Es un país en medio de una crisis económica y social muy grave, pero también un “Petro-Estado” donde por esto mismo es muy difícil cambiar el régimen político. De aquí la turbulencia y de aquí la incertidumbre.
Francesca Ramos Pismataro*
Ni en los peores tiempos
La Venezuela de hoy sufre una aguda crisis económica y social, producto del desplome de los precios del petróleo y de muy graves problemas institucionales.
Esto ha implicado que los venezolanos padezcan un deterioro de la calidad de vida que no habían conocido ni siquiera durante los momentos más difíciles del decenio de 1980, cuando la insatisfacción generalizada desembocó en el infaustamente recordado “Caracazo” (así llamado por asociación con nuestro “Bogotazo” y para referirse a los disturbios registrados entre el 27 de febrero y el 8 de marzo de 1989 que concluyeron con centenares de muertos y con tal vez millares de desaparecidos).
Algunos de los fenómenos que producen tanta insatisfacción y tanta incertidumbre en la Venezuela de estos días son:
- La escasez de productos esenciales, incluyendo los alimentos y los medicamentos;
- La inseguridad ciudadana, con una tasa de 90 homicidios por 100.000 habitantes (según el Observatorio Venezolano de Violencia), lo cual ubica al país a la cabeza de América Latina y por supuesto entre los más violentos del mundo;
- Una tasa de inflación realmente “inédita” o superior al 500 por ciento (según estimativos del Fondo Monetario Internacional),
- Una severa crisis energética y los drásticos cortes de servicio consiguientes, pese a que Venezuela es reconocida como “potencia energética” que posee las mayores reservas de petróleo del mundo.
Paradoja de la abundancia
Tribunal Supremo de Justicia en Venezuela. Foto: Wikimedia Commons |
Este es el tipo de contradicción que Terry Lynn Karl famosamente llamó “la paradoja de la abundancia”, por referencia a los “Petroestados” o países que disfrutan de gigantescas riquezas petroleras. .
El Estado reparte subsidios –o sea que “controla”- a un número importante de ciudadanos.
No obstante las diferencias en sus regímenes políticos, en sus niveles de desarrollo económico y en sus características sociales, estos países una y otra vez han sufrido la “maldición de los recursos naturales”, las alzas y las bajas pronunciadas en el bienestar económico de sus habitantes y en la popularidad política de sus gobiernos. .
Estos Estados suelen invertir los enormes ingresos de tiempos de bonanza en programas sociales asistencialistas o de corto plazo, pero se vuelven cada vez más dependientes de las rentas petroleras, son mono-exportadores, y por lo tanto relajan la disciplina fiscal al mismo tiempo que desestimulan los emprendimientos competitivos por fuera del sector estrechamente petrolero. De esta manera crean una sociedad acostumbrada a unos patrones de gasto muy por encima de su productividad y que sigue demandando servicios y subsidios del Estado aun cuando llega la época de vacas flacas.
Es fácil encontrar estas mismas características en el caso de la Venezuela de hoy. Y a estas razones habría que sumar las decisiones ideológicamente motivadas del gobierno Maduro para recortar o reducir el ámbito de las iniciativas privadas.
El control chavista
La pregunta del millón es muy sencilla: ¿en qué ira a desembocar esta tan grave crisis, y cuál será por tanto la situación política de Venezuela?
No obstante el voto de castigo que los mismos chavistas le dieron al gobierno en las pasadas elecciones parlamentarias, en Venezuela operan todavía varios factores de poder que tratan de evitar a toda costa un cambio de régimen político.
Uno de ellos es el control que en diecisiete años ha logrado imponer el chavismo sobre el conjunto de las instituciones políticas tradicionales, así como de las instituciones paralelas que se han ido inventando con el paso del tiempo. Esto explica por qué las iniciativas del bloque opositor han sido frenadas de manera sistemática y cerrada por parte, sobre todo, del Tribunal Supremo de Justicia, de suerte que el congreso o Asamblea Nacional tiene menos y menos poder, mientras que el resto de las ramas o entidades del Estado se encuentran con firmeza en manos del chavismo.
Ese control monolítico también explica por qué Diosdado Cabello, expresidente de la Asamblea Nacional, pidió publicar la lista de quienes apoyaron o apoyen con sus firmas la solicitud de convocar a un referendo que revocaría el mandato de Maduro: es una manera obvia de coaccionar a los votantes potenciales.
Pero además y a través de instituciones paralelas como los consejos comunales, las milicias o las misiones sociales, el Estado reparte subsidios –o sea que “controla”- a un número importante de ciudadanos, amenazándolos con quitárselos si se desvían de la ortodoxia.
El actual aparato burocrático de Venezuela consta de cerca de 3 millones de empleados públicos, a quienes se amenaza con el desempleo si no siguen los lineamientos del gobierno. Y a este grupo se le deben sumar los millones de beneficiarios de las misiones sociales.
Las opciones
![]() El Presidente venezolano Nicolás Maduro. Foto: Gobierno Bolivariano de Venezuela |
Como sostiene la oposición, la salida del atolladero actual pasaría por un referendo convocado para este mismo año y donde el descontento y la impopularidad del presidente Maduro puedan desfogarse y traducirse en un cambio inmediato de gobierno. De otra manera los venezolanos tendrían que esperar a que concluya el periodo constitucional de Maduro, es decir hasta el 2019.
Durante estos tres años pueden ocurrir varias cosas, y entre ellas
· Que las fuerzas del chavismo se reconfiguren tras el fracaso obvio de su ala radical (si es que el presidente llega a ser revocado);
· Que la crisis empeore a tal punto que resulte en estallidos populares y en violencia creciente;
· O inclusive que ocurra un “milagro” (como un nuevo aumento de los precios del petróleo) que salven tanto a Maduro como a su país.
Venezuela es un “petroestado”, y cuando en estos Estados se acaba la bonanza, los gobernantes suelen postergan la adopción de correctivos eficaces pues ello implica aún mayores sacrificios o costos para los ciudadanos y por ende unos niveles más altos de descontento y de inestabilidad política.
Por eso son Estados donde los cambios del régimen político son sumamente traumáticos y difíciles. Y donde los gobiernos, por lo tanto – como el actual de Nicolás Maduro- viven expuestos al vaivén de turbulencias cuyo desenlace no es fácil de predecir.
* Directora del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.