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Bases para un Manifiesto Ambiental

Escrito por Ernesto Guhl
Ernesto Guhl Nannetti

Ernesto-Guhl-NannettiLa oferta ambiental al servicio del crecimiento económico, que parecía infinita, está mostrando síntomas de agotamiento. Ante el reto de conciliar la demanda de recursos con las urgencias de restauración y autodepuración, Colombia podría ser un magnífico “territorio sostenible” en el siglo XXI. Una visión esperanzadora.

Ernesto Guhl Nannetti*

Límites del crecimiento

Tradicionalmente, conservación y desarrollo se conciben como conceptos contrapuestos. Se les entiende como procesos desarticulados, cuyo manejo institucional y normativo  corresponde a miradas desde orillas opuestas. 

Hemos construido el desarrollo y una mejor calidad de vida siguiendo un camino que nos ha acercado peligrosamente a los límites de soporte y recuperación de la naturaleza. La crisis ambiental ya es hoy una realidad cotidiana de alcance planetario y afecta a toda la población, en especial a la más pobre.

En los últimos tiempos, la gravedad y el costo de sus impactos han demostrado a los sectores que aún piensan que el medio ambiente y sus servicios son ilimitados y gratuitos, que la factura por el abuso de la naturaleza nos toca pagarla a todos, pero que unos actores son más responsables que otros por la dramática e impredecible situación que hemos creado.

Modelo en crisis  

El cambio climático es la manifestación más virulenta de la crisis ambiental y probablemente la más grave amenaza que haya enfrentado la humanidad. La desestabilización del clima y la consecuente radicalización de los fenómenos climáticos nos han llevado hacia un espacio dominado por la incertidumbre.  Nuestra actividad económica ha producido efectos demoledores sobre la población y la viabilidad del desarrollo.

La primera década del siglo XXI ha sido la más caliente del registro histórico. Adicionalmente, cuidadosas investigaciones científicas, entre ellas la Evaluación de Ecosistemas del Milenio, señalan una marcada tendencia hacia el agotamiento de la oferta ambiental, como resultado de aplicar una visión del desarrollo, que si bien ha permitido  avances en la calidad de vida para grandes núcleos de población, está determinada por la demanda insostenible de la sociedad consumista y la voracidad irrefrenable de los grandes capitales.

El resultado es que en los últimos 50 años los ecosistemas han cambiado más rápidamente que en cualquier otro período equivalente de la historia humana y que dos terceras partes de los servicios que ellos generan -y de los que dependemos para vivir y progresar- han perdido calidad y se han degradado.

La Evaluación de Ecosistemas del Milenio también indica que la tendencia se está haciendo más crítica cada día. El World Wild Fund for Nature (WWF) confirma esta aseveración al estimar que para mantener y extender las formas actuales de producción y consumo, en los próximos 20 años se requerirán recursos naturales equivalentes a los de otro planeta Tierra.

Estos hechos demuestran la insostenibilidad del actual concepto de desarrollo, que en lugar de contribuir al bienestar, está conduciendo a una pérdida de calidad de vida originada en la disminución y empobrecimiento de la oferta ambiental y a un aumento de la pobreza y de la inequidad.

Inacción mundial

Para tratar de corregir la situación descrita, la comunidad internacional ha buscado frenar las fuerzas que impulsan la carrera arrasadora de la economía convencional mediante la concertación multilateral. Sin embargo, los intereses que la guían son demasiado poderosos, miopes y egoístas para aceptar acompasarse a un ritmo más moderado y más equitativo,  que no supere las capacidades de restauración y de autodepuración de la naturaleza, máxime cuando los gobiernos que deben hacerlo dependen de esos mismos intereses.

¿Cómo aliviar una Tierra exhausta?

Para cerrar la brecha, cada vez mayor, entre el desarrollo y el medio ambiente es indispensable buscar otros caminos. Surge la necesidad vital de integrar las variables ambientales con las del desarrollo para crear "territorios sostenibles".

Hay que adoptar  una nueva concepción del desarrollo más holística y democrática, más compleja, equitativa e incluyente, que haga sostenibles los procesos de desarrollo y el aprovechamiento de la oferta ambiental.

La política ambiental, gracias a su complejidad, ofrece esta posibilidad puesto que se basa en la articulación de dos dimensiones; una relacionada con la sociedad y sus necesidades y otra que mira a la naturaleza y sus capacidades.

La gran pregunta es cómo ligar el bienestar humano y el desarrollo, con la conservación de la magnitud y calidad de la oferta de bienes y servicios ambientales que los hace posibles. Cómo lograr poner en práctica la relación biunívoca desarrollo-medio ambiente, superando el enfrentamiento tradicional entre estos temas y transformando la importancia y el papel dado por los gobiernos a la gestión ambiental, entendiéndola como una variable fundamental en los procesos de mejoramiento de calidad de vida de la población y de desarrollo económico.

Una nueva visión

Se requiere una visión nueva que reconozca la importancia vital que tienen los beneficios que la sociedad recibe de la naturaleza y que comprenda que son limitados, pero que pueden mantenerse en el tiempo y aprovecharse mejor, si se valoran y se manejan sosteniblemente.

La aplicación de esta nueva visión supone poner en práctica principios éticos como la supremacía del interés público sobre el privado y la participación democrática y efectiva de los grupos interesados en las decisiones que afecten el medio ambiente, con base en información clara y verídica.

La materialización de la visión debe además apoyarse en el ordenamiento del territorio para definir los usos y potencialidades del suelo y para determinar zonas y ecosistemas en las que por su fragilidad e importancia, no pueden desarrollarse actividades económicas sin alterar su capacidad de ofrecer a la población servicios ambientales vitales.

El conocimiento y la innovación son también esenciales para realizar una gestión ambiental sostenible y efectiva, que se inserte en una economía social de mercado abierta al mundo y  que estimule la participación del sector privado, pero con un eficaz control del Estado.

Los beneficios que la naturaleza ofrece a la sociedad se generan por el funcionamiento de ecosistemas naturales saludables y se denominan servicios ecosistémicos.

A diferencia de lo que ha sucedido en las últimas décadas, para que estos beneficios se mantengan en el tiempo, la magnitud de la demanda de la sociedad por ellos, debe estar de acuerdo con las capacidades de los ecosistemas para producirlos, por lo cual su conservación y buen estado son vitales para la sociedad.

Para destacar la importancia fundamental del trabajo de la naturaleza, se enuncian a continuación los principales servicios ecosistémicos y las funciones esenciales que proveen  para la calidad de vida y el desarrollo. 

 
Ernesto_Guhl
Fuente: Evaluación de Ecosistemas del Milenio

Como puede observarse, con excepción de los servicios de aprovisionamiento, la mayoría de los servicios ecosistémicos se reciben gratuitamente de la naturaleza y se encuentran por fuera de la economía de mercado, que los considera erróneamente como simples externalidades.

Una nueva relación de respeto entre la sociedad humana y la naturaleza

Ahora bien, la utilización de los servicios ecosistémicos como puente entre medio ambiente y desarrollo económico y social es un tema nuevo, basado en  una relación sociedad-naturaleza diferente a la tradicional, pues se inspira en el respeto, el conocimiento, el desarrollo tecnológico y en los aportes, visiones, conocimientos y costumbres de las diversas culturas.

Es fundamental aclarar que el nuevo camino hacia la sostenibilidad del desarrollo no trata de detenerlo ni de frenar la ampliación de la cobertura de los beneficios que ha traído a la calidad de vida de grandes grupos humanos partiendo del prurito de la conservación. De lo que se trata es de adoptar un camino diferente para lograrlos, acompasando los procesos de desarrollo y progreso con las capacidades y ritmos de la base natural que los hace posibles.

Desde el punto de vista práctico, la aplicación de la nueva relación sociedad-naturaleza implica dejar de pensar que los servicios ecosistémicos son infinitos, ilimitados y por tanto gratuitos, e incorporarlos explícitamente en los mecanismos de decisión, planeación y gestión públicos y privados, asignándoles valores económicos. El pago por los servicios ambientales se convierte así, en una forma de reconocer y valorar el trabajo de la naturaleza y racionalizar su utilización.

¿Y de la guayaba qué?

Al igual que lo que ocurre a nivel global, el desarrollo de Colombia enfrenta en el momento actual un dilema creado por la disyuntiva entre alternativas excluyentes que definirán su futuro.

Por un lado, la propuesta más fácil a corto plazo es la continuación en el tiempo de las formas de desarrollo del siglo XX, insostenible e inequitativo, basado en la expoliación del mundo natural. 

Por el otro lado, se podrían aplicar las nuevas formas de desarrollo que proponen armonizar la naturaleza excepcional de Colombia y sus potencialidades con la construcción de una sociedad más justa y el manejo de un territorio sostenible, que nos permita por fin incorporarnos al desarrollo del siglo XXI.

Las fortalezas de Colombia para aplicar las nuevas formas de desarrollo son abundantes. Une a su excepcional, mal entendida y peor utilizada riqueza hídrica con un enorme potencial de aprovechamiento, una altísima biodiversidad muy poco conocida y aprovechada, que produce bienes y servicios ecosistémicos de gran importancia y valor agregado. A ellas se suma una variada riqueza cultural con visiones y conocimientos que pueden coadyuvar al éxito del nuevo camino hacia la sostenibilidad del desarrollo.

Estas fortalezas se localizan en espacios de gran extensión que han estado históricamente al margen del desarrollo tradicional, por lo cual cuentan todavía con extensos ecosistemas naturales que en los últimos gobiernos han empezado a entrar en la mira de intereses que amenazan su sostenibilidad. 

Estos ecosistemas todavía poco intervenidos se encuentran principalmente en las regiones amazónica, orinocense y el Chocó biogeográfico, que ocupan en su conjunto cerca de las tres cuartas partes del territorio nacional y que podrían convertirse en "territorios sostenibles". En ellos se puede aplicar el nuevo camino hacia un desarrollo armónico con la naturaleza poniendo en práctica el reconocimiento y la valoración de los servicios ecosistémicos y la irrigación de sus beneficios a sus pobladores y al país en general.

En la práctica el dilema plantea la disyuntiva de propiciar el aprovechamiento de su potencial natural en materia de bienes y servicios ecosistémicos y su conservación, o destinar estos territorios y otros aún bien conservados de la región andina, a las actividades del desarrollo convencional e insostenible, como la gran minería, la explotación petrolera y la agroindustria, destruyendo así de forma irreversible el potencial que ofrecen como proveedores de servicios ecosistémicos, con los graves impactos sociales y ambientales que conlleva su desaparición. 

Los territorios no intervenidos pueden ser el espacio de la Colombia del futuro si en ellos se aplica el criterio de Bacon: "la mejor manera de gobernar la naturaleza es obedeciéndola".  

 

* Ambientalista, profesor universitario, autor de libros y artículos y conferencista sobre temas ambientales, exviceministro del medio ambiente, consultor internacional, actualmente director del Instituto Quinaxi.

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