La política se ha desplazado también al Twitter. Y Wikileaks hace estragos, a su manera, en la escena internacional y en la doméstica.
Germán Rey*
El vértigo de la tecnología
Primero fue la época en que los gobernantes escribían en los periódicos. Era, por lo general, la misma época en que ellos eran sus dueños…después apareció la radio y los discursos de los presidentes se escucharon por todo el país junto a los boleros, la vuelta a Colombia en bicicleta y las aventuras de Sandokán. Unos años más tarde, a mediados del siglo pasado, un presidente militar quedó cautivado por la naciente televisión, que había contemplado durante un viaje a los Juegos Olímpicos en la Alemania de Hitler. La hizo traer a Colombia por decreto presidencial y la inauguró -obvio- con las notas del Himno Nacional.
Estos cambios, lentos y pausados, han sido reemplazados por un enfoque diferente del uso de los medios en la política y unas transformaciones mucho más veloces de la comunicación.
La reiteración como estilo comunicativo
Durante sus ochos años de gobierno, el Presidente Uribe propuso un estilo comunicativo pragmático y eficiente: recurrió a un lenguaje coloquial que tuvo inclusive sus momentos barriobajeros y lunfardos, como cuando amenazó a un fotógrafo asiduo a la Casa de Nariño, con "romperle la cara, marica". Usó con frecuencia diminutivos -"carnitas, huesitos, huevitos" – que daban la impresión de familiaridad didáctica y cercanía; recurrió a metáforas campesinas y a imágenes de ganadero apasionado por los caballos, "ese oficio de gitanos pobres", como lo denominó recientemente; enfrentó con rapidez las críticas que despuntaban en el panorama de la opinión y construyó un discurso polarizador que definía, con pocas palabras, el terreno de los "buenos" y especialmente el de los "malos", en el que por supuesto, estaban en primera fila, sus opositores.
Pero además, envió mensajeros a paliar los contratiempos, algunos de los cuales regresaron sin cabeza como los chasquis cuando traían malas noticias; puso a "intelectuales" de dudosa reputación a pregonar tesis como la del "estado de opinión" o la de la inexistencia de conflicto interno, para observar las reacciones públicas que producían, se lió en debates con contradictores cubierto con el aparente ropaje de la sinceridad y se enzarzó en contiendas internacionales de las que salía magullado aunque casi nunca disminuido.
Concedió muy pocas entrevistas a la prensa escrita a la que a la vez temía y despreciaba, mientras que aceptó gustoso largas entrevistas en radio y muy pocas en televisión.
En radio, la estrategia estuvo definida por un estilo: hablar mucho y rehuir las preguntas incómodas y con la misma facilidad con la que rehuía las entrevistas escritas visitaba las mesas de trabajo de las emisoras de radio.
Uribe es el mago de la reiteración y la redundancia. Por eso se volvió tristemente famosa aquella apostilla de "pasemos a la siguiente pregunta, señor periodista", que mostraba la arrogancia de quien supone que tiene mucho que decir pero nada que controvertir y la minusvalía de un periodismo que se plegó a ese trato denigrante.
En televisión, las joyas de la corona fueron los consejos comunitarios, un verdadero teatro de variedades en que se combinaban la chiva con la entrega de subsidios, las voces regionales debidamente seleccionadas por la burocracia, con la cercanía del gobernante con el "pueblo".
Los gobernantes son el mensaje… y los mensajeros
Las nuevas relaciones de los gobernantes con la comunicación no fueron un privilegio de Uribe.
Una característica del paisaje político latinoamericano de los últimos años ha sido la fruición exacerbada de los gobernantes por dominar el discurso mediático, ya sea convirtiéndose ellos mismos en comunicadores, legislando para ponerle límites a la libertad de expresión, o rodeándose de medios incondicionales que hace rato renunciaron a una de las condiciones básicas del periodismo: la independencia.
En Argentina, los Kirchner se propusieron acabar con el predominio del Grupo Clarín mientras repartían a manos llenas entre sus medios amigos, los dineros de la publicidad oficial.
En Venezuela, Chávez llevó adelante una ley de responsabilidad social de los medios, que en algunos sectores llaman, menos eufemísticamente, "ley mordaza". Mientras que el presidente venezolano habla durante largas horas en su programa "Aló presidente", en el que remueve ministros o rompe relaciones, no pierde las fuerzas para pelear contra canales de televisión, periódicos y emisoras que no le son afectas, hasta acabar con ellas e inclusive poner entre rejas a sus dueños y directivos.
En Ecuador está en proceso una criticada ley de medios y el presidente habla eufórico por cadenas que están obligadas a transmitir sus discursos.
Los gobernantes, escépticos o francamente opuestos a la democracia representativa, rechazan toda intermediación y creen que comunicativamente pueden resolver el problema con una relación directa y sin mediaciones con los gobernados.
Los medios, a su vez, tampoco son ajenos a la soberbia y a la ocupación indebida de lugares que no les corresponden. Muchas veces actúan como legisladores, jueces o inclusive gobernantes, perdiendo su hoja de ruta y ratificando lo que se dice en el Informe sobre la Democracia en América Latina del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD): son poderes fácticos.
El Twitter le cae como anillo al dedo al estilo comunicativo de Uribe
Pero la estrategia comunicativa que Uribe tenía como gobernante, de alguna manera se replica ahora que ha pasado a engrosar la fila de los ex presidentes.
Sólo que ha cambiado el soporte comunicativo: apareció el Twitter.
