¿Por qué la democracia necesita de las humanidades? - Razón Pública
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¿Por qué la democracia necesita de las humanidades?

Escrito por Paola Molano
Las musas Euterpe (de la música y la lírica), Polymnia (de la canción sagrada y la retórica), Melpomene (de la tragedia) en el Museo de Cyrene en Libia.

Las musas Euterpe (de la música y la lírica), Polymnia (de la canción sagrada y la retórica), Melpomene (de la tragedia) en el Museo de Cyrene en Libia.

Paola MolanoEn un sistema educativo que le da cada vez más importancia a las habilidades técnicas y productivas, la enseñanza de las humanidades y las artes se hace necesaria como estímulo para la formación de ciudadanos críticos y empáticos con sus semejantes.

Paola Molano Ayala*

Sin fines de lucro
Martha Nussbaum
Katz Editores, Buenos Aires. 2010

Educación y poder

Laura Boushnak es una fotógrafa que a través del proyecto “Leo, escribo” documentó a cientos de mujeres árabes que pudieron transformar sus vidas gracias a la educación. Inspirada por su propia experiencia de múltiples obstáculos para llegar a ser fotógrafa profesional, Boushnak mostró las dificultades que enfrentan las mujeres árabes para acceder a la educación formal.

El proyecto dio cuenta de la educación como una herramienta poderosa: las mujeres fotografiadas eran la muestra de la educación como el camino hacia la independencia y el mejoramiento de la calidad de vida de ellas y sus familias.

Hay una crisis silenciosa que está llevando a los sistemas educativos de todo el mundo a desechar ciertas aptitudes en beneficio de las que favorecen la productividad.

El proyecto de Boushnak muestra solo un lado del poder de la educación. Martha Nussbaum en su libro Sin fines de lucro hila más fino y explica por qué la educación con bases humanistas es necesaria para la democracia.

La autora parte de esta hipótesis: hay una crisis silenciosa que está llevando a los sistemas educativos de todo el mundo a desechar ciertas aptitudes en beneficio de las que favorecen la productividad. Esto se debe al interés creciente en aumentar la productividad económica, aun en desmedro del desarrollo y fortalecimiento de la democracia. No es malo darles prioridad a las ciencias y a la formación tecnológica, pero hay un riesgo cuando esto significa abandonar la formación en humanidades.

Formar ciudadanos

La crisis en cuestión priva a la educación de su finalidad más valiosa y compleja: la formación de ciudadanos con pensamiento crítico y suficiente compasión por sus prójimos. Ese objetivo solo es alcanzable si se fortalece la formación humanista en todos los niveles educativos, independientemente de si esto produce réditos para la economía, pues el énfasis de la educación debe recaer sobre el desarrollo humano, no simplemente sobre el desarrollo económico.

El paradigma del desarrollo humano se enfoca en las oportunidades reales que las personas que merecen por su dignidad como seres humanos es decir, en las capacidades efectivas de acceder a bienes y gozar de derechos. A partir de este enfoque de desarrollo humano, en la educación deben garantizarse la igualdad de oportunidades, calidad y posibilidades para construir un proyecto de vida autónomo. Este modelo es el más coherente con las ideas y necesidades de una “democracia humana” que promueva las oportunidades de vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad de todas las personas.

Los Estados que promueven la “democracia humana” deben formar a las personas en un mínimo de aptitudes que favorezcan el desarrollo humano y el fortalecimiento de la democracia. Los ciudadanos deben poder reflexionar en forma crítica sobre asuntos de interés público, reconocer a los otros como personas con los mismos derechos, preocuparse por la vida de los otros y concebir a su propia nación como parte de un orden mundial complejo.

El énfasis de la educación debe recaer sobre el desarrollo humano, no simplemente sobre el desarrollo económico.

