Violencia contra la mujer: a propósito del caso de Hollman Morris - Razón Pública
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Violencia contra la mujer: a propósito del caso de Hollman Morris

Escrito por Diana Andrea Gómez
violencia mujeres

Diana Gomez¿Las denuncias de su exesposa son un asunto privado, o deberían afectar su vida pública? Una respuesta y una reflexión sobre el lugar de las mujeres en la política, la izquierda y la academia.

Diana Gómez Correal*

El caso

La situación ha dado pie a debates encendidos en los medios de comunicación y en las redes sociales, pero de modo especial ha ocasionado conflictos dentro del movimiento Colombia Humana que encabeza el senador Gustavo Petro, quien respaldaba la candidatura de Morris; dentro de los movimientos de mujeres; y dondequiera que la izquierda se cruza con espacios feministas.Hollman Morris, precandidato a la alcaldía de Bogotá, ha insistido en mantenerse en la contienda electoral a pesar de la denuncia por “violencia económica, psicológica y física” que interpuso contra él Patricia Casas, su exesposa, y a la cual se han sumado las denuncias por acoso de otras dos mujeres.

Morris cuenta todavía con el aval del Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS), pero el apoyo de Petro y de la Colombia Humana está en entredicho, sobre todo después de que Ángela Robledo y María Mercedes Maldonado, dos de sus más importantes integrantes, retiraron su apoyo y sugirieron su renuncia.

La violencia contra la mujer tiene una larga historia en Colombia. El control y el maltrato de su cuerpo y de su vida siguen siendo vistos como algo natural entre muchas personas. El hecho de que el problema sea común no significa que deba ser tolerado ni que sea irrelevante para la discusión pública. Por eso no sería de extrañar que la señora Casas haya sido objeto de las agresiones que denuncia. Tampoco por supuesto le quita a Morris su derecho a la defensa. Al ser un candidato de izquierda, es posible que su vida privada esté siendo utilizada para desprestigiarlo y para perjudicar su candidatura.

Aún entonces la denuncia de Casas tiene un carácter público, sobre todo porque Morris es militante de grupos políticos que enarbolan el cambio social y cuyos programas incluyen de manera explícita la lucha contra la discriminación y la violencia hacia las mujeres. Este caso tiene lugar en un momento en el que en el país como en el mundo han aumentado las denuncias por femicidios, violencia y acoso sexual.

Le recomendamos: ¿Por qué las víctimas de violencia intrafamiliar se quedan con sus agresores? 

¿Una violencia de izquierda?

Violencia contra la mujer

Foto: Facebook Hollman Morris
Violencia contra la mujer ¿los espacios de izquierda son seguros para las mujeres?

La exposición mediática de estos hechos no implica de ninguna manera que la violencia de género ocurra solamente en sectores de izquierda. La violencia contra las mujeres se da en todos lados, independientemente de la afiliación política del agresor o de los ámbitos donde se desempeñe: la política, la academia, la cultura, las artes, la educación o las instituciones militares y eclesiales.

Las denuncias, en cambio, no necesariamente provienen en igual proporción de todos los sectores. En las esferas más conservadoras —partidos de derecha o de ultraderecha, la iglesia, la institución militar—, es más difícil que las mujeres denuncien y que cuando lo hagan esas denuncias tengan eco.

Ángela Robledo y María Mercedes Maldonado, retiraron su apoyo y sugirieron su renuncia.

En cambio las denuncias se presentan con más facilidad en los sectores donde más ha permeado la discusión en torno a las violencias contra las mujeres es decir, las izquierdas, la academia, los movimientos sociales y el mundo cultural.

Tenemos entonces que:

  1. Tanto en sectores de izquierda como de derecha y de centro existe violencia contra las mujeres;
  2. Hay espacios políticos donde la conciencia y el repudio de esa violencia son mayores;
  3. En esos espacios se denuncia más, y
  4. En los sectores que abogan por el cambio social es donde más se esperaría un comportamiento libre de violencias hacia las mujeres
Puede ver: Las mujeres se cansaron de callar: El legado de Roy Moore. 

Las mujeres, la política y la academia

Durante milenios, las mujeres han sido excluidas de ámbitos tradicionalmente masculinos, como la educación y la política. Su ingreso a estos espacios ha sido paulatino y lleno de obstáculos. Apenas en 1954 las mujeres obtuvieron el derecho a votar, y apenas a partir de la primera mitad del siglo XX lograron acceder a la educación secundaria y superior gracias a las conquistas bajo gobiernos liberales.

A partir de esos avances las mujeres comenzaron a ocupar posiciones en los partidos políticos tradicionales, en las organizaciones de izquierda y en el mundo académico. La nueva izquierda y la academia de la segunda mitad del siglo XX se nutrió de los aportes de muchas mujeres, y en algunos casos de las reflexiones y la participación feminista.

