Un análisis cuidadoso del lenguaje y el estilo de los dos senadores muestra que cada uno se mueve en un distinto universo de valores y de símbolos, se dirigieron a públicos distintos, y que Colombia perdió más que el citante y el citado.
Por María Fernanda González*
Dos lecturas
Las reacciones al debate propiciado por el senador Iván Cepeda sobre los presuntos vínculos del expresidente y senador Uribe con el narcotráfico y el paramilitarismo, muestran la intensa polarización del país.
Si para los alfiles del expresidente, como José Obdulio Gaviria, el senador Uribe “narró bellamente en una soberbia exposición su tránsito en la política colombiana”, para otros analistas el ex presidente desvió las acusaciones en su contra y se negó a responder los múltiples interrogantes que desde hace años se ventilan en su contra.
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Dos líneas argumentales en lugar de un debate
Una lectura detallada de ambas ponencias permite ver la ruptura en el tipo de argumentación que utilizaron los ponentes.
– El senador Cepeda apeló a testimonios, documentos oficiales, decisiones judiciales e informaciones de prensa para demostrar las relaciones de Uribe con el paramilitarismo y el narcotráfico. Con el apoyo de 110 diapositivas en Power Point, el senador citante aludió a los distintos momentos en la carrera pública de Uribe:
En relación con la Aeronáutica Civil, Cepeda expuso documentos que mostrarían la concesión de licencias a miembros o a socios de clanes de narcotraficantes; también recordó las relaciones de amistad y los vínculos comerciales entre las familias Ochoa y Uribe Vélez.
Como senador de la República, Cepeda denunció a Uribe por defender el referendo contra la extradición en un momento de recrudecimiento de la violencia y del narcotráfico.
Como gobernador de Antioquia, hizo un recuento de sus relaciones con los paramilitares y mostró cómo las Convivir -entidades creadas por Uribe- permitieron el avance del paramilitarismo.
Como presidente de la República, las denuncias de Cepeda pasan por el fenómeno de la parapolítica y su cercanía con los paramilitares extraditados, entre otros.
– Por su parte el ex presidente hizo una exposición larga y cuidadosamente preparada sobre sus raíces, su familia, su carrera administrativa, política y privada. También habló de sus posiciones sobre la extradición, expuso su visión sobre el tema de los paramilitares y sobre los testigos en su contra. Ahondó temas como la desinstitucionalización, criticó al gobierno Santos, acusó a Cepeda de sus presuntos nexos con las FARC, y al presidente de la Comisión Segunda del Senado, Jimmy Chamorro, de haber recibido cheques del narcotráfico.
Los estilos discursivos
Más allá del estudio de los indicios probatorios sobre la culpabilidad jurídica del expresidente, es interesante caracterizar los discursos del citante y del citado y preguntarse sobre el alcance de estos discursos ante la opinión pública colombiana. Me propongo analizar la dimensión discursiva de las ponencias en el senado, no el alcance político o jurídico de las denuncias.
Las palabras que utiliza Cepeda pueden dividirse en dos grandes temáticas: la crudeza sobre la violencia del fenómeno paramilitar y el uso cuidadoso del vocabulario jurídico.
¿Cuáles fueron las características discursivas de cada locutor?
· ¿Las diferencias ideológicas entre Cepeda y Uribe se reflejan en sus distintos vocabularios?
· ¿A quién se dirige realmente cada uno de los locutores?
· ¿Cuál es la eficacia del mensaje enviado por uno y otro locutor?
· ¿Podemos hablar de un ganador en el debate?
Un análisis detallado de los dos discursos nos permite encontrar los universos simbólicos de cada uno y las bases ideológicas de las dos posturas.
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El universo de Cepeda
Mientras Cepeda habla del paramilitarismo y ahonda en el fenómeno, Uribe menciona poco este asunto y en su lugar prefiere hablar de las BACRIM.
Las palabras que utiliza Cepeda pueden dividirse en dos grandes temáticas: la crudeza sobre la violencia del fenómeno paramilitar y el uso cuidadoso del vocabulario jurídico.
A diferencia de Uribe, quién poco habla sobre la violencia, el índice de frecuencias nos muestra que Cepeda centra su discurso en denunciar este fenómeno: Mancuso, narcotráfico, paramilitarismo, convivir, delitos, parapolítica, condenado, AUC, violencia, masacre del Aro, narcotraficantes, delitos, condenado, criminales, autodefensas, cartel, Ochoa, criminal, delinquir, guerra, odio.
En un segundo lugar podemos mencionar un vocabulario relativo al ámbito jurídico de denuncia: justicia, judiciales, delitos, testimonio, versión, complot, tribunal, cargos, condenados, funcionarios.
El universo de Uribe
En este caso el discurso pasa por una visión histórica de sus raíces, su origen, su familia, la tierra, su trayectoria y su liderazgo de la mano de otras personalidades colombianas.
El primer campo semántico de Uribe se refiere a sus raíces y sus valores. Así las mayores frecuencias pasan por: yo, Antioquia, mi familia, mi hermano, mi padre, mis hermanas, la finca, la Patria, austeridad, mis compatriotas, honor, compromiso, seguridad, comunitarias, corrupción, democracia, valores éticos y morales.