Para formar a los estudiantes en estas aptitudes deben articularse tres ejes: los sentimientos morales, el método socrático y la idea de ciudadanía mundial. Los tres ejes correspondientes a la formación en emotividad, capacidad de cuestionamiento y argumentación y posicionamiento en un contexto social, económico y político complejo deben sumarse para formar ciudadanos más que autómatas productivos. Entonces, es necesario que las personas:

  1. Desarrollen empatía y compasión por otros seres humanos, pues esto evita la marginalidad y favorece la cooperación;
  2. Tengan capacidades argumentativas y críticas que promuevan los debates y los (auto)cuestionamientos con el fin de construir escenarios donde primen los argumentos sobre la autoridad o el prestigio, y
  3. Se entiendan como parte de un sistema mundial complejo de interacciones con diferentes sujetos y sociedades en otras latitudes donde deben pensar los problemas que nos aquejan a todos y proponer soluciones.

La suma de estos tres ejes arroja un proceso exitoso de formación de ciudadanos que redunda en el fortalecimiento de la democracia.

Como herramienta para formar ciudadanos críticos, reflexivos y compasivos, Nussbaum propone la educación en artes y humanidades. Esta facilita el desarrollo de experiencias participativas, en contraposición a la memorización de contenidos, a través de las cuales los estudiantes pueden ponerse en los zapatos de otros, percibir las injusticias sociales e imaginar las situaciones de otras personas.

En este punto hay que entender que no basta con los datos ‘objetivos”: hay que recurrir a la  empatía y a la compasión. Cuando los estudiantes participan de una experiencia artística, como la actuación, donde por ejemplo representen una escena de discriminación racial, entienden realmente qué significa ser discriminado y desarrollan una actitud de empatía hacia las personas discriminadas. Esta experiencia además promueve una postura crítica ante la discriminación, que lleva al estudiante a interrogarse sobre el contexto como  también sobre sus propias actitudes.

La filósofa estadounidense Martha Nussbaum.
La filósofa estadounidense Martha Nussbaum.
Foto: Wikimedia Commons

Preguntas pendientes

La propuestas de Nussbaum dejan dudas y problemas. No queda muy claro por qué su modelo s esencial para la democracia. Las referencias a lo que entiende por democracia y su fortalecimiento son tangenciales y no explican por qué ese tipo de aptitudes y de herramientas, y no otras, son las necesarias, teniendo en cuenta que han fracasado los ejemplos de formación humanística que el libro presenta.

Tampoco hay claridad sobre cómo acompasar las necesidades de un modelo alternativo de educación con las necesidades del mercado; mientras no se redefinan las prioridades del modelo económico la posibilidad de hacer real un modelo humanístico se reducen a quienes no tengan la presión de insertarse en el mercado laboral, bajo sus leyes de demanda y oferta.

Por otra parte, la autora no explora los riesgos en términos de igualdad en el acceso y crisis de la educación superior cuando al terminar la obra exalta la forma de financiamiento de las universidades estadounidenses que no necesitan inversión pública. Señala que la “filantropía” de los ricos egresados y las donaciones han sido suficientes y han permitido mantener un componente humanista en este nivel de educación, mientras aquellos sistemas públicos que persisten (se refiere a Michigan y California) se están volcando hacia el modelo que ella valora. Sin embargo, se refiere a su experiencia en universidades como la de Chicago (privada), no a lo que pasa en las universidades estatales.

A pesar de las críticas que puedan hacerse, la apuesta de Nussbaum es interesante pues apunta a una idea amplia de la educación como vehículo para el desarrollo humano más que como formación para el crecimiento de la renta.

El proyecto de Laura Boushnak le pone cara y nombre al poder de la educación en el desarrollo personal y social, y además muestra que la formación en aptitudes como la empatía y la comprensión no puede dejarse de lado si se quiere que la educación sea una forma efectiva de romper las cadenas de opresión.

La apuesta por la educación con enfoque humanista es, en últimas, una apuesta por la autonomía, el respeto por la humanidad y el reconocimiento propios y de los otros como ciudadanos.
 

Estudiante de la maestría en Estudios Políticos del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional.  

 

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