Las características de la nueva tecnología no hacen más que reafirmar su viejo estilo.
En primer lugar, el Twitter ya llega a los usuarios que le interesan al político. En efecto, los decisores sociales y los periodistas están conectados a las redes y las usan con frecuencia y comodidad.
En segundo lugar, el Twitter tiene la propiedad de servir de estímulo a la cobertura de los medios. Ya no se necesitan boletines de prensa, llamadas a los directores, ni largas y tediosas entrevistas. El Twitter está enchufado al parlante de los medios, que amplían el radio de difusión de la red social.
Ya no sólo "el medio es el mensaje" como escribió hace tiempo McLuhan, sino los emisores son, a la vez, mensajes y mensajeros.
En tercer lugar, el Twitter se ajusta perfectamente al estilo y la personalidad comunicativa de Uribe: se habla pero no se escucha ni se responde. No importa que después de un texto lleguen cantidades de mensajes críticos. Ya se sabe muy bien que el ex presidente no los leerá. Recuerde el lector que una de sus declaraciones más recientes fue decir que había devuelto, sin abrir, el sobre con la dura carta que le envió el Procurador General de la Nación y que aparentemente conocieron todos los colombianos menos él.
De los mensajes críticos se encargarán sus áulicos, tan rápidos y agresivos, como los que aparecen comentando columnas de opinión o noticias que le son adversas en los medios tradicionales y que son ejemplo de ideas fijas e intolerancia.
En cuarto lugar, el Twitter es un medio de reacción inmediata, de esos que el mencionado McLuhan llamó "calientes".
Los medios por su parte, ya sea por la pereza, los recortes de presupuesto para el trabajo de investigación y la debilidad de su reportería, están colgados a la internet y ahora a Twitter, acechando la información que los saque rápido y sin mayores complicaciones de la abstinencia noticiosa y la frugalidad analítica.
Wikileaks: el estallido del secreto y la bulla en la política doméstica
Las nuevas tecnologías se han convertido en las protagonistas de la escena política nacional e internacional.
Wikileaks ha despedazado esa parte de la diplomacia basada en el secreto, que era un mundo dentro de otro mundo. El famoso concepto de desclasificación de documentos se ha venido abajo, en algo que unos llaman la primera guerra mundial cibernética.
Los hackers se han tomado páginas enteras de las empresas que se han opuesto a la divulgación de los materiales de Wikileaks, los presidentes dividen sus opiniones entre los que califican a los comunicadores de terroristas y los que, por el contrario, defienden su libertad de expresión.
China coarta las libertades civiles de los ciudadanos que desean circular libremente por la red, Cuba no deja salir del país a una famosa "bloguera" a recibir sus premios, y algunas grandes empresas tecnológicas sufren el efecto bumerang de su complacencia servil con gobiernos que coartan los derechos de la gente.
Wikileaks empieza a producir efectos interesantes en la política doméstica, por una sencilla razón: la gente del común puede leer en vivo y en directo aquello que habitualmente se dice entre diplomáticos, políticos o gobernantes. En otras palabras: el poder se pasea desnudo ante el estupor, las carcajadas y la ironía democrática de los gobernados. "La democracia es el poder en público", escribió bellamente Norberto Bobbio. ¡No sé si llegó a pensar que las tecnologías iban a permitir que el inframundo de la política también se representaría públicamente y que eso fortalecería a las democracias!
Las cofradías de los incondicionales
A veces lo peor que le pasa a los gobernantes es la cofradía de sus incondicionales. El caso de José Obdulio Gaviria es patético, por decir lo menos.
Frente a las primeras revelaciones del Wikileaks criollo, que además promete otras 2.000 sorpresas en cómodas cuotas semanales, se despachó con una sarta (nunca mejor utilizada esta palabra) de Twitters, en la que lo mínimo que dijo fue que el General Naranjo era un traidor. Fiel al estilo de su jefe político, Gaviria dice en uno de sus twitters que está en Suiza, que no le llamen para entrevistas, porque es además muy amarrado. No sólo lo es. También quiere imponer su punto de vista sin réplicas, porque en este estilo de comunicación no existen los contradictores sino los enemigos.
El desvanecimiento de lo público y lo privado: entre el exhibicionismo y el voyerismo
El Twitter como medio es una extraña mezcla entre lo privado y lo público. Hijo de una época en que se han desvanecido esos dos mundos y en que han saltado por los aires los quicios que antes delimitan más o menos con claridad sus territorios, el Twitter es una red en donde lo privado se vuelve público y lo público espectáculo de la revelación y la infidencia.
El Twitter es una nueva provocación para exhibicionistas y voyeristas, dos propiedades que siempre han andado muy cerca de la política, es un aire fresco en ciertos momentos y pesado en otros, que ha hecho renacer a su modo viejas prácticas que parecían haber declinado, como hizo la internet con las cartas, el correo y los álbumes de fotos.
En épocas marcadas por la soledad, el Twitter es un estímulo para la conversación que ya no se hace delante de una chimenea sino en los flujos electrónicos de la web, creando un nuevo "cara a cara", unos diálogos reales entre personajes anónimos.
Por ahora lectores y ciudadanos nos podemos arrellanar en nuestros asientos, respirar profundo, entrar a Twitter y asistir al espectáculo de una política muy parecida a quienes la practican: unilateral e impositiva, arrogante y pragmática, autoritaria y frenética.
* Investigador en temas de comunicación y cultura. Fue defensor del lector del periódico El Tiempo.