Sin embargo, muchas de las mujeres que integraron los partidos de izquierda, los movimientos sociales y la academia tuvieron que enfrentarse al mandato patriarcal aún presente en esos espacios. El cambio cultural, todos sabemos, es lento.

Ni la izquierda ni los académicos e intelectuales de ese entonces escaparon a las visiones sobre las mujeres y a las relaciones de género tradicionales. Los liderazgos de las mujeres en la política fueron obstaculizados de diversas maneras y sus trayectorias se hicieron más pesadas debido a que:

  • Algunos sectores consideraron que las demandas de las mujeres eran secundarias, y
  • Algunos hombres vieron con malos ojos la disputa que implicaba el surgimiento de liderazgos femeninos dentro de sus organizaciones.
Le interesa: Feminismo, víctimas e inocencia.

Logros y denuncias

doble rasero para medir violencia mujer

Foto: Wikimedia Commons.
¿Hay un doble rasero para medir la gravedad de las denuncias por violencia de género según la ideología del acusado?

Un logro innegable de los últimos años ha sido la creciente dificultad para ocultar o para justificar la violencia contra las mujeres, o para afirmar que sus demandas son secundarias. Esto ha llevado al rechazo de la violencia de género, al menos oficial o verbalmente, en la mayoría de los partidos y movimientos de izquierda.

Pero las violencias contra las mujeres siguen presentes en ámbitos de izquierda y también en la academia. Durante los últimos años han sido muchas las denuncias de mujeres sobre diversos tipos de violencia dentro de organizaciones étnicas, juveniles, políticas y sociales.

En universidades como la Javeriana, los Andes, la Nacional y la de Ibagué, entre otras, han circulado denuncias de estudiantes y de personal administrativo femenino sobre acoso y violencia sexual por parte de profesores, estudiantes, administrativos y superiores.

En algunos casos eso no ha ido más allá de los claustros universitarios. En otros casos las denuncias han circulado a través de los medios, pero muy pocos han concluido con la destitución de las personas implicadas, o con algún tipo de medida de justicia.

Muchas de las mujeres que integraron los partidos de izquierda, los movimientos sociales y la academia tuvieron que enfrentarse al mandato patriarcal.

Tanto en el mundo de la política como en las universidades la violencia puede ser leída como resultado de:

  • La idea del cuerpo de las mujeres como objeto sexual, arraigada en la cultura y trasmitida de generación en generación;
  • Los privilegios que obtienen los hombres por el hecho de ser hombres, y
  • El poder de aquellos que, dentro de una sociedad jerárquica, ocupan posiciones superiores como profesores, directivos o líderes políticos.

Al mismo tiempo se utilizan estrategias para aminorar el perfil y el liderazgo de las mujeres. Estas estrategias incluyen la discriminación sutil, y en el ámbito de la política se extienden a la seducción para neutralizar políticamente a las mujeres o trivializar las aspiraciones femeninas.

Una doble estrategia

La mayoría de las discusiones sobre las denuncias que han circulado en los últimos años se han dado a puerta cerrada dentro de cada movimiento u organización.

Pero dado que la academia y los partidos y organizaciones de izquierda ocupan posiciones de poder, la estrategia para hacer que la violencia contra las mujeres se tome en serio siempre tendrá un doble carácter.

Uno de ellos será, en efecto, interno. Hay que crear conciencia sobre las distintas formas y expresiones de la violencia contra las mujeres, y sobre cómo prevenirla y sancionarla. Esto implica una conversación permanente que desnaturalice la violencia de género, dado que por su persistencia histórica para algunos resulta difícil reconocerla.

Pero la estrategia también deberá tener un carácter público por tres razones:

  1. Las universidades y las organizaciones sociales son espacios de carácter abierto, político y de formación de ciudadanías.
  2. Allí son debatidos asuntos de interés general, y allí también participan figuras públicas que incitan a la controversia y por lo tanto su comportamiento terminará expuesto a la opinión ciudadana.
  3. La violencia contra las mujeres necesita de una muy seria discusión nacional.

Junto con la familia y la política, la academia debe ser el lugar de donde las violencias contra las mujeres sean desterradas con mayor rapidez, porque han sido las instituciones más permisivas y donde se forman las y los ciudadanos del presente y el futuro.

Para avanzar hacia una sociedad equitativa hay que tomar en serio las violencias contra las mujeres, las violencias de género, y las étnicas, de clase y políticas, todas las cuales por desgracia se exacerban en contextos de derechización.

El cambio cultural que necesita Colombia para construir la paz será más difícil mientras estas violencias no sean sancionadas, provengan de donde provengan.

*Antropóloga y magíster en Historia de la Universidad Nacional, Ph.D. en Antropología de la Universidad de Carolina del Norte-Chapel Hill (USA) y profesora asistente del CIDER de la Universidad de los Andes.
@DianaMGomezC

 

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