Estamos ante una incertidumbre gigantesca. Se necesita coordinación –y aprendizaje– entre todas las naciones del mundo. Los países latinoamericanos ya comenzaron a actuar.
Álvaro Rodríguez Valencia*
¿Sálvese quien pueda?
Es la primera vez que la gran mayoría o casi todos los Estados se encuentran en emergencia. No hay precedentes para esta situación en el mundo globalizado, lo cual puede resultar en que la ayuda entre países sea casi nula. Muchos países tienen ya —o esperan tener en un par de semanas— la casa en llamas.
Cada país estaría por su cuenta, y lo único que podrían esperar es la asesoría de países que hayan tenido alguna experiencia exitosa y que tengan recursos disponibles.
Inexorablemente existirá inmovilidad casi total entre las naciones, por lo menos mientras esté disparada la infección en algunos de ellos.
Respuestas (y resultados) diversos
En los países asiáticos, la tecnología y el control estricto son los aliados para permitir el ingreso selectivo de personas; los brazaletes electrónicos, las zonas de cuarentena y las pruebas de COVID‑19 son algunas de sus herramientas.
Al enfrentarnos con un virus muy contagioso, que tarda días en mostrar síntomas y el cual sabemos muy poco, las pruebas de diagnóstico masivas son fundamentales para detectar y aislar a los que tengan coronavirus y aplanar la curva de contagios.
Ya hemos visto que la estrategia de las pruebas masivas fue exitosa. La República de Corea (conocida como Corea del Sur) hizo cientos de miles de exámenes de diagnóstico, gracias a lo cual aisló a muchos infectados por el coronavirus.
Taiwán, Singapur y Hong Kong, países pequeños, habían logrado aplanar la curva bastante bien, rastreando al paciente cero, haciendo controles estrictos de ingreso y realizando pruebas. Hasta hace muy poco, la esperanza de estos países asiáticos era mantenerse lo más “limpios” posible del COVID‑19; esto les daría tiempo para una solución farmacológica y protegería a sus economías de una cuarentena general (lockdown).
Es la primera vez que la gran mayoría o casi todos los Estados se encuentran en emergencia.
Sin embargo en todos ellos ya se ha vuelto a disparar la infección, con la famosa curva exponencial de contagios. China es el único país que aparentemente ha logrado controlar la pandemia; pero, según algunos epidemiólogos, los rebrotes pueden ser cuestión de tiempo.

Foto: Flickr
Debemos estar preparados para ver en los próximos tiempos “de todo” en este mundo: infecciones controladas en poblaciones jóvenes para generar inmunidad o gobiernos que decidan NO actuar y que con impavidez dejen morir cientos de miles (millones?) de personas, y más.
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Reacciones en América Latina
Con el miedo en el aire por la experiencia italiana, pero con el tiempo a su favor, los países latinoamericanos ya han empezado a actuar.
Con recursos tan limitados, sistemas de salud frágiles y poca capacidad científica, el lockdown llegó a países grandes como Argentina, Perú, Venezuela y Colombia; muchos otros se unirán a esta medida en los próximos días.
Italia aplicó la cuarentena cuando sus casos comprobados eran 10 mil y cuando ya llegaban a quinientos decesos por el virus. En los países latinoamericanos se ha hecho de forma mucho más adelantada (menos de doscientos afectados y escasos decesos). Actuar muy tarde puede ser catástrofico, por eso la región ha actuado temprano, lo cual les da tiempo para entender mejor y prepararse.
Brasil no se ha sumado a esta estrategia de las cuarentenas. En cambio ha seguido la estrategia de Reino Unido -que Estados Unidos inicialmente siguió- y que ha dejado el cuidado en la acción libre de sus ciudadanos, a fin de no golpear las economías. El tiempo dirá cuál de las dos estrategias resulta más conveniente.
