Ha sido un tema tabú durante los últimos veinte años. La exministra y vocera de la Coalición para la Promoción del Desarrollo Industrial explica la conexión entre la gran transformación productiva que se requiere, la inserción en las cadenas de valor globales, mediante los TLC y la industrialización de los recursos naturales del país.
Marta Lucía Ramírez*
Nuevo contexto, nueva política
El mundo pasa por una etapa de cambios profundos: los países BRICs (Brasil, Rusia, India y China) han entrado a marcar nuevas pautas tanto por el lado de la oferta como por el lado de la demanda; Estados Unidos y Europa bordean peligrosamente crisis diferentes pero interconectadas; la confianza de los consumidores a nivel mundial se ha debilitado y, con el paso del tiempo, los instrumentos de política económica resultan cada vez menos eficaces en la tarea de recuperar los ritmos de crecimiento de las décadas precedentes.
China e India lideran en forma agresiva la dinámica comercial, cada vez con más ímpetu, inundando el mundo de mercancías que no han sido producidas bajo los estándares de las economías avanzadas de mercado, lo que lleva al consumidor a enfrentarse a una disyuntiva entre precio y calidad.
En este contexto incierto y cambiante, resulta primordial asegurar un tejido productivo capaz de conectarse con las cadenas globales de valor y en especial, una plataforma institucional capaza de estimular el desarrollo industrial.
No sobra repetir hasta qué punto la industria cumple un papel fundamental dentro de la economía:
- por definición, hace un uso intensivo de mano de obra, generando una demanda constante de trabajo (de forma directa e indirecta) que se traduce en un alto número de empleos;
- además lleva a cabo la transformación de insumos y materias primas utilizados en la elaboración de productos con alto valor agregado, que requieren una plataforma tecnológica cada vez más desarrollada para incorporar conocimiento más complejo, proporcionado por un capital humano especializado en distintas labores que son coordinadas e integradas dentro de la actividad productiva.
Así pues, resulta fundamental volver la mirada a la dinámica de la actividad manufacturera en Colombia, para identificar los desafíos que lanza el nuevo contexto mundial y consolidar las bases de un crecimiento económico alto y sostenido, donde el grueso de la población participe en la repartición de los beneficios como recompensa a su aporte al proceso productivo.
Un nuevo modelo de desarrollo industrial, no riñe con los recursos naturales sino que los aprovecha; tampoco riñe con el desarrollo del sector de los servicios, sino que lo impulsa. Mayor producción industrial significa entre otras cosas, mayor desarrollo de proveedores y de fabricantes de bienes de capital para la industria extractiva; así como cadenas de valor que apliquen esos minerales o productos no renovables en la fabricación de sus productos industriales.
En gran medida, los desafíos de la industria colombiana están condicionados por la política económica del gobierno nacional en su papel de líder o guía de la economía nacional y por las condiciones institucionales en su rol como garante de un ambiente justo que estimule la competencia sana y que redunde en mayor productividad y competitividad, del lado de la producción, y en menores precios, junto con una mayor oferta de distintos productos de buena calidad, por el lado del consumo.
Industrialización, desindustrialización… ¿y ahora qué?
Como lo muestran los datos del siguiente cuadro, en los últimos cuarenta años la industria colombiana presenta un crecimiento fluctuante, con una tasa promedio de 3,4 por ciento, resultado de un crecimiento muy alto en la década de los setenta (6,6 por ciento) que nunca más se volvió a presentar, ni siquiera en forma cercana y que se desaceleró fuertemente en los años ochenta, para terminar siendo negativo en la década de los noventa, pero posteriormente mostrar una recuperación importante en el último decenio.
Sin embargo, aunque el crecimiento promedio de estas cuatro décadas no es bajo, es apenas superior al crecimiento promedio de la agricultura y significativamente inferior al crecimiento de la minería y de los servicios, por lo que termina siendo también menor a la tasa de crecimiento del PIB.
CRECIMIENTO ANUAL PROMEDIO POR SECTOR EN COLOMBIA |
|||||
Sector |
1970-1979 |
1980-1989 |
1990-1999 |
2000-2010 |
Promedio |
Agricultura |
4,5% |
2,7% |
1,8% |
1,4% |
2,6% |
Minería |
-3,1% |
20,2% |
7,0% |
3,4% |
6,9% |
Industria |
6,6% |
2,7% |
-0,1% |
4,3% |
3,4% |
Construcción |
4,0% |
5,4% |
-1,3% |
8,1% |
4,0% |
Comercio |
6,1% |
2,4% |
0,4% |
5,2% |
3,5% |
Servicios |
6,7% |
3,8% |
5,1% |
3,2% |
4,7% |
PIB |
5,8% |
3,4% |
2,9% |
4,0% |
4,0% |
Fuente: DANE, FMI y Banco Mundial – Cálculos Fedesarrollo |
Estamos viviendo una etapa de recuperación en el ritmo de crecimiento industrial, a pesar de que aún no hayamos regresado a las tasas de los años setenta. Sin embargo, para mantener una senda de recuperación semejante y lograr acelerarla, es necesario adaptarse a las condiciones actuales y futuras marcadas por la globalización, donde el concepto geográfico de país se desdibuja a favor de la conformación de grandes redes de cadenas de valor globales imbricadas en una compleja economía mundial.
