Matrimonio homosexual: ¿es posible tolerar al intolerante? - Razón Pública
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Matrimonio homosexual: ¿es posible tolerar al intolerante?

Escrito por Leonardo González
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Leonardo-GonzalezA propósito de las declaraciones de Gerlein- y de las reacciones viscerales que produjo- este argumento riguroso contra la intolerancia – y contra los abusos del lenguaje.

Leonardo González*

Lo natural, lo normal, lo bueno

Las reacciones obvias de la opinión pública no se hicieron esperar y señalaron como intolerantes y por tanto discriminatorias las declaraciones del senador Roberto Gerlein en el debate sobre el proyecto de ley que busca reglamentar el matrimonio entre parejas del mismo sexo — un asunto de derechos de la población homosexual — donde afirmaba, entre otras cosas, que el sexo homosexual es “sucio, asqueroso, merece repudio, es excremental”.

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El senador Gerlein salió a defenderse argumentando la diferencia entre sujetos y actos.
Foto: delaurbe.udea.edu.co
 

Esta posición parte de un argumento de tradición naturalista que presupone una identidad entre lo natural y lo bueno. Es decir, todo aquello acorde con la naturaleza es correcto per se, y al contrario, todo aquello antinatural es incorrecto per se.

Así pues, si la función natural de las relaciones sexuales es la reproducción, y puesto que las relaciones sexuales homosexuales son estériles, entonces – se concluye– las relaciones homosexuales son antinaturales. Razón por la cual el sexo antinatural debe ser rechazado.

Este razonamiento tiene su correlato en el pensamiento "conservador": lo natural debe ser lo normal, por lo que, igualmente, los actos homosexuales, al ser antinaturales son anormales.

El senador Gerlein salió a defenderse argumentando la diferencia entre sujetos y actos. Según él, no está discriminando a ninguna persona, pues apenas está expresando su opinión en contra del acto sexual homosexual. Pero esta distinción es un mero tecnicismo para desviar la atención sobre un tema netamente político: en realidad, cuando ataca a los actos homosexuales está atacando también a los homosexuales (toda acción implica un agente).

Por más argucias retóricas y tecnicismos de mala fe, hoy la comunidad LGBTI se siente profundamente afectada. El problema de fondo radica en que este tipo de actitudes conduce a una discriminación antidemocrática: la existencia en una misma sociedad de ciudadanos "normales" y "anormales".

Intolerancia contra el intolerante

No cabe duda de que la postura conservadora de Gerlein – al considerar los actos homosexuales como antinaturales y, por tanto, anormales– es muy agresiva y abiertamente ofensiva, expresión de una profunda intolerancia. Voces de protesta dentro del propio congreso— como la de Armando Benedetti — consideran que este tipo de manifestaciones son discriminatorias. Igualmente, el senador Luís Fernando Velasco calificó la declaración “como supremamente agresiva con una comunidad que merece respeto (…)”.

Se acusa al congresista de discriminar a un grupo por su orientación sexual. Cabe recordar que todo caso o acto de discriminación es, en últimas, un caso de intolerancia. Un indicador de intolerancia puede ser los adjetivos escogidos en los foros de las redes sociales durante la intensa polémica que se desató rápidamente: fue fácil escalar a términos que reflejan intolerancia con respecto a los homosexuales como “enfermizo”, “asqueroso”, “monstruoso”, “aberrado” (tomo literalmente estos calificativos de las opiniones de lectores en los foros sobre este tema).

Pero a partir de una crítica razonable que hace notar la equivocación del senador, también se saltó fácilmente a calificativos contra el congresista: “godo”, “anticuado”, “homofóbico”, “machista” — léase “cerrado de mente” — y hasta “homosexual reprimido” (aquí también tomo calificativos de los comentarios públicos), lo cual resulta igualmente ofensivo como resultado de la presencia de la intolerancia en la vida cotidiana de muchos colombianos.

El senador Gerlein no tolera las prácticas sexuales de una comunidad específica. Esa es su posición ética y política. Asimismo, algunos ciudadanos que critican a Gerlein se rebajan al nivel de la intolerancia y de la ofensa.

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El debate político sobre el cual se debe legislar atendiendo un mandato de la Corte Constitucional es el matrimonio homosexual.
Foto: Angélica Lozano, vía Twitter.
 