Las cuarentenas
El lockdown se entiende como la medida última, el curso de acción cuando se haya perdido el rastro de la infección y se desborde el número de infectados. Esta disposición es efectiva para aislar a pacientes positivos o personas infectadas —sin síntomas— que transmiten el virus. Además, estando en casa, es posible manejar la gran mayoría de casos de COVID-19 que no presentará síntomas ni complicaciones, y así reservar el uso de los sistemas de salud para el 20 por ciento que puedan presentar alguna complicación.
Las cuarentenas son medidas de tendencia segura y conservadora para proteger a la población y evitar el colapso del sistema de salud, pero son muy costosas. Varios sectores de la economía mermados y muchas personas inactivas.
Debemos ser conscientes, sin embargo, de que las cuarentenas no resolverán el problema: la cuarentena controla la situación porque reduce el número de nuevos contagiados, dándonos tiempo, pero no erradica el virus, que vive durante días en distintas superficies. El virus va a seguir por ahí dando vueltas después de las semanas de encierro.
Una vez controlado el contagio, será cuestión de tiempo que se vuelva a disparar la epidemia, como pasó en Asia. Estas medidas nos permiten ganar tiempo.
Escenarios previsibles
Mientras llega una solución farmacológica —algún antiviral o antirretroviral contra el SARS-CoV‑2 o una vacuna contra el virus—, la estrategia de los países consistiría en mantener a raya la infección.
Aun así, tengamos en cuenta, por ejemplo, que los antirretrovirales para el VIH tardaron entre diez y doce años en volverse una solución comercial a la pandemia y que aún hoy sus precios son astronómicos.
Bajo estas circunstancias creo útil analizar el problema en el escenario probable de que no hubiera solución farmacológica a corto plazo. Con un virus tan persistente y contagioso, las posibilidades no son muchas.
Lo primero que urge en un escenario como este es saber a ciencia cierta si una persona que se curó de COVID‑19 se puede reinfectar o no.

Foto: Summit County
La experiencia ha demostrado que el virus es imparable.
Ya hemos visto que la estrategia de las pruebas masivas fue exitosa.
Si una persona no puede volver a enfermarse, las estrategias estarían enfocadas a que la población se infecte progresivamente, se cure y —con el tiempo— se vuelva inmune. En la medida en que más personas sean inmunes, será menor la probabilidad de transmitir el virus: volver a la normalidad será cuestión de tiempo. Esto es lo que llaman los epidemiólogos el “efecto manada” o «inmunidad de rebaño».
Dilemas angustiosos
Por otro lado, si las personas sí se reinfectan y no hay solución farmacológica a la vista, la situación será trágica, por motivos obvios. Encontraremos varias disyuntivas éticas propias de esta situación que no se han discutido públicamente.
Este es uno de los muchos dilemas que puedo identificar: los efectos sociales de la inmovilidad versus la vida de los más vulnerables. Hay familias que dependen de la actividad diaria en las calles, que pueden parar solo unas semanas y a quienes se les puede proveer ayudas temporales del Estado; por lo tanto, su aislamiento no es sostenible a largo plazo, ¿qué hacer?
La situación es desesperada para muchos países. Debemos estar preparados para ver en los próximos tiempos “de todo” en este mundo: infecciones controladas en poblaciones jóvenes para que adquieran inmunidad, gobiernos que decidan no actuar y que con impavidez dejen morir cientos de miles (¿millones?) de personas, entre otras.
¿Se podría erradicar de manera definitiva el virus? Sí, pero necesitamos una acción colectiva y coordinada entre todas las naciones del mundo y todas las personas: un lockdown simultáneo, que identificara la totalidad de los casos en el mundo y que, en consecuencia, erradicara el SARS-CoV‑2.
Eso no va a ocurrir, por obvias razones; pero todo puede cambiar con algún descubrimiento o accidente científico. Estamos, más que nunca, en manos de la ciencia.
* PhD. en Ingeniería de Transporte de la Universidad de California.