Uribe apela a un lenguaje coloquial cercano a los colombianos: “Yo he sido un andariego con cariño por mis compatriotas y por Antioquia”. Se reiteran sus mensajes de transparencia y rectitud: “La familia mía nunca ha abusado de los bienes del Estado”. Así mismo y ahondando las críticas a Santos asegura: “Porque una norma de mi vida personal en mi empresa privada, y mi ejercicio público, ha sido la austeridad, que este país la ha perdido en los últimos cuatro años”.
Un segundo grupo de palabras es el relativo al campo político y a su papel como líder a lo largo de su vida: “Presidencia, Gobernación, Alcaldía, liberal, liberalismo, lucha”.
Sus argumentos justifican o legitiman sus actuaciones públicas como fruto del encuentro y la colaboración con diferentes hombres públicos. Describe con orgullo los orígenes liberales de sus abuelos, no sin mencionar su respeto por el valor de autoridad presente en el mandato del expresidente Valencia. Asegura que su carrera política estuvo guiada por importantes hombres del liberalismo colombiano: Diego Calle y Hernando Agudelo Villa, a quiénes califica de “prohombres de la Patria”.
La vida pública de Uribe, según él, está íntimamente ligada con la actividad de otros líderes políticos, presidentes y ex presidentes. Haciendo referencia a la aeronáutica y de cómo aceptaría ese cargo ofrecido por el presidente Turbay Ayala, asegura: “Me dijo el presidente Turbay que necesitaba que yo le aceptara, él era muy generoso diría yo, con mi voluntad ejecutiva le garantizaría cumplir su palabra de aterrizar en el Aeropuerto José María Córdova de Rionegro (…)”
Contradicciones y coincidencias
Aunque no hubo un verdadero debate, una lectura de las dos ponencias identifica ciertas contradicciones específicas y algunas coincidencias significativas.
Mientras Cepeda denuncia el fenómeno del paramilitarismo, Uribe prefiere escudarse en un gran monologo sobre su carrera política.
Por ejemplo, según dijo Cepeda, el presidente Betancur habría expresado indignación al saber que el alcalde Uribe tendría nexos con los narcotraficantes. Uribe en cambio aseguró que “como se ha dicho tanta cosa, que me echaron por narcotráfico, el propio Belisario Betancur, cuando renuncié irrevocablemente a la Alcaldía de Medellín, me ofreció un cargo en el Gobierno Nacional, y le dije: ‘Presidente muchas gracias, lo que en adelante no obtenga del favor popular no lo recibiré por nombramiento”. Y añadió que “después que no le acepté un puesto en el Gobierno Nacional, me hizo nombrar presidente de la Comisión de Paz de Antioquia, y actué en ella con entrega y convicción, no obstante el dolor del asesinato de mi padre”.
Por otra parte mientras Cepeda denunció los nexos entre los Ochoa y los Uribe Vélez e indicó sus intereses comunes como las ferias equinas, los valores antioqueños y el apego por la tierra, Uribe adornó sus palabras al describir a su padre como “caballista, finquero, carismático, lleno de energía, valeroso, frentero, era un gran manejador de caballos criollos y de caballos de alta escuela y rejoneaba por festividades de caridad en muchas partes. (…)”.
Dos destinatarios
¿A quién se dirigen realmente cada uno de los locutores?
Aunque el discurso de Cepeda es jurídico, los hechos que el expone no han sido esclarecidos aun por la justicia, de modo que él alude a la “probable existencia de un aparato” criminal (…) probable existencia de patrones de actuación criminal (…) posible delitos cometidos”.
Por su parte, aunque el discurso de Uribe es concreto y dirigido al país, elude por completo las denuncias de Cepeda. Su argumentación se centra en una lista de acciones como gobernante: “dejé adelantado el 70 por ciento del aeropuerto José María Córdoba” (…), “hice el aeropuerto de Bogotá sin que le costara a la Nación” (…)”. “Como Alcalde saqué adelante el Conpes sobre el tren metropolitano, dejé los cimientos del Museo Botero”. “Autorice alrededor de 1.200 extradiciones como presidente”.
De lo anterior se infiere la existencia de una clara ruptura entre los planteamientos de ambos senadores. Mientras Cepeda denuncia el fenómeno del paramilitarismo, Uribe prefiere escudarse en un gran monologo sobre su carrera política. Evita hablar de paramilitarismo y prefiere referirse a las FARC y a los nexos del gobierno con este grupo guerrillero.
¿Cuál es la eficacia del mensaje enviado por uno y otro locutor? ¿Podemos hablar de un ganador en el debate? Podríamos afirmar que el discurso jurídico de Cepeda, aunado a la falta de una justicia esclarecedora o que no ha tomado decisiones, debilita sus denuncias. En vez de responder y debatir, Uribe hizo un monologo sobre su historia política para reforzar la idea de prohombre que tiene buena parte de la población colombiana.
Finalmente las posiciones de la prensa al afirmar “que las denuncias de Cepeda son un refrito” deslegitiman el debate y lo reducen a un desahogo entre las víctimas de grupos políticos opuestos, mezclados con la mafia y el poder. Los grandes ausentes del debate son desafortunadamente la justicia y la moral del país.
*Institut des Amériques