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Costa Caribe: el valor de elegir en un mercado persa

Escrito por Carlos Enrique Guzmán
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Carlos Enrique-GuzmanReflexión sobre fondo filosófico e inspirada en Savater: se necesita valor para valorar la política. El derecho a elegir no puede dilapidarse en medio del fraude y de la corrupción. Y hay que empezar por informarse bien.

Carlos Enrique Guzmán Mendoza*

elecciones-localesMuchos, sin mucho control

El escenario en el que se desarrolla hoy el proceso electoral para escoger autoridades sub-nacionales, bien podría compararse a un mercado persa: no sólo por el número de mercaderes que compiten -algunos conocidos, otros no tanto- bajo el paraguas o las carpas de partidos, movimientos y firmas “ciudadanas”, ofreciendo, comprando y vendiendo avales y toda suerte de mercancías para alcanzar el favor de quienes acuden a observar el espectáculo cada vez que se anuncia su llegada, sino también por la ausencia de regulación y de control de los intercambios.

En la Región Caribe colombiana, por ejemplo, se han inscrito candidatos que aspiran ya sea a las gobernaciones de sus ocho departamentos o a las alcaldías de las capitales, poco menos de 40 y 50, respectivamente.  Asimismo, cerca de 700 aspirantes a concejo y 1.473 a asamblea. Todos, legalmente inscritos. Lo que no sabemos es si sus candidaturas son legítimas y si están respaldadas por sus actuaciones anteriores, públicas o privadas.

Elegir implica ser consciente

En medio de ese “orden” surge el interrogante de ¿cómo elegir, cuando el mercado es una  algarabía? Veamos: elegir es actuar. Elegir consiste en conjugar adecuadamente conocimiento, imaginación y decisión en el campo de lo posible. En el acoplamiento de todos estos elementos reside la libertad de acción.

El ser humano se caracteriza por comportarse, no como factor pasivo de un azar lleno de accidentes, sino como agente de una acción intencionada. Pero, ¿cuándo puede decirse que un acto es intencionado? Precisamente cuando el individuo es capaz de responder a las preguntas: ¿Qué elegir? ¿Para qué? ¿Por qué? La respuesta de estos interrogantes resume la intencionalidad de una acción. Sin intención no hay acción y sin acción no hay política.

Así como lo cultural alude a la dimensión simbólica de toda experiencia humana, lo político remite al estudio del conjunto de la vida social como forma de relación y comunicación. Por tanto no existe persona política si no hay capacidad de ser libre. Esto es así porque tampoco existen comunidades libres sin un ejercicio consecuente de la política.

La política no es algo que es, sino que se hace. Por tanto, elegir en política significa transformar el orden social -lo político va inserto en él- que involuntariamente se nos ha impuesto.

Nacemos sin desearlo -se escapa a nuestra voluntad- y nos desarrollamos en un medio social ya establecido, preexistente a nuestra llegada. Frente a esta situación natural, “aceptada por todos”, podemos adoptar una de dos posturas:

  • Podemos acatar el orden establecido, amoldándonos a las instituciones de forma pasiva y conservadora, e intentar realizarnos al máximo dentro de estas instituciones;
  • O podemos aspirar a transformarlo, convirtiendo en voluntario lo que a priori se presentaba como impuesto.

No obstante, en contraste con el estado de naturaleza señalado –que se rige por leyes inamovibles– el medio social y político es flexible, el orden de hoy es fruto del inconformismo o la pasividad pasada.

Todo en el mundo político es susceptible de cambio, siempre y cuando sepamos comprender cómo ha surgido y cómo se ha establecido ese mundo. En lo político, como ante lo natural, se pueden adoptar las mismas dos posturas: podemos amoldarnos o realizarnos en libertad.

Así pues que podemos convertirnos en constructores de nuestra democracia eligiendo con valor. Elegir en política es la máxima expresión de nuestra libertad. Por eso, elegir en política es una decisión individual “para obtener lo mejor de lo posible frente a las fatalidades supuestamente irremediables”, es decir, para maximizar nuestras opciones posibles y disfrutar de ellas frente a lo que no podemos cambiar, por razones biológicas.

