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Río Bogotá: ¿recuperarlo o construir en él?

Escrito por Óscar Puerta
Recuperación del Río Bogotá, Tratamiento del río Bogotá.

Oscar PuertaEl POT de Peñalosa ve en el Río Bogotá un futuro canal con parques. ¿Por qué esta visión es nefasta para el medio ambiente?

Óscar Puerta*

El río no es prioridad

Esta semana, la administración Peñalosa radicará el proyecto de Plan de Ordenamiento Territorial (POT) ante el Concejo de la ciudad.

Para desgracia de los bogotanos, el POT repite la misma fórmula perdedora que nos ha llevado a la contaminación del río, una fórmula que da prioridad urbanización, pero no tiene en cuenta los derechos de la naturaleza.

Como la mayoría de los ríos en Colombia, el río Bogotá está contaminado. Desde su nacimiento hasta su desembocadura sus aguas pierden oxígeno, lo llenamos con nuestros desechos y modificamos su cauce alterando su flujo natural.

Desde el siglo pasado hemos tenido la idea de recuperar el río, pero los planes no se han ejecutado, y han sido concebidos pensando más en la mitigación que en la adaptación.

Metas incumplidas y plantas de tratamiento

El Acuerdo 43 de 2006 de la Corporación Autónoma Regional (CAR) de Cundinamarca estableció las metas de calidad de agua para toda la cuenca del río Bogotá, desde su nacimiento en el páramo de Guacheneque hasta su desembocadura en el río Magdalena. En el documento, la CAR se proponía descontaminar el río para 2020, hoy sabemos que será incumplible.

Desde una perspectiva utilitaria, que ve al río como un simple recurso y no como un ecosistema, el Acuerdo definió las metas partiendo de los posibles usos que tiene el agua, como el consumo humano y el riego para agricultura.

El Acuerdo fija como indicadores del estado del río (1) la cantidad de oxígeno disuelto en el agua —que es indispensable para garantizar el desarrollo de la vida—; (2) la cantidad de materia orgánica susceptible de ser degradada por medios biológicos, y (3) la demanda bioquímica de oxígeno o DBO. En conjunto, estos indicadores permiten examinar los niveles de contaminación del río, producidos, entre otros, por las aguas residuales de Bogotá y los municipios de la cuenca.

El POT repite la misma fórmula perdedora que nos ha llevado a la contaminación del río.

La estrategia para descontaminar el río Bogotá se ha concentrado en construir Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) en Bogotá y en los municipios cercanos a la cuenca del río. Si bien las plantas de algunos municipios ya están en construcción, como la PTAR de Zipaquirá, otras apenas están en proceso de firma de convenios. La PTAR de Chía, por ejemplo, no avanza por irregularidades en la contratación y la resistencia por parte de las comunidades.

Nacimiento del Río Bogotá.

Foto: RAPE: Región Central
Nacimiento del Río Bogotá.

En Bogotá, la ampliación de la PTAR Salitre, que trata alrededor del 30 por ciento del agua residual que producimos, no se completará sino en 2021. Y la primera fase de la PTAR Canoas estará lista en 2023, pero apenas en 2026 la Planta incluirá un tratamiento completo. En todo caso, es probable que la torpeza técnica de no presentar estudios de calidad para la licencia ambiental de estas plantas produzca demoras adicionales.

Aunque sin duda la construcción de las plantas y las mejoras en alcantarillado son necesarias, es probable que por lo pronto no podamos nadar en el río Bogotá, como Peñalosa aseguró que podríamos. Entre otras cosas, porque a pesar de que se traten las aguas residuales, los sedimentos que no fueron dragados tienen el potencial de seguir contaminando el agua.

Le recomendamos: ¿Qué sociedad se refleja en el río Bogotá?

El río no es un canal

Para “recuperar” el río Bogotá, en mayo de este año la CAR Cundinamarca inició la segunda etapa de adecuación hidráulica de la cuenca media del río.

La obra consistió en relocalizar el Jarillón —el dique de tierra que se levanta junto al río por encima del nivel del terreno— con el propósito de construir un canal con una mayor capacidad de transporte de agua y así reducir la probabilidad de inundación.

Esta adecuación hidráulica es una medida aislada, que no reconoce la funcionalidad del río en relación con la planicie de inundación ni con los humedales de la ciudad. Es decir, no reconoce que, por naturaleza, el río se desborda y deposita sedimentos y nutrientes en las zonas aledañas.