Cómo cerrar la brecha de productividad
En esas nuevas condiciones, sigue siendo un imperativo de la política económica acelerar el crecimiento económico de Colombia, para lo cual no existe otro camino que incrementar el valor agregado y generar los empleos necesarios dentro de las fronteras y no por fuera de estas.
Nuestros industriales tendrán que competir cada vez más con los demás productores del mundo, sin importar las distancias ni su origen. Los factores que regulan esta competencia giran en torno a:
i. la calidad de las tecnologías de producción; ii. el acceso a la información; iii. la acumulación de conocimiento; iv. la aplicación de códigos y de sistemas logísticos cada vez más complejos. El desarrollo industrial nacional requiere de estudios más profundos que le permitan aprovechar el potencial de los mercados y las ventajas competitivas logradas gracias a los TLC. Se hace pues imperativo analizar sistemáticamente la demanda interna y los patrones de demanda mundial, elaborando escenarios de mediano y largo plazo y las dinámicas de comportamiento de todos los productos que fabricamos en el país.
Pero desde el lado de la oferta, encontramos también que el tema de la tecnología de producción y de la innovación es tan relevante como el estudio de los patrones de la demanda global, puesto que se requiere el uso de tecnologías cada vez más avanzadas, junto con la implementación de nuevas formas de producción y la concepción de nuevos productos para desempeñarse de forma competitiva en el plano mundial.
Cerrar la enorme brecha de productividad de los subsectores industriales con respecto a sus homólogos en economías con las cuales Colombia se está conectando mediante TLCs muy exigentes es hoy, tal vez, la primera prioridad para la economía colombiana. Las tecnologías de la información y de las comunicaciones pueden contribuir a este propósito en el contexto de una profunda transformación productiva del conjunto del tejido industrial colombiano.
El papel del Gobierno Nacional
En este sentido, la labor del Gobierno Nacional es primordial, dado que los desafíos de la industria no van dirigidos solamente a los industriales desde lo micro, sino también conciernen al Gobierno y a las instituciones del Estado, desde los niveles meso y macroeconómico.
Inevitablemente dichos desafíos exigen una intensa coordinación e interacción público-privada, cuyo objetivo común es el de aumentar la productividad vía innovación, haciendo un uso optimo de la información mundial y del cambio tecnológico.
Requerimos superar instrumentos obsoletos de política pública como los incentivos indirectos o los programas que, aunque pudieron tener en su momento efectos positivos para la industria y su desarrollo, no pueden substituir ni aplazar el diseño inteligente, la puesta en marcha y el seguimiento juicioso de una nueva política industrial:
- institucionalizada y pensada a largo plazo;
- explícita (en términos de normatividad, e inclusión en la agenda nacional, con objetivos claros y medibles);
- moderna para que responda a las necesidades del país en la actualidad.
Una política industrial de nueva generación debe evitar que las empresas resulten dependiendo de que el gobierno les mantenga subsidios que incrementan artificialmente su rentabilidad, pero no necesariamente su productividad, generando así un entorno proteccionista y poco competitivo.
Por el contrario, se deben alinear los esfuerzos en torno a cerrar la brecha de productividad mediante la innovación, el empleo, el crecimiento y la creación de mejores productos para el consumidor, que con el paso del tiempo les permitan a los industriales ser cada vez más independientes de la ayuda prudente, puntual y excepcional del Estado y que debe ir condicionada a generar empleo, inversión y exportaciones, con el foco centrado en las regiones y en las pequeñas y medianas empresas.
Industrializar los recursos naturales
Un buen entorno macroeconómico es necesario, pero no suficiente para el desenvolvimiento de los agentes económicos y para la salud de la economía: debe complementarse con la mirada a nivel micro de ramas y sectores productivos, máxime cuando pensamos despegar a partir de seguir apalancando el crecimiento mediante la extracción de recursos naturales, lo que puede dificultar la estabilización de una tasa de cambio competitiva.
Podremos ascender varios escalones en el nivel de desarrollo en el que nos encontramos:
- si nuestra riqueza energética y la fortaleza de la siderurgia se aprovechan en producir a gran escala tuberías, laminados planos, autopartes, ¿y por qué no aspirar a contar en Colombia con una industria automotriz de vehículos eléctricos, o de partes para helicópteros o aviones o de grandes torres eléctricas?
- si la producción en minerales la incorporamos a la fabricación de cables, papel, yeso, cerámicas, vidrio, materiales de construcción;
- si la abundancia en biotecnología la aprovechamos en ampliar la fabricación de medicamentos que nos den autosuficiencia en productos farmacéuticos para uso humano y animal, así como en cosméticos;
- si nuestro potencial agrícola lo transformamos en alimentos procesados que contribuyan a la seguridad alimentaria del mundo…
Colombia puede aportar mayor valor agregado a la economía mundial mediante productos industriales, generar empleos que brinden bienestar y condiciones de vida digna a los colombianos y convertirnos así, en una potencia de tamaño medio en la región y pasar a ser un caso de éxito en la historia del desarrollo de la primera mitad del siglo XXI.
Es hora de transformar e industrializar nuestros recursos naturales, tal como lo propone la Coalición para la Promoción del Desarrollo Industrial y como lo ha hecho el Gobierno del Brasil durante los últimos tiempos.
* Abogada, ex Ministra, candidata a la Presidencia de Colombia.
@mluciaramirez