Valor para cuestionar

En El valor de elegir, ensayo de Fernando Savater del cual tomo prestado el título de este escrito y algo más, se describe el arte de elegir. El amor, la amistad, los placeres, la política.

A pocas semanas de las elecciones locales podríamos agregar: los gobernantes, los representantes, los gobiernos y la representación que queremos.

Cuestionar no sólo el imperio de un partido político, ilegalizado tiempo después, sino también a poner en tela de juicio el dominio caciquil de eternos líderes políticos en las regiones autonómicas españolas, pertenecientes a los partidos políticos más tradicionales.

¿No podríamos, pensando en el valor de elegir y de cara a las próximas elecciones, cuestionar el dominio caciquil y clientelar que imperan en los departamentos de la región Caribe? Yo creo que sí podemos hacerlo, aunque Colombia y en especial nuestra región se muestren tanto o más peligrosos que el país vasco donde escribió Savater.

Hoy escribo sobre el valor de elegir, inspirado en parte en las lecturas savaterianas, llenas todas de valor y de conciencia. También me inspira la oportunidad: el compromiso ciudadano y democrático de alguien que cree en la democracia y en sus instituciones. Porque a pesar de la inseguridad democrática, no vivo en el país vasco.

Valor para valorar la decisión

Pero, ¿de qué valor y de elegir qué, estoy escribiendo aquí mismo? Del valor de nuestra decisión. De la elección de quienes representarán nuestros intereses durante los próximos cuatro años.

Si. De eso también: del valor que debemos tener para cuestionar y reflexionar acerca de nuestro derecho constitucional y legal a elegir. Del valor que tiene nuestro voto, no en términos monetarios, sino de valoración e importancia del acto mismo de sufragar.

Nos quedan pocas semanas para tener valor y dar valor a nuestro derecho. Para intentar cambiar la tradicional forma de hacerlo. Para devolverle a la política local la legitimidad y confianza perdida. Para contribuir en el fortalecimiento del sistema democrático.

En poco tiempo decidiremos en las urnas el rumbo de nuestros municipios, departamentos y regiones. En suma, el destino de todos los colombianos. O, ¿acaso no son los gobernadores, los alcaldes, los diputados y los concejales, quienes representan, articulan e intermedian intereses?

Empezar por informarse bien

Para ello, resulta necesario informarnos y, hasta donde es posible, conocer la política: los partidos políticos en competencia, los líderes que aspiran a representarlos y representarnos, sus propuestas, sus trayectorias, el origen de su financiación.

Asimismo, hay que entender las reglas que rigen el proceso electoral:

  • ¿Qué es el umbral?
  • ¿La cifra repartidora?
  • ¿El voto preferente?
  • ¿La lista cerrada?
  • ¿La circunscripción electoral?
  • ¿La representación territorial, la nacional?
  • ¿Hay garantías electorales?
  • ¿A quién o qué elegimos?
  • ¿Quiénes son los candidatos que aspiran a representarnos? o,
  • ¿dónde votamos?

Estas son algunas de las preguntas que debemos responder para dar valor al derecho de elegir con libertad y conciencia ilustrada. Pero antes de elegir, reflexionemos sobre el valor de elegir, para elegir lo mejor para nuestro departamento, nuestra región y nuestro país. Las elecciones de octubre son las más importantes de los últimos años por el contexto y el impacto de las reformas vigentes o en curso.

Termino recordando un pasaje de Stephen Holmes:

“La voluntad del pueblo siempre será interpretada por algún tipo de élite. Y en los referendos, la voluntad popular es momentánea… Pero dado que la voluntad popular es moldeada por el momento del referendo, las emociones, los medios de comunicación, la manera en que la gente se expresa sobre un asunto es más un efecto que una causa. No es vox populi ni vox dei; es el producto de la formulación institucional de la pregunta”.

* Politólogo, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Salamanca, profesor e investigador de la División de Ciencias Jurídicas-Programa de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad del Norte.

 

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