Maduro se posesiona para un segundo periodo, pero la crisis se agrava y la presión internacional se intensifica. Hay dos caminos posibles.
Carlos A. Romero*
¿Un nuevo presidente?
El jueves de esta semana se posesionó Nicolás Maduro para un segundo período como presidente de Venezuela. La posesión tuvo lugar ante el Tribunal Supremo de Justicia y no ante el parlamento, como dispone la Constitución y como es habitual en casi todo el mundo.
Al mismo tiempo sin embargo —y dado que muy pocos países reconocieron la elección de Maduro— Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional (AN), pidió asumir temporalmente la jefatura del Estado. El parlamento de Venezuela, de mayoría opositora, anunció que desconoce la legitimidad del nuevo gobierno de Maduro y reconoció a Guaidó como su presidente. ¿Qué sigue ahora?
La crisis
![]() La Asamble Nacional venezolana deberá decidir si asume la presidencia de Venezuela. Foto: Flickr |
El régimen bolivariano no logró la estabilidad política y económica que había prometido Chávez en 1999, cuando fue elegido por primera vez para la Presidencia. El gobierno revolucionario ha perdido paulatinamente el apoyo popular y la riqueza petrolera que tuvo en su momento. La mayoría de la oposición, por su parte, ha escogido el camino de la desobediencia civil con el apoyo de la comunidad democrática internacional.
El régimen tomó dos decisiones muy costosas desde el punto de vista político:
- Adelantó las elecciones presidenciales —previstas, según la Constitución, para diciembre de 2018— para el mes de mayo de 2018. Con esta decisión, el régimen quebrantó los estándares de una democracia que de veras pretenda jugar limpio.
- Redujo a un mínimo las funciones de la AN, donde la oposición tiene la mayoría desde enero de 2016. Maduro le dio vida a un parlamento paralelo y por supuesto chavista, que asumió los poderes de la AN y que se llama Asamblea Nacional Constituyente (ANC).
Estas dos decisiones fueron entendidas por la comunidad internacional como el golpe de gracia contra una democracia que venía dando tumbos desde 1999.
El parlamento de Venezuela, de mayoría opositora, anunció que desconoce la legitimidad del nuevo gobierno de Maduro y reconoció a Guaidó como su presidente.
Durante los últimos años ha venido en aumento la violación sistemática de los derechos humanos en Venezuela. Además, los procesos electorales han sido manipulados mediante subterfugios jurídicos con el fin de sacar de circulación a un número significativo de dirigentes opositores: muchos de ellos hoy están en el exilio, presos o dedicados a buscar alguna forma de transición hacia la democracia.
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A esas acciones antidemocráticas se ha sumado la crisis económica que empezó en 2015 debido a la caída de los precios del petróleo, la baja en la producción y una inflación galopante. La hiperinflación es consecuencia de una serie de medidas, entre demagógicas y desesperadas, que afectan tanto el estado de las finanzas públicas como la vida diaria de la gente.
Por otra parte y desde luego hay que anotar el impacto de la emigración de más de tres millones de venezolanos de diferentes clases sociales, que han huido del colapso para buscar nuevas oportunidades en países extranjeros.
Como si fuera poco, la corrupción y el narcotráfico también han salpicado la gestión del gobierno de Maduro.
Venezuela arrinconada
El gobierno y su Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) interpretan o pretenden interpretar todas estas calamidades como resultado de un sabotaje , como el producto de un plan deliberado para provocar un golpe de Estado.
El gobierno afirma que la crisis financiera es consecuencia de una guerra económica contra Venezuela y que la crisis social es una invención de aquellos que decidieron salir del país. Por eso respondió a la creciente presión de la comunidad democrática internacional ampliando sus relaciones con los regímenes autoritarios del mundo.
Así, el panorama de Venezuela es una “bola de fuego” que se agranda cada día y que en estas últimas semanas amenaza con llevarse todo por delante. Cada vez son más lejanas las posibilidades de diálogo, de negociación y de entendimiento entre las partes enfrentadas.
Quienes han apostado por una salida pacífica se han quedado en la calle. La comunidad internacional, que en el pasado sugirió y patrocinó arreglos políticos domésticos en varias partes del globo, o bien está a favor de un cambio unilateral, o bien se hace de la vista gorda y decide no actuar.
Tales son los casos de la Organización de Estados Americanos (OEA) y del Grupo de Lima, bajo el liderazgo de Colombia y Perú, cuyos gobiernos han cerrado cualquier posibilidad de diálogo con Caracas.
Es más, el aparato de integración política que impulsó y apoyó Hugo Chávez integrado por la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), el Mercado Común del Sur (Mercosur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), PetroCaribe y Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) ya no siguen ni respaldan las instrucciones y posiciones de Venezuela.
Eso demuestra que el gobierno chavista perdió el apoyo internacional que tuvo. En América Latina fueron muriendo las esperanzas que existían sobre el socialismo. A medida que el gobierno de Maduro perdía apoyo, en muchos países latinoamericanos y caribeños llegaron al poder coaliciones enfrentadas al chavismo.
Alrededor de Venezuela se construyó un cerco por (1) la falta de apoyo internacional y (2) la promulgación de una serie de medidas coercitivas por parte de Estados Unidos y otros gobiernos, como:
- sanciones personales a funcionarios del régimen;
- limitaciones para el comercio exterior;
- prohibición de negociar bonos de la deuda externa venezolana en el mercado bursátil estadounidense;
- posibilidad de comerciar libre e internacionalmente el petróleo y otros minerales,
- prohibición del libre tránsito de funcionarios y allegados al régimen.
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¿Qué sigue?
![]() La Asamble Nacional venezolana deberá decidir si asume la presidencia de Venezuela. Foto: Flickr |
En medio de estas circunstancias se proyectan dos escenarios:
El primero se basa en la hipótesis de que la reelección de Maduro fisurará la dirección del chavismo y a la propia Fuerza Armada. Esto, junto con la presión internacional y la revuelta social, llevaría al país a una situación aún más precaria por el agravamiento de la crisis económica, la escasez de bienes y la hiperinflación consiguiente.
Este escenario podría considerarse como positivo para la oposición, si se dan las condiciones para un cambio de régimen, y muy negativo para el Gobierno.
El segundo escenario se basa en la hipótesis de que el gobierno y el PSUV tengan los recursos suficientes para “aguantar” la avalancha de un sector mayoritario de la comunidad internacional que exige nuevas elecciones en Venezuela.
La violación sistemática de los derechos humanos en Venezuela.
La mayor parte de la comunidad internacional ha expresado su voluntad de reconocer un régimen paralelo como la verdadera representación del país. Ya Estados Unidos le dio su apoyo oficial a Juan Guaidó como jefe de Estado provisional hasta que se convoquen nuevas elecciones.
Ante esta situación, el gobierno “apretaría las tuercas” del poder, reduciría aún más las libertades públicas e ilegalizaría a los partidos políticos opositores que quedan, a sus dirigentes y asociaciones civiles. También recrudecería el régimen de censura, a la par que allanaría y reprimiría a las universidades y otros grupos sociales que vayan a una huelga general y promuevan manifestaciones.
Este escenario es positivo para el Gobierno, pero tiene un costo significativo para la oposición.
El presidente venezolano llega al segundo mandato enfrentando a un sector de la oposición atrincherado en la AN y en los medios de comunicación que lo considera no apto para continuar en el poder.
Aun así, el gobierno de Maduro todavía respira con el apoyo de la Fuerza Armada, con unos recursos financieros —aunque menguados—, con un 30 por ciento de “fieles” al régimen y con el apoyo del mundo no democrático.
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Sin embargo, Maduro debe enfrentar serios obstáculos como:
- la decisión del Grupo de Lima, la OEA y la Unión Europea de desconocer su segundo mandato;
- la decisión de Estados Unidos para impulsar una transición a la democracia y convocar a nuevas elecciones;
- la eventual creación de un gobierno paralelo por la AN liderado por Guaidó.
No es claro si Guaidó podría entonces a asumir un gobierno de transición que convoque a elecciones. Amanecerá y veremos.
*Politólogo y analista internacional venezolano, profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela.