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El libro sigue vivo

Escrito por John Naranjo

A propósito de la exitosa Feria del Libro de Bogotá, esta nota personal de un editor de libros dice por qué vale la pena el oficio.

John Naranjo*

Un extraño artefacto

Décimo grado fue mi año revoltoso, corría 1988 y yo estudiaba en un colegio de curas. A mis quince estaba al borde de la expulsión, “Matrícula condicional” podría titularse mi novela de esa época. Mal académicamente, mal disciplinariamente.

En lo único que me iba bien era en mis clases de taller de artes gráficas. Ese fue el año de la primera feria del libro de Bogotá, la cual visité por mi cuenta, fascinado con ese extraño artefacto llamado libro, que no se queda sin baterías y que, si está bien fabricado, nos puede acompañar durante cientos de años. No fui una, sino varias veces, sin saber que mi destino estaría marcado por el sino editorial.

Desde esa primera feria he sido su visitante asiduo, unos años como simple civil enamorado de los libros y otros más como diseñador, y más recientemente como editor.

En mi vocación de editor es inevitable agradecer a dos instituciones que me permitieron el acceso a la magia que embarca el libro para mí: la Biblioteca Luís Ángel Arango, de la cual soy asiduo visitante desde mis tempranos diez años, y la Feria del Libro de Bogotá (FilBo) que siempre me ha permitido acercarme de una forma democrática a la lectura.

Editor por cuenta propia

Hoy en día soy uno de esos llamados editores independientes. Tal vez pionero, pues llevo trece años en esas lides.

En mi vocación de editor es inevitable agradecer a dos instituciones que me permitieron el acceso a la magia que embarca el libro para mí: la Biblioteca Luís Ángel Arango, de la cual soy asiduo visitante desde mis tempranos diez años, y la Feria del Libro de Bogotá (FilBo) que siempre me ha permitido acercarme de una forma democrática a la lectura.

Mi vocación por las artes gráficas y por el diseño me llevó de carambola a mi vocación por el libro, dentro de la cual he editado cerca de doscientos libros y he vendido un poco menos de dos millones de ejemplares. También hemos tenido la oportunidad de circular en noventa eventos nacionales e internacionales en los últimos años, con lo cual nuestros libros circulan en más de cincuenta países.

Como anécdota, los primeros derechos que vendimos fueron los derechos de Gabo memorias de una vida mágica en árabe. El libro es una novela gráfica que cuenta la aventura que fue para García Márquez escribir Cien años de soledad; nuestro cómic ha tenido muy buena acogida de público y de crítica y desde su edición egipcia circula en los países de lengua árabe.

Este año junto con mis asociados y colaboradores, presentamos diez novedades en la feria y, aunque el balance financiero nos es favorable, veo que cada vez la FilBo se vuelve más y más grande. Más y más inabarcable.

País sin librerías…ni lectores

Colombia nunca ha sido un país de librerías, ni de lectores. Por ejemplo, España, un país con una población levemente menor que la nuestra, tiene cerca de tres mil quinientas librerías en su territorio, así que no es extraño que la FilBo hoy en día se haya vuelto el evento cultural más grande del país, pues es una de las pocas oportunidades que la población tiene acceso a los libros, a los escritores y a las actividades que giran en torno a ellos.

Valga la pena aclarar que Colombia, con cerca de cincuenta y dos millones de habitantes y más de un millón de kilómetros cuadrados, cuenta con menos de doscientas librerías. Como un ejemplo, la última vez que visité Riohacha, la capital de la Guajira, una ciudad de doscientos mil habitantes no contaba con una librería. Hace menos de un lustro cuenta con una librería Panamericana.

La feria de este año

La FilBo no es solo la oportunidad de conseguir libros baratos, generalmente remates de baja calidad literaria, libros descartados de la cadena comercial de los grandes editores y distribuidores. Este año fue especial en ese aspecto, ya que los grandes comerciantes del libro, que estaban acostumbrados a traer grandes contenedores de estos libros descartados principalmente del mercado español, no lo pudieron hacer por la devaluación del peso, el alto valor del euro con el que se negocian los libros y el alto valor de los fletes, que se negocian en dólares.

Ese panorama hizo que las novedades locales tuviesen gran protagonismo, con eventos multitudinarios y un interés genuino de los lectores, pero (nunca falta el pero en el mundo editorial) con precios muy altos por los costos del papel y de la impresión, que hoy en día es un cuarenta por ciento más cara que hace un año.

Siendo así, la inflación pegó duro en la FilBo. La gente tenía menos dinero disponible para libros y, sin consultar a los grandes editores (los editores del statu quo, los que nunca pierden por su estructura financiera y fortaleza comercial, y quienes no sufren tanto los vaivenes de la economía) la FilBo de este año, con costos mayores, vendió menos unidades, no digo que bajonazo porque no fue exagerado, pero al final de cuentas un bajón en las ventas.

La FilBo es un suceso extraño. Cada vez más concentra la compra de libros en una época del año cuando las librerías ven disminuir sus ventas, a pesar del programa de FilBo Ciudad que intenta sacar los eventos del recinto ferial y utilizar otros espacios de lectura, como librerías, bibliotecas y colegios.

Ese panorama hizo que las novedades locales tuviesen gran protagonismo, con eventos multitudinarios y un interés genuino de los lectores, pero (nunca falta el pero en el mundo editorial) con precios muy altos por los costos del papel y de la impresión, que hoy en día es un cuarenta por ciento más cara que hace un año.

Foto: Facebook: Filbo

Un balance de la Filbo hoy en día es agridulce:

  • Por un lado, muy positivo en cuanto al contacto con los lectores, a un interés genuino del público y la ampliación de actores diversos que se interesan más y más por el libro. Dentro de este renglón cabe destacar a las editoriales universitarias que cada vez más publican con mayor intensidad y mayor profesionalismo, no solo los libros producto de sus investigaciones, sino que están aportando temas de interés general, traducciones y obras propias que complementan su labor académica.
  • Pero, por otro lado (en el mundo editorial siempre habrá un pero), una feria tan grande y tan intensa siempre va a tender a opacar la labor de la librerías, sobre todo con las políticas de descuento y la Ley de precio fijo en la cual se adelantó en su discusión en el pasado, pero que hoy en día parece que a nadie le interesa avanzar.

Con ires y venires feriales y la recuperación de fuerzas que empieza poco a poco después de la apretada agenda que acabamos de cumplir, desde ya nos empezamos a preparar para la edición treinta y seis de la FilBo.

Puede leer: Colombia y África: es hora de reencontrarnos

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