La moralidad y la legitimidad son dos cosas distintas. Una reflexión crítica sobre por qué celebramos la muerte de Cano mientras lloramos la muerte de los cuatro secuestrados, cuando en efecto todas la vidas humanas son valiosas.
Leonardo Gonzáles *
Hechos e interpretaciones
Busco analizar dos importantes hechos que han ocurrido recientemente en Colombia. Por una parte, la muerte de Alfonso Cano y, por otra parte, la muerte de los secuestrados de las FARC. Estos dos hechos tienen algo en común: se trata de la muerte de seres humanos. A pesar de esto es curioso que hechos de naturaleza tan similar tengan una interpretación y una recepción pública radicalmente diferentes.
La muerte de Cano se ha presentado públicamente como algo bueno. El gobierno y algunos medios de comunicación se encargaron de destacar positivamente la operación militar. Los soldados que participaron en ella son exaltados como verdaderos héroes. La fotografía del cuerpo sin vida de Cano es exhibida, del modo más amarillista posible, como un verdadero trofeo. En general, se busca mostrar que la muerte de Cano es algo que debe ser aprobado y alabado.
Por otro lado, el asesinato de los secuestrados, que sin duda es un hecho lamentable, ha sido presentado como un acto categóricamente monstruoso. Se habla de la masacre a sangre fría en la la que fueron asesinadas estas personas. Las víctimas de este asesinato son mostradas como héroes caídos. Los guerrilleros son tildados de terroristas, cobardes, enemigos, etc. Y las imágenes de los secuestrados son publicadas con un aire melancólico y trágico. (Por cierto el amarillismo tampoco está ausente aquí, porque algunos laboriosos periodistas se apresuran para lograr una toma que capture el dolor y el llanto de los familiares de las víctimas).
¿A qué se debe que en un caso la muerte se celebre y en otro se condene? La respuesta del gobierno y de la mayoría de medios de comunicación es que en el caso de Cano se trata de un individuo malo –también caben los apelativos de “terrorista”, “criminal” o “guerrillero”– y que por ello “merece” morir; mientras que los secuestrados eran personas buenas –aquí también se puede cambiar por “soldado” o “héroe de la patria”– y por ello no merecen morir. Este tipo de respuestas me parece problemático porque está fundamentado en la errónea relación que en Colombia se ha trazado entre legitimidad y moralidad.
Legitimidad y moralidad
En el sentido que uso el término, un acto se considera legítimo cuando es conforme o concuerda con la ley. Y en Colombia existe la creencia de que la legalidad de un acto también habla a favor de la moralidad del mismo. Se ha fortalecido la idea de que toda acción por parte del Estado es legítima y, por tanto, está justificada moralmente. En otras palabras, todo acto legítimo es un acto moralmente correcto. Contrariamente, toda acción que no sea conforme con la ley es un acto incorrecto moralmente. Por esta razón se asume que la muerte de Cano, como una acción del Estado, es algo correcto moralmente; mientras que el asesinato de secuestrados es incorrecto moralmente.
Desde luego que el Estado colombiano tiene el legítimo derecho y el deber de defenderse de los grupos armados no estatales. Existen motivos legítimos para perseguir y capturar a los miembros de estos grupos: secuestro, narcotráfico, extorsión, masacres, etc. Y en un conflicto armado como el que vive Colombia es inevitable que existan víctimas mortales. Ése es el precio de la guerra…
¿Justificación moral?
Ahora bien, del hecho de que exista un derecho y un deber legítimo del Estado a defenderse no se sigue que todas las consecuencias que de allí se deriven sean morales. Preguntémonos ¿por qué hemos llegado a celebrar la muerte de un ser humano? En parte esto se debe a que se ha creado una inadecuada relación entre acciones legítimas y evaluaciones morales. Y por eso se cree que todas las acciones legítimas del Estado son, de suyo, acciones correctas moralmente. Sin embargo esta creencia es falsa. La legitimidad de un acto y su moralidad son dos cosas distintas.
Para ser más específicos, los motivos legítimos no justifican moralmente la muerte de los miembros de los grupos armados. La razón es simple: la muerte de un ser humano no debe ser objeto de alabanza. En todos los casos es lamentable que se pierdan vidas humanas.
En efecto, creer que toda acción legítima es moral, en particular para los hechos que analizo, es contrario al principio de que la vida es un derecho fundamental y también es un valor moral [1]. No puede existir aprobación moral para actos contrarios a derechos y valores fundamentales. Por esta razón la muerte de seres humanos, aun cuando sea consecuencia lamentable de actos legítimos, no puede ser objeto de elogio ni celebración.
Cuando se celebran actos legítimos contrarios al respeto y valor de la vida se produce una asimetría entre la legitimad del acto y su evaluación moral. Si hemos llegado al punto de consentir la muerte de un ser humano, esto es un indicador de que estamos perdiendo valiosas intuiciones morales.
Evaluación contradictoria
En Colombia se ha venido manejando un tipo de evaluación parcializada en la que lo bueno y lo malo depende de si es o no legítimo. Aprobar y celebrar enérgicamente la muerte de un ser humano como Cano –independientemente de que sea jefe de un grupo armado no estatal– es prueba suficiente de que, en algún sentido, se está perdiendo el respeto por la vida humana. Lo cual es contradictorio con el rechazo igualmente enérgico que se hace de la muerte de los secuestrados.
Frente a un principio fundamental como la vida humana no puede existir una distinción entre muertes “buenas” y muertes “malas”. La muerte de los secuestrados es un hecho absolutamente injustificable. Es muy reprochable y lamentable que este tipo de cosas sucedan. Pero también es reprochable pretender que la muerte de Cano, quien también es un ser humano, sea evaluada como un acto alabable y celebrada moralmente.
De los hechos analizados se puede concluir que los actos legítimos no necesariamente son moralmente correctos. En el caso actual, es evidente que celebrar la muerte de un ser humano está lejos de ser moralmente correcto. La legitimidad del acto es insuficiente para justificarlo moralmente. El gobierno y, especialmente, algunos medios de comunicación deben entender que no hay muertes “buenas” en un conflicto armado.
* Filósofo. Estudiante de Maestría en Filosofía Universidad Nacional de Colombia.
Para ver las notas de pie de página, pose el mouse sobre el número.