Insistir en que el río Bogotá se vuelva un canal implica afectar su dinámica fluvial, así como ignorar los criterios ecosistémicos y geomorfológicos que existen en la ley para delimitar las rondas de los ríos.

Con la nueva configuración del río, el Instituto Distrital de Gestión de Riesgo (IDIGER) ha creado nuevos mapas de amenaza, como si la adecuación hidráulica hubiera reducido el nivel de riesgo. En parte por eso, la propuesta del POT de Peñalosa eliminó la Zona de Manejo y Protección Ambiental (ZMPA) del río Bogotá: una franja de 270 metros reservada para proteger el ecosistema del río del borde urbano. Es decir, que se redujo el área protegida.

Sin embargo, prevenir las inundaciones va mucho más allá de aumentar la capacidad del río para transportar altos caudales.

Durante el fenómeno de La Niña de 2010-2011, el caudal alcanzó del orden de 120 metros cúbicos de agua por segundo. Según las autoridades ambientales, la capacidad del río se puso a prueba en abril de 2016, cuando el caudal máximo fue de 80 metros cúbicos de agua por segundo. Extrañamente, ese período de 2016 correspondió con el fenómeno de El Niño, es decir, un período de menos lluvias.

La recurrencia de este tipo de altos caudales debe producir inquietud, pues si en cinco años hemos tenido dos eventos de esa magnitud, la probabilidad de que se repitan o se superen es elevada.

¿Qué tan confiables son las obras de ingeniería instaladas en el río Bogotá? ¿Es suficiente la adecuación hidráulica para reducir el riesgo por inundación? En el contexto de variabilidad climática e incertidumbre, una falla del jarillón durante un evento extremo puede provocar una inundación rápida, lo cual debe considerarse en la valoración de la amenaza.

Lea en Razón Pública: El río Bogotá: o nos adaptamos o nos vamos.

Los humedales no son parques

El proyecto de recuperación del río, repetido en el POT que presentará Peñalosa, cuenta con un diseño paisajístico que incluye una selección juiciosa de la vegetación que debe estar presente en la ronda y en los parques del río.

Sin embargo, en todo momento prevalece la visión del río como un canal con parques. En vez de optar por una naturalización del cauce y del ecosistema, que conecte al río con los humedales de la ciudad, el proyecto contempla ciclorrutas, senderos duros y parques.

Gran parte del deterioro del río Bogotá se debe a la visión que lo instrumentaliza.

En 2017, mediante el Decreto 565 de 2017, el Distrito modificó la política de humedales de la ciudad —que únicamente permitía la recreación pasiva—, para autorizar la construcción de obras duras en las zonas de ronda y las zonas de manejo y protección ambiental. En esta decisión no participaron las organizaciones de la sociedad civil ni las comunidades, y aunque algunos fallos judiciales han ordenado medidas para evitar las construcciones, estas han sido poco efectivas.

El Distrito ha sido incapaz de construir y respetar consensos. Las decisiones ambientales y su ejecución “se embolatan” entre la burocracia y terminan favoreciendo a unos pocos. En ese escenario, el aparato judicial —no menos lento e ineficiente— se convierte en un instrumento para reclamar la protección de los ecosistemas. Pero el incumplimiento de los fallos y las medidas cautelares se ha vuelto recurrente.

Planta de Tratamiento del Río Bogotá.

Foto: Alcaldía de Bogotá
Planta de Tratamiento del Río Bogotá.

Puede leer: Salvar el río Bogotá: algo se ha hecho pero hay mucho por hacer.

¿Qué sigue?

Gran parte del deterioro del río Bogotá se debe a la visión que lo instrumentaliza y que, en lugar de respetarlo como ecosistema, opta por incorporarlo en el desarrollo urbano, sin tener en cuenta sus funciones naturales como modelador del relieve, como conector ecosistémico e hídrico y como componente del paisaje. No somos capaces de superar esta visión y garantizar, por ejemplo, un caudal mínimo en el Salto del Tequendama.

Mucha, si no toda, la responsabilidad de este deterioro recae sobre la CAR Cundinamarca y sobre la administración distrital. Por ahora, si el Concejo de Bogotá aprueba el POT presentado por Peñalosa, es probable que las cosas sigan mal.

* Ingeniero civil UN. MsC en Gestión ambiental con estudios en aprovechamiento de recursos hídricos. Consultor y miembro de la veeduría para la reserva Thomas van der Hammen

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