Lo relevante de este triste episodio es que si nos interesa la construcción de una sociedad incluyente y tolerante, lo menos que podemos hacer es rechazar todo tipo de declaraciones intolerantes. Justamente, este asunto permite examinar las dinámicas de la tolerancia en el país: la evolución del rechazo al congresista se está convirtiendo, a su turno, en un caso de intolerancia. Se le está respondiendo con más intolerancia.

Cuando se llega a la intolerancia mutua, ya resulta imposible construir una sociedad incluyente. Solo queda apelar al mecanismo “democrático” de contar votos. La posición ganadora es la de la mayoría. Gana uno u otro grupo, una u otra posición específica.

Pero ya se está más cerca de un “autoritarismo de la mayoría” que de una democracia pluralista, incluyente y tolerante.

Hablando de virtudes

Es claro que la búsqueda de una sociedad tolerante no puede imponer la tolerancia autoritariamente. Eso es contradictorio con la esencia misma de una sociedad incluyente. Una sociedad de este tipo es una donde todos somos lo suficientemente heterogéneos y al mismo tiempo lo suficientemente conscientes de que hay ciertas virtudes cívicas necesarias para la convivencia.

Una de esas virtudes cívicas es la tolerancia, que invita al conservador a que tolere – e incluso respete– a los homosexuales, pero, al mismo tiempo, invita a los no–conservadores a que toleren al conservador. Se debe entender y aceptar que la tolerancia se mueve en ambas direcciones.

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La tolerancia como virtud cívica se construye, no se impone.
Foto: Integración Bogotá, vía Twitter
 

Pero, ¿lo anterior significa que se debe tolerar que el congresista Gerlein se exprese de manera discriminatoria y ofensiva? Aquí hay que establecer una diferencia: su posición política — como la de muchos otros y que en ningún caso es incuestionable — es rechazar el matrimonio homosexual. Eso hay que respetárselo, aunque no se esté de acuerdo.

Pero no se puede tolerar que se exprese como lo hace. En términos más abstractos, en algún sentido el congresista tiene libertad de pensamiento, pero no tiene libertad absoluta de expresión.

Este argumento puede resultar discutible, pero es la única manera que encuentro para hacer compatibles, por el momento, la creación de un espacio público de razones incluyentes y no discriminatorio con una sociedad heterogénea que incluya conservadores y no–conservadores.

La tolerancia como virtud cívica se construye, no se impone. Sin duda, es deseable que todos sean tolerantes en una sociedad, pero mientras eso sucede no podemos convertirnos en intolerantes frente a la intolerancia.

El asco no es argumento

¿Por qué razón debe rechazarse el modo como se expresó el congresista?

  • En primer lugar, Gerlein afronta el debate inadecuadamente. Es preocupante que sus declaraciones apelen a adjetivos relacionados con el sentimiento de asco, sorprendente para un congresista de su trayectoria, pues refleja un nivel de discusión extremadamente primario.

Me adhiero a la tesis de Martha Nussbaum [1], quien considera que el asco es un sentimiento que no puede ser fuente de justificación ni de legitimación política ni moral. No se puede legislar sobre la base de sentimientos de asco hacia otras personas. Siendo el asco un sentimiento puramente subjetivo y, por tanto, relativo, es claro que no es un argumento y por tanto no constituye un instrumento válido en un debate político y por demás público y de alta sensibilidad social.

  • En segundo lugar porque el congresista Gerlein – tal vez por incapacidad argumentativa o por mala fe – está desviando la discusión. El debate político sobre el cual se debe legislar atendiendo un mandato de la Corte Constitucional es el matrimonio homosexual. Todos los argumentos deben ir dirigidos hacia esa propuesta.

Así que resulta absolutamente irrelevante lo que un congresista opine sobre las relaciones sexuales entre homosexuales. ¿El hecho de que a Gerlein le produzcan asco las relaciones homosexuales hace incorrectas este tipo de prácticas? ¿Acaso este mismo asco puede deslegitimar el derecho al matrimonio de las parejas del mismo sexo?

Nadie puede legislar sobre la conducta sexual consensuada entre adultos. Si no está de acuerdo con el matrimonio homosexual, debe debatir con argumentos (aunque en realidad es poco lo que puede hacer apelando al naturalismo y el tradicionalismo conservador) y no con opiniones ofensivas, irrelevantes y basadas en sus apreciaciones personales que antes de ser argumentos reflejan lo contrario: incapacidad para el debate.

* Fundación Universidad Autónoma de Colombia.

 

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