diálogo como mecanismo de solución de las diferencias y a la violencia. Según esta lógica, en un contexto de posconflicto, los altos niveles de polarización pueden ser contraproducentes para la estabilidad democrática.
Después de medio siglo de conflicto armado, el acuerdo con las FARC y el plebiscito que le siguió han supuesto el surgimiento de una nueva división de la escena política colombiana. Este proceso fue el origen de las disputas entre Santos y Uribe, y del fortalecimiento de las posiciones del tipo “estás con nosotros o con ellos”.
La intensidad de esta polarización no ha hecho sino aumentar y las divisiones se repitieron en la campaña de 2018. En esta contienda quedó en evidencia que no hay lugar para los débiles. Aunque Fajardo y su supuesta tibieza casi logran llegar a la segunda vuelta, los extremos salieron vencedores y los dos candidatos finalistas encarnaron las opciones más distantes del centro.
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Propuestas tibias
![]() ¿Solo existe la izquierda y la derecha? ¿Están la mayoría de electores en el centro? Foto: Public Domain Pictures |
La creciente polarización no es un fenómeno exclusivo de Colombia, sino que viene ocurriendo en la región. Las victorias en Brasil de Jair Bolsonaro y de Donald Trump en Estados Unidos demuestran un desplazamiento de lo políticamente correcto y la moderación hacia posiciones más vociferantes.
La introducción masiva de las nuevas tecnologías en las campañas y la segmentación de los mensajes han aumentado la polarización, ya que cada candidato puede llegar directamente a su destinatario a través del celular, comunicando mensajes que le agraden y omitiendo otras propuestas que no le gustan tanto.
Esta individualización favorece la inmediatez y deslegitima los procesos y construcción de necesidades colectivas. Hoy día la información y la evidencia empírica son meros obstáculos para los argumentos prefabricados y donde el líder siempre tiene la razón. Por eso los tibios son acusados de débiles, e incluso dentro de la izquierda y la derecha quienes reflexionan poniendo matices sobre las acciones o las premisas de esos movimientos son vistos como desleales.
Un ejemplo claro en América Latina es Argentina. Allí la política se reduce a ser kirchnerista o macrista: la famosa “grieta”. A pesar de los errores de ambas gestiones, la “avenida del centro” sigue vacía y aquellos que han buscado un camino “tibio” han fracasado. Para las elecciones de 2019 el escenario de polarización seguirá siendo la pauta.
En Colombia apenas está empezando el debate de los tibios o del centro, de manera que sirve mirar las lecciones de otras latitudes. No basta esperar los errores de los extremos para creer que el centro es la solución de los problemas. Los ciudadanos exigen propuestas y decisiones claras que hoy “los tibios” no están dando. Para tener rédito electoral, la tibieza no puede ser un estado, debe ser una propuesta.
*Decano de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Sergio Arboleda.