El mal gobierno de Daniel Quintero ha hecho que Medellín pierda el rumbo. El diálogo y la participación ciudadana tendrían que ser las bases para seguir construyendo nuestro futuro común.
Adolfo Eslava Gómez*
Hablemos de Medellín
Tenemos que hablar es una iniciativa de seis universidades colombianas que aspira a propiciar el diálogo y la participación ciudadana. El propósito es identificar las preocupaciones y las propuestas de la gente para construir juntos el país que queremos.
Basada en la experiencia de Tenemos que hablar de Chile, esta propuesta ha logrado reunir a más de cinco mil personas para preguntarles qué se debe cambiar, qué debemos mejorar y qué cosas se deben mantener en Colombia. Se trata de una conversación inédita, bien fundada y ordenada. Aunque la información que se ha recogido todavía está siendo analizada, por ahora se ha encontrado que las principales prioridades de la gente giran en torno a la educación, la política, la cultura y la justicia.
La situación que vive Medellín exige ejercicios como estos, escenarios que propicien la reparación y la reconstrucción de la confianza y nos ayuden a entender y resolver los problemas que tenemos mediante el diálogo y la participación.
Medellín, ayer y hoy
Hace treinta años, la demencia de los matones que dominaron la escena criminal en Medellín derramó mucha sangre.
A pesar de ese dolor, la ciudad dialogó y construyó alternativas de futuro, desde los barrios, con las organizaciones sociales y con la presencia de actores estratégicos, como el gobierno nacional y local, la comunidad internacional, la Iglesia, las empresas y la academia. Fueron años de violencia fratricida que, al mismo tiempo, detonaron valiosos procesos de conversación pública.
El alcalde actual ha gobernado con falacias y ha desestimado el principio elemental de construir sobre lo construido.

Cuando poder, saber y vivencias han coincidido, toda la ciudad ha ganado. El programa Buen Comienzo, la política de urbanismo social y la de seguridad y convivencia son algunos ejemplos de políticas concebidas, discutidas y ejecutadas desde las fortalezas y capacidades de políticos, técnicos y comunidades.
En Medellín, a lo anterior se ha sumado otros activos no menos importantes: el optimismo y el sentido de pertenencia. Lejos de la ingenuidad o del regionalismo, estos valores han logrado fortalecer la percepción ciudadana de que las cosas van por buen camino.
Por todo lo anterior, desde hace varios lustros, la ciudad se había logrado concebir como escenario de cooperación. Logramos construir un laboratorio vivo de decisiones públicas, por supuesto con aciertos y errores, pero con una visión compartida de futuro alrededor de la educación, la solidaridad y la vida.
Pero esto cambió en octubre de 2019, cuando la ciudad eligió a Daniel Quintero, el candidato neófito que les propuso a sus electores una “Medellín Futuro” desde un movimiento político independiente. Hoy es claro que Quintero ha gobernado en contravía de ambas nociones: sin norte y con dependencia.
El alcalde actual ha gobernado con falacias y ha desestimado el principio elemental de construir sobre lo construido. Por eso ahora más que nunca es necesario recuperar la esencia de los arreglos institucionales previos: pensar la ciudad y debatirla para renovar su condición futurista y construir un nosotros esperanzador.
Una gran conversación
Ya sea por talante personal, tradición familiar o práctica social, es innegable que tenemos una afición especial por esta palabra: en Medellín somos muy conversadores.
En este momento es necesario poner esa capacidad colectiva al servicio de la ciudad. Las decepciones futboleras, las novedades musicales y las anécdotas de fiestas y paseos deben pasar a un lugar secundario, para darle prelación a las preguntas más importantes: ¿qué está pasando en Medellín y por qué? ¿Quién despacha desde La Alpujarra y para quién? ¿Quién reconoce qué errores?
Es urgente que la ciudadanía converse acerca de sí misma, que en la tienda de la esquina o en la sala de la casa, en el restaurante o en la peluquería, nos permitamos preguntarnos por el futuro compartido que anhelamos para Medellín.
Es tiempo de demostrar la calidad de ciudadanos que somos y podemos llegar a ser, a pesar de algunas voces que sucumben ante el odio y la polarización. Frente a la amenaza de recesión democrática, es momento de empezar muchas conversaciones, plantear preguntas, revisar lecciones del pasado y proyectar la ciudad imaginada.
No hace falta prestarles atención a los gritos iracundos de facciones minoritarias. Tenemos la posibilidad de revitalizar escenarios de encuentro y debate que brinden nuevos insumos para los procesos de decisiones públicas que la ciudad merece y reclama. De este modo, la ciudad transitará hacia la reparación del capital social que hoy está malogrado.
Hacia una ciudad compasiva
Las conversaciones que la ciudad requiere deben tener un proyecto humanista en su base, es decir, debe haber unas premisas que orienten los debates de la economía y la política y que pongan a las personas en el centro. Así, la crisis se hará fecunda y nos pondremos de acuerdo en la necesidad de recuperar la confianza y promover una ética del cuidado y de la compasión:
- Confianza es la decisión de dejar en manos de otro parte de mi propio bienestar. De allí que haga explícita la vulnerabilidad de quien confía y la responsabilidad de quien es depositario de esa confianza.
- Ética del cuidado es reconocer que somos seres relacionales e interdependientes y, por ello, tenemos derechos y deberes asociados al cuidado de sí, al cuidado del otro, a ser cuidados y a cuidar la casa común.
- La compasión es la posibilidad de acompañar al otro en su afección e implica un auténtico deseo de ayudar.
Confianza, cuidado y compasión permiten reflexiones y conversaciones de largo aliento para equilibrar la razón y el sentimiento.
Nos unen el pasado y sus cicatrices y aprendizajes, pero también nos une la intención de convertir esta crisis en una realidad fecunda y que allane el camino hacia mejores arreglos institucionales.
Para ello, es necesario volcarse a una conversación que resalte los atributos y las capacidades de nuestras comunidades alrededor de la reparación de confianza y la promoción del cuidado para aspirar a construir una ciudad más compasiva.