A propósito del Día Internacional de la no violencia contra la mujer, hacemos un recorrido por lo que se ha logrado y lo que se ha dejado de hacer en este tema en Colombia. Aunque se reconocen algunos avances, todavía queda mucho por hacer.
Catalina Ruiz*
Cifras que son dolores
Según datos de Medicina Legal, en Colombia cada día son asesinadas entre tres y cuatro mujeres; 156 son víctimas de “violencia intrafamiliar” y 45 sufren violencia sexual.
De las 44.743 personas que fueron víctimas de violencia de pareja, 39.020 fueron mujeres. Esto quiere decir que cada seis horas matan a una mujer, cada media hora violan a una y cada 10 minutos a alguna le pegan en la casa. El momento en que mayor ocurre la violencia es el domingo por la noche.
Las cifras están repletas de números aterradores. ¿Será que sirve de algo hacer una lista? A pesar de que la prensa ha empezado a visibilizar el problema, los números no han bajado sustancialmente en los últimos años (además, corresponden a un subregistro pues, con los casi absolutos índices de impunidad, son pocas las víctimas que se atreven a denunciar).
Quizás lo más problemático de estos números es que son insuficientes para cuantificar todos los escenarios en que las mujeres sufrimos violencia de género. Entender estos escenarios con sus diferentes manifestaciones es clave para una comprensión holística del problema y para poder atacar sus causas de una manera más eficiente
Cada seis horas matan a una mujer, cada media hora violan a una y cada 10 minutos a alguna le pegan en la casa.
La forma más “espectacular” de violencia física es el feminicidio, que se define como asesinar a una mujer por el hecho de serlo. Según un informe de la Casa de la Mujer, en 2011 el 40 por ciento de los asesinatos a mujeres habían sido perpetrados por sus parejas, exparejas u hombres de su familia.
Es espeluznante que el lugar más peligroso para nosotras sea el propio hogar y que los agresores más verosímiles sean los hombres que amamos y en los que confiamos, en vez de ser, por ejemplo, los desconocidos que van por la calle.
Aunque hombres y mujeres tenemos la capacidad para ser violentos, los hombres están respaldados por un sistema que les da privilegios de dominación, que les dice que esa violencia es “virilidad” y que por eso violentarnos es “normal”, que no habrá castigo si nos atacan.
Cada seis horas matan a una mujer, cada media hora violan a una y cada 10 minutos a alguna le pegan en la casa.
En cambio, las mujeres somos discriminadas sistemáticamente (ni siquiera se nos reconocen plenamente los derechos sobre el control de nuestros cuerpos). Ante estos tipos de violencia no falta quien afirma que a las mujeres “les gusta” la violencia, basándose en que rara vez abandonan a sus agresores y que en muchos casos ellas mismas los defienden, pues muchas dependen patrimonial y económicamente de ellos.
Este año Colombia se situó en el primer lugar de países en el mundo que sufren ataques con ácido a mujeres. Tras el sonado ataque con ácido a Natalia Ponce de León, en varios medios se publicaron perfiles del agresor, al que pintaban como alguien con problemas mentales más allá de lo comprensible por el ser humano.
Sin embargo, según la Fiscalía, entre el 1 de enero de 2013 y el 15 de junio de 2015, hubo 16 sentencias condenatorias por este tipo de ataques y se han abierto 2.178 investigaciones. Un volumen como este nos habla de que no estamos hablando de casos aislados.
Medidas legales
![]() Mujer víctima de ataque con ácido. Foto: Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer |
En el marco de la celebración del Día de la No Violencia Contra la Mujer, la plenaria del Senado aprobó en último debate el proyecto de ley que eleva las penas para quienes incurran en estas prácticas y contempla castigos para quienes comercialicen de manera ilegal los tipos de sustancia con que son llevados a cabo estos ataques.
Esta ley es un avance porque reconoce el problema en Colombia y lo enmarca como un crimen de género. Sin embargo, endurecer las penas no reduce los motivos de los ataques y en nada ayuda a eliminar la violencia, ni la impunidad rampante y general de nuestro sistema de justicia.
Otro avance importante tuvo que ver con la tipificación penal del feminicidio. En días previos al Día de la Mujer Trabajadora, 8 de mayo, la Corte Suprema de Justicia dio a conocer un fallo en donde reconoció el “crimen pasional” como feminicidio frente a un caso que la Fiscalía había calificado como “lesiones personales”.
La Corte lanzó un fallo en reprimenda a la Fiscalía declarando que en el trato del agresor a su pareja “la ‘cosificaba’ al considerarla ‘solo suya’ y era evidente el dominio que ejercía sobre ella a través de la violencia.” Dijo la Corte que el mal llamado crimen pasional “oculta las razones de misoginia y dominación masculina, existentes detrás de los asesinatos contra las mujeres”.
Con este antecedente, en junio se aprobó en el congreso la Ley Rosa Elvira Cely, que finalmente tipifica el crimen del feminicidio, hasta entonces solo un agravante penal para el homicidio. Esta Ley, aunque tampoco puede resolver la violencia contra las mujeres de tajo y por decreto, le da nombre y espacio al problema y da las herramientas para hacer un registro apropiado de este tipo de crímenes.
Además, la Ley obliga a brindar asistencia técnica y legal a las mujeres víctimas de violencia de género, y añade dos puntos muy importantes:
– Que el Ministerio de Educación incorpore la perspectiva de género en la malla curricular de educación preescolar, básica y media, y
– La adopción de un sistema nacional de estadísticas sobre violencia basada en género que permita hacer un desglose y un registro adecuado del problema.
De todas formas, este registro enfrenta muchos obstáculos, ya que quienes toman las denuncias, las atienden y las juzgan son -en su mayoría- hombres, a los que las víctimas pueden temer al identificarlos con su agresor o que no tienen manera de entender desde sus cuerpos cómo se vive este tipo de violencia.
Finalmente, no se trata del género de los operadores de justicia, sino de que estén capacitados de manera apropiada en perspectiva de género para que puedan hacer una recepción apropiada de las denuncias o juzgar los casos.
El problema es cultural
Ninguna de estas medidas legales ataca el origen de la violencia, pues solo se ocupan de atender el fenómeno y tipificarlo. Las causas de la violencia contra las mujeres son más profundas; son sociales y culturales, pues la violencia comienza desde la sociedad, que pone al género femenino en una posición de subordinación frente a los hombres.
La violencia se encuentra en la representación.
La violencia se encuentra en la representación. Por ejemplo, el cuerpo de las mujeres es aún la principal estrategia para vender productos comerciales; también en el lenguaje cotidiano, donde se nos desmiembra, como cuando en el Reinado Nacional de la Belleza se califican las piernas, el busto o la cara, como si de comprar y vender reses se tratara. Estas formas del lenguaje que nos cosifican determinan la manera en que tratamos a las mujeres.
Las nociones conceptuales que tenemos sobre las cosas cambian de manera efectiva nuestras actitudes hacia ellas y por lo tanto, su lugar en el mundo.
El problema principal de la violencia contra las mujeres es que nos parece normal, inconexa o excepcional, cuando en realidad es un problema de salud mental y pública. Según el segundo estudio Tolerancia social e institucional frente a las violencias hacia las mujeres, publicado en marzo de este año:
– El 37 por ciento de los colombianos consideran que “las mujeres que se visten de manera provocativa se exponen a que las violen”,
– El 19 por ciento piensa que “una buena esposa debe obedecer a su esposo, así no esté de acuerdo”,
– El 18 por ciento dice que “los hombres de verdad son capaces de controlar a sus mujeres”,
– El 26 por ciento de la población sostiene que “es normal que los hombres no dejen salir sola a su pareja”, y
– El 11 por ciento de nuestros servidores públicos creen que “si una mujer no opone resistencia, no se puede decir que fue una violación”.
Un día para pensar
Hace 24 años, durante el I Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, realizado en Bogotá, se escogió el 25 de noviembre como Día internacional de la lucha en favor de la No Violencia Contra la Mujer, pues la fecha coincidía con el aniversario del asesinato de las hermanas Mirabal, Minerva, María Teresa y Patricia Mercedes, luchadoras sociales y políticas a favor de la libertad y de democracia en República Dominicana.
Las defensoras fueron fusiladas y torturadas física y psicológicamente bajo órdenes del dictador Leonidas Trujillo en 1960. Además de un crimen político, fue un claro mensaje de violencia contra todas las mujeres latinoamericanas.
El día fue difundiéndose entre grupos feministas y organizaciones de mujeres y poco a poco se fue imponiendo en todo el continente, hasta convertirse en un día paradigmático para la difusión y sensibilización de las violaciones de los derechos de las mujeres y violencia de género en todas sus formas.
El 17 de diciembre de 1999, la Asamblea General de Naciones Unidas asumió el día e invitó a gobiernos, organizaciones internacionales y organizaciones no gubernamentales a organizar actividades dirigidas a sensibilizar a los y las ciudadanas al respecto de este problema.
Aunque muchos aún se atrevan a cuestionar la violencia de género, los avances son muchos. Hoy es evidente que el machismo y el maltrato a las mujeres son una realidad, y esto es un primer paso para que se encuentren y ataquen las causas del problema.
El solo despliegue mediático habla de que el problema ya no es secreto y por fin se habla de la violencia de género por fuera del ámbito privado. Ahora lo que falta es llevar esta conversación a acciones concretas y a un cambio cultural que acabe con la desventaja en derechos que enfrentamos las mujeres. Hemos llegado muy lejos, pero falta bastante.
* Columnista de El Espectador, directora y fundadora de Hoja Blanca revista-ONG (HojaBlanca.net), Oficial de Comunicaciones y Outreach en Women’s Link Worldwide. Filósofa y Artista Visual de la Pontificia Universidad Javeriana con una maestría en Literatura de la Universidad de Los Andes. En twitter: @catalinapordios