El nobel colombiano dijo alguna vez que no había una línea de sus libros que no se hubiera inspirado en un hecho real. Este repaso por algunas de sus obras revela cuáles fueron las personas o sucesos detrás de sus fabulaciones literarias.
La realidad: tema determinante
Quien haya leído Vivir para contarla, la autobiografía de Gabriel García Márquez, seguramente habrá encontrado muchas claves y pistas para entender el universo que este creó en sus obras. En este libro se pueden encontrar la inspiración de varias de sus historias, así como las personas reales detrás de sus personajes.
Porque fue en la realidad de su vida, y en la de Colombia, donde García Márquez encontró los insumos para su ficción. Sus novelas y cuentos no son resultado de la imaginación pura, como a veces quieren hacer creer los que aseguran que el realismo mágico es solo magia, artificio, exotismo y belleza sin asidero en el mundo real.
Fue en la realidad de su vida, y en la de Colombia, donde García Márquez encontró los insumos para su ficción.
Estos se acuerdan siempre de que el “realismo mágico” es mágico, pero olvidan, convenientemente, que es realismo. Pero la verdad es que Colombia, con todos sus males y bondades, con su historia convulsa, es el tema determinante en la obra de García Márquez.
Esto nos remite a la relación que tienen los eventos de la vida del escritor con su obra. Sin necesidad de caer siempre en la autobiografía, es sabido que los escritores suelen usar sus vivencias para construir sus ficciones. Así lo hicieron Hemingway, Bukowski, Bolaño o Vargas Llosa, entre otros muchos.
De hecho, podría decirse que no existe tal cosa como la ficción pura. Y también García Márquez, de forma magistral, convirtió sus recuerdos de infancia y a algunos de sus familiares y amigos en situaciones y personajes inolvidables, protagonistas de algunas de las páginas mejor escritas en la historia de la literatura colombiana.
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El amor en los tiempos del cólera
La historia de amor entre Fermina Daza y Florentino Ariza, ese largo periplo de “amores contrariados”, se basa en la historia del enamoramiento de los padres del propio García Márquez: Luisa Santiaga Márquez y Gabriel Eligio García.
El escritor los entrevistó por separado, como el reportero que era, y reconstruyó minuciosamente la historia que trasladaría a la novela, situándola en un lugar y un tiempo diferentes, así como añadiéndole otros detalles. García Márquez decía que esta era “su novela”, la que más quería, aunque fuera Cien años de soledad la que le dio el mayor reconocimiento.
Por supuesto, el amor de sus padres es solo la base de esta, una de sus mejores novelas, que además trata sobre la sociedad cartagenera, que aún parecía estar en la Colonia en el siglo XIX, así como sobre el deterioro del río Magdalena, que Gabo vio en sus viajes desde el calor del Caribe hacia el frío de las montañas del interior del país.
El coronel no tiene quien le escriba
El coronel de esta novela está inspirado en el abuelo materno del nobel, coronel Nicolás Márquez, quien también esperó por mucho tiempo el cheque de su pensión de excombatiente de la Guerra de los Mil Días. En la novela, el coronel espera en un pueblo presa del olvido, mientras el país se encuentra sometido al estado de sitio y todo parece decaer, excepto la dignidad del empobrecido protagonista que se apoya en el aire fino de la esperanza, en un dinero que no aparece y en un gallo de pelea.
Para redondear la situación, en un suceso que bien podría parecer cosa de literatura, mientras escribía la novela, García Márquez dejó de recibir su sueldo de corresponsal en París, cuando Rojas Pinilla cerró El Espectador.
La obra con más referencias a la vida del escritor y a la realidad de la desmesura colombiana fue Cien años de soledad.
En la buhardilla helada del parisino Hotel de Flandre, y en la pobreza casi absoluta, García Márquez acabó de escribir El coronel no tiene quien le escriba, una de esas novelas cortas pero contundentes donde no sobra una sola coma, y donde se dicen muchas cosas con pocas palabras, como en El viejo y el mar.
Crónica de una muerte anunciada
García Márquez sabía que a Santiago Nasar lo iban a matar mucho antes de siquiera sentarse a escribir Crónica de una muerte anunciada, ya que fue la muerte de Cayetano Gentile, un habitante del pueblo en donde entonces vivían Gabo y su familia, la que sembró la idea para este libro.
Al principio pensó en hacerlo como un reportaje, pero su madre le pidió que no lo hiciera, por lo menos mientras los implicados en la historia real estuvieran vivos. Con el paso de los años la idea maduró y acabó por transformarse en una novela.
El resultado fue una obra tan bien escrita que atrapa al lector aunque tome el riesgo de contar el final desde la primera línea, y que muestra cuán absurda puede ser la violencia en la sociedad colombiana, donde se mata y se muere por tonterías.
El general en su laberinto
Además de la obviedad de estar basada en Simón Bolívar y su viaje desencantado para abandonar el país (y la vida), esta novela es también la imagen del derrumbe del sueño de la Gran Colombia.
La amargura, la tristeza y la soledad del Libertador en sus días finales son las de un hombre que intentó trazar un camino para América Latina, que no pudo, o no ha podido, ser concretado.
En “La soledad de América Latina”, el discurso de García Márquez al recibir el Nobel de Literatura, el escritor habla de la forma en que la realidad de Latinoamérica es juzgada por el llamado primer mundo, de cómo se nos niega nuestra originalidad y se condenan los métodos propios de nuestra gente para buscar el cambio, para edificar mejor el futuro, y de cómo la historia de América y su presente se juzgan siempre desde el punto de vista del devenir histórico europeo.
Es difícil no relacionar eso con el Simón Bolívar de El general en su laberinto que, frente a las críticas de cierto francés con quien conversa, pide con vehemencia que no se nos diga más a los latinoamericanos cómo hacer las cosas, que no se nos exija ser iguales a los europeos y mucho menos hacer en un par de décadas lo que a Europa le tomó siglos, para rematar con una frase memorable: "¡Por favor, carajo, déjennos hacer tranquilos nuestra Edad Media!".
![]() El coronel no tiene quien le escriba, fue basada en el abuelo de Gabriel García Márquez, en la foto, un habitante de Aracataca. Foto: Haceme un 14 |
Cien años de soledad
Tal vez la obra con más referencias a la vida del escritor y a la realidad de la desmesura colombiana fue Cien años de soledad. Esta novela bebe constantemente de sucesos de la realidad: las guerras civiles, su hermana que comía tierra en el patio de la casa, el pueblo donde vivió sus primeros años, sus amigos de Barranquilla, su abuela, la casa de su infancia, la United Fruit Company y la masacre de las bananeras.
El libro cumbre de García Márquez es un ejemplo notable de cómo la narrativa puede tomar el mundo real y enriquecerlo, crearlo de nuevo, o abordar los grandes males de un país y las nostalgias personales del escritor para convertirlas en una obra de arte inigualable.
El cuento bien contado
Estos son apenas unos ejemplos entre la amplia producción de García Márquez, pero ilustran bien el hecho de que el “realismo mágico” no es un simple divertimento, un artificio narrativo, un estilo. García Márquez se enfrentó en sus ficciones a problemas históricos y sociales de Colombia, y no intentó ocultarlos tras la ‘magia’. De igual forma, tomó sus recuerdos y sus conocidos, y los transformó en literatura, sin creer que por ser importantes para él lo serían para el lector.
La literatura de García Márquez, como toda gran literatura, es una forma de conocimiento.
A menudo los escritores caen en autobiografías sin mayor mérito literario y suponen que al lector le interesan porque lo contado es la vida del autor o porque los hechos relatados en realidad sucedieron. Olvidan que lo más importante, más allá del tema o la situación, es contar el cuento bien contado.
Lejos de eso, García Márquez, con su prosa hipnótica y formidable, fabuló la realidad, la transformó y la presentó como parte de un mundo nuevo. En su prosa se puede comprobar que no es un escritor embelesado en la contemplación de su propio ombligo, ni se mueve en éxtasis en los vericuetos de su maestría con el idioma.
La historia colombiana rezuma en sus páginas, palabra por palabra, párrafo a párrafo, con toda su carga de desgracias, fracasos y posibilidades.
Sus novelas y cuentos son parte de ese arte que, como escribió Borges, nos revela nuestra propia cara. La literatura de García Márquez, como toda gran literatura, es una forma de conocimiento.
*Historiador y magíster en Escrituras Creativas, corrector de estilo y editor.
@IvanLecter