Aunque sea un deber elemental como miembros de un Estado, los ciudadanos de hoy parecen no tener interés en los asuntos públicos. Este libro examina la importancia e recuperar nuestra relación con lo político.
Andrés González*
Curso urgente de política para gente decente
Juan Carlos Monedero
Seix Barral, 2013
Prejuicios sobre la política
![]() Jornada de votación en Corferias. Foto: Globovisión |
Todos hemos oído frases como: “para qué votar, si siempre quedan los mismos”; “para qué protestamos, si esto va a seguir igual”, o “es mejor dedicarse a lo suyo y salvarse a sí mismo”.
Este tipo de frases se convierte en una verdad irrebatible para la opinión pública y llegan a ser un común acuerdo entre las personas que caminan por las calles, pagan sus impuestos, se van de fiesta, ven partidos de fútbol, van a misa y votan; en pocas palabras, entre los ciudadanos comunes y corrientes.
Pero estas frases no nacen de un pensamiento crítico o comprometido con nuestra realidad, sino que se repiten desde la “opinión”, desde un “se dice”. Por ser estereotipos que circulan sin ningún examen vienen a ser exactamente “pre-juicios”. Los prejuicios son ideas que no podemos ignorar porque hacen parte de nosotros, y que tampoco podemos desmentir porque apelan a realidades innegables o a situaciones que reflejan las experiencias vividas de la política. Y este tipo de prejuicios determina nuestra relación con lo político.
Desde experiencias pasadas formamos creencias que se vuelven prejuicios y estos inhabilitan nuestra capacidad de acción política, en tanto asumimos estas realidades pasadas como una constante que determina el rumbo de nuestra relación política presente y futura. ¿Será que de ciertos prejuicios nace también nuestra indiferencia política actual?
Para poder deshacernos de los prejuicios tenemos que mirar qué juicios se formaron desde la experiencia política anterior, para poder determinar si son legítimos o son aplicables a nuestra situación política actual.
El libro Un curso urgente de política para gente decente, escrito por Juan Carlos Monedero, abre un espacio de discusión sobre este tema para desmitificar esos prejuicios sobre lo político en los que hemos caído en las sociedades democráticas de hoy.
La politización y despolitización
Lo político se convierte, desde la perspectiva de este libro, en una palabra que deja de pertenecer solamente al Estado, al gobierno y a los políticos de profesión que son elegidos por nuestros votos.
Y este tipo de prejuicios determina nuestra relación con lo político.
Lo político hace que el ciudadano que vota deje de ser el cliente que consume ofertas políticas construidas dentro de las concepciones y los intereses de los candidatos que “dejan paulatinamente de formar parte de la sociedad para entrar a ser parte esencial del propio Estado”, según lo enuncia Monedero.
Lo político nos insta a que lo comprendamos como un asunto colectivo que nos compromete a todos como ciudadanos. Asimismo, las voluntades de los ciudadanos, que se confrontan en lo público permiten el nacimiento del conflicto, pero no un conflicto que implica el combate o la lucha, sino el que se hace desde el ejercicio de hablar y actuar colectivamente, que permite el consenso y el disenso en los asuntos comunes.
Politizar, concepto acuñado por el politólogo español, pone el conflicto en un primer plano. Esta idea mantiene la tensión y la vigilancia que los ciudadanos deben tener sobre los asuntos comunes y compromete a una mayor participación por parte de los agentes.
Esa participación no se somete solamente a una institucionalidad y puede ir más allá de esta, hasta reformarla. Pero es la gente la que asume el compromiso en su relación con lo político, actuando y dialogando sobre los asuntos públicos.
El efecto inverso, la despolitización, lo encontramos en gran medida en la indiferencia actual de los ciudadanos que se alejan cada vez más de lo que implica lo público y se convierten en consumidores de una política cada vez más ligada a los intereses particulares de los gobiernos de turno.
Así, nos refugiamos en nuestra individualidad, en nuestros ámbitos privados y dejamos a un lado esa otra realidad que nos compete a todos.
Ser un agente decente
![]() Manifestante en el centro de Bogotá. Foto: GDM |
Comprender el fenómeno de la política implica necesariamente volver a pensar nuestra relación con lo público. Esta es una tarea constante, que nos supone obligaciones y compromisos como individuos que vivimos en comunidad.
Lo político no pertenece a unos especialistas, sino a todos nosotros.
En Colombia, volver a comprender la relación que tenemos con lo político es una tarea urgente, porque solo la gente decente, los ciudadanos, pueden volver a retomar este poder que se ha venido alejando cada vez más de nuestras manos.
Retos como el posconflicto no solamente dependen del Estado o de los gobiernos de turno, sino de nosotros, los ciudadanos que ahora nos conformamos con una lectura de nuestra realidad política desde los prejuicios.
Si realmente creemos que la política colombiana no puede seguir como está, tenemos que volver a politizarnos, a comprender desde el conflicto nuestra capacidad como agentes colectivos que pueden incidir en el espacio público.
Lo político no pertenece a unos especialistas, sino a todos nosotros, y tenemos que estar atentos a “recuperar la política contra los que organizan el silencio y los que conspiran por la indiferencia”, como dice Monedero.
* Estudiante de licenciatura